PARTICIPACIÓN III. SOCIOLOGIA DE LA PARTICIPACION POLITICA.
Cuando el estudio del proceso político se aborda desde la perspectiva
sociológica de la consideración de las conductas y motivaciones de las personas
y grupos que en él intervienen, nos situamos en el enfoque conductista de la
política. Los estudios de political behavior se interesan, pues, por los
comportamientos que por referencia al proceso político son también políticos,
por el conjunto de motivaciones, relaciones, sentimientos y variables que
condicionan dicho comportamiento. Se pretende, entonces, una sistematización, la
búsqueda de una tipología de conductas basada en similitudes de procederes que
vienen determinados por la común pertenencia, p. ej., a un estrato, una raza, o
una profesión. E, incluso, una tipología de anormalidades que sobre esos modelos
comunes y esperados pueden darse al intervenir una variable nueva. David Truman
y Robert Dahl, entre otros, han señalado el carácter de auténtica ciencia que el
political behavior posee, al representar «una orientación o un punto de vista
encaminado a comprender todos los fenómenos de gobierno en términos de la
observada y observable conducta de los hombres».
Aspectos de la participación política. Aunque el comportamiento político
permite múltiples aspectos, los estudios de comportamiento realizados por
autores norteamericanos pronto han tendido a centrarse en la equiparación entre
p. política y conducta, p. o comportamiento electoral. Habrá que insistir, sin
embargo, en que la p. política presenta formas de manifestación mucho más
amplias que la de la p. en las elecciones (v.). Son numerosos los estudios
dedicados a analizar estos distintos cauces de p. Al clásico de Robert E. Lane,
que contesta fundamentalmente a las preguntas de por qué y cómo las personas se
implican en política (Political Life, Why and how people get involved in
politics, Nueva York 1959), han sucedidodiversas monografías que abordan los
índices de p. política en distintos países.
Meynaud y Lancelot, dentro del contexto francés, han resumido así las
modalidades que puede presentar la p.: interés general por la vida política, p.
en las elecciones, adhesión a grupos, acción en el seno de los partidos y
algunas otras que suponen recursos a la ilegalidad (La participación des
fran(ais á la politique, París 1961). Es decir, participar en política es algo
mucho más amplio que votar en las elecciones. El abanico de formas de p. es muy
extenso y sus matices pueden ir desde la preocupación por la prensa política al
escalón final del protagonismo político (el convertirse en élite política),
pasando por la afiliación a grupos (v.) o a partidos políticos (v.), p. en
asambleas (v.) y manifestaciones de índole política, escribir cartas a los
representantes en los órganos (v.) políticos, legislativos del país, etc.
El abstencionismo político. La cara opuesta a la p. es la apatía política.
Constituyen legión quienes, por una u otra razón, vuelven las espaldas al
proceso político y, con él, a eso que en sus oÍDos suena ya a abstracto o no
deseable: «la política». Los motivos que explican el fenómeno de la apatía
política no son desconocidos tampoco. Morris Rosenberg, por no citar más que una
de las muchas opiniones dadas, los resume en estos tres grandes apartados: a)
temor a las consecuencias que en sus principios, intereses o tranquilidad puede
traer la intervención política; b) creencia en la inutilidad de toda actuación
particular, que puede estar motivada tanto por una efectiva conciencia de que,
al fin y al cabo, las fuerzas políticas son inmanejables y se hará lo que estaba
previsto que se hiciera, o bien porque la diferencia (el gap) entre lo que hay y
lo que se desea sea tan notable que produzca desánimo y abstención; y, en fin,
c) ausencia de compensaciones (Some determinants of Political Apathy, «Public
Opinion Quarterly» XVIII, 4).
Estas causas, repetidas con ligeras variantes en diversos trabajos, vienen
a dar como resultado la llamada «despolitización», provocada por la apatía.
Estaríamos ante un manifiesto desinterés por los problemas políticos, muy alto
en los países más desarrollados. El análisis de los distintos resultados
electorales en los últimos años y en país tan significativo como los Estados
Unidos han arrojado, efectivamente, unos elevados porcentajes de abstencionismo
(v.). Si bien, un planteamiento no simplista de la cuestión llevaría a
preguntarse cuándo estamos ante el simple desinterés o la simple apatía, y
cuándo, por el contrario, detrás de ese abstencionismo se esconde un rechazo del
sistema o, al menos, de las opciones que en cada instante el sistema ofrece. En
este caso, la no p. habría de entenderse como radical discrepancia con las
pautas políticas oficialmente vigentes, y su sentido pasa a ser manifiestamente
activo.
Condiciones para la participación política. La pregunta que se impone, al
llegar a este punto, no puede ser otra sino la de qué factores pueden
condicionar, favoreciendo o entorpeciendo, la p. política en una sociedad dada.
Hace ya tiempo que Saenger hablara del condicionamiento socioeconómico de la p.
política. Al menos para Estados Unidos y sus campañas electorales, los ingresos
más altos originaban más interés en los temas debatidos en el Congreso, mayor
pertenencia a organizaciones políticas y, en fin, más alto índice de votación
(Social Status and Political Behavior, «The American Journal of Sociology» LI,
1945).
Pero acaso haya sido Lipset, el sociólogo de la política norteamericano
más divulgado en castellano, quien ha hecho más atinadas observaciones sobre el
tema. Para Lipset, la alta p. origina estabilidad y democracia en un régimen
político: «Una situación que origina una alta participación de los miembros de
un grupo posee generalmente más posibilidades democráticas -es decir, de
mantenimiento de una oposición efectiva- que una en la cual poca gente muestra
interés o participa en el proceso político (...). E, inversamente, una sociedad
en la cual una gran proporción de la población es extraña a la lid política es
potencialmente más explosiva que una en la cual la mayoría de los ciudadanos se
hallan implicados habitualmente en actividades que les otorgan cierto sentido de
participación en las decisiones que afectan sus vidas».
Y, en concreta referencia a la p. electoral, Lipset cree que ésta se
fomentará cuando: a) Los intereses del grupo se encuentren fuertemente afectados
por la política del Gobierno (p. ej., los mineros son muy sensibles a las crisis
periódicas de la economía, los judíos al antisemitismo político, etc.). b) Se
tenga acceso a la información relativa a la adecuación de las decisiones
políticas con sus intereses (a través de actividades ocupacionales, facilitación
de contactos con otros grupos, desarrollo de organizaciones con intereses
comunes dedicadas específicamente a suscitar la conciencia de los problemas
comunes, etc.). c) Se den presiones sociales o de grupo en favor de la votación
(p. ej., los obreros sindicados votan más que los no sindicados, salvo que el
sindicato en cuestión, por su especial ideología o por oportunismo político,
incite a la no votación, como ocurrió en España con la CNT en 1933). d)
Finalmente, cuando no se esté sometido a presiones encontradas (cross-pressures)
: «cuanto más presiones se hagan pesar sobre los individuos o los grupos que
operan en direcciones opuestas, tanto más probable será que los futuros votantes
se evadan de la situación mediante una pérdida de interés y se abstengan» (Lipset,
Political Man. The social bases of politics).
En cualquier caso, y desde nuestro contexto, el rasgo más importante a
retener de cuanto llevamos dicho y del largo párrafo de Lipset, acaso sea ese
requisito de la p.. habitual como ingrediente inexcusable de la estabilidad
democrática de un régimen.
V. t.: ABSTENCIONISMO; ÓRGANOS POLÍTICOS; ELECCIONES; OPINIÓN PÚBLICA;
ASOCIACIONES; etc.
BIBL.: La citada en el texto.
M. RAMÍREZ JIMÉNEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991