DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

Comienza la carta del apóstol san Pablo a Tito 1, 1-16

La misión de Tito

Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, para promover la fe de los elegidos de Dios, y el conocimiento de la verdad, según nuestra religión y la esperanza de la vida eterna. Dios, que no miente, había prometido esa vida desde tiempos inmemoriales; al llegar el momento, la ha manifestado abiertamente con la predicación que se me ha confiado, según lo dispuso Dios nuestro Salvador.

Querido Tito, verdadero hijo mío en la fe que compartimos: te deseo la gracia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús Salvador nuestro.

Mi intención al dejarte en Creta era que pusieras en regla lo que faltaba y establecieses presbíteros en cada ciudad, siguiendo las instrucciones que te di. El candidato, que sea un hombre sin tacha, fiel a su única mujer, con hijos creyentes, que no sean indóciles ni acusados de mala conducta. Porque el obispo, siendo administrador de Dios, tiene que ser intachable, no arrogante; ni colérico, ni dado al vino ni pendenciero, ni tampoco ávido de ganancias. Al contrario, ha de ser hospitalario, amigo de lo bueno, prudente, justo, fiel, dueño de sí. Debe mostrar adhesión a la doctrina cierta, para ser capaz de predicar una enseñanza sana y de rebatir a los adversarios.

Porque hay mucho insubordinado, charlatán y embaucador, sobre todo entre los judíos convertidos, y hay que taparles la boca. Revuelven familias enteras, enseñando lo que no se debe, y todo para sacar dinero. Fue uno de su tierra, un profeta de ellos, quien dijo: «Cretenses, siempre

embusteros, bichos malos, estómagos gandules», y tenía razón en lo que dijo. Por este motivo, repréndelos enérgicamente, para que estén saludables en la fe. Que se dejen de dar oídos a fábulas judaicas y a preceptos de hombres que vuelven la espalda a la verdad. Todo es limpio para los limpios; en cambio, para los sucios y faltos de fe no hay nada limpio: hasta la mente y la conciencia la tienen sucia. Hacen profesión de conocer a Dios, pero con sus acciones lo desmienten, por esa detestable obstinación que los incapacita para cualquier acción buena.


SEGUNDA LECTURA

San Gregorio Magno, Regla pastoral (Lib 2, 4: PL 77, 30-31)

El pastor debe saber guardar silencio con discreción
y hablar cuando es útil

El pastor debe saber guardar silencio con discreción y hablar cuando es útil, de tal modo que nunca diga lo que se debe callar ni deje de decir aquello que hay que manifestar. Porque, así como el hablar indiscreto lleva al error, así el silencio imprudente deja en su error a quienes pudieran haber sido adoctrinados. Porque, con frecuencia, acontece que hay algunos prelados poco prudentes que no se atreven a hablar con libertad por miedo de perder la estima de sus súbditos; con ello, como lo dice la Verdad, no cuidan a su grey con el interés de un verdadero pastor, sino a la manera de un mercenario, pues callar y disimular los defectos es lo mismo que huir cuando se acerca el lobo.

Por eso, el Señor reprende a estos prelados, llamándoles, por boca del profeta: Perros mudos, incapaces de ladrar. Y también dice de ellos en otro lugar: No acudieron a la brecha ni levantaron cerco en torno a la casa de Israel, para que resistiera en la batalla, el día del Señor. Acudir a la brecha significa aquí oponerse a los grandes de este mundo, hablando con entera libertad para defender a la grey; y resistir en la batalla el día del Señor es lomismo que luchar por amor a la justicia contra los malos que acechan.

¿Y qué otra cosa significa no atreverse el pastor a predicar la verdad, sino huir, volviendo la espalda, cuando se presenta el enemigo? Porque si el pastor sale en defensa de la grey es como si en realidad levantara cerco en torno a la casa de Israel. Por eso, en otro lugar, se dice al pueblo delincuente: Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas, y no te denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte. Pues hay que tener presente que en la Escritura se da algunas veces el nombre de profeta a aquellos que, al recordar al pueblo cuán caducas son las cosas presentes, le anuncian ya las realidades futuras Aquéllos, en cambio, a quienes la palabra de Dios acusa de predicar cosas falsas y engañosas son los que, temiendo denunciar los pecados, halagan a los culpables con falsas seguridades y, en lugar de manifestarles sus culpas, enmudecen ante ellos.

Porque la reprensión es la llave con que se abren semejantes postemas: ella hace que se descubran muchas culpas que desconocen a veces incluso los mismos que las cometieron. Por eso, san Pablo dice que el obispo debe ser capaz de predicar una enseñanza sana y de rebatir a los adversarios. Y, de manera semejante, afirma Malaquías: Labios sacerdotales han de guardar el saber, y en su boca se busca la doctrina, porque es mensajero del Señor de los ejércitos. Y también dice el Señor por boca de Isaías: Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta.

Quien quiera, pues, que se llega al sacerdocio recibe el oficio de pregonero, para ir dando voces antes de la venida del riguroso juez que ya se acerca. Pero, si el sacerdote no predica, ¿por ventura no será semejante a un pregonero mudo? Por esta razón, el Espíritu Santo quiso asentarse, ya desde el principio, en forma de lenguas sobre los pastores; así daba a entender que de inmediato hacía predicadores de sí mismo a aquellos sobre los cuales había descendido.

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES

PRIMERA LECTURA

De la carta a Tito 2, 1--, 2

Exhortación a los fieles

Querido hermano: Por tu parte, habla de lo que es conforme a la sana doctrina.

Di a los ancianos que sean sobrios, serios y prudentes; que estén robustos en la fe, en el amor y en la paciencia. A las ancianas, lo mismo: que sean decentes en el porte, que no sean chismosas ni se envicien con el vino, sino maestras en lo bueno, de modo que inspiren buenas ideas a las jóvenes, enseñándoles a amar a los maridos y a sus hijos, a ser moderadas y púdicas, a cuidar de la casa, a ser bondadosas y sumisas a los maridos, para que no se desacredite la palabra de Dios.

A los jóvenes, exhórtalos también a ser prudentes, presentándote en todo como un modelo de buena conducta. En la enseñanza, sé íntegro y grave, con un hablar sensato e intachable, para que la parte contraria se abochorne, no pudiendo criticarnos nada.

Los esclavos, que sean sumisos a sus amos y que procuren dar satisfacción en todo; que no sean respondones ni sisen; al contrario, muestren completa fidelidad y honradez y hagan honor a lo que Dios nuestro Salvador nos enseña.

Porque ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. El se entregó por nosotros para rescatarnos de toda impiedad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras. De esto tienes que hablar, animando y reprendiendo con autoridad; que nadie te mire por encima del hombro.

Recuérdales que se sometan al gobierno y a las autoridades, que los obedezcan, que estén dispuestos a toda forma de trabajo honrado, sin insultar ni buscar riñas, sean condescendientes y amables con todo el mundo.

SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Tratado sobre Caín y Abel (Lib 1, 9, 34. 38-39: CSEL 32, 369.371-372)

Hay que orar especialmente por todo el cuerpo de la Iglesia

Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo. Alabar a Dios es lo mismo que hacer votos y cumplirlos. Por eso, se nos dio a todos como modelo aquel samaritano que, al verse curado de la lepra juntamente con los otros nueve leprosos que obedecieron la palabra del Señor, volvió de nuevo al encuentro de Cristo y fue el único que glorificó a Dios, dándole gracias. De él dijo Jesús: No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios. Y le dijo: «Levántate, vete: tu fe te ha salvado».

Con esto el Señor Jesús en su enseñanza divina te mostró, por una parte, la bondad de Dios Padre y, por otra, te insinuó la conveniencia de orar con intensidad y frecuencia: te mostró la bondad del Padre, haciéndote ver cómo se complace en darnos sus bienes, para que con ello aprendas a pedir bienes al que es el mismo bien; te mostró la conveniencia de orar con intensidad y frecuencia, no para que tú repitas sin cesar y mecánicamente fórmulas de oración, sino para que adquieras el espíritu de orar asiduamente. Porque, con frecuencia, las largas oraciones van acompañadas de vanagloria, y la oración continuamente interrumpida tiene como compañera la desidia.

Luego te amonesta también el Señor a que pongas el máximo interés en perdonar a los demás cuando tú pides perdón de tus propias culpas; con ello, tu oración se hace recomendable por tus obras. El Apóstol afirma, además, que se ha de orar alejando primero las controversias y la ira, para que así la oración se vea acompañada de la paz del espíritu y no se entremezcle con sentimientos ajenos a la plegaria. Además, también se nos enseña que conviene orar en todas partes: así lo afirma el Salvador, cuando dice, hablando de la oración: Entra en tu aposento.

Pero, entiéndelo bien, no se trata de un aposento rodeado de paredes, en el cual tu cuerpo se encuentra como encerrado, sino más bien de aquella habitación que hay en tu mismo interior, en la cual habitan tus pensamientos y moran tus deseos. Este aposento para la oración va contigo a todas partes, y en todo lugar donde te encuentres continúa siendo un lugar secreto, cuyo solo y único árbitro es Dios.

Se te dice también que has de orar especialmente por el pueblo de Dios, es decir, por todo el cuerpo, por todos los miembros de tu madre, la Iglesia, que viene a ser como un sacramento del amor mutuo. Si sólo ruegas por ti, también tú serás el único que suplica por ti. Y, si todos ruegan solamente por sí mismos, la gracia que obtendrá el pecador será, sin duda, menor que la que obtendría del conjunto de los que interceden si éstos fueran muchos. Pero, si todos ruegan por todos, habrá que decir también que todos ruegan por cada uno.

Concluyamos, por tanto, diciendo que, si oras solamente por ti, serás, como ya hemos dicho, el único intercesor en favor tuyo. En cambio, si tú oras por todos, también la oración de todos te aprovechará a ti, pues tú formas también parte del todo. De esta manera, obtendrás una gran recompensa, pues la oración de cada miembro del pueblo se enriquecerá con la oración de todos los demás miembros. En lo cual no existe ninguna arrogancia, sino una mayor humildad y un fruto más abundante.



MARTES


PRIMERA LECTURA

De la carta a Tito 3, 3-15

El baño del segundo nacimiento

Hermanos: Antes también nosotros, con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y comidos de envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. Mas cuando ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre; no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.

Esto es mucha verdad y en ello quiero que seas categórico, para que los que ya creen en Dios pongan empeño en señalarse en hacer el bien. Eso es lo bueno y lo útil para los demás. En cambio, a las cuestiones estúpidas, las genealogías, disputas y peleas sobre la ley, dales de lado; son inútiles y sin sustancia. Al que introduzca división, llámalo al orden hasta dos veces; luego no tengas que ver con él. Comprende que un individuo así está desviado y peca, condenándose él mismo.

Cuando te mande a Artemas o a Fortunato, procura ir a encontrarme a Nicópolis, donde pienso pasar el invierno. A Zenas el abogado y a Apolo esmérate en proveerlos para el viaje, de modo que nada les falte, y que aprendan los nuestros en particular a señalarse en hacer el bien, atendiendo a las necesidades urgentes; así no serán improductivos.

Recuerdos de todos los que están conmigo. Saluda tú a nuestros amigos en la fe. La gracia os acompañe a todos.


SEGUNDA LECTURA

De un sermón del siglo IX (Sermón 4, 2-7: SC 161, 170-175)

Que nadie desespere por la gravedad de sus pecados

Hermanos: Habéis oído con frecuencia hablar de que existen dos hombres: Adán y Cristo: Adán es el hombre viejo, Cristo el nuevo. Así pues, el que es malo es viejo, por su imitación de aquel que, en el paraíso, fue soberbio y desobediente. En cambio el que es bueno es nuevo, por su imitación de aquel que dijo: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y del que el Apóstol dice: Se rebajó hasta someterse incluso a la muerte.

Ahora bien, como este tiempo en que vivimos es llamado nuevo, amonestamos a los que son viejos por su mala vida, que se hagan nuevos por su buena conducta. Exhortamos a los que ya son nuevos por sus buenas obras, que traten de renovarse, en este tiempo nuevo, por obras cada vez mejores. Por ejemplo, el que es nuevo por la castidad absteniéndose de actos impuros, que se renueve renunciando a la misma delectación de dichos actos. Paralelamente, el que es humilde y obediente, misericordioso y paciente, es necesario que se renueve orando todos los días y progresando en esas mismas virtudes, según lo que está escrito: Caminarán de virtud en virtud.

Carísimos, que ninguno de vosotros se crea seguro por el hecho de haber sido bautizado, porque así como no todos los que en el estadio cubren la carrera se llevan la corona, esto es, el premio, sino únicamente el que llega el primero, así también no todos los que tienen fe se salvan, sino únicamente los que perseveran en la buena obra comenzada. Y lo mismo que el que compite con otro se impone toda clase de privaciones, así también vosotros debéis absteneros de todos los vicios, para poder superar al diablo, vuestro perseguidor. Y puesto que el Señor os ha llamado ya por la fe a su viña, es decir, a la unidad de la santa Iglesia, vivid y comportaos de suerte que podáis recibir, de la liberalidad de Dios, el denario, esto es, la felicidad del reino.

Que nadie desespere por la gravedad de sus pecados, diciendo: Son tantos los pecados en los que he andado envuelto hasta la vejez y la edad decrépita, que ya no puedo pensar en merecer el perdón, máxime teniendo en cuenta que han sido los pecados los que me han abandonado a mí y no yo a ellos. En absoluto, este tal no debe desesperar de la misericordia de Dios, porque unos son llamados a la viña de Dios al amanecer, otros a media mañana, otros al mediodía, otros a media tarde y otros al atardecer, o sea, unos son llamados al servicio de Dios en la niñez, otros en la adolescencia, otros en la juventud, otros en la vejez y otros en la edad decrépita.

Y lo mismo que nadie debe desesperar, en razón de la edad, si quisiere convertirse a Dios, así ninguno debe sentirse seguro en base a la sola fe; antes bien, ha de sentir verdadero horror por lo que está escrito: Muchos son los llamados y pocos los escogidos. Que hemos sido llamados por la fe, lo sabemos; pero ignoramos si somos de los escogidos. Así pues, tanto más humilde ha de ser cada uno cuanto que ignora si ha sido escogido.

Que Dios todopoderoso os conceda no ser del número de aquellos que pasaron el Mar Rojo a pie enjuto, comieron el maná en el desierto, bebieron la bebida espiritual y acabaron muriendo en aquel mismo desierto a causa de sus murmuraciones, sino de aquellos otros que entraron en la tierra prometida y, trabajando fielmente en la viña de la Iglesia, merecieron recibir el denario de la felicidad eterna; así podréis, junto con Cristo, vuestra cabeza, de cuyo cuerpo vosotros sois miembros, reinar por todos los siglos de los siglos. Amén.



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Comienza la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1,1-20

Misión de Timoteo, Pablo, predicador del Evangelio

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por disposición de Dios, nuestro salvador, y de Jesucristo, nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo en la fe. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Al salir para Macedonia, te encargué que no te movieras de Efeso; tenías que mandarles a algunos que no enseñaran doctrinas diferentes ni se ocuparan de fábulas e interminables genealogías, cosas que llevan más a discusiones que a formar en la fe como Dios quiere. Esa orden tiene por objeto el amor, que brota del corazón limpio, de la buena conciencia y de la fe sincera. Algunos han fallado en esto y se han dado a vanas palabrerías; pretenden ser maestros de la ley, cuando no saben lo que dicen, ni entienden de lo que dogmatizan.

Sabemos que la ley es cosa buena, siempre que se use legítimamente, sabiendo esto: que no ha sido instituida para el justo; está para los criminales e insubordinados, para los impíos y pecadores, sacrílegos y profanadores, para los parricidas, matricidas y asesinos; para los libertinos, invertidos y traficantes de esclavos; para los mentirosos, perjuros y para todo lo demás que se oponga a la sana enseñanza según el Evangelio de la gloria de Dios bienaventurado, que me han confiado.

Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano.

Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y, por eso, se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Te encomiendo dar estas instrucciones, Timoteo, hijo mío, ateniéndome a los dichos inspirados que te designaron ya hace tiempo; apoyado en ellos, presta servicio en este noble combate, armado de fe y de buena conciencia. Algunos se desentendieron de ella y han naufragado en la fe, entre ellos Himeneo y Alejandro; yo los entregué a Satanás para que aprendan a no decir blasfemias.


SEGUNDA LECTURA

San Basilio Magno, Carta 161, al obispo Anfiloquio (1-2: PG 32, 630-631)

Actúa con valentía, cual experto timonel

Bendito sea Dios, que en cada generación elige a los que son de su agrado, segrega los instrumentos de elección, y de ellos se sirve para el ministerio de los santos; que también ahora a ti que —según tu propia confesión—nos rehuías no a nosotros, sino la vocación que por nuestro medio sospechabas iba a recaer sobre ti, te ha envuelto en las inextricables redes de la gracia, te ha situado en el corazón mismo de Pisidia, a fin de que pesques hombres para el Señor y saques del abismo a la luz a los que el diablo cazó para que hagan su propia voluntad.

Y puesto que cuantos esperan en Cristo son un solo pueblo, y los que son de Cristo forman una única Iglesia aunque con nombres diversos según los lugares en que se encuentra enclavada, también tu patria chica se goza y se alegra por los designios divinos, y lejos de pensar que ha perdido a uno de sus hijos, está segura de haber adquirido a cambio todas las Iglesias. Lo único que pido a Dios es que, presente, me conceda ver y, ausente, oír tus progresos en la predicación del evangelio y la buena organización de las Iglesias.

Por tanto, actúa con valentía, sé fuerte y avanza al frente del pueblo que el Altísimo ha confiado a tus cuidados. Y cual experto timonel, sortea con ánimo esforzado cualquier tempestad que los vientos de la herejía puedan desatar; mantén tu navío a flote por entre las olas salobres y amargas de doctrinas adulteradas; confía en la bonanza que el Señor producirá tan pronto como suene una voz capaz de despertarlo, e increpe al viento y al oleaje.

Mi ya larga enfermedad me lleva a marchas forzadas al inevitable desenlace. Por tanto, si quieres venir a verme no esperes que te señale una fecha, pues bien sabes que para el corazón de un padre ningún momento es inoportuno para abrazar a su amado hijo, y que el afecto sincero vale más que cualquier discurso.

No te me quejes de que el cargo es superior a tus fuerzas. Pues si debieras sobrellevarlo tú solo, no sólo sería pesado, sino sencillamente intolerable. Pero si el Señor te ayuda a llevarlo, encomienda al Señor tus afanes, que él te sustentará.

Consiénteme un consejo, uno solo: cuida, por lo que más quieras, de no dejarte arrastrar por las malas costumbres como los demás, antes bien procura —con esa sabiduría que Dios te ha dado— convertir en bien los resultados reprobables que ellos precedentemente obtuvieron. Cristo, en efecto, te envió no para que sigas a los otros, sino para que tú mismo camines al frente de los que se salvan.

Te ruego además que pidas por mí, a fin de que, si todavía sigo con vida, sea juzgado digno de verte juntamente con tu Iglesia; si, por el contrario, recibo la orden de partir ya de aquí, para que os veamos allá arriba junto a Dios a ti y a tu Iglesia: a ésta como a vid rebosante de buenas obras, y a ti como a experto agricultor y empleado solícito que ha distribuido a sus horas la comida a la servidumbre, recibiendo la recompensa debida al administrador fiel y cuidadoso.

Todos los que están conmigo saludan a tu piedad. Te deseo salud y gozo en el Señor. Que él te conserve iluminado por los dones del Espíritu y la sabiduría.



JUEVES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a Timoteo 2, 1-15

Invitación a la oración

Querido hermano: Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro.

Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: éste es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol —digo la verdad, no miento—, maestro de los gentiles en fe y verdad.

Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones.

Por lo que toca a las mujeres, que vayan convenientemente arregladas, compuestas con decencia y modestia, sin adornos de oro en el peinado, sin perlas ni vestidos suntuosos; adornadas con buenas obras, como corresponde a mujeres que se profesan piadosas. La mujer, que escuche la enseñanza, quieta y con docilidad. A la mujer no le consiento enseñar ni imponerse a los hombres, le corresponde estar quieta, porque Dios formó primero a Adán y luego a Eva. Además a Adán no lo engañaron, fue la mujer quien se dejó engañar y cometió la transgresión, pero llegará a salvarse por la maternidad, con tal que persevere con fe, amor y una vida santa y modesta.


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía 6 sobre la primera carta a Timoteo (1-2: PG 62, 529-531)

Que toda nuestra oración esté impregnada
de acción de gracias

El sacerdote es algo así como el padre de todo el orbe. Conviene, pues, que se cuide de todos, como Dios, cuyo sacerdote es. Por eso dice: Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias... Dos son por tanto los bienes que de aquí se derivan: se disipa la aversión que sentimos hacia los extraños, pues nadie puede odiar a aquel por quien ora; y ellos mismos se hacen mejores, bien porque se reza por ellos, bien porque ellos mismos deponen la ojeriza que nos tienen. Pues nada es más eficaz en la corrección como amar y ser amado.

Piensa cuál no debería ser el impacto al enterarse los que urdían asechanzas, flagelaban, torturaban y mataban, de que sus víctimas elevaban a Dios fervorosas oraciones por ellos, que tales sufrimientos les infligían.

¿No ves cómo el Apóstol quiere que el cristiano supere a todos? Es lo que sucede con los niños: aun cuando el bebé, llevado en brazos de su padre, propine a éste frecuentes manotazos en la cara, no por eso disminuye un ápice el afecto paterno; pues lo mismo ocurre con los extraños: aunque nos hieran, no debemos aflojar en nuestra benevolencia para con ellos.

¿Qué significa el inciso: lo primero de todo? Quiere decir: en el culto cotidiano. Los iniciados saben muy bien que cada día se hacen súplicas mañana y tarde; saben que, en todo el mundo, elevamos oraciones por los reyes y por todos los que ejercen la autoridad.

Fíjate lo que dice y cómo, para hacer más aceptable la recomendación, apunta a las ventajas que se siguen. Dice: para que podamos llevar una vida tranquila y apacible. Esto es, el bienestar de ellos revierte en tranquilidad nuestra. Y ya antes, en la carta a los Romanos, exhortando a los cristianos a obedecer a la autoridad civil, dijo: No sólo por miedo, sino también por motivos de conciencia.

Oraciones —dice—, plegarias, súplicas, acciones de gracias. Porque hay que dar gracias a Dios incluso por los bienes otorgados a otros: por ejemplo, por hacer salir su sol sobre malos y buenos y por mandar la lluvia a justos e injustos. ¿Te das cuenta cómo el Apóstol trata de unirnos y aglutinarnos no sólo mediante la oración, sino también a través de la acción de gracias? Pues lo que nos impulsa a dar gracias a Dios por los bienes del prójimo, nos estimula también a amarle y a abrigar para con él buenos sentimientos.

Ahora bien, si hemos de dar gracias por aquellos que viven en nuestro entorno, con más razón habremos de hacerlo por aquellos que se nos acercan abiertamente o de incógnito, espontánea o forzadamente; y también por aquellos que se nos antojan molestos, pues Dios todo lo dispone para nuestro bien. Por tanto, que toda nuestra oración esté impregnada de acción de gracias. Y si se nos manda rezar por los prójimos, y no sólo por los fieles, sino también por los infieles, ¡juzga por ti mismo la gravedad que reviste el orar contra los hermanos!



VIERNES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a Timoteo 3, 1-16

Los ministros de la Iglesia

Querido hermano: Está muy bien dicho que quien aspira a ser obispo no es poco lo que desea, porque el obispo tiene que ser irreprochable, fiel a su mujer, sensato, equilibrado, bien educado, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni amigo de reyertas, comprensivo, no agresivo ni interesado. Tiene que gobernar bien su propia casa y hacerse obedecer de sus hijos con dignidad. Uno que no sabe gobernar su casa, ¿cómo va a cuidar de una Iglesia de Dios? Que no sea recién convertido, por si se le sube a la cabeza y lo condenan como al diablo. Se requiere, además, que tenga buena fama entre los de fuera, para evitar el descrédito y que lo atrape el diablo.

También los diáconos tienen que ser responsables, hombres de palabra, no aficionados a beber mucho ni a sacar dinero, conservando la fe revelada con una conciencia limpia. También éstos tienen que ser probados primero, y, cuando se vea que son irreprensibles, que empiecen su servicio. Las mujeres, lo mismo, sean respetables, no chismosas, sensatas y de fiar en todo. Los diáconos sean fieles a su mujer y gobiernen bien sus casas y sus hijos, porque los que se hayan distinguido en el servicio progresarán y tendrán libertad para exponer la fe en Cristo Jesús.

Aunque espero ir a verte pronto, te escribo esto por si me retraso; quiero que sepas cómo hay que conducirse en la casa de Dios, es decir, en la asamblea de Dios vivo columna y base de la verdad.

Sin discusión, grande es el misterio que veneramos: Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, predicado a los paganos, creído en el mundo, llevado a la gloria.


SEGUNDA LECTURA

San Ignacio de Antioquía, Comienza la carta a los Tralianos (Caps 1, 1-3, 2; 4,1-2; 6,1; 7, 1-8, 1: Funk 1, 203-209)

Os quiero prevenir como a hijos míos amadísimos

Ignacio, por sobrenombre Teóforo, es decir, Portador de Dios, a la amada de Dios, Padre de Jesucristo, la Iglesia santa que habita en Trales del Asia, digna de Dios y escogida, que goza de paz, tanto en el cuerpo como en el espíritu, a causa de la pasión de Jesucristo, el que nos da una esperanza de resucitar como él; mi mejor saludo apostólico y mis mejores deseos de que viváis en la alegría.

Sé que tenéis sentimientos irreprochables e inconmovibles, a pesar de vuestros sufrimientos, y ello no sólo por vuestro esfuerzo, sino también por vuestro buen natural: así me lo ha manifestado vuestro obispo Polibio, quien, por voluntad de Dios y de Jesucristo, ha venido a Esmirna y se ha congratulado conmigo, que estoy encadenado por Cristo Jesús; en él me ha sido dado contemplar a toda vuestra comunidad y por él he recibido una prueba de cómo vuestro amor para conmigo es según Dios, y he dado gracias al Señor, pues de verdad he conocido que, como ya me habían contado, sois auténticos imitadores de Dios.

En efecto, al vivir sometidos a vuestro obispo como si se tratara del mismo Jesucristo, sois, a mis ojos, como quien anda no según la carne, sino según Cristo Jesús, que por nosotros murió a fin de que, creyendo en su muerte, escapéis de la muerte. Es necesario, por tanto, que, como ya lo venís practicando, no hagáis nada sin el obispo; someteos también a los presbíteros como a los apóstoles de Jesucristo, nuestra esperanza, para que de esta forma nuestra vida esté unida a la de él.

También es preciso que los diáconos, como ministros que son de los misterios de Jesucristo, procuren, con todo interés, hacerse gratos a todos, pues no son ministros de los manjares y de las bebidas, sino de la Iglesia de Dios. Es, por tanto, necesario que eviten, como si se tratara de fuego, toda falta que pudiera echárseles en cara.

De manera semejante, que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, al obispo como si fuera la imagen del Padre, y a los presbíteros como si fueran el senado de Dios y el colegio apostólico. Sin ellos no existe la Iglesia. Creo que estáis bien persuadidos de todo esto. En vuestro obispo, a quien recibí y a quien tengo aún a mi lado, contemplo como una imagen de vuestra caridad; su misma manera de vivir es una magnífica lección, y su mansedumbre una fuerza.

Mis pensamientos en Dios son muy elevados, pero me pongo a raya a mí mismo, no sea que perezca por mi vanagloria. Pues ahora sobre todo tengo motivos para temer y me es necesario no prestar oído a quienes podrían tentarme de orgullo. Porque cuantos me alaban, en realidad, me dañan. Es cierto que deseo sufrir el martirio, pero ignoro si soy digno de él. Mi impaciencia, en efecto, quizá pasa desapercibida a muchos, pero en cambio a mí me da gran guerra. Por ello, necesito adquirir una gran mansedumbre, pues ella desbaratará al príncipe de este mundo.

Os exhorto, no yo, sino la caridad de Jesucristo, a que uséis solamente el alimento cristiano y a que os abstengáis de toda hierba extraña a vosotros, es decir, de toda herejía.

Esto lo realizaréis si os alejáis del orgullo y permanecéis íntimamente unidos a nuestro Dios, Jesucristo, y a vuestro obispo, sin apartaros de las enseñanzas de los apóstoles. El que está en el interior del santuario es puro, pero el que está fuera no es puro: quiero decir con ello que el que actúa a espaldas del obispo y de los presbíteros y diáconos no es puro ni tiene limpia su conciencia.

No os escribo esto porque me haya enterado que tales cosas se den entre vosotros, sino porque os quiero prevenir como a hijos míos amadísimos.



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a Timoteo 4, 1—5, 2

Los maestros de la mentira. Los ancianos

Querido hermano: El Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos algunos abandonarán la fe, por dar oídos a inspiraciones erróneas y enseñanzas de demonios, de impostores hipócritas, embotados de conciencia. Esos prohibirán el matrimonio y el comer ciertos alimentos, que Dios creó para que los gustaran con gratitud los fieles que conocen la verdad. Porque todo lo que Dios ha creado es bueno; no hay que desechar nada, basta tomarlo con agradecimiento, pues la palabra de Dios y nuestra oración lo consagran. Si propones estas cosas a los hermanos, servirás bien a Cristo Jesús, alimentándote con las palabras de la fe y de la buena enseñanza que has seguido siempre. En cambio, evita esas fábulas profanas de viejas.

Tú ejercítate en la piedad. El ejercicio corporal es útil por poco tiempo; en cambio, la piedad es útil para siempre, pues tiene una promesa para esta vida y para la futura. Este dicho es mucha verdad y todos deberían hacerlo suyo; y éste es el objetivo de nuestras fatigas y luchas, pues tenemos puesta la esperanza en Dios vivo, salvador de todos los hombres, sobre todo de los fieles. Prescribe estas cosas y enséñalas.

Nadie te desprecie por ser joven; sé tú un modelo para los fieles, en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez.

Mientras llego, preocúpate de la lectura pública, de animar y enseñar. No descuides el don que posees, que se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de manos de los presbíteros. Preocúpate de esas cosas ydedícate a ellas, para que todos vean cómo adelantas. Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante; si lo haces, te salvarás a ti y a los que te escuchan.

Con un hombre anciano no seas duro, exhórtalo como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos; a las mujeres de edad, como a madres; y a las jóvenes, con la mayor discreción, como a hermanas.


SEGUNDA LECTURA

San Ignacio de Antioquía, Carta a los Tralianos (Caps 8, 1-9, 2; 11, 1—13 3: Funk 1, 209-211)

Convertíos en criaturas nuevas por medio de la fe, que es
como la carne del Señor, y por medio de la caridad,
que es como su sangre

Revestíos de mansedumbre y convertíos en criaturas nuevas por medio de la fe, que es como la carne del Señor, y por medio de la caridad, que es como su sangre. Que ninguno de vosotros tenga nada contra su hermano. No deis pretexto con ello a los paganos, no sea que, ante la conducta insensata de algunos de vosotros, los gentiles blasfemen de la comunidad que ha sido congregada por el mismo Dios, porque ¡ay de aquel por cuya ligereza ultrajan mi nombre!

Tapaos, pues, los oídos cuando oigáis hablar de cualquier cosa que no tenga como fundamento a Cristo Jesús, descendiente del linaje de David, hijo de María, que nació verdaderamente, que comió y bebió como hombre, que fue perseguido verdaderamente bajo Poncio Pilato y verdaderamente también fue crucificado y murió, en presencia de los moradores del cielo, de la tierra y del abismo y que resucitó verdaderamente de entre los muertos por el poder del Padre. Este mismo Dios Padre nos resucitará también a nosotros, que amamos a Jesucristo, a semejanza del mismo Jesucristo, sin el cual no tenemos la vida verdadera.

Huid de los malos retoños: llevan un fruto mortífero, y si alguien gusta de él, muere al momento. Estos retoños no son plantación del Padre. Si lo fueran, aparecerían como ramas de la cruz y su fruto sería incorruptible; por esta cruz, Cristo os invita, como miembros suyos que sois, a participar en su pasión. La cabeza, en efecto, no puede nacer separada de los miembros, y Dios, que es la unidad, promete darnos parte en su misma unidad.

Os saludo desde Esmirna, juntamente con las Iglesias de Asia, que están aquí conmigo y que me han confortado, tanto en la carne como en el espíritu. Mis cadenas, que llevo por doquier a causa de Cristo, mientras no ceso de orar para ser digno de Dios, ellas mismas os exhortan: perseverad en la concordia y en la oración de unos por otros. Conviene que cada uno de vosotros, y en particular los presbíteros, reconfortéis al obispo, honrando así a Dios Padre, a Jesucristo y a los apóstoles.

Deseo que escuchéis con amor mis palabras, no sea que esta carta se convierta en testimonio contra vosotros. No dejéis de orar por mí, pues necesito de vuestro amor ante la misericordia de Dios, para ser digno de alcanzar aquella herencia a la que ya me acerco, no sea caso que me consideren indigno de ella.

Os saluda la caridad de los esmirniotas y de los efesios. Acordaos en vuestras oraciones de la Iglesia de Siria, de la que no soy digno de llamarme miembro, porque soy el último de toda la comunidad. Os doy mi adiós en Jesucristo a todos vosotros, los que estáis sumisos a vuestro obispo, según el querer de Dios; someteos también, de manera semejante, al colegio de los presbíteros. Y amaos todos, unos a otros, con un corazón unánime.

Mi espíritu se ofrece como víctima por todos vosotros, y no sólo ahora, sino que se ofrecerá también cuando llegue a la presencia de Dios. Aún estoy expuesto al peligro, pero el Padre es fiel y cumplirá, en Cristo Jesús, mi deseo y el vuestro. Deseo que también vosotros seáis hallados en él sin defecto ni pecado.