Llama la atención que la espiritualidad cartujana alcance el honor de los
altares, con la santidad de su fundador, Bruno de Colonia, más cuatro
obispos y un cardenal. Porque la Cartuja se funda en la Iglesia, para
conjugar la vida eremítica con la cenobítica, en la contemplación, la
penitencia y el silencio: un silencio riguroso, hecho sólo para cantar las
alabanzas del Altísimo. ¿Cómo, entonces, son sus santos, hombres
entregados a la acción pastoral, que comporta el buen gobierno de las
diócesis? Hay dos razones: a lo largo de la Edad Media, cuando esta
santidad florece, las ciencias eclesiásticas y la devoción y pureza de
vida se habían refugiado entre los monjes. Y otra, que la vida activa,
para fructificar, necesita de los cimientos fuertes de una vida interior,
orante y penitente. Así, estos santos que vamos a presentar se santifican
en el pastoreo de sus rediles; pero nunca dejan de ser, en el espíritu, en
la norma de vida y aun en el hábito, monjes c.
San Bruno de Colonia. Fundador de la Orden (v. I) «nunca reformada,
porque nunca deformada». Llamado, por los dones de su sabiduría y consejo,
«Luz de la Iglesia» y «ornamento de su siglo». Para conocer el desarrollo
de su vida y actividad, v. BRUNO, SAN.
San Antelmo. Obispo de Belley. El Martirologio Romano celebra su
fiesta el 26 de junio. Fueron sus padres, los nobles señores de Chignin,
en cuyo castillo feudal de Saboya nace ca. el 1107. Dedicado al servicio
eclesiástico, fue Dignidad de los cabildos de Grenoble y de Belley, con
grandes rentas y posesiones. Disgustado del mundo, ingresó y profesó en la
Gran Cartuja, en 1136. Tres años más tarde es elegido prior, por su
fidelidad a las Reglas y su vida santificada. El papa Alejandro II le
consagró obispo de Belley el 8 nov. 1163. Reformó el clero y fue padre de
los pobres y necesitados. Murió santamente en Belley el 26 jun. 1178. Ante
la multitud de los milagros que se obraban en su tumba, la voz del Pueblo,
norma entonces para las canonizaciones, le elevó a los altares. La Sede
Apostólica nada ha opuesto en contra; después de repetidos expurgos, su
nombre sigue figurando en el Martirologio. El hecho capital de su vida
reside en haber presidido, en 1142, un Capítulo General de la Orden, donde
todos los c. se unieron, quedando entonces realmente constituida la Orden
Cartujana, quien le considera su primer general.
San Hugo. Obispo de Lincoln. Su fiesta litúrgica en el Martirologio
es el 17 de noviembre. Nace en el castillo de Avalon, entre 1135 y 1140,
noble descendiente de la casa de Borgoña. Acompaña a su padre, viudo, al
convento de Canónigos Regulares de Villard-Benoit, donde a los 15 años
también él hace los votos religiosos. Con ansias de vida más perfecta,
pasa a la Cartuja. A la edad de 30 años es ordenado sacerdote, y en 1173
nombrado procurador. El rey Enrique II de Inglaterra, enterado de la
santidad de su vida, le reclama para regir la cartuja de Witham, que él
mismo había erigido. Asombra que un extranjero, a los seis años de
residencia, sea consagrado obispo de Lincoln el 21 sept. 1163. Defendió
con valentía los derechos de la Iglesia, frente a las intromisiones de
tres reyes, que él conoció, siendo llamado Martillo de reyes. Alternaba
sus quehaceres pastorales con la vida retirada de la cartuja de Witham.
Murió en Londres, camino de Lincoln, el 16 nov. 1200. Ante la fama de
santidad y de sus milagros el papa Honorio III le canonizó el 17 feb.
1220.
San Artoldo. Obispo de Belley. N. en 1101, en el castillo de
Sothonod, en las montañas francesas de Valromey. Renuncia a las
fastuosidades de la corte de Amadeo II de Saboya, donde se educaba. A los
20 años ingresa en la Cartuja. Hace la fundación de Valromey, y 10 años
más tarde se traslada a Arvieres, hasta los 83 años, en que es elegido
obispo de Belley, en 1184, a pesar de su edad avanzada. Después de regir
santa y sabiamente la diócesis, se retira a la cartuja de Arvieres, donde
muere a los 105 años, orlado de grandes virtudes. Gregorio XVI, por un
Breve de 1834 extiende su culto de santo a toda la diócesis de Belley.
San Esteban. Obispo de Dió o Dié. Hijo de los nobles señores de
Chatillon, del antiguo condado de Brescia, n. en Lyon, ca. 1150. Ingresa
en la Cartuja a los 26 años; es elevado a prior, por su pureza y vida
penitente. En 1203 se le nombra obispo de Dió, en el Delfinado. M. el 7
sept. 1208. Ante los prodigios, entre los que se hablaba de doce
resurrecciones, muchos obispos piden a Gregorio IX su canonización. En
1157, los hugonotes queman su cuerpo incorrupto y los Procesos. ¿Fue
realmente canonizado? Su Orden celebra la fiesta, por concesión de la Sede
Apostólica, en un Breve de 10 sept. 1857. Aparece inscrito en Acta Sancl.
y en los Martirologios de Ferrario, el Germánico de Canisio y el Galicano.
B. Nicolás Albergati. Extraordinaria figura de la Iglesia de su
tiempo. N. en Bolonia en 1375. Ingresa en la Cartuja de su ciudad, a los
20 años, después de concluir sus estudios de Derecho. Obispo de Bolonia en
1417. Martín V le eleva a la Púrpura, con el título de cardenal de Santa
Cruz. Se le llama el Cardenal de la Paz por sus pacificadoras misiones
pontificales en toda Europa. Preside el XVII Concilio Ecuménico celebrado
en Constanza (v.). M. el 8 mayo 1443. El papa Benedicto XIV le beatifica
el 25 sept. 1744.
BIBL.: 1. ALFAURA, Vida del
Patriarca San Bruno y Principios ae su Religión, Valencia 1671; 1. DE
MADARIAGA, Vida del Seráfico Padre San Bruno y origen y costumbres de su
Santa Religión, Valencia 1596; 1. 1. VALENTÍ, San Bruno y la Orden de la
Cartuja, Valencia 1899.
F. YZURDIAGA ZARCA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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