Cartago cristiana. Los orígenes de la Iglesia de C., como los de la
Iglesia de África, son bastante oscuros. La tradición legendaria de una
predicación directa de S. Pedro (v.) y su discípulo S. Crescencio, aparece
tardíamente en cronistas o anónimos bizantinos o de época árabe, pero no
carece de fundamento. De las Iglesias orientales, Alejandría, Siria, Asia
Menor, llegaron sin duda los primeros gérmenes del Evangélio a las
sinagogas de C. y de otras ciudades marítimas por obra de los discípulos
de los apóstoles. Así lo indica S. Gregorio Magno (epístola 1,77, en PL
77,531), y sobre todo S. Agustín (ep. 43,7, en PL 33,163; ep. 52,2, en PL
33,194). Confirman esta tradición las concomitancias con las liturgias de
Asia Menor, la práctica de rebautizar a los herejes, como en Capadocia (ep.
75 de S. Cipriano), etc. Con todo, la evangelización sistemática y la
organización eclesial le vino de la Iglesia de Roma. C. era por su
importancia la tercera ciudad del Imperio, y tuvo que atraer la atención
del Obispo de Roma, la sede apostólica más próxima a ella. Así se explican
las múltiples analogías de la liturgia africana con la romana; que
Inocencio I afirmara (ep. 25,2) que C., como Italia, Galia y España, había
sido evangelizada por misiones de Roma, y que Tertuliano (De
praescriptione hac reticorum, 36,2) reconociera a la sede de Roma una
autoridad doctrinal. Esta cristianización debió darse ya desde época
apostólica, pues tal parece postular el desarrollo y organización que
ofrece la Iglesia de C. en el s. II.
El primer documento del cristianismo africano es el Acta martirial
de los 12 scilitanos del 180. El primer obispo citado es Agripino de C.,
que preside la sede a fines del s. II y principios del S. III. Este
ejerció ya cierta primacía sobre las Iglesias del África proconsular y de
Numidia, pues convocó en ella un sínodo (S. Cipriano, ep. 73,3), del que
se ignora la fecha. Pero la fuente más completa para esta época son los
escritos de Tertuliano (v.), que relató sus múltiples obras del 197 al
220, desde el Apologeticum al De Pudicitia, mostrando su adhesión al
montanismo (v. MONTANO Y MONTANISMO) desde el a. 213, en que escribe el De
Fuga. También puede atribuírsele la Passio de S. Perpetua y Felicidad,
martirizadas en C., hermosa pieza del martirologio cristiano. Del 248 al
258 aparece en la sede de C. Cipriano (v.), la figura episcopal más
brillante de su Iglesia (v. t. LAPSOS, CONTROVERSIA DE LOS; REBAUTIZANTES,
CONTROVERSIA DE LOS; NOVACIANO).
Después del obispo Mensurio, a principios del S. IV brotó el cisma
donatista (V. DONATO Y DONATISMO), existiendo a la vez un obispo católico
y otro donatista. La lucha de estos cismáticos perdura con intervención de
funcionarios imperiales hasta el gran concilio del 411, en que quedó
eliminado el donatismo por la acción del obispo de C. Aurelio (v.) y de su
amigo S. Agustín (v.). En el mismo concilio y en otros fue condenado
asimismo el pelagianismo (V. PELAGIO Y PELAGIANISMO). Especial importancia
tuvo el concilio del 418, que dedicó nueve canones a exponer la doctrina
católica sobre la gracia y condenar los errores pelagianos. Al concilio
del 419 se debe la colección canónica titulada Codex Canonum Ecclesiae
Africanae. Se celebraron, del S. IV al v, frecuentes concilios en C.,
pudiéndose contar 27 del 312 al 426 (Mansi, II,III,IV).
Con la invasión de los vándalos, (v.) arrianos de religión, a
principios del S. V, se renuevan las persecuciones y luchas contra los
católicos, que se exacerban con el rey Unerico. La sede de C., tras muchos
años de vacancia y destierros de sus obispos, reúne en 525 por su obispo
Bonifacio un concilio, que trae la paz a la Iglesia africana, y confirma
la supremacía de la silla cartaginesa. En el reinado de Ulderico los
bizantinos conquistan el África romana, y se reaviva la fe católica; pero
de nuevo se ve afligida C. por la cuestión de los Tres Capítulos (v.), en
la que sostiene una posición opuesta a Constantinopla, así, como a
consecuencia del Iudicatum del papa Vigilio, se opone a Roma. Después de
S. Gregorio Magno (v.) se va oscureciendo esta sede e Iglesia.
Hacia el fin del S. VIi llegan los árabes (v.) hasta el Atlántico y
conquistan C. en el 698. En este periodo va decayendo esta Iglesia y la de
África, a la vez que se despueblan regiones y ciudades. La sede de C. es
de las últimas en extinguirse, pero se desconoce su proceso de
debilitación. Del S. VIII quedan tres listas de obispos de C. (J. Mesnages,
Le christianisme en Afrique.... Argel 1915, 181-182; 184-187; 187-189).
Del s. XI se conocen dos cartas de León IX a varios obispos, donde se dice
que quedan en África cinco obispos. En 1073 escribe Gregorio VII algunas
cartas al obispo y fieles de C. -la última de 1076-, y éstos son los
últimos documentos que nos hablan de la gloriosa sede cartaginesa (cfr.
MGH, ep. Das Register Gregors VII, de E. Gaspar). En el s. XIII los
cristianos de Europa tratan de reconquistar para Cristo el África, ya por
medios bélicos -las cruzadas de S. Luis IX de Francia (v.)-, ya por medios
pacíficos -la penetración en plan de misión de los franciscanos y
dominicos.
Restauración de la Cartago cristiana. A fines del s. XII vuelve a la
vida la Iglesia de C., después del tratado del Bardo (12 mayo 1881), por
el que Túnez quedaba bajo el protectorado de Francia. León XIII, por la
bula Materna Ecclesiae caritas (10 nov. 1884), restableció la sede primada
de C. designando arzobispo al card. Lavigerie, que ya era arzobispo de
Argel y administrador apostólico de Túnez. Se levantó la nueva catedral en
la acrópolis antigua, dedicada a . S. Luis rey de Francia, y fue el centro
de la actividad católica francesa. Le siguieron en la sede mons. Combes,
mons. Lemaitre, mons. Gounod y mons. M. Perrin, consagrado en 1947. En
septiembre de 1964, nombrado arzobispo titular de Nova, regentó la
prelatura nullius de Túnez, cuya metrópoli es C., y en noviembre de 1965
le sucedió mons. Miguel Callens como arzobispo titular de Mossori. En 1964
la archidiócesis de Túnez contaba con unos 40.000 católicos entre
4.300.000 habitantes (Ann. Pont., 1963-66). Hoy C. es una pequeña ciudad,
como una zona residencial de Túnez, de 5.000 habitantes.
BIBL.: Además de las fuentes
citadas, pueden consultarse como más destacadas: Origen y época
precristiana : PAULYWISSOWA, Karthago en RE 10, 2. Época cristiana: A.
AUDOLLENT, Afrique chrétienne, en DHGE, I, 854-862, da toda la bibl. de
Cartago cristiana hasta 1911; 1. FERRON y G. LAPEYRE, Carthage, en DHGE,
XI, 1149-1233; P. ROMANELLI, Cartagine en Enciclopedia Cattolica, III,
Ciudad del Vaticano 1949, 942-956; P. MONCEAUx, Histoire littéraire de 1'Afrique
Chrétlenne, I, París 1963; A.-L. DELATTRE, L'épigraphie funéraire
chrétienne á Carthage, Túnez 1926; H. LECLERCQ, Carthage, en DACL, 2,
21902330.
I. CAMPOS RUIZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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