Vida. Obispo de Aquileia, fue una de las personalidades más sobresalientes
de esta importante iglesia durante los s. IV y V. Nada conocemos acerca de
su nacimiento; sabemos que perteneció al clero de Aquileia durante el
episcopado de Valeriano en aquella sede (360388). En el a. 381 C. tomó
parte, con su obispo, en el conc. De Aquileia y, aunque sólo era
presbítero, actuó en él dos veces para argumentar contra el obispo arriano
Palladio. Intimó profundamente con S. Jerónimo (v.), durante la estancia
de éste en la ciudad (370373); en este periodo de tiempo mantuvo asimismo
óptimas relaciones con Rufino. Muerto Valeriano (388), fue elegido C. para
sucederle en la sede episcopal, recibiendo la consagración de manos de S.
Ambrosio, con el cual estuvo siempre en íntima relación. M., siendo obispo
de Aquileia, ca. 407408.
Durante los casi 20 años de su episcopado, C. tomó parte activa en
todas las cuestiones que se agitaron en la Iglesia; se mantuvo en
correspondencia epistolar con los obispos más significados de su tiempo;
exhortó a los amigos, ayudándoles incluso con medios financieros, al
estudio y comentario de la S. E., y él mismo hizo labor de exegeta y de
escritor.
En la controversia entre S. Jerónimo y Rufino, ambos amigos
personales de él, hizo de intermediario, tratando de calmar los ánimos.
Prueba de la amistad y del respeto que les merecía a ambos, es el hecho de
que S. Jerónimo, que lo estimaba tanto que llegó a llamarle «el más santo
y docto de los obispos», le dedicó varios de sus comentarios en la S. E.,
mientras que Rufino, acogido benignamente entre el clero de Aquileia
cuando hubo de dejar Roma (399), tradujo al latín, a ruegos de C., la
Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, dedicando a su «venerable
padre» otras de sus traducciones. C. se declaró también defensor de la
causa de S. Juan Crisóstomo.
Testimonio de la estima de que gozaba el obispo C. lo dan las cartas
que recibió de S. Ambrosio, de S. Juan Crisóstomo, del papa Inocencio I y
del emperador Honorio.
Obra. De los escritos de C. han llegado hasta nosotros 18 homilías,
de las cuales una constituye el famoso Sermón sobre las bienaventuranzas,
predicado un día de gran mercado en la ciudad. Las 17 restantes son
Tractatus sobre el Evangelio de S. Mateo, que dan la sensación de formar
parte de un comentario general a dicho Evangelio (PL XX,323368). Pietro de
Puniet le atribuye, y parece que con buena razón, una de las tres homilías
que se conservan en el Sacramentario Gelasiano (v. LIBROS LITúRGICOS),
precisamente la que trata sobre la traditio del Pater Noster en los
escrutinios que se hacía a los catecúmenos previamente a la administración
solemne del Bautismo (PL LXXIV,10911093). Las cartas auténticas de C. se
han perdido; hay que juzgar, por tanto, como apócrifas las cartas de C. y
Eliodoro a Jerónimo y las respuestas de éste (PL XX,369376).
C. fue un personaje influyente en su tiempo, como lo proclama la
carta que le dirigió S. Juan Crisóstomo, en la cual escribe que «el sonido
penetrante de la trompeta de Cromacio, después de resonar por todo el
Occidente, llegó hasta los extremos de la tierra» (PG LlI, 702703). En
cuanto a su estilo, Bardenhewer escribe que las homilías de C. son
sencillas, pero cultas y cálidas de fervor. Hermoso y lleno de atractivo
resulta, sobre todos, el Sermón sobre las bienaventuranzas. Fontanini
juzga así el estilo de C.: llano, apropiado, igual, armonioso y jamás
vulgar: como corresponde precisamente a un obispo que habla a su pueblo.
Como bien apunta Bardy, la obra de C. merecería la pena de un nuevo y más
profundo estudio.
BIBL.: Corpus Christianorum,
Series Latina, IX, Turnholt 1957, 371447; G. BARDY, Chromatius, «Catholicisme»
II (1949) 1097; I. DANIELE, Cromazio, en Bibl. Sanct. 4,373375; G.
FONTANINI, Historia litteraria Aquileiensis, Roma 1742, 375408; O.
BARDENHEWER, Geschichte der altkirchliche Literatur, III Friburgo en
Breslau 1923, 548549.
S. AZNAR TELLO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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