CAIN Y CAINITAS
El relato bíblico sobre Caín
(Gen 4,146). El hijo primogénito de Adán (v.) y Eva (v.) lleva un nombre
hebreo, derivado por etimología popular del verbo hebreo qanah
«adquirir», «recibir». El nombre es impuesto por la madre según la
antigua costumbre del matriarcado; Eva exclama: «He adquirido (ganiti)
un hombre con (la ayuda de) Yahwéh» (Gen 4,1). Hay aquí un juego de
palabras entre gayin y ganiti; según la etimología científica, qayin
sería la traducción hebrea del sumérico tibira, «forjador» (en árabe
gain significa «herrero»). C. ejercía el oficio de agricultor, como su
padre Adán; su hermano Abel (v.), en cambio, era pastor. Ambos expresan
su sentimiento religioso por medio de un sacrificio: C. ofrece los
primeros productos del campo, Abel las primicias de su rebaño. La
ofrenda de C. recibe el nombre de minjah, término que en el lenguaje
sacrificial designa un sacrificio incruento, es decir, la ofrenda de
productos vegetales cultivados por el hombre y que sirven para su
sustento; pero aquí minjah indica el sacrificio en general, pues el
término se emplea para designar la ofrenda de ambos hermanos (Gen
4,3.4.5.). Dios acepta el sacrificio de Abel y rechaza el de C. (Gen
4,4.5). El texto no dice cómo Dios manifestó su aceptación y repulsa;
los exegetas conjeturan o que caería fuego del cielo, como ocurrió en
otras ocasiones (Lev 9,24; Idc 6,21; 1 Reg 18,38), o que lo
testimoniaría el buen éxito de las empresas de Abel. El autor tampoco
dice por qué Dios prefirió el sacrificio de uno al del otro; este
silencio quizá quiera indicar la libertad omnímoda de Dios en sus
decisiones y poner de relieve el valor condicionado del sacrificio (v.),
que no puede por sí mismo ligar a la divinidad. La actitud subsiguiente
de C. (Gen 4,67) parece dejar entrever que sus disposiciones interiores
no eran demasiado rectas. Los exegetas, basándose en Heb 11,4 («Por la
fe ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente que el de Caín, por
ella fue declarado justo, con la aprobación que dio Dios a sus
ofrendas»), piensan que C. no estaba animado de recta intención y que
ofrecería a la divinidad los productos más decadentes de su terreno.
A pesar de todo, Dios no abandona a C. Lo amonesta a que no se
deje llevar de la cólera y la tristeza, porque, si no, «el pecado estará
apostado a la puerta» (Gen 4,7); este vers. 7, mal conservado, parece
describir 1gt tentación como una potencia maléfica, como una fiera
apostada a la puerta de una casa en actitud de abalanzarse sobre el
hombre. La literatura sumeroacádica menciona a un demonio, llamado
rabisu, que «está al acecho» en las puertas de las casas esperando
introducirse en ellas furtivamente. Un texto describe así a esta
categoría de demonios: «Pasan de una casa a otra; una puerta no es
impedimento para ellos; un pestillo no los detiene; penetran por la
puerta al interior, como una culebra; por los goznes de la puerta soplan
como el viento» (cfr. O. García de la Puente, Los dioses y el pecado en
Babilonia, El Escorial 1961, 136). Otro texto habla del ataque del
demonio al hombre que ha cometido un pecado: «Allí donde pesa la ira de
los dioses, los demonios corren a toda prisa, dando grandes voces. Se
abalanzan sobre el hombre, de quien su dios se ha apartado y lo cubren
como un vestido» (ib., 138). Las imágenes demoníacas del ambiente
sumerobabilónico han podido sugerir al autor sagrado esta comparación;
pero el «acechador» de C. es una continuación lógica de la serpiente
tentadora del Edén. C. conserva su libertad frente al tentador; si
quiere, puede dominarlo (Gen 4,7).
C. no hace caso de la advertencia divina y mata a su hermano (Gen
4,8). El mal progresa en la descendencia de Adán; después de la rebelión
del hombre contra Dios en el Paraíso, es decir, del pecado original (v.
PECADO, III), el hombre, apartado de Dios, lucha contra su propio
hermano. El pecado provoca el castigo; Dios no puede dejar impune un
crimen que por su misma naturaleza está clamando venganza al cielo, ya
que la sangre derramada y no cubierta con tierra parece estar dando
voces contra el homicida (Is 2621; Ez 24, 7; Iob 16,18). La sangre,
además, según la concepción bíblica, es sede de la vida (Dt 12,23) y la
vida sólo pertenece a Dios; por tanto, quien atenta contra la vida
propia o ajena, atenta contra Dios. El castigo se expresa en una
maldición: «Maldito seas de la tierra que abrió su boca para recibir la
sangre de tu hermano» (Gen 4,11). La preposición min (=de la tierra)
puede significar aquí dos cosas: que C. es arrojado lejos de la tierra,
de aquella tierra fértil que le daba hasta ahora el sustento y que ha
sido testigo de su crimen; o que C. es maldito de la tierra, en el
sentido de que la tierra hasta ahora cultivada por 61 no le dará sus
frutos y, por tanto, se verá obligado a abandonarla y a convertirse en
un nómada. Esta idea es desarrollada en el vers. 12: C. andará errante y
vagabundo, buscando los medios de subsistencia que le son negados por el
terreno que trabaja.
A pesar de la maldición y el castigo, Dios no abandona del todo al
culpable; le da una «señal» para protegerlo de quienes tuvieran la
intención de matarle (Gen 4,1415). Probablemente la «señal» es un
tatuaje, como el que llevan aún hoy los beduinos del desierto
siroarábigo. C. queda, pues, sometido al juicio divino; está condenado a
perecer miserablemente en el desierto, lejos de la tribu que podría
defenderle. La tierra adonde se le expulsa se llama Nod, término que
evoca el hebreo Dad, «vagabundo» (cfr. vers. 12 y 14).
Los cainitas (Gen 4,1724). La Biblia presenta a los descendientes
de C. como poseedores de riqueza material y de una refinada cultura;
pero esta cultura es meramente terrena y sin Dios. C. construye una
ciudad y le pone el nombre de Janok=Henoc (janak en hebreo significa
«dedicar», «construir»), como el de su hijo (Gen 4,17). Los hijos de
Lamek, descendiente de C., encarnan cada uno una rama de la cultura
profana: Yabal (en hebreo significa «conducir») es el antepasado de los
nómadas criadores de ganado; Yubal (en hebreo yóbel significa «cuerno»,
«trompeta») es el iniciador del arte musical; y Tubalcaín es el inventor
de la forja de los metales (tubal sería la transcripción hebrea del
sumérico tibira, «forjador», y qayin, «herrero» en árabe, habría sido
añadido para explicar el significado de tubal). También el nombre de la
hija de Lamek, Naamah, «la hermosa», podría contener una alusión al
libertinaje de los descendientes de C. El significado de los demás
nombres de la genealogía no está claro. Para algunos exegetas serían
nombres simbólicos que indicarían el modo de vivir de estos negadores de
Dios: `Irad, de `arod, «onagro»; Mejuyael, «destruido por Dios» o
«destructor de Dios» (Mejuyael, vers. 18); Metusael, «ávido de bienes» o
«el hombre (del dios) del seol»; para otros serían nombres extranjeros,
contenidos en algún documento antiguo, que el autor bíblico transcribió
en hebreo sin darles un significado nuevo (v. PATRIARCAS I, 1). El
progreso material de los c. no fue acompañado de progreso moral. Lamek
tomó dos mujeres, introduciendo así por primera vez la poligamia. El
«canto de la espada» de Lamek (Gen 4,2324) testimonia la violencia de la
estirpe: C. necesitó la protección de Dios; Lamek pretende por sí mismo
defenderse y vengarse. La medida de su venganza es el homicidio a cambio
de una herida y una punición «setenta y siete» (=inmensamente) veces
mayor que la injuria recibida.
O. GARCÍA DE LA FUENTE.
BIBL.: O. R. SEI.LERS, Problems in the Story of Cain, en C. L. Piatt Memorial Volume, Lexington 1953, 5264; 1. B. BAUER, Kain und Abel, «Theologischpraktische Quartalschrift» 103 (1955) 12633; L. ARNALDIcH, El origen del mundo y del hombre según la Biblia, 2 ed. Madrid 1958, 329351; 1. GABRIEL, Die Kainitengenealogie, «Biblica» 40 (1959) 409427; H. BARDTKE, Quineos, en Enc. Bibl. VI,3536' L. M. HOPFE, A History of the Interpretatfon of Gen 4,1I6 and its Relevance for Biblical Hermeneutics, Boston 1965; F. FESTORAzzI, La Bibbia e il problema delle origini, Brescia 1966, 185227.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991