E. y Navidad figuran entre las primeras «memorias» que surgieron al
desarrollarse el año litúrgico (v.), después de la institución de la
fiesta de la Pascua. Lo mismo Navidad que E. se refieren al misterio de la
aparición del Verbo en carne humana y a sus primeras manifestaciones, a
hechos fundamentales para la fe cristiana.. Mientras en occidente aparecía
la festividad del nacimiento de Jesucristo, el 25 dic., con la cual se
reemplazaban las solemnidades paganas celebradas en ese día en honor del
«Sol naciente» (v. NAVIDAD), en oriente, el 6 de enero, se constituía la
fiesta de la E., llamada también Teofanía o fiesta de la Iluminación, que
conmemoraba igualmente el nacimiento del Redentor y sustituía los cultos
organizados en ese día por los paganos de oriente, relacionados con el
Solsticio de invierno.
La Epifanía en las liturgias orientales. Sabemos que los paganos de
Egipto y de Arabia, durante la noche del 5 al 6 de enero, recordaban el
nacimiento del dios Aion, engendrado por la virgen Koré; Aion se
manifestaba especialmente al renacer el Sol, en el Solsticio de invierno,
que coincidía, según cómputos arcaicos, con el 6 de enero. A partir de ese
día la luz crecerá, beneficiando a los hombres. También en la misma fecha
se celebraban los prodigios del dios Dionisio en favor de sus devotos.
Quizá como reacción, desde antiguo se intentó en oriente cristianizar esas
fiestas. Sabemos que por los a. 120-140, los discípulos de Basílides (v.
GNOSTICISMO), que creían que la encarnación verdadera del Verbo tuvo lugar
en el momento que Jesús fue bautizado en las aguas del Jordán, cuando el
Padre reveló a su Hijo y el Espíritu Santo dio testimonio de Él, hacían
memoria de este acontecimiento el 6 o el 10 en. Tal vez fueran esos los
hechos que dieron ocasión a fijar esta fiesta en esa fecha. En cualquier
caso, hacia mediados del s. IV, nos consta que muchas comunidades
cristianas de oriente celebraban la fiesta de la Epifanía el mismo día 6
en., pero con un contenido original que no tiene nada que ver con las
fiestas paganas.
Ignoramos si el objeto primitivo de la «memoria» de la E. era
idéntico en todas las iglesias orientales. De hecho, en el s. IV, la
iglesia de Jerusalén conmemoraba sólo el nacimiento del Salvador; diversas
iglesias de Egipto, Armenia y Siria, además del recuerdo de la natividad
del Señor, tenían presente su bautismo, interpretado como manifestación
solemne de su divinidad y como inicio de la iluminación de los hombres,
pues con el bautismo empezó la predicación de la Buena Nueva; otras
iglesias -algunas de Egipto, de Chipre, Asia menor y Palestinaañadían a la
«memoria» del nacimiento de Jesucristo la de las bodas de Caná, donde el
Mesías con su primer milagro, «manifestó su gloria» (lo 2,11). Parece ser
que en la formación de la fiesta universal de la E. coincidieron todas
esas tradiciones de las diferentes iglesias orientales. Sin embargo, al
llegar a oriente la fiesta que occidente había instituido para conmemorar
el nacimiento de Jesucristo, y al ser admitida por la mayoría de las
iglesias orientales, la E. va reduciéndose a la «memoria» del hecho
concreto del bautismo del Salvador. Esto ocurría ya en muchas partes
durante el mismo s. iv. Así ha quedado en las iglesias siriacas,
bizantina, copta y etiópica.
La «memoria» del bautismo de Jesucristo ha sido acompañada por una
liturgia muy opulenta, de la cual cabe destacar el rito de la bendición de
las aguas, coronado por la administración del sacramento del Bautismo. Esa
bendición, que pasó luego a occidente, pero sin la riqueza de las
liturgias orientales, está compuesta principalmente de plegarias, cantos y
lecturas. Los textos se refieren con preferencia a la purificación que
obrarán las aguas bendecidas. Pasando por el agua el hombre entrará en una
nueva vida, donde el Redentor se da a conocer, ilumina el corazón y el
alma, sostiene y promueve íntimamente todas sus manifestaciones. Tal rito
llega a su expresión máxima en un himno de alabanza y de acción de
gracias, dirigido a la persona del Verbo; alabanza a sus atributos divinos
y a su poder creador, y acción de gracias por los beneficios que nos
alcanza con su encarnación. En la enumeración de esos beneficios se pone
un acento particular en el significado del bautismo de Jesús en el río
Jordán: al subrayar el hecho histórico se invoca al Espíritu Santo, usando
una fórmula de epíclesis (v.), y se le pide que vuelva a manifestarse como
lo hizo en aquella circunstancia. Finalmente, se nombran los efectos del
agua consagrada: será instrumento de santificación, de la remisión de los
pecados, de la salud del espíritu y del cuerpo, arma contra el mal,
protección de los bienes y de las moradas de quienes se pondrán en
contacto con ella.
Los cantos, compuestos generalmente de versículos salmódicos, son
variables según las liturgias propias de cada rito. Junto con las lecturas
nos indican el verdadero significado de la fiesta de la Epifanía. He aquí
los más característicos: El rito bizantino toma el Ps 26,1 (Dios es mi luz
y mi salvación) y el Ps 28,3 (la voz de Dios es maravillosa sobre la
inmensidad de las aguas); el rito siriaco occidental, el Ps 50,1 s. (la
purificación nos viene del agua), el Ps 117,16 (la diestra del Señor me
ensalzó, ha hecho proezas) y el Ps 148 (alabanza de la creación a Dios);
el rito copto propone el himno de Hab 3,2-19 (Dios se manifiesta con gran
poder para salvar a su pueblo), el Ps 113,3.6 (la gloria de Dios en la
creación: su morada se alza sobre las aguas y la tierra está revestida de
agua) y el Ps 150 (que toda la creación cante a Dios). En cuanto a las
lecturas, el rito bizantino selecciona Is 35,1-10 (restauración mesiánica,
gracias. especialmente al don del agua saludable), Is 55,1-13 (que los
sedientos vayan a las aguas de salvación y vivirán), Is 12,3-6 (sacaréis
con alegría el agua de las fuentes de la redención), 1 Cor 10,1-4 (el paso
del pueblo hebreo por el mar Rojo, figura del bautismo) y Mc 1,9-11 (el
bautismo de Jesús). El rito siriaco occidental propone Gen 24,10-28
(encuentro de Abraham con Rebeca en el pozo de Nabor: figura del encuentro
de Jesucristo con la Iglesia en el agua del bautismo) o Num 20,1-11
(Moisés y Aarón hacen brotar de la roca el agua que salvará al pueblo
judío), 2 Reg 2,19-25 (Elías purifica el agua que dará vida y
prosperidad), Is 11,11-12,6 (profecía sobre la redención del resto de
Israel y sobre los dones del agua saludable), Heb 10,15-25 (la remisión de
los pecados por el Espíritu Santo, en virtud de la sangre de Cristo;
exhortación a lavarse con el agua pura para acercarse a Dios y a los
hombres) o Act 8,35-40 (bautismo del eunuco etíope) y lo 4,4-41
(conversación de Jesucristo con la Samaritana, junto al pozo de Jacob,
acerca del agua viva); el Libro de las fiestas del mismo rito indica las
variantes Ex 15,22-27 (las aguas de Mara convertidas milagrosamente en
agua potable y las 12 fuentes de Elim que dieron vida al pueblo de Israel,
peregrino por el desierto), Idc 7,4-8 (quienes beban del agua señalada por
Dios son los elegidos) y Ez 47,1-12 (la fuente salvífrca del nuevo
Templo). El rito copto se distingue por las lecturas de Is 40,1-5 (va a
mostrarse la gloria de Dios y la verá toda carne), Is 9,1-2 (Dios llenará
de gloria el camino del mar, la ribera del Jordán y la Galilea), Bar
3,36-4,4 (Dios manifiesta su sabiduría; los que marchen por su camino
serán salvados e iluminados) y Ez 35,25-29 (promesa del agua purificadora
que redimirá al pueblo y del don del Espíritu que renovará el corazón del
hombre).
También las lecturas escogidas para la Misa ilustran generalmente el
hecho del bautismo de Jesús, conmemorado en ese día. Además de los textos
evangélicos concernientes al bautismo del Señor, notamos en la mayoría de
ritos una preferencia por los versículos de la epístola de S. Pablo a Tito
(2,11-14 y 3,4-7), en que el apóstol habla de la «manifestación de la
gracia salutífera de Dios a todos los hombres», en la esperanza de la
manifestación definitiva «del gran Dios, Cristo Jesús», que se entregó
para purificarnos, «mediante el lavatorio de la regeneración y renovación
del Espíritu Santo». Con este texto, leído en parte el día de Navidad en
la liturgia romana, se pone de relieve la relación del misterio de la E.
con el Adviento (v.), la Pascua (v.) y la Parusía (v.), con todas las
manifestaciones de Dios a los hombres. Las demás lecturas de la Misa
evocan preferentemente las profecías sobre el bautismo o los efectos del
mismo.
La rica temática contenida en los diferentes ritos ha sido la base
de la teología y de la pastoral de la E. en las iglesias orientales.
Principalmente los Padres, comentando los textos, hicieron notar las
abundantes perspectivas de la fiesta. De una manera particular insistieron
sobre el significado de las «iluminaciones» de Dios a través de la
historia de salvación, y de las «manifestaciones» de Jesucristo; entre
ellas adquiere un valor especial la revelación de su gloria en las bodas
de Caná, figura de la Eucaristía y del bautismo. La «memoria» de este
hecho se considera como una prolongación importante de la fiesta de la
Epifanía.
La Epifanía en las liturgias occidentales. La fiesta oriental de la
E. pasó a occidente a mediados del s. IV, a través de las Galias. Se
conoce con el nombre de E., Aparición o Teofanía. El término es
correlativo al de Adviento y Navidad (v.). De las Galias o de África la
fiesta de la E. pasó a las liturgias romana e hispánica. Seguramente al
principio el contenido de la E. occidental implicaba la «memoria» de los
hechos de la adoración de los magos, del bautismo de Jesús y de las bodas
de Caná. Particularmente la liturgia galicana desarrolló el tema de las
«manifestaciones» de Jesucristo: entre las lecturas de la Misa notamos las
alusivas a los milagros de las curaciones y de la multiplicación de los
panes, que hacían «glorificar» a Dios. Las otras liturgias, fuera de la
romana, dependen más claramente de las orientales.
La iglesia romana, que celebraba al inicio en la fiesta de Navidad
también la «memoria» de la adoración de los magos, trasladó esta
conmemoración a su liturgia de la Epifanía. Los textos escogidos para este
día toman el hecho de la adoración de los magos como punto principal de
referencia y lo desarrollan bajo el signo de la «iluminación»: la estrella
que conduce a los magos es el mismo Jesucristo, la luz increada que
ilumina todos los hombres y los transforma; los magos volverÉ.n a su
tierra por otro camino, después de ser transformados por el contacto con
Jesucristo. Que esta luz, pide la Iglesia a Dios, la conduzca hasta la
contemplación definitiva de su gloria (colecta de la Misa). La primera
lectura (Is 60,1-6) habla de la luz redentora que iluminará a todos los
pueblos de la tierra. Con esta profecía se entra en otro aspecto
importante de la; celebración de la E.: es el día en que aparece la
manifestación de Jesucristo al mundo, completando así su primera
manifestación al pueblo de Israel (Navidad), el día en que los gentiles
son llamados a formar parte de la Iglesia, como lo ve cumplido S. Pablo en
la segunda lectura de la Misa.
Resumiendo el sentido que tiene la E., el prefacio actual de la
Misa, redactado con elementos de los Sacramentarios Veronese y Gelasiano
antiguo, canta: «Porque en Cristo has revelado hoy el mismo misterio de
nuestra salvación para iluminar a las naciones, y, al aparecer revestido
de nuestra carne mortal, nos has rebosado con la luz de tu inmortalidad».
En el gesto de ofrecer sus dones, los magos prefiguran que todos los
pueblos ofrecerán Jesucristo mismo (secreta de la Misa). La poscomunión,
compuesta con elementos del Sacramentario Gelasiano y otros de nueva
creación, pide para que el misterio en que se ha participado lo veamos
siempre con mirada pura y digno afecto.
A pesar de ser muy preciso el tema de la E. romana, han quedado en
ella elementos de las dos otras «memorias», que sintetiza admirablemente
la antífona del Benedictus en el oficio del día: «Hoy la Iglesia se une a
su Esposo celestial, porque en el Jordán Cristo lavó sus pecados: los
magos corren con sus presentes a las bodas, y los convidados se alegran
viendo el agua convertida en vino». Actualmente la fiesta del Bautismo de
Cristo tiene lugar el domingo siguiente a la solemnidad de la Epifanía. V.
t.: NAVIDAD.
BIBL.: B. BOTTE, Los orígenes de
la Navidad y de la Epifanía, Madrid 1964; J. LEMARIP., La manifestación
del Señor. La liturgia de Navidad y de Epifanía, Salamanca 1966; ÍD, Le
Baptême du Seigneur dans le Jourdain d'après les textes scripturaires en
usage dans les Églises d'Orient et d'Occident, «La Maison-Dieu» 59 (1959)
85-103; O. CASEL, Misterio de lo venidero, Adviento-Navidad-Epifanía,
Madrid 1963; Asambleas del Señor: Fiesta de la Epifanía, Madrid 1963; TH.
MAERTENS, J. FRISQUE, Nueva guía de la asamblea, I, Madrid 1970, 260-274.
V. t. en la bibl. del art. AÑO LITÚRGICO lo correspondiente a Epifanía.
A. ARGEMÍ ROCA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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