Sapienciales, Libros
Se denominan así los siete Libros que la S. E. (v. ANTIGUO TESTAMENTO 1, 4 y 5) coloca entre los históricos y proféticos: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiástico, Cantar, Sabiduría y Eclesiastés (v. voces respectivas). Reciben este nombre del tema que desarrollan. También el de didácticos por su finalidad. Y el de poéticos por su forma literaria. Los más típicamente sapienciales son Proverbios, Eclesiástico y algo menos el Eclesiastés. El de la Sabiduría es más filosófico. Job no es gnómico o proverbial en cuanto a la forma, pero trata un tema de gran preocupación para los sabios. El Cantar de los Cantares es un poema lírico que por su forma ingeniosa y enigmática cabe dentro del amplio concepto de sabiduría hebrea. De los Salmos sólo una docena son propiamente sapienciales.
1. Origen y naturaleza de la sabiduría hebrea. Dios,
ser sapientísimo, creó el universo con su Sabiduría (Ier 10,12), la cual quedó
impresa en las obras de la creación. De modo peculiar la derramó en la Ley (Dt
4,6). El hombre, dotado de inteligencia, es capaz de captar esa Sabiduría y,
ejercitando su mente, procurarse una vida más feliz y también remontarse a la
fuente de toda Sabiduría.
Israel, como todos los pueblos, observó e intentó penetrar la naturaleza de las
cosas con el fin de ordenarlas a su provecho. Eso fue en un principio la
sabiduría: la facultad de distinguir lo útil de lo nocivo, lo bueno de lo malo.
Los hebreos expresaron pronto la suya en adagios y enigmas que se transmitían de
generación en generación (Idc 9,7 ss.; 14,12 ss.; 1 Sam 10,11 s.). El acervo
sapiencia) de Israel obtuvo su más poderoso impulso con Salomón (v.), el cual
recibió de Dios una sabiduría singular y compuso numerosos proverbios (1 Reg
3,12; 4,32). Organizó su corte al estilo de las extranjeras, llamando a ella a
varones inteligentes, que formaron la clase social de los «sabios». El impulso
sapiencia) de Salomón y estos cortesanos se continuó en las cortes siguientes (Prv
25,1). En Israel tales sabios formaron una clase social, junto a los sacerdotes
y profetas, hombres de Dios como ellos, con una misión particular (Is 3,3; Ier
18,18): el consejo, que ellos deducen no de comunicaciones directas de Dios,
como los profetas, sino de la razón, de la piedad y de la experiencia, da a sus
sentencias un carácter más amplio que el directamente religioso.
Pero Israel reconoció desde un principio la Sabiduría divina (Gen 2,17; 3,5.22),
cuyos caminos sólo Dios conoce (lob 28,12 ss.) y comunica a determinadas
personas: a José (Gen 41,39), a Moisés y los ancianos (Num 11,17 ss.), a los
constructores del tabernáculo (Ex 35,31 ss.) y de los utensilios del Templo (1
Reg 7,14), a Josué (Dt 34,9) y sobre todo a Salomón (1 Reg 3,11). Con ocasión de
las reformas religiosas de Ezequías y tosías, los sabios hubieron de
relacionarse más con los sacerdotes y profetas. Si bien éstos condenaron a veces
la sabiduría de los sabios, se trataba de la sabiduría humana que nace del
orgullo (Is 29,14; Ier 8,9), no de la que procede de Dios (Ier 18,18). Este
contacto fue penetrando cada vez más la ciencia de los sabios de las doctrinas
tradicionales y la fue sacralizando. Los sabios multiplicaron los consejos
morales tendentes a ordenar la vida conforme a la Ley, en cuyo cumplimiento
hicieron consistir la verdadera sabiduría, y así remontarse hasta la Sabiduría,
atributo divino. De este modo los 1. s. contienen la sabiduría humana de los
libros históricos y la divina en la que habían ido introduciendo los proféticos.
2. Personalidad y misión de los sabios. La era
propiamente dicha de los sabios israelitas comenzó después del exilio de
Babilonia. Época difícil para el pueblo escogido: ausentes los profetas colosos
del espíritu, y en total decadencia las instituciones tradicionales, después de
la hecatombe del a. 586 a. C. las conciencias se replegaron sobre sí mismas
buscando la solución de los problemas personales (v. HEBREOS i). No divisan
claramente todavía la revelación del más allá como punto de apoyo que alentara
los espíritus, crece el influjo del paganismo helenista. En estas
circunstancias, y cuando se iban acercando los tiempos mesiánicos, los sabios
fueron:
a) Guías espirituales que mantuvieron la fidelidad del judaísmo a la tradición y
viva la fe en la comunidad religiosa, frente al desaliento de unos y las
miserias morales y religiosas de otros.
b) Humanistas religiosos de Israel, atentos a los nuevos tiempos, se esforzaron
por armonizar las exigencias de la fe con las nuevas realidades, tratando de
vivificar los valores humanos a través de la religión, y señalando la conducta a
seguir en las circunstancias prácticas de la vida de acuerdo con la fe
tradicional. «El sabio del A. T. es de alguna manera el equivalente al teólogo
actual, que sin recibir revelaciones especiales directas de Dios -como era el
caso de los profetas- deduce consecuencias prácticas para conseguir la verdadera
sabiduría que se basa en el temor de Dios (Prv 1,7)» (M. García Cordero o. c. en
bibl. 2). Por ello no intentaba imponer sus enseñanzas, sino que reclamaba la
atención con sus interrogantes y enigmas, pretendiendo con ello crear
convicciones personales.
c) Precursores del Evangelio: unos inquietando los ánimos con problemas cuya
falta de solución obligaba a anhelar los tiempos mesiánicos, otros con consejos
de elevada moral, a los que el Evangelio añadiría la motivación sobrenatural,
algunos personificando la Sabiduría divina y atribuyéndole efectos que
realizaría el Mesías; finalmente, también, constatando la revelación del más
allá y abriendo perspectivas universalistas (v. SABIDURíA, LIBRO DE LA).
3. Los escritos sapienciales. Job (v.) fue escrito
durante la cautividad o poco después de ella. Plantea el problema de los
sufrimientos del justo frente a la opinión divulgada de la retribución en esta
vida. Después de las discusiones de Job con sus amigos interviene la Sabiduría,
pero no da la solución radical del problema. Se limita a demostrar a Job cómo
los juicios de Dios son inescrutables. En cuanto a la forma literaria, no
gnómica sino reflexión filosófica dialogada, es obra maestra de literatura
sapiencia].
Los Salmos (v.) fueron compuestos desde la época davídica hasta la macabea. En
su mayoría son composiciones lírico-religiosas en que lo discursivo cede a lo
afectivo. Propiamente sapienciales son los Ps 1; 37; 49; 73; 78; 91; 112; 119;
127; 128; 138 y 139. Su carácter sapiencial se detecta a través de su finalidad
didáctica, su método (aviso, consejo, reflexión) y los procedimientos literarios
(alfabéticos, formas desarrolladas del máshál). Sus temas más frecuentes son la
Ley, principios de vida ética y religiosa, el de la retribución, en que los
salmistas permanecen fieles a la tesis tradicional, si bien a veces parecen
intuir la vida de ultratumba (Ps 49,16; 73,24). Proverbios (v.) comprende dos
secciones atribuidas a Salomón, dos a los sabios, tres pequeñas colecciones (Agur,
anónimo, Lemuel); les precede una amplia introducción (Prv 1-9) y sigue un
epílogo, compuestos seguramente por el compilador de la obra que llevó a cabo su
tarea entre los a. 500-300. La mayoría de sus sentencias son sabias
observaciones y consejos de vida práctica. Sólo una séptima parte son de directo
contenido moral; pero ello y ciertos presupuestos dogmáticos dan elevado tono
religioso al libro; la tradición judía lo consideró siempre como inspirado. En
cuanto a la forma literaria presentan desde aforismos sueltos hasta amplias
exhortaciones y preciosa personificación de la Sabiduría divina, lo que permite
seguir la evolución de la literatura sapiencial desde las formas más primitivas
hasta las más desarrolladas.
Eclesiastés (v.) fue compuesto por un maestro de sabiduría hacia el a. 250. Pone
de relieve la insuficiencia de las cosas de la tierra (ciencia, riqueza,
placeres, etc.) en orden a proporcionar al hombre la felicidad que anhela su
corazón, y un vivo contraste entre la doctrina sobre la retribución en esta vida
y la experiencia diaria que la contradice a cada paso. Cumplió con ello un papel
muy importante en la historia de la revelación, preparando las mentes a la
doctrina de una inmortalidad feliz en el más allá. En cuanto a la forma
literaria contiene aforismos sueltos y razonamientos de filósofo y pensador
profundo.
El Cantar (v.) fue compuesto en la época posexílica. Más bien que sapiencia] es
un poema lírico religioso, que canta el amor de Yahwéh y su pueblo. Pero sus
lecciones morales y la forma ingeniosa y enigmática que utiliza le dan cabida en
el concepto amplio de sabiduría de los hebreos.
Sabiduría (v.) fue escrito por un judío alejandrino en el s. i a. C. En su
primera parte, moral (Sap 1-5), afirma con toda claridad la feliz
bienaventuranza y oprobio sempiterno más allá de la muerte. En la segunda,
especulativa (Sap 6-9), señala el más alto grado en la revelación de la
Sabiduría y preludia el N. T. En la tercera, histórica (Sap 1019), alaba la
Sabiduría que se manifiesta en la historia de Israel. Su doctrina es judía, pero
utiliza lenguaje e ideas griegas, con lo que parece mirar también a la
conversión de los paganos.
Eclesiástico (v.) fue compuesto por Ben Sirac en los años 190-180. Recomienda
toda virtud y fustiga todo vicio en orden a conseguir la verdadera sabiduría,
que consiste en la conformidad con la Ley. Con ello preparó los ánimos para los
duros años que se acercaban. En cuanto a la forma literaria utiliza el máshál en
casi todas sus formas: sentencias sueltas, elogios de la sabiduría,
exhortaciones, retratos históricos, composiciones líricas. A la literatura
sapiencial habría que añadir el elogio de la sabiduría israelita que hace Baruc
3,9-4,4.
De varios de estos libros se presenta como autor Salomón (v.). Se trata de una
evidente ficción literaria. Se le atribuyen por haber pasado a la posteridad
como el rey sabio por excelencia.
4. La sabiduría en los escritos sapienciales. La
sabiduría humana comprende varios aspectos: ciencia especulativa, que incluye el
saber,, agilidad mental, perspicacia para entender enigmas; ciencia práctica
para dirigirse en la vida: habilidad en el trabajo, en las empresas, el arte de
conducirse en los asuntos privados y en los públicos, aptitudes didácticas,
gracia en el decir. Y sobre todo rectitud moral, que comprende la práctica de
todas las virtudes y la huida de todos los vicios, lo cual exige disciplina y
corrección, y tiene como principio el temor de Dios (Prv 1,7; lob 28,22; cfr. M.
García y G. Pérez, o. c. en bibl., 683 y 1078 ss.; M-anual Bíblico, III, A. T.,
Madrid 1966, 176-178, enumeración más amplia con sus correspondientes citas
bíblicas). Así entendida la sabiduría se identifica con el concepto de justicia
del A. T.: la suma de todas las virtudes. Aunque humana, esta sabiduría tiene
siempre alguna relación con Dios, fuente de toda ella y que la otorga al hombre.
La Sabiduría divina, atributo de Dios, aparece sobre todo en tres perícopes
eminentemente sapienciales: Prv 8,22-36 en que afirma que está en Dios, que
procede de Él por generación, que preexiste a todas las creaturas y tomó parte
en la creación de las mismas, que se comunica a los hombres con quienes tiene
sus delicias; Eccli 24,1-47 afirma ella misma su origen divino y misterioso,
existe desde la eternidad, impera sobre todos los pueblos, pero estableció su
morada en Israel; Sap 6-8 constata que procede de Dios (6,22; 9,6), es un hálito
del poder divino y una emanación pura de la gloria de Dios, resplandor de la luz
eterna, espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su bondad (7,25 s.);
convive con Dios, se sienta junto a su trono (8,3; 9,4 ss.), conoce los secretos
de la ciencia de Dios y es directora de sus obras (7,21 s.; 9,2 s.); posee un
conjunto de propiedades que sólo pueden convenir a Dios (7,22-30); hace amigos
de Dios (7,14.28), habita en las almas santas (1,4; 7,27) y lleva a la
inmortalidad (6,17 ss.; 8,13).
Los sabios no recibieron la revelación de la segunda Persona de la Trinidad, ni
los judíos entendieron de ella las afirmaciones sapienciales. Pueblo rígidamente
monoteísta, recibió con dificultad esa revelación. De hecho, siglos después,
cuando Cristo les declaró su naturaleza divina, la mayor parte se
escandalizaron. Los sabios, que con su imaginación oriental personificaron otros
atributos y cosas (Prv 9,13 ss.; Sap 9,17; 18,15; 10,20), personifican también y
sobre todo la Sabiduría. No obstante emplean un lenguaje que conviene a la
distinción de Personas. De modo que se colocan en un plano intermedio entre la
mera personificación del atributo y la afirmación de la Persona. Con ello el
Espíritu Santo que los inspiraba iba preparando la revelación del misterio
trinitario (v. JESUCRISTO III; TRINIDAD, SANTíSIMA).
La sabiduría de los 1. s., permaneciendo profundamente humana, pues se inspira
en la razón y la experiencia, es un don de Dios, en quien tiene su origen. Es
fundamentalmente moral, pues los sabios se esfuerzan en conducir a los hombres
por el camino de la virtud, y esencialmente monoteísta y religiosa, ya que
Israel jamás conoció más que un solo Dios, Señor del universo, y los escritos de
los sabios aparecen impregnados de las creencias religiosas israelitas. Y, en
fin, es rectilíneamente progresiva en la doctrina sapiencial, en la dogmática y
moral y también en la forma literaria.
5. Doctrina dogmática. Los sabios no se propusieron
directamente inculcar enseñanzas de orden dogmático. No obstante, presuponen
unas cuantas verdades dogmáticas como fundamento de su moral y en algunas
señalan un avance en el progreso de la Revelación. Presuponen y afirman la
unicidad de Dios, y el libro de la Sabiduría pone de manifiesto la vanidad de
los ídolos (Sap 12-15). Dios es el Creador de todas las cosas y quien las
conserva (Prv 3,19 ss.; Sap 1,14). Salvador de su pueblo (Sap 10-19), a quien
ama entrañablemente (Cant). Puede demostrarse su existencia por las creaturas (Sap
13). Insisten en su providencia, con un sentido más universalista que los
profetas, en su fidelidad; sobre todo en su justicia y misericordia; también en
su omnisciencia, omnipotencia, eternidad.
El hombre ha sido creado por Dios a su imagen, señor de la naturaleza (Eccli
17,1-5), el cual vigila sus acciones para darle su merecido (lob 7,17 ss.; 10,4
ss.). Es libre, capaz de premio o castigo ante Dios (Eccli 15,14-21). Los sabios
afirmaron la supervivencia de las almas en el seol (Prv 2,18; Eccl 9,10; Eccli
14,12); la inmortalidad (v.) feliz para los buenos y el oprobio sempiterno para
los impíos no fueron bien conocidos hasta que Sap (3,18; 4,10. 14.18 s.; 5,16)
los afirmó con toda claridad (v. RETRIBUCIÓN).
En los 1. s. no hay más que algunas frases (en Eccli 36,8.12.13.15.16.17) en las
que, como en los profetas, se anuncien los tiempos mesiánicos, y en las que
(como Sap 2), refiriéndose en sentido literal al justo en general, se afirme que
las profecías se cumplirán de modo eminente en el Mesías (v.); con ello el
Espíritu Santo iba preparando sus caminos. Los ángeles aparecen formando la
corte de Dios en el libro de lob (1,6; 2,1).
6. Doctrina moral. Abunda mucho más en los 1. s.
Para los sabios la verdadera sabiduría consiste en la práctica de las virtudes y
huida de los vicios que recomiendan constantemente. Job inculca la paciencia y
sumisión resignada ante los sufrimientos enviados por Dios. Proverbios exalta el
temor de Dios como principio de la sabiduría (Prv 1,7), y exhorta a practicar la
humildad, la diligencia, la sobriedad, a buscar el justo medio entre la riqueza
y la pobreza (Prv 30,7 ss.), a huir de la ociosidad, de la avaricia, de la
deshonestidad. Tiene preciosas recomendaciones de moral familiar (matrimonio
monogámico, estima de la mujer buena), inculca las obligaciones mutuas de padres
e hijos, de reyes y súbditos, da preciosas normas de convivencia social que han
de basarse en la justicia, la caridad, la sinceridad.
El Eclesiastés recomienda el temor de Dios, el culto a Dios, el cumplimiento de
sus mandamientos y muestra un vivo sentido de la justicia. Por su parte el
Cantar contiene una recomendación implícita del matrimonio monogámico y clara
del amor mutuo y fidelidad entre los esposos. El libro de la Sabiduría pone de
relieve el valor del sufrimiento y la paciencia ante la esperanza del premio
futuro y exhorta a la confianza en la protección de Dios. El Eclesiástico
recomienda a cada paso el cumplimiento de los deberes para con Dios (alabanza,
agradecimiento, confianza), para con el prójimo (padres e hijos, familiares y
domésticos, amigos, pobres, afligidos, sacerdote, médico). Presenta unos
preciosos contrastes entre el sabio y el necio, la mujer buena y la mala, la
buena y la falsa vergüenza, la verdadera y falsa amistad, que son otras tantas
recomendaciones de sabiduría práctica (cfr. enumeración completa con citas
bíblicas en G. Pérez, Manual Bíblico, A. T., 111, Madrid 1966, 175-178).
Motivación. Algunas veces proponen motivos elevados, como el temor de Dios, el
bien del prójimo, las postrimerías. Pero la mayoría de las veces se trata de
motivos inmediatos y recompensas humanas como son el honor, el éxito, la
benevolencia de los hombres. Tal vez no se podía pedir más a quienes desconocían
la revelación evangélica. Y ciertamente resulta admirable la moral de los sabios
en medio de esa ignorancia. Sólo Sabiduría ofreció una motivación más elevada al
constatar la retribución y castigo después de la muerte y los precisos
contrastes entre la suerte futura del justo y del impío.
7. Poesía y forma literaria. Los 1. s. están escritos en forma poética. La tradición judía y cristiana consignó la existencia de la poesía dentro de la S. E., pero no descubrió siempre la forma métrica original, ni se detuvo a examinar de cerca los cánones y principios de la poesía hebrea. Desde el siglo pasado los autores han tratado de definir la naturaleza del verso hebreo sin haber llegado todavía a conclusiones ciertas. En cuanto al ritmo hoy se considera como más probable: la existencia de cierto ritmo en la poesía hebrea, formado por cierto número de sílabas tónicas. No parece exigir en cada estilo determinado número de sílabas tónicas, ni determina cantidad en las sílabas. El paralelismo, en que R. Lowth (s. XVIII) coloca la ley fundamental de la poesía hebrea, expresa un concepto por medio de dos o más proposiciones, simétricas en la estructura y extensión, de modo que se corresponden mutuamente. Puede ser «sinónimo» (Ps 2,4; 75,3); «antitético» (Prv 15,1; 27,7) o «sintético» (progresivo) si la idea del primer verso se desarrolla o completa en el segundo (Ps 1,1; Prv 4,23). Varios versos forman una estrofa, y varias estrofas un poema. En cuanto a la forma literaria abunda la gnómica o proverbial, forma popular que florece en las colecciones más antiguas de Proverbios. Después el proverbio se desarrolla en parábolas, alegorías, enigmas, razonamientos y discursos como en las colecciones más recientes de Proverbios y que en Job y Sabiduría constituyen obras literarias de alta calidad. La literatura sapiencial posee una forma esencialmente concreta, imaginativa; utiliza el ejemplo, la comparación, el hecho vivo, medios mnemotécnicos; mezcla los diversos módulos de expresión líricos y didácticos.
8. Sabiduría oriental y sabiduría bíblica. La sabiduría no fue patrimonio de Israel. Su origen «se pierde en la noche de los tiempos y se remonta a las primeras manifestaciones del espíritu humano» (Renard). La Biblia hace mención de la sabiduría de los hijos del Oriente, de Babilonia, de Egipto (Gen 41,8 ss.; Ex 7-11; 1 Reg 4,30; Is 47,10; Ier 10,7; 47,7). La sabiduría oriental ejerció siempre fascinación sobre pueblos e historiadores, y los griegos manifestaron su admiración por ella (cfr. Heródoto, Hist., 11, 4; Diodoro de Sicilia, Hist., I, 16,96,98). Fueron en un principio los padres y ancianos quienes, instruidos por la experiencia, transmitían sus consejos de sabiduría a sus hijos. Pero pronto los gobernantes, precisados como nadie de la sabiduría, reunieron en sus cortes hombres inteligentes que les ayudasen con sus consejos en el gobierno de los pueblos. Así se formó la clase social de los sabios que, distintos en un principio de los escribas, hombres peritos en el arte de la escritura, gramática y literatura, vinieron luego a formar un solo cuerpo. El objeto de la sabiduría extrabíblica fue hallar una vida feliz. No obstante, aparece en ella sus creencias religiosas: politeísmo, dejando a veces entrever una cierta tendencia al monoteísmo, creación del mundo por los dioses, su justicia y misericordia para con el hombre, elementos positivos de moral individual, familiar y social, la retribución en el más allá, que si bien tiene relación con la conducta del hombre, con frecuencia depende en último término de fórmulas de carácter mágico. Mientras que en Israel la sabiduría se fue sacralizando, en los demás pueblos conservó con mayor intensidad su marca humana, y poco a poco su objeto se fue restringiendo a la ciencia de la escritura. Entre los escritos sapienciales extrabíblicos que contienen sentencias en algún modo similares a las bíblicas pueden citarse: De Asiria la Sabiduría de Ahikar, compuesta en Mesopotamia en el s. vil a. C. y que alcanzó gran difusión en Oriente; tiene sentencias parecidas a algunas de Prv. (26,27; 27,7); el Poema del justo doliente, hallado en la biblioteca de Asurbanipal (s. VII), de gran parecido con Job, aunque no puede probarse la dependencia literaria. De Egipto, la Enseñanza para Ka-Gemmi (principio del tercer milenio), la Enseñanza de Ptah-hopet (ca. el 2600), la Enseñanza de Meri-ka-Re (ca. el 2100), de elevada moral y religiosidad; la Enseñanza de Ani (ca. 2250-1180), y sobre todo la Enseñanza de Amenemope (1000-600 a. C.), que presenta un parecido sorprendente con Prv 22,17-24, 22 (primera colección de los sabios), tanto que muchos afirman su dependencia literaria respecto del escrito egipcio; otros piensan en una fuente común (cfr. A. Marzal, La Enseñanza de Amenemope, Madrid 1966).
G. PÉREZ RODRÍGUEZ.
BIBL.: A. VACCARI, Sapientiaux (Livres) en
Dictionnaire apologétique de la Foi Cathoiique 4,1182-1214; B. BoTTE, La Sagesse
dans les livres sapientiaux, «Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques»
19 (1930) 83; A. DRUBBEL, Le conflit entre la sagesse profane et la sagesse
religieuse, Contribution á l'étude des origines de la littérature sapientiale en
Israél, «Biblica» 17 (1936) 45-70; 407-428; P. VAN IMSCHOOT, La sagesse dans l'A.
T., «Revue Biblique» 47 (1938) 23-49; H. DUESBERG, Les scribes inspirés, París
1938-39; A. M. DUBARLE, Les sages d'Israél, París 1946; H. RENARD, Intr. gén.
aux livres sapientiaux en PIROT-CLAMER, La Sainte Bible, VI, París 1946, 7-23;
D. GONZALO MAESO, La sabiduría bíblica, Su concepto, naturaleza y excelencia,
Granada 1953; íD, Manual de historia de la literatura hebrea, Madrid 1959; S.
PIE y NINOT, La Palabra de Dios en los Libros sapienciales, Barcelona 1972; R.
A. DYSON, Literatura poética y sapiencial, en Verbum Dei, II, Barcelona 1956,
93-103; A. G. LAMADRID, Poesía hebrea, en Manual Bíblico, t. III, Madrid 1966,
10-18; M. GARCíA CORDERO y G. PÉREZ, Biblia Comentada, IV, 2 ed. Madrid 1967.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991