Para que la política crediticia tenga un verdadero sentido social hace
falta que lo sean sus fines y su estructura y, sobre todo, que tenga
también sentido social la política económica general, ya que la política
crediticia no es más que una parte de ésta. En la doctrina pontificia se
encuentran referencias a los fines de la política crediticia, aun sin
nombrarla. No ocurre lo mismo en cuanto a su estructura (coste de los c.,
plazos, garantías, instituciones que los conceden, destinatarios) debido,
más que nada, a la naturaleza puramente técnica de ésta cuestión que, sin
embargo, debe ser adaptada a los fines, ya que podría darse el caso, más
frecuente de lo que a primera vista parece, de que no puedan alcanzarse
los objetivos debido a una deficiente estructura del sistema.
Contemplando esta faceta del problema, puede ocurrir que los
volúmenes de c. a conceder y los costes y plazos a que deban ser
entregados, siempre de acuerdo con la finalidad que se pretende y las
posibilidades de los beneficiarios, no sean interesantes como inversión
para los poseedores del dinero, siendo necesario, por tanto, una decidida
reglamentación por parte del Estado, bien obligando a determinadas
instituciones a conceder tales c., según una proporción determinada
(concediendo compensaciones fiscales o de otro tipo) o bien encauzando
esta clase de operaciones a través de organismos oficiales. De todas
maneras conviene no olvidar que la política crediticia, social o no, tiene
unos claros límites marcados por las posibilidades económicas del país, es
decir, no se puede, bajo pretextos sociales, lanzar al país a una
inflación incontrolada. En el ámbito internacional parece lo más
aconsejable que los c. se concedan a través de organismos supranacionales
especializados para, con ello, asegurar al máximo que dichas operaciones
no lleven implícitas vinculaciones intolerables.
Estudiando cuidadosamente los documentos pontificios, sobre todo las
enc. Mater et Magistra y Populorum progressio, aparecen claros explícita e
implícitamente los principios a aplicar en la política crediticia. Más
vertida la primera hacia las personas físicas y a la parte privada, se dan
en ella orientaciones concretas para ser aplicadas a la empresa artesana y
a la cooperativa (n° 8590), llegándose a la máxima concreción al examinar
la problemática de la empresa agrícola donde se dice (n° 134): «Los
propietarios del capital prefieren colocarlo en otros negocios antes que
en la agricultura. ... Los agricultores no pueden pagar intereses
elevados. Más aún, ni siquiera pueden pagar, por lo regular, los intereses
normales del mercado para procurarse los capitales que necesitan el
desarrollo y funcionamiento normal de sus empresas. Se precisa, por tanto,
por razones de bien común, establecer una particular política crediticia
para la agricultura y crear instituciones de crédito que aseguren a los
agricultores los capitales a un tipo de interés asequible».
El c. puede ser utilizado para el desarrollo del individuo y en la
misma Mater et Magistra (n° 115), aun sin nombrarlo, se dice: «Hoy, más
que nunca, hay que defender la necesidad de difundir la propiedad
privada... Por lo cual, con el uso prudente de los recursos técnicos que
la experiencia aconseje, no resultará difícil realizar una política
económica y social que facilite y amplíe lo más posible el acceso a la
propiedad privada de los siguientes bienes: bienes de consumo duradero;
vivienda; pequeña propiedad agraria; utillaje necesario para la empresa
artesana y para la empresa agrícola familir; acciones de empresas grandes
o medianas...». En la Populorum progressio, después de recomendar la
creación de un Fondo mundial, se insiste en la necesidad de un diálogo (n°
54) entre quienes aportan los medios y se benefician de ellos de acuerdo
con las necesidades reales y las posibilidades de empleo, ya que «con ello
los países en vía de desarrollo no correrán en adelante el riesgo de estar
abrumados de deudas, cuya satisfacción absorbe la mayor parte de sus
beneficios. Las tasas de interés y la duración de los préstamos deberán
disponerse de manera soportable para los unos y para los otros...
equilibrando las ayudas gratuitas, los préstamos sin interés, o con un
interés mínimo, y la duración de las amortizaciones».
V. t.: CAPITAL II; USURA II. BIBL.:
V. la de CONSUMO II.
V. YSERN DE ARCE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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