CARBONARIOS
Categoría: Historia
Los orígenes de la Carbonería,
creación a considerar como autóctona de Italia meridional, aunque
después llegara a ser también organización europea, son oscuros e
inciertos. Parece que su difusión, entre 1806 y 1811, en el reino de
Nápoles, deba atribuirse a algunos oficiales y funcionarios franceses e
italianos al servicio de José Bonaparte y de Murat, los cuales habían
formado parte de la secta de los Filadelfos, formada en los primeros
años del s. XII en el Franco Condado por exjacobinos y oficiales
subalternos fieles al ideal republicano. El ritual y el simbolismo de la
Carbonería tienen, además, muchos puntos de contacto con los de los
Charbonniers, especie de Compagnonnage de carboneros, leñadores,
cazadores y contrabandistas de la región del jura y desaparecidos en
seguida bajo la influencia de los Filadelfos; también tienen puntos de
contacto con el ritual de las logias masónicas de rito escocés, que se
hallaban difundidas desde hacía tiempo en el Mediodía italiano y con las
que estuvieron en estrecho contacto los Filadelfos. Pero a diferencia de
la masonería, los c., aprovechando la triste experiencia sanfedista, se
presentaron con un ritual y un simbolismo de tipo católico, ya
existente, por lo demás, en los Charbonniers, pero acentuado por los c.
del Mediodía de Italia: se consideraba a Cristo como el primer c., y a
S. Teobaldo como patrón de la secta.
Los iniciados en la Carbonería, que tomaron el nombre de Buenos
Primos, se dividían en dos grados: uno inferior, de aprendices, y otro,
superior, de maestros. Ambos estaban organizados en secciones, divididas
jerárquicamente, a su vez en barracas, ventas, ventas matrices y altas
ventas. Las complicadas ceremonias de iniciación eran más o menos copia
de las masónicas.
Su difusión fue rápida. Ya en 1807 sabemos de la existencia de un
grupo de c. en Basilicata; en 1811, la Carbonería está ya difundidísima
en todo el reino de Nápoles. Sus afiliados son pequeños propietarios,
miembros de profesiones liberales, eclesiásticos, guardias cívicos
provinciales, soldados y oficiales del ejército y también algunos grupos
de campesinos, unidos a pequeños burgueses para afrontar los problemas
creados por la ruina de las instituciones feudales y por la partición de
las haciendas públicas. Los fines políticos consistían en implantar un
gobierno constitucional y expulsar a los extranjeros de la península. En
principio, el gobierno de Murat intentó servirse de la secta, pero sobre
su influencia prevaleció la anglo-borbónica, aunque tras la
participación de la Carbonería en los disturbios liberales de Calabria
(1813) y los Abruzos (1814), provocados por los errores de Murat, la
secta acabó siendo un eficaz instrumento para la restauración de los
Borbones. Después de la derrota de Murat (1815), la Carbonería se
difundió, a través de las Marcas y Romaña, hacia la Italia central y
septentrional. Pero en esta última se encontró con una organización
sectaria precedente y más fuerte: la Adelfia, de Buonarroti. Por tanto,
esta influencia buonarrotiana puede ser la causa del despuntar de un
tercer grado o del Gran Maestre (pero se tiende a asignarle una
primitiva raíz carbonaria meridional), de ideas igualitarias, tendentes
a la proclamación de la república y la promulgación de leyes agrarias.
Pero este grado, o se tuvo en secreto, o se abolió, o fue sustituido por
otros siete grados de tipo masónico, profesantes de ideas genéricamente
humanitarias, constitucionales e independientes.
La característica fundamental de la Carbonería es la de ser más un
partido de acción que de pensamiento, y así, después de que la Alta
Venta de Salerno, siguiendo el ejemplo de la revolución española, hubo
incitado al ejército al pronunciamiento (2 jul. 1820), y conquistado el
poder en el reino de las Dos Sicilias, la Carbonería se transformó en
una organización semipública, que asumió exteriormente actitudes
jacobinas, pero esencialmente conservadoras, no consiguiendo, por su
intrínseca incapacidad política, aplacar el descontento de los
propietarios y defraudando al mismo tiempo las esperanzas de los
campesinos. La intervención austriaca y la dura represión de Canosa,
aunque no llegaron a suprimir definitivamente la secta, produjeron el
efecto de agotarle en vanas tentativas insurreccionales aisladas.
En los disturbios piamonteses y lombardos de 1821, estuvieron
presentes elementos c., Adelfos y Federados, mas el fracaso de los
mismos y la dura represión les llevaron al exilio. Pero mientras que, en
el Norte, la acción represiva relegó la Carbonería a la inactividad, en
los Estados Pontificios y en el napolitano, quedó parcialmente activa;
en Sicilia continuó subsistiendo una forma indígena de Carbonería
antinapolitana.
En 1821, el centro de los c. se traslada de Nápoles a Génova y,
después, a Londres. Una fuerte oleada de c. napolitanos y piamonteses
llega incluso a España, con la esperanza de aprovecharse del nuevo
régimen constitucional. En Barcelona, Valencia, Málaga y Madrid se
abrieron Ventas y Barracas, pero los masones y comuneros de la Península
desconfiaron de los recién llegados, y aunque la masonería se aprovechó
de ellos en ciertas ocasiones, perdieron en seguida toda posibilidad de
movimiento. En las jornadas parisinas de julio de 1830 y en los
disturbios de 1831 en los Estados Pontificios tomó parte activa la
Carbonería, pero su fracaso la reduce como nunca a un cuerpo exhausto y
sin alma, viciado por compromisos y privado de iniciativa. Por tanto
asistimos, por un lado, a las tentativas de Mazzini de formar la
Carbonería, superando la estructura sectaria y secreta con su nueva
organización de la Joven Italia, y, por otro, a las de F. Buonarroti,
cabeza reconocida del mundo sectario europeo que, tras las jornadas
sangrientas de 1832, emprende la reconstrucción de una nueva Carbonería,
La Charbonnerie transformée, a la que reemplaza hacia finales de 1833 La
Charbonnerie démocratique universelle, también destinada a desaparecer.
Las grandes represiones de 1834, en París y en toda Francia, marcaron el
fin de esta organización, cuya herencia será recogida por las escuelas
sansimonianas y por las nuevas sociedades populares.
GIOVANNI STIFFONI.
BIBL.: A. BERSANO, Adelli, Federati e Carbonari, «Atti della Reale Accad. delle Scienze di Torinon, Turín 1909-10; A. OTToLINi, La Carbonería dalle origini al primi moti insurrezionali, Módena 1936; R. SORIGA, Le societá segrete, 1'emigrazione politica e primi moti per 1'indipendenza, Módena 1942; A. SAITTA, F. Buonarroti, Roma 1950-51; G. GARRONE, F. Buonarroti e i revoluzionari europei dell'800, Turín 1951. Para la Carbonería en España: V. DE LA FUENTE, Historia de las sociedades secretas, Barcelona 1933; 1. L. COMELLAS, El trienio constitucional, Madrid 1963.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991