Es la parte de la Filosofía de la naturaleza o cosmología (v.) que estudia
los problemas referentes al modo en que se ha originado el universo. Las
cuestiones cosmogónicas pueden considerarse desde tres puntos de vista
distintos: 1) aspecto religioso, en el que se incluye desde las antiguas
mitologías hasta la dogmática de las religiones actuales sobre este
problema; 2) aspecto científico, que corresponde a las ciencias positivas,
las cuales han esbozado diversas teorías, en especial a partir del s. XIX,
intentando explicar el cómo y el cuándo de la aparición del universo; 3)
aspecto filosófico, que también aspira a resolver los dos problemas
aludidos con que se enfrentan las ciencias positivas, pero con un
tratamiento y enfoque distintos. El filósofo intenta hallar la última
razón explicativa del origen del mundo; el científico, pasando por alto
esa última razón, se plantea el interrogante del proceso concreto y
singular en que se engendró el mundo y del instante en que tal generación
se dio.
Desde una consideración filosófica, la problemática referente a la
c. se ha solucionado mediante una de las tres tesis siguientes: 1) El
universo es eterno, sin que deba su ser a ningún principio distinto de él
mismo. 2) El universo procede por emanación de la Divinidad, siendo una
manifestación de la sustancia divina. 3) El universo ha sido creado por
Dios, ex nihilo su¡ el ex nihilo subiecti.
La afirmación de que el universo es eterno implica, como
característica fundamental, la negación del mundo, en cuanto totalidad,
como ser contingente (v. CONTINGENCIA). Es la única postura defendible
para aquellas doctrinas que, o bien no aceptan la existencia de Dios, caso
del ateísmo moderno, o bien admiten la existencia de un dios con atributos
inadecuados al concepto de Divinidad, caso del pensamiento pagano que no
llegó, incluso en sus filósofos de más relieve, a la noción de creación
(v.). La materia se presenta en estas concepciones sin límites temporales,
sin principio ni fin; en cierto modo, la eternidad de la materia, en
estado más o menos caótico es un postulado; el problema se reduce entonces
a intentar explicar cómo, partiendo de ese caos primordial, se van
engendrando singularmente los diferentes cuerpos integrantes del universo.
Tal es la tesis de los antiguos presocráticos (v.), de Platón con su
Demiurgo y de Aristóteles, si bien en el caso de este último, conforme a
la autorizada opinión de Manser, su doctrina lleva, como consecuencia
necesaria de la teoría de la potencia y el acto, a la noción de creación,
aunque el propio Aristóteles no dedujera esta consecuencia (v. t.
DUALISMO).
La segunda tesis explica el origen y la formación del universo en
cuanto que es una manifestación de la sustancia divina. Se introduce ya el
concepto de Dios, pero no el atributo de la creación. Tesis de profunda
raíz panteísta (v. PANTENMO), suele adoptar la forma de un emanatismo
(v.), según el cual el mundo procede de la misma sustancia de Dios sin
detrimento de ella, como la luz mana del Sol o el arroyo del manantial.
Entre las diversas teorías emanatistas destaca la de Plotino (v.), que ha
sido arquetipo para todas las demás.
La tercera tesis, introduciendo en el campo de la filosofía la
noción de creación, propia del cristianismo, afirma que el mundo no es un
ser necesario, sino contingente, lo que supone que ha recibido el ser de
Dios. Es la Divinidad la que, sin usar de su misma sustancia ni de una
materia preexistente, da el ser en el acto creador al universo. Una vez
establecido esto, la cuestión de si el acto creador tuvo lugar ab aeterno
o no, ha tenido distintas soluciones. Así, S. Buenaventura sostiene que la
razón puede demostrar la imposibilidad de la creación ab aeterno. S. Tomás
de Aquino mantiene que, sobre bases estrictamente racionales, no se puede
demostrar rigurosamente ni una tesis ni la otra, por lo que como ejercicio
meramente dialéctico se podría mantener la afirmación de la creación ab
aeterno, si bien la fe cristiana establece que la tesis verdadera es la
segunda (Sum. Th. 1 q46 al). No se trata de contradicción entre fe y
razón, sino de una tesis afirmada por la fe y que la razón, por sus
limitaciones, no puede demostrar frente a la tesis contraria (V.
CREACIÓN).
BIBL.: A. D. SERTILLANGES, Las
grandes tesis de la filosofía tomista, Buenos Aires 1948, 93134; G. M.
MANSER, La esencia del tomismo, 2 ed. Madrid 1953, 633678; J. TROUILLARD,
La procession plotinienne, París 1955.
J. BARRIO GUTIÉRREZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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