DOMINGO VI DE PASCUA


PRIMERA LECTURA

Comienza la primera carta del apóstol san Juan 1, 1-10

Palabra de vida y luz de Dios

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible), nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa.

Os anunciamos el mensaje que le hemos oído a él: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados.

Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra.

 

RESPONSORIO                    1 Jn 1, 2; 5, 20
R./ La vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, * que estaba junto al Padre y que se nos manifestó. Aleluya.
V./ Sabemos que el Hijo de Dios ha venido: él es el Dios verdadero y la vida eterna.
R./ Que estaba junto al Padre y que se nos manifestó. Aleluya.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 1 sobre la primera carta de san Juan (5-6: SC 75, 124-126)

El amor cubre la multitud de los pecados

Corremos efectivamente y corremos hacia la patria; y si desesperamos poder llegar, la misma desesperación nos hace desfallecer. Pero el que quiere que lleguemos, para tenernos con él en la patria, nos alienta en el camino. Digamos, pues: Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. No digamos que estamos unidos a él, si vivimos en las tinieblas. Pero, si vivimos en la luz lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros. Vivamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, para poder estar unidos a él. Y, ¿qué hacemos con los pecados? Escucha lo que sigue: Y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. ¿Qué significa nos limpia los pecados? Estad atentos: Ya sabéis que en el nombre de Cristo y por la sangre de aquel a quien acaban de confesar éstos a quienes llamamos infantes, han quedado ya limpios de todo pecado. Entraron viejos, salieron niños. La vejez decrépita es la vida vieja; la infancia regenerada es la vida nueva. Y nosotros, ¿qué hacemos? Los pecados de la vida pasada no sólo les han sido perdonados a ellos, sino también a nosotros; pero es posible que, viviendo en medio de las tentaciones de este mundo después de la abolición y el perdón de todos los pecados, se hayan cometido otros nuevos. Por eso, que el hombre haga lo que pueda; confiese lo que es para que le cure el que siempre es lo que es: pues él siempre era y es; nosotros no éramos y somos.

Fíjate bien lo que dice: Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Por tanto, si te confiesas pecador, la verdad está en ti, pues la verdad es luz. Aún no brilla tu vida en todo su esplendor, porque en ti habita el pecado; pero ya has comenzado a ser iluminado, porque en ti mora la confesión de los pecados. Mira en efecto lo que sigue: Pero, si confesamos nuestros pecados, él que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. No sólo los pecados pasados, sino los que hubiéramos contraído en la vida actual, pues el hombre, mientras vive en la carne, no puede menos de tener pecados, siquiera leves. Pero no debes minusvalorar éstos que llamamos pecados leves. Si los minusvaloras al pesarlos, tiembla al contarlos. Muchas cosas pequeñas hacen una grande; muchas gotas hacen desbordar el río; muchos granos hacen un gran granero. Y ¿qué esperanza nos queda? Ante todo, la confesión: que nadie se considere justo y, ante los ojos de Dios que ve lo que es, no alce la cerviz el hombre que no era y es. Por tanto, ante todo la confesión, luego la dilección; pues ¿qué es lo que se ha dicho del amor? El amor cubre la multitud de los pecados.

 

RESPONSORIO                    1Jn 4, 19; Jn 15, 13
 
R./ Dios nos amó primero y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. * Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. Aleluya.
V./ Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
R./ Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. Aleluya.

 
ORACIÓN
 
Concédenos, Dios todopoderoso, continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado, y que los misterios que estamos recordando transformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-11

El mandamiento nuevo

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe vivir como vivió él.

Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo –lo cual es verdadero en él y en vosotros–, pues las tinieblias pasan, y la luz verdadera brilla ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

 

RESPONSORIO                    Jn 13, 34; 1 Jn 2, 10. 3
 
R./ Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente como yo os he amado. * Quien ama a su hermano está siempre en la luz. Aleluya.
V./ Sabemos que hemos llegado a conocer a Cristo, si guardamos sus mandamientos.
R./ Quien ama a su hermano está siempre en la luz. Aleluya.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 1 sobre la primera carta de san Juan (9.12: SC 75, 132-144)

En la unidad de la caridad consiste el amor fraterno

En esto —dice Juan— sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. ¿Qué mandamientos? Veamos si mandamiento no es otro nombre del amor. Fíjate en el evangelio, a ver si no está mandado esto: Os doy —dice— un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Los llama perfectos en el amor. Y ¿cuál es la perfección del amor? Amar incluso a los enemigos y amarlos para que se conviertan en hermanos. Pues nuestro amor no debe ser según la carne. Ama a tus enemigos, deseando tenerlos por hermanos; ama a tus enemigos, de modo que se sientan llamados a tu comunión. Así amó aquel que, pendiente de la cruz, decía: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Alejaba de ellos la muerte sempiterna con una plegaria henchida de misericordia y de eficacísimo poder. Muchos de entre ellos aceptaron la fe y se les perdonó el haber derramado la sangre de Cristo. Primero la derramaron por odio, luego la bebieron por la fe. Quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Precisamente hablándonos de esta perfección de la caridad consistente en amar a los enemigos, nos amonesta el Señor diciendo: Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. ¿Quiénes son los que tropiezan o hacen tropezar? Los que se escandalizan de Cristo y de la Iglesia. Si tuvieras caridad, no te escandalizarías ni de Cristo ni de la Iglesia; no abandonarás ni a Cristo ni a la Iglesia. El que abandona la Iglesia, ¿cómo puede estar en Cristo, sin estar en el cuerpo de Cristo? Tropiezan los que abandonan a Cristo o a la Iglesia. Lo mismo que aquel que está sometido al cauterio, grita: No lo tolero, no lo aguanto, y se sustrae a la cura, así los que no soportan algunos comportamientos eclesiales y se sustraen al nombre de Cristo o de la Iglesia, padecen escándalo.

Ved si no, cómo se escandalizaron aquellos hombres carnales, a quienes Cristo, hablando de su carne, decía: El que no come la carne del Hijo del hombre y no bebe su sangre, no tiene vida en sí mismo. Unos setenta hombres dijeron: Este modo de hablar es inaceptable, y se separaron de él; los Doce se quedaron. Y para que no pensaran los hombres que creyendo en Cristo prestaban un servicio a Cristo y no más bien al contrario, que son realmente ellos los que de Cristo reciben un beneficio, el Señor les dice: ¿También vosotros queréis marcharos? Para que os deis cuenta de que yo os soy necesario, no vosotros a mí. Ellos le contestaron por boca de Pedro: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

¿Por qué, pues, no hay escándalo en el que ama a su hermano? Pues porque quien ama al hermano, todo lo tolera por salvaguardar la unidad; en la unidad de la caridad consiste efectivamente el amor fraterno. Oye lo que dice el Señor: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. ¿Qué es la ley, sino un mandamiento? Y ¿por qué no se escandalizan sino porque se soportan unos a otros? Lo dice Pablo: Sobrellevaos mutuamente por amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Que ésta sea la ley de Cristo, escucha de nuevo al Apóstol recomendando esta misma ley: Arrimad todos el hombro a las cargas de los otros, que con eso cumpliréis la ley de Cristo.

 

RESPONSORIO                    Ez 20, 19; Jn 15, 10
 
R./ Yo soy el Señor, vuestro Dios. Seguid mis preceptos, * guardad mis normas y ponedlas en práctica.
V./ Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
R./ Guardad mis normas y ponedlas en práctica.

 
ORACIÓN
 
Te pedimos, Señor de misericordia, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Juan 2, 12-17

El cumplimiento de la voluntad de Dios

Os escribo, hijos míos, que se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os escribo, jóvenes, que ya habéis vencido al Maligno. Os repito, hijos, que ya conocéis al Padre. Os repito, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os repito, jóvenes, que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en vosotros y que ya habéis vencido al Maligno.

No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo —las pasiones de la carne, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero—, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

 

RESPONSORIO                    1 Jn 2, 17. 15
 
R./ El mundo pasa con sus concupiscencias; * pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Aleluya.
V./ Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
R./ Pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Aleluya.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 2 sobre la primera carta de san Juan (8.9.11.14: SC 75, 166-181)

El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre

¿Cómo podremos amar a Dios si amamos al mundo? Nos prepara, pues, para ser inhabitados por la caridad. Hay dos tipos de amor: el amor al mundo y el amor a Dios: si el amor al mundo habita en nosotros, no tiene cabida el amor a Dios. Que el amor al mundo ceda el puesto al amor de Dios: que el mejor ocupe la plaza. Amabas al mundo: no lo ames más; cuando vaciares tu corazón del amor terreno, te saciarás del amor divino y comenzará a habitar la caridad de la que ningún mal puede proceder. Escuchad ahora las palabras del que viene a purificar.

Se encuentra ante los corazones de los hombres como ante un campo. Pero, ¿en qué estado lo encuentra? Si se encuentra con una selva, la desbroza; si topa con un campo ya limpio, lo siembra. Quiere plantar allí un árbol: la caridad. Y ¿cuál es la selva que quiere desbrozar? El amor al mundo. Escucha al talador de la selva: No améis al mundo; y añade: ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre.

¿Quieres tener el amor del Padre, para ser coheredero con el Hijo? No ames el mundo. Excluye de ti el perverso amor del mundo, para dejarte llenar del amor de Dios. Eres un vaso, pero un vaso todavía lleno; derrama lo que tienes, para que recibas lo que no tienes. Es verdad que nuestros hermanos han renacido ya del agua y del Espíritu; también nosotros renacimos, hace unos años, del agua y del Espíritu. Nos conviene no amar al mundo, para que los sacramentos no permanezcan en nosotros como prueba de condenación, en lugar de ser instrumentos de salvación. El sostén de la salvación es poseer la raíz de la caridad, es tener la virtud de la piedad y no sólo la apariencia. Buena y santa es la apariencia: pero ¿de qué sirve si no tiene raíces?

No amemos, pues, al mundo ni lo que hay en el mundo. Porque lo que hay en el mundo son: las pasiones de la carne, la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero. Tres son las concupiscencias y mediante esta triple concupiscencia el Señor fue tentado por el diablo. Le tentó con la pasión de la carne, cuando se le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Pero ¿cómo rechazó al tentador y enseñó a luchar al soldado? Fíjate en lo que le dijo: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Fue asimismo tentado por la codicia de los ojos y la perspectiva del milagro, cuando le dijo: Tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a sus ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras». El resistió al tentador.

¿Cómo fue tentado el Señor con la arrogancia de la vida? Cuando lo llevó a una montaña altísima, y le dijo: Todo esto te daré si te postras y me adoras. Quiso tentar al rey de los siglos con la ambición de un reino terreno. Pero el Señor que hizo el cielo y la tierra, pisoteaba al diablo. ¿Qué tiene de extraordinario que el Señor venciera al diablo. ¿Qué es lo que le respondió al diablo sino lo que te enseñó que debes responderle tú? Está escrito: «Al Señor tu Dios, adorarás y a él solo darás culto».

Si sois fieles a estas palabras, escaparéis a la concupiscencia del mundo; y si no os domina la concupiscencia del mundo, no os esclavizará ni la pasión de la carne, ni la codicia de los ojos, ni la arrogancia del dinero; y así haréis sitio a la invasión de la caridad, que os hará amar a Dios. Oigamos las Escrituras: Yo declaro: «Sois dioses e hijos del Altísimo todos». Por tanto, si queréis ser dioses e hijos del Altísimo no améis al mundo ni lo que hay en el mundo. El mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

 

RESPONSORIO                    1Jn 3, 14; Ga 5, 14
R./ Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. * El que no ama permanece en la muerte. Aleluya.
V./ Toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo.
R./ El que no ama permanece en la muerte. Aleluya.

 
ORACIÓN
 
Que tu pueblo, Señor, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu, y que la alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar gloriosamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Juan 2, 18-29

El Anticristo

Hijos míos, es el momento final. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es el momento final. Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.

En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis. Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira viene de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre.

En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna. Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros.

Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas —y es verdadera y no mentirosa— según os enseñó, permaneced en él.

Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida. Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.

 

RESPONSORIO                    1 Jn 2, 27; Jl 2, 23
 
R./ La unción del Espíritu que habéis recibido de Dios permanezca en vosotros. No necesitáis que nadie os instruya: * su unción os enseña acerca de todas las cosas. Aleluya.
V./ Jubilad, alegraos en el Señor nuestro Dios, porque os dará un maestro de justicia.
R./ Su unción os enseña acerca de todas las cosas. Aleluya.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 3 sobre la primera carta de san Juan (1.3.4.5: SC 75, 186-194)

Es el momento final

Hijos míos, es el momento final. En este pasaje se dirige a los niños, para que se den prisa a crecer, pues es el momento final. La edad del cuerpo no depende de la voluntad. Físicamente nadie crece al ritmo de su querer, como tampoco nace cuando quiere. En cambio, allí donde el nacimiento depende de la voluntad, de la voluntad depende asimismo el crecimiento. Nadie nace del agua y del Espíritu si no quiere; luego si quiere, crece; si quiere, decrece. ¿Qué significa crecer? Progresar. ¿Qué significa decrecer? Regresar.

Mas para que nadie se muestre perezoso en progresar, oiga: Hijos míos, es el momento final. Progresad, corred, creced: es el momento final. Este momento final es largo, pero es el final. La palabra momento significa tiempo final, porque en los últimos tiempos vendrá nuestro Señor Jesucristo. Pero alguno replicará: ¿Cómo va a ser el tiempo final? ¿Cómo puede ser la última hora, cuando antes ha de venir el anticristo, y sólo después tendrá lugar el día del juicio? Previó ya Juan estas objeciones; y para que no estuviesen seguros pensando que todavía no era el momento final, puesto que antes debería llegar el anticristo, responde: Habéis oído que iba a venir un anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido.

¿A quiénes llamó anticristos? Lo expone a continuación: Por lo cual nos damos cuenta de que es el momento final. ¿Cómo? Pues porque muchos anticristos han aparecido. Salieron de entre nosotros. Lloremos, pues, la pérdida. Oye el consuelo: Pero no eran de los nuestros. ¿Cómo lo demuestras? Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros.

Observe, pues, vuestra caridad cómo muchos que no son de los nuestros, con nosotros reciben los sacramentos: reciben con nosotros el bautismo, reciben con nosotros lo que todo fiel es consciente de recibir: la bendición, la eucaristía, y todo lo que de santo contienen los sacramentos; participan con nosotros del mismo altar, y no son de los nuestros. La tentación prueba que no son de los nuestros. Cuando les sobreviene la tentación, vuelan fuera como impulsados por el viento, pues no eran grano. Y todos volarán –nunca me cansaré de repetirlo–, cuando la era del Señor comience a ser aventada el día del juicio: Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros.

En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis. La unción espiritual es el mismo Espíritu Santo, cuyo sacramento es la unción visible. Y dice que todos los que han recibido esta unción de Cristo conocen a los buenos y a los malos; y no necesitan ser enseñados, porque la misma unción los adoctrina.

 

RESPONSORIO                    Jn 17, 12.13.15.14
 
R./ Padre, cuando estaba con ellos, yo cuidaba a los que me has dado y he velado por ellos. Aleluya. * Pero ahora yo voy a ti: no te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. Aleluya, aleluya.
V./ Yo les he dado tu palabra y el mundo los ha odiado.
R./ Pero ahora yo voy a ti: no te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. Aleluya, aleluya.

 
ORACIÓN
 
Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que así como celebramos en la fe la gloriosa resurrección de Jesucristo, así también, cuando él vuelva con todos sus santos, podamos alegrarnos con su victoria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-10

Somos hijos de Dios

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.

Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley. Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no le ha visto ni conocido.

Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es el diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo.

Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

 

RESPONSORIO                    1 Jn 3, la. 2
 
R./ Mirad qué amor nos ha tenido el Padre: * somos llamados hijos de Dios, pues ¡lo somos! Aleluya.
V./ Cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
R./ Somos llamados hijos de Dios, pues ¡lo somos! Aleluya.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 4 sobre la primera carta de san Juan (1-2: SC 75, 218-220)

La unción del Espíritu

Recordaréis, hermanos, que la exposición de ayer terminaba con estas palabras: No necesitáis que nadie os enseñe. Pero su unción os enseña acerca de todas las cosas.

Os recordaréis –estoy seguro– de la explicación que os di de este pasaje: os decía que nosotros nos dirigimos, desde fuera, a vuestros oídos, y somos como los agricultores que cuidan externamente del árbol, pero no está en su mano hacerle crecer ni que éste dé fruto. Si aquel que os creó os ha redimido y os ha llamado y que habita en vosotros por la fe y el Espíritu Santo, no os habla interiormente, en vano atronamos vuestros oídos con nuestras palabras

¿La prueba? Muy sencillo: son muchos los que oyen pero no a todos convence lo que oyen, sino sólo a aquellos a quienes interiormente habla Dios. Y habla interiormente a los que se le abren; y se abren a Dios, los que se cierran al diablo. El diablo quiere habitar en el corazón del hombre y sugerirle allí todo lo conducente a la seducción. Pero ¿qué dice el Señor Jesús? El Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. ¿De dónde va a ser echado? ¿Quizá fuera del cielo y de la tierra? ¿Tal vez fuera de la fábrica del mundo? No, sino fuera del corazón de los creyentes. Echado fuera el invasor, habite dentro el Redentor, porque el mismo que nos redimió, nos creó. Y ahora el diablo asedia desde fuera, enviando al asalto diversas tentaciones. Pero no consiente aquél a quien Dios interiormente habla, y la unción de que hablamos.

Y esta unción —dice– es verdadera; es decir: el mismo Espíritu ,del Señor, que enseña a los hombres, no puede mentir. Y no es mentirosa. Según os enseñó, permaneced en él. Y ahora hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida. Ya veis, hermanos, creemos en Jesús a quien no hemos visto.

 

RESPONSORIO                    Jn 16, 7. 13
 
R./ Si no me voy, no vendrá a vosotros el Consolador, pero si me voy, os lo enviaré; * y cuando venga él, os guiará hasta la verdad completa. Aleluya
V./ No hablará por su cuenta, sino que hablará de lo que oiga.
R./ Y cuando venga él, os guiará hasta la verdad completa. Aleluya
 
ORACIÓN
 
Oh Dios, que nos haces participes de la redención, concédenos vivir siempre la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 

En los lugares donde la solemnidad de la Ascensión del Señor se celebra hoy, se utiliza el formulario de dicha solemnidad (Ver domingo siguiente).



VIERNES

En los lugares donde la solemnidad de la Ascensión del Señor se celebra el jueves de la semana VI del tiempo pascual, las lecturas se toman del jueves precedente.

PRIMERA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Juan 3, 11-17

El amor a los hermanos

Queridos hermanos: Éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No seamos como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran buenas.

No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí vida eterna.

En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?

 

RESPONSORIO                    Jn 3, 16, 14
R./ En esto hemos conocido el amor de Dios: él dio su vida por nosotros; * también nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Aleluya.
V./ Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos.
R./ También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Aleluya.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 4 sobre la primera carta de san Juan (4-6: SC 75, 224-232)

Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues, ¡lo somos! Pues quienes se llaman y no son, ¿de qué les aprovecha el nombre si no responde a la realidad? ¡Cuántos se llaman médicos y no saben curar! ¡Cuántos se llaman serenos y se pasan la noche durmiendo! Igualmente abundan los que se llaman cristianos cuya conducta no rima con su nombre, pues no son lo que dicen ser: en la vida, en las costumbres, en la fe, en la esperanza, en el amor. Todo el mundo es cristiano, y todo el mundo es impío; hay impíos por todo el mundo, y por todo el mundo hay píos: unos y otros no se reconocen entre sí. Por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. El mismo Señor Jesús caminaba, en la carne era Dios, oculto en la debilidad de la carne. Y ¿por qué no fue reconocido? Porque reprochaba a los hombres todos sus pecados. Ellos, amando los deleites del pecado, no reconocían a Dios; amando lo que la fiebre de las pasiones les sugería, injuriaban al médico.

Y nosotros, ¿qué? Hemos ya nacido de él; pero como vivimos bajo la economía de la esperanza, dijo: Queridos, ahora somos hijos de Dios. ¿Ya desde ahora? Entonces, ¿qué es lo que esperamos, si somos ya hijos de Dios? Y aún –dice– no se ha manifestado lo que seremos. ¿Es que seremos otra cosa que hijos de Dios? Oíd lo que sigue: Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. ¿Qué es lo que se nos ha prometido? Seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es. La lengua ha expresado lo que ha podido; lo restante ha de ser meditado por el corazón. En comparación de aquel que es, ¿qué pudo decir el mismo Juan? ¿Y qué podemos decir nosotros, que tan lejos estamos -de igualar sus méritos?

Volvamos, pues, a aquella unción de Cristo, volvamos a aquella unción que nos enseña desde dentro lo que nosotros no podemos expresar, y, ya que ahora os es imposible la visión, sea vuestra tarea el deseo. Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión.

Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados. Ved de qué manera Pablo ensancha su deseo, para hacerse capaz de recibir lo que ha de venir. Dice, en efecto: No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta; hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. ¿Qué haces, pues, en esta vida, si aún no has conseguido el premio? Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta para ganar el premio, al que Dios desde arriba me llama.

Afirma de sí mismo que está lanzado hacia lo que está por delante y que va corriendo hacia la meta final. Es porque se sentía demasiado pequeño para captar aquello que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar. Tal es nuestra vida: ejercitarnos en el deseo. Ahora bien: este santo deseo está en proporción directa de nuestro desasimiento de los deseos que suscita el amor del mundo. Ensanchemos, pues, nuestro corazón, para que, cuando venga, nos llene, ya que seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

 

RESPONSORIO                    Flp 3, 20-21; Tt 2, 12-13
 
R./ Esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, * el cual transfigurará nuestro pobre cuerpo para conformarlo a su cuerpo glorioso. Aleluya.
V./ Vivamos con sobriedad, justicia y piedad, en este mundo, mientras aguardamos la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios.
R./ El cual transfigurará nuestro pobre cuerpo para conformarlo a su cuerpo glorioso. Aleluya.

 
ORACIÓN
 
(Antes de la fiesta de la Ascensión)
 
Escucha Señor, nuestra oración y haz que mediante la predicación del Evangelio llegue a ser realidad en todo el mundo la salvación inaugurada en la glorificación de tu Hijo, y que todos los hombres alcancen la adopción filial que él anunció con su palabra de verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 
(Después de la fiesta de la Ascensión)
 
Dios nuestro, que por la resurrección de Cristo nos has restituido en el derecho de entrar en la vida eterna, enciende en nuestros corazones el deseo de estar junto al autor de nuestra salvación, que está sentado a tu diestra, y concédenos a los que has dado nueva vida en el bautismo que, cuando venga nuestro Salvador rodeado de gloria, seamos revestidos de la dichosa inmortalidad.  Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO

En los lugares donde la solemnidad de la Ascensión del Señor se celebra el jueves de la semana VI del tiempo pascual, las lecturas se toman del viernes precedente.


PRIMERA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Juan 3, 18-24

El mandamiento de la fe y el amor

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo.

Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.

Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

 

RESPONSORIO                    1 Jn 3, 24; Sir 1, 9. 10
R./ Quien guarda los mandamientos de Dios permanece en Dios y Dios en él, * y conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado. Aleluya.
V./ Dios mismo creó la sabiduría y la derramó sobre todas sus obras.
R./ Y conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado. Aleluya.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 5 sobre la primera carta de san Juan (11-13: SC 75, 266-271)

No amemos de palabra y de boca,
sino de verdad y con obras

En esto hemos conocido el amor. Habla de la perfección del amor, de aquella perfección que os hemos recomendado: En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Ved a qué venía aquel: Pedro, ¿me amas? Pastorea mis ovejas. Pues para que comprendáis que así es como él quería que apacentase sus ovejas: hasta dar la vida por las ovejas, le dijo a continuación: Cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías, pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Esto dijo –subraya el evangelista— aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios; de este modo enseñaba al que había dicho: Pastorea mis ovejas, a dar su vida por las ovejas.

¿Dónde comienza, hermanos, la caridad? Estad atentos un poco todavía: ya habéis oído cómo alcanza su perfección. El Señor mismo nos dio a conocer en el evangelio la meta y el modo: Nadie —dice— tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Así pues, en el evangelio pone de manifiesto la perfección de la caridad, aquí, en la carta, se nos invita a conseguir tal perfección. Pero vosotros os preguntáis y os decís: ¿Cuándo podremos obtener esta caridad? No desesperes en seguida de ti: quizás ha nacido ya, pero no ha alcanzado aún su perfección; aliméntala, no sea que se ahogue. Pero me dirás: ¿Y cómo conocerla? Ya hemos oído cómo alcanza su perfección; oigamos ahora cómo comienza.

Si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Ved cómo comienza el amor. Si todavía no te sientes capaz de morir por el hermano, sé al menos capaz de darle una parte de tus bienes.

Pero quizá me dirás: ¿Qué tengo que ver con él? ¿Tendré que darle yo mi dinero, para que él no sufra molestia alguna? Si es esto lo que te responde tu corazón, señal de que no habita en ti el amor del Padre. Y si el amor del Padre no habita en ti, es que no has nacido de Dios. ¿Cómo puedes gloriarte de ser cristiano? Tienes el nombre, pero no las obras. Si, en cambio, al nombre lo acompaña el comportamiento, podrán llamarte pagano; tú con obras demuestras que eres cristiano. Y si con las obras no demuestras tu cristianismo, aunque te llamen cristiano, ¿de qué te aprovecha el nombre si el nombre no se corresponde con la realidad? Pero si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar con él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.

 

RESPONSORIO                    1Jn 4, 20-21; Mc, 12, 33
 
R./ Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. * Éste es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano. Aleluya.
V./ Amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
R./ Éste es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano. Aleluya.

 
ORACIÓN
 
(Antes de la fiesta de la Ascensión)
Mueve, Señor, nuestros corazones para que fructifiquen en buenas obras y, al tender siempre hacia lo mejor, concédenos vivir plenamente el misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 
(Después de la fiesta de la Ascensión)
 
Dios nuestro, cuyo Hijo, al subir al cielo, prometió el Espíritu Santo a los apóstoles y se lo envió luego abundantemente para que penetraran en los misterios del reino, te pedimos nos enriquezcas también a nosotros con los dones de este mismo Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.