La evangelización comenzó a principios del s. XVI; pero más que el
resultado de la cristianización de las tribus indias, escasísimas hoy día,
C. R. es producto del asentamiento en sus mesetas centrales, o sabanas, de
una población española,que ha crecido en todos los órdenes desde la
independencia. Dependió de la diócesis de León de Nicaragua, de las
Audiencias de Guatemala y Panamá, y de la capitanía general de Guatemala.
Población estacionaria en dos siglos, no podía ser una gran misión.
Comenzó a desarrollarse a mediados del s. XVIII. El P. Juan de Estrada
acompañó al conquistador Juan de Cavallón en 1560. Juan Vázquez de
Coronado empleó, desde 1561, la persuasión, los regalos, la benevolencia y
los buenos modos, más que la espada, con excelentes resultados. Misioneros
franciscanos comenzaron sus tareas apostólicas en 1550 con fray Pedro de
Betanzos, fray Lorenzo de Bienvenida y otros. En 1564 proseguían su obra
con ardor, creando varios puestos en la meseta central. Hacia 1575 se
fundó la provincia franciscana de San Jorge, con Nicaragua, Honduras y C.
R. En 1575 se calculaban los bautizados en 1.500.
Durante todo el periodo colonial figuró como centro principal la
ciudad de Cartago, luego castigada con terremotos y suplantada por San
José. Fray Melchor López de Jesús, compañero de misiones del P. Margil de
Jesús hasta su muerte en Tegucigalpa en 1698, escribió una Relación de la
conversión a la fe de los indios de Talamanca (1690). Fray Pedro de
Rebullida fundó Térraba en 1700. No todo fue fácil: hubo choques con los
indios de la sierra de Térraba, de 1707 a 1712, acreditando su fama de
inhóspita para misioneros y soldados hasta mucho después. C. R. sufrió la
inestabilidad general de aquellas costas del Caribe a causa de las
incursiones de los corsarios, piratas, bucaneros, etc., que a veces
lograron introducirse en el interior. Generalmente protestantes, impedían
la consolidación de los puertos y ciudades de la costa, cuyo retraso se
aprecia aún hoy día, aunque también influyera el clima tropical.
Trabajaron también en C. R. los agustinos recoletos, especialmente en
Cartago, donde conocieron también las dificultades experimentadas en otras
partes de América y Filipinas para instalarse como tales. Tampoco contaron
con iglesia y convento propio hasta 1769. Pertenecían a la famosa
provincia de la Candelaria, de la que dependía la fundación de Cartago.
En conjunto hubo buenos gobernadores en el s. XVIII, y aquel puñado
de españoles se desarrolló y prosperó, salvando el punto muerto en el que
que se debatía hasta entonces, con sus enemigos del interior y del
exterior. Los negros y mulatos de la costa atlántica provienen en su mayor
parte de las antiguas Antillas británicas, JaInaica sobre todo,
introducidos con frecuencia en forma ilegal o durante las incursiones de
los corsarios por el río San Juan y otros cursos fluviales. Al comenzar el
s. XIX, C. R. era un país atrasado y pobre, con poquísima industria y
escaso comercio exterior, sin obispado ni centros de religión y cultura en
general. Tampoco había propiamente médicos ni farmacias, ni construcciones
monumentales en iglesias, conventos o fortificaciones. En la Federación
Centroamericana (182340) de los comienzos independientes, fue tratada con
deferencia y eximida de algunas cargas en atención a estos motivos. Pero
pronto comenzó a superar estas dificultades y fue considerada como modelo
en muchos aspectos por sus vecinos del istmo. Al principio de la
independencia, conseguida sin lucha especial con España, el Congreso de C.
R. trató de imitar el ejemplo de El Salvador, donde el párroco José Matías
Delgado se hizo elegir obispo del nuevo Estado por su Congreso local,
originando un pequeño cisma. C. R. trató por unos momentos de hacer gala
de espíritu emprendedor, decretando la creación de una diócesis
independiente de la de León de Nicaragua, proponiendo como primer obispo
propio a fray Luis García el 29 sept. 1825, pero éste se negó a aceptar
aquella propuesta cismática. Durante la discusión de este asunto se hizo
patente la extensión de los principios regalistas y febronianos entre los
juristas.
Durante la Federación de Centroamérica se manifestó muy pronto la
tendencia antieclesiástica y anticatólica de bastantes diputados y
gobernantes, con expulsiones del arzobispo de Guatemala y de muchos
eclesiásticos y religiosos, confiscación de sus bienes, secularización de
órdenes religiosas y otras medidas vejatorias. Se reconoció también que el
patronato real de los Reyes de España pasaba a los nuevos Estados (1831).
Pero C. R. no aplicó aquellas leyes, manteniéndose un poco al margen de la
Federación hasta su independencia total. Se hicieron gestiones para buscar
acuerdo con la Santa Sede, y, apartados los obstáculos interpuestos por
España, se llegó a tenerlo.
Se creó la diócesis de San José de C. R. el 28 feb. 1850, que dio
unidad a la administración espiritual de C. R. El 7 oct. 1852 se firmó el
Concordato, reconociendo a la religión católica como la oficial, con
apoyos para el sostenimiento de la enseñanza católica. Entraron algunos
religiosos, como la Congregación de la Misión, o lazaristas, y en 1875,
con ciertas precauciones, los jesuitas, que abrieron un colegio en
Cartago, con gran éxito. Había además tres comunidades femeninas. Era todo
el ejército de religiosos, favorecidos por el presidente Guardia. Los
lazaristas o paúles alemanes iniciaron misiones entre los acatólicos,
preparando la erección del actual vicariato apostólico de Limón. A pesar
de la expulsión del obispo, mons. Bernardo Thiel, paúl, y de los jesuitas
en julio de 1884, por la presión de los Estados vecinos del istmo y de las
logias, de declararse insubsistente el Concordato (28 jul. 1884) y de las
medidas anticatólicas adoptadas a continuación, las cosas se fueron luego
serenando, se admitieron más religiosos y se ha llegado a los gobiernos de
clara orientación católica de los últimos decenios.
Organización. El primer obispo de San José fue mons. Anselmo
Llorente y Lafuente, consagrado en Guatemala. Hizo su entrada en San José
en 1852. Le sucedió en 1880 el fervoroso paúl, mons. Bernard Thiel. La
diócesis de San José fue elevada a sede arzobispal y metropolitana el 16
feb. 1921, dándole como sufragáneas la sede entonces erigida de Alajuela y
el vicariato apostólico de Limón. El 19 ag. 1954 se erigió la diócesis de
San Isidro del General, con la sección oriental pacífica, y el 22 jul.
1961, la de Tilarán, con la provincia de Guanacaste y parte de Puntarenas
y Alajuela. Los paúles alemanes siguen con el vicariato apostólico de
Limón.
Relaciones entre la Iglesia y el Estado. En el Concordato de 1852 se
reconoce como oficial a la Iglesia Católica; se vuelve a dar libertad de
cultos en la Constitución de 1949; se ayuda algo a la enseñanza privada,
pero se admite el divorcio, etc. Los últimos presidentes se muestran muy
católicos en programas y en hechos. En 1908 se restablece la delegación
apostólica, luego nunciatura.
Estadísticas religiosas. 95% de católicos; 366 sacerdotes, 817
religiosas en 74 comunidades, 57 colegios y escuelas con 10.452 alumnos.
Protestantes: 12.019 fieles y 22.902 comunicantes en 1962, 160 ministros.
Pocos indios infieles.
Situación actual. Buena; aumento de clero, religiosos, asociaciones
católicas, entidades sociales, medios de comunicación social. Hay
infiltraciones marxistas, protestantes, masónicas. Impresionantes misiones
populares hace 10 años. El Gobierno se inspira en la doctrina social de la
Iglesia. Construcción de iglesias, escuelas y centros benéficos en
aumento. Cierta libertad de enseñanza.
BIBL.: L. F. GUARDIA, Historia de
Costa Rica, San José 1938; A. y BoT LEEN, La Iglesia y los eclesiásticos
españoles en la empresa de Indias, en Historia de América y de los pueblos
americanos, 17, dir. A. BALLESTEROS, Barcelona 1962; R. PÉREZ, La Compañía
de Jesús en Colombia y CentroAmérica después de su restauración, III,
Valladolid 189698.
LEÓN LOPETEGUI.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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