Soldado mártir en Licia durante la persecución de Decio. Una literatura
fantástica, centrada en la interpretación del nombre (portador de Cristo),
contribuyó a hacer popularísimo su culto en la Edad Media. Aun no
poseyendo fuentes históricas contemporáneas, las dudas adelantadas por
algún crítico sobre la existencia del mártir resultan inconsistentes. El
culto en Oriente está atestiguado con seguridad en el s. V, como demuestra
una inscripción descubierta en HaidarPacha (Nicomedia), en la que se
afirma que en el 452 el obispo Eulalio dedicó una basílica a C. En el 536
existía un monasterio consagrado al mártir en los alrededores de
Constantinopla. De Oriente el culto pasó a Occidente: San Gregorio Magno
cita un monasterio dedicado al santo en Sicilia, cerca de Taormina. El
Martirologio Jeronimiano le conmemora el 25 de julio como mártir de la
ciudad de Samón (hasta ahora no identificada) en Licia. Las primeras
narraciones legendarias latinas se remontan al s. VIII, pero su fama en
Occidente comenzó a divulgarse en el s. X, alcanzando la cima después del
XIII, como consecuencia de la narración legendaria de Jacobo de Varagine
en su Legenda Aurea. Capillas, iglesias, monasterios fueron dedicados en
su honor en Dalmacia, Austria, Italia, Francia, Portugal y España, donde
su culto, llegado a ser muy popular, está ya testimoniado en el siglo IX
(monasterio con reliquias del santo en los alrededores de Córdoba).
En muchas regiones se acostumbró pintar una gigantesca efigie de C.
sobre las fachadas de las iglesias, en las puertas de las ciudades y en
los edificios bien visibles a lo largo de los caminos, a fin de que los
peregrinos o los viandantes, divisándolo desde lejos, invocasen su
protección. Era corriente esta invocación: «Christophori sancti speciem
quicumque tuetur/ista nempe die non morte mala morietur». En el s. XVI,
bien por obra de los protestantes, bien por el Concilio de Trento, su
culto sufrió una notable decadencia; se recobra en el s. xx, habiendo
llegado a ser protector de los automovilistas. En la Edad Media varias
castas y corporaciones le eligieron como patrón: los atletas, los
peregrinos, los viandantes, los arcabuceros, los mozos de cuerda, los
vendedores de frutas, los jardineros. Durante las pestes fue invocado
junto a San Antonio, San Roque, San Sebastián. Las narraciones
legendarias, cuyo conocimiento es necesario para interpretar su
iconografía, presentan características diferentes en Oriente y en
Occidente. Según los Sinaxarios orientales Réprobo (tal es el nombre
original de C.) n. en una primitiva tribu de antropófagos; aun teniendo un
aspecto de «cabeza de perro» demostraba energía y vigor inhabituales.
Incorporado al ejército imperial, se convirtió al cristianismo, y
recibido el bautismo de San Bábila de Antioquía, comenzó a anunéiar a
Cristo entre sus compañeros de ejército. Denunciado y llevado ante un
tribunal, fue condenado a muerte por decapitación, después de haber sido
sometido a varios suplicios. La leyenda occidental le describe como un
joven gigante deseoso de servir al señor más poderoso. Después de haber
prestado servicio a varios reyes, aprendió del demonio que Cristo era el
más fuerte de todos. De la escuela de un ermitaño aprendió que la virtud
más excelsa era la caridad: la ejercitó transportando a los viajeros sobre
el río junto al cual había construido su celda. Una noche un gracioso
joven le rogó le trasladara a la otra orilla: el santo se le puso sobre
las espaldas, pero introducido en el agua, el peso del muchacho aumentó
tanto que a duras penas, con la ayuda de un largo bastón, pudo ganar la
ribera. El muchacho se reveló como Cristo y le anunció el martirio. C.,
recibido el bautismo, se marchó a Licia, donde fue martirizado cruelmente
por haber predicado el Evangelio.
Cómo han surgido estas leyendas es un problema todavía sin resolver.
Algunos sostienen que C. es la cristianización de leyendas o mitos
paganos, como el del dios egipcio Anubis (cabeza de perro) o del gigante
griego Hércules; otros, sin embargo, consideran que o el nombre mismo de
C. (portador de Cristo) es el origen de las narraciones occidentales, o
bien las representaciones iconográficas han creado la graciosa leyenda del
gigante portador de Cristo. Muchísimas son las representaciones populares
y artísticas. Varían de época a época: la más común es la del santo (a
menudo barbudo) que lleva sobre las espaldas a Jesús niño, y se ayuda o se
apoya en un bastón florecido de ramas, atravesando un río.
BIBL.: Acta Sanct., julio VI,
París 1868, 125149; Bibliotheca Hagiographica Graeca, 308311; Bibliotheca
Hagiographica Latina, 17641780; Bibliotheca Hagiographica Orientalis,
190192; H. F. ROSENFELD, Der hl. Cristophorus, seine Verehrung und seine
Legende, Leipzig 1937; P. M. CASCON, S. Cristóbal, Santander 1952; L. REAU,
Iconographie de 1'art chrétienne, III, París 1958, 304313; M. J. KUNSZMANN,
Hol über, Leben, Bild und Kunst des hl. Cristophorus, Ettal 1962; G. D.
GORDINIA. CARDINALI, Cristoloro di Licia, en Bibl. Sanct., 4,349364.
GIAN DOMENICO GORDINI.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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