14 de Noviembre
San José Pignatelli
Santo español de la ilustre familia Pignatelli uno de cuyos vástagos fue elevado
al mismísimo puesto de sucesor de Pedro en la persona del Pontífice Inocencio
XII y cuyas raíces se hunden en la historia hasta rayar la leyenda.
Nació en Zaragoza, el 27 de Diciembre del año 1737. Su padre D. Antonio, de la
familia de los duques de Monteleón, y su madre Doña María Francisca Moncayo
Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pasa la niñez
en Nápoles y su hermana María Francisca es, a la vez que hermana, madre, puesto
que perdió la suya cuando tenía José cuatro años.
Se forma entre Zaragoza, Tarragona, Calatayud y Manresa, primero en el colegio
de los jesuitas y luego haciendo el noviciado, estudiando filosofía y cursando
humanidades. Reside en Zaragoza, ejerciendo el ministerio sacerdotal entre
enseñanza y visitas a pobres y encarcelados, todo el tiempo hasta que los
jesuitas son expulsados por decreto de Carlos III, en 1767.
Civitacecchia, Córcega, Génova, los veinticuatro años transcurridos en Bolonia
(1773-1797) dan testimonio del hombre que les pisó, sabiendo adoptar actitudes
de altura humana con los hombres, y de confianza sobrenatural con Dios.
La Orden de San Ignacio ha sido abolida en 1773, sus miembros condenados al
destierro y sus bienes confiscados. El último General, Lorenzo Ricci, consume su
vida en la prisión del castillo de Sant’ Angelo. Sólo quedan jesuitas con
reconocimiento en Prusia y Rusia. Allí tanto Federico como Catalina han
soportado las maniobras exteriores y no han publicado los edictos papales,
aunque la resistencia de Federico no se prolongará más allá del año 1776. Queda
como último reducto la Compañía de Rusia con un reconocimiento verbal primero
por parte del Papa Pío VI y oficial después con documento del Papa Pío VII. José
de Pignatelli comprende que la restauración legal de la Compañía de Jesús ha de
pasar por la adhesión a la Compañía de Rusia. Renueva su profesión religiosa en
su capilla privada de Bolonia.
No verá el día en que el Papa Pío VII restaure nuevamente la Compañía de Jesús
en toda la Iglesia, el día 7 de Agosto de 1814, pero preparará bien el terreno
para que esto sea posible en Roma, en Nápoles, en Sicilia. Formará a nuevos
candidatos, reorganizará a antiguos jesuitas españoles e italianos dispersos y
buscará nuevas vocaciones que forzosamente han de adherirse, como él mismo, a la
Compañía de Rusia. Esta labor la realizará mientras es consejero del duque de
Parma, don Fernando de Borbón nieto de Felipe V, y como provincial de Italia por
nombramiento del vicario general de Rusia Blanca.
En este esfuerzo colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, en el alfoz
del Coliseo.
Estuvo convencido el santo aragonés de que, si el restablecimiento de su Orden
era cosa de Dios, tenía que pasar por el camino de la tribulación, del fracaso,
de la humillación, de la cruz, de la vida interior que no se presupone sin
humildad, sin confianza.
El mérito especial de este santo fue
el de conservar lo que quedaba de la Compañía de Jesús (que es la Comunidad
religiosa más numerosa en la Iglesia Católica) y tratar de que los religiosos de
esa comunidad pudieran sobrevivir, a pesar de una terrible persecución.
De familia italiana, nació en Zaragoza (España) en 1737. Se hizo jesuita y empezó a trabajar en los apostolados de su Comunidad, especialmente en enseñar catecismo a los niños y a los presos.
En 1767 la masonería mundial se puso de acuerdo para pedir a todos los gobernantes que expulsaran de sus países a los Padres Jesuitas. El rey Carlos III de España obedeció las órdenes masónicas y declaró que de España y de todos los territorios de América que dependían de ese país quedaban expulsados los jesuitas. Con este decreto injusto le hizo un inmenso mal a muchas naciones y a la Santa Iglesia Católica.
El Padre José Pignatelli y su hermano, que eran de familia de la alta clase social, recibieron la oferta de poder quedarse en España pero con la condición de que se salieran de la Compañía de Jesús. Ellos no aceptaron esto y prefirieron irse al destierro. Se fueron a la Isla de Córcega, pero luego los franceses invadieron esa isla y de allá también los expulsaron.
En 1774 Clemente XIV por petición de los reyes de ese tiempo dio un decreto suprimiendo la Compañía de Jesús. Como efecto de ese Decreto 23,000 jesuitas quedaron fuera de sus casas religiosas.
El Padre Pignatelli y sus demás compañeros, cuando oyeron leer el terrible decreto exclamaron: "Tenemos voto de obediencia al Papa. Obedecemos sin más, y de todo corazón".
Durante los 20 años siguientes la vida del Padre José y la de los demás jesuitas será de tremendos sufrimientos. Pasando por situaciones económicas sumamente difíciles (como los demás jesuitas dejados sin su comunidad), pero siempre sereno, prudente, espiritual, amable, fiel.
Se fue a la ciudad de Bolonia y allí estuvo dedicado a ayudar a otros sacerdotes en sus labores sacerdotales, y a coleccionar libros y manuscritos relacionados con la Compañía de Jesús y a suministrar ayuda a sus compañeros de religión. Muchos de ellos estaban en la miseria y si eran españoles no les dejaban ni siquiera ejercer el sacerdocio. Un día al pasar por frente a una obra del gobierno, alguien le dijo que aquello lo habían construido con lo que les habían quitado a los jesuitas, y Pignatelli respondió: "Entonces deberían ponerle por nombre "Haceldama", porque así se llamó el campo que compraron con el dinero que Judas consiguió al vender a Jesús.
Cuando los gobiernos de Europa se declaraban en contra de los jesuitas, la emperatriz de Rusia, Catalina, prohibió publicar en su país el decreto que mandaba acabar con la Compañía de Jesús, y recibió allá a varios religiosos de esa comunidad. El Padre Pignatelli con permiso del Papa Pío VI se afilió a los jesuitas que estaban en Rusia y con la ayuda de ellos empezó a organizar otra vez a los jesuitas en Italia. Conseguía vocaciones y mandaba los novicios a Rusia y allá eran recibidos en la comunidad. El jefe de los jesuitas de Rusia lo nombró provincial de la comunidad en Italia, y el Papa Pío VII aprobó ese nombramiento. Así la comunidad empezaba a renacer otra vez, aunque fuera bajo cuerda y en gran secreto.
El Padre Pignatelli oraba y trabajaba sin descanso por conseguir que su Comunidad volviera a renacer. En 1804 logró con gran alegría que en el reino de Nápoles fuera restablecida la Compañía de Jesús. Fue nombrado Provincial. Con las generosas ayudas que le enviaban sus familiares logró restablecer casas de Jesuitas en Roma, en Palermo, en Orvieto y en Cerdeña.
Ya estaba para conseguir que el Sumo Pontífice restableciera otra vez la Compañía de Jesús, cuando Napoleón se llevó preso a Pío VII al destierro.
El Padre Pignatelli murió en 1811 sin haber logrado que su amada Comunidad religiosa lograra volver a renacer plenamente, pero tres años después de su muerte, al quedar libre de su destierro el Papa Pío VII y volver libre a Roma, decretó que la Compañía de Jesús volvía a quedar instituida en todo el mundo, con razón Pío XI llamaba a San José Pignatelli "el anillo que unió la Compañía de Jesús que había existido antes, con la que empezó a existir nuevamente". Los Jesuitas lo recuerdan con inmensa gratitud, y nosotros le suplicamos a Dios que a esta comunidad y a todas las demás comunidades religiosas de la Iglesia Católica las conserve llenas de un gran fervor y de grandísima santidad.