ACTA MARTYRUM
Son los
documentos narrativos del proceso y muerte de los mártires. Las
mejores ediciones son las realizadas por los bolandistas (v.) en
sus obras Acta Sanctorum (v.), Bibliotheca hagiographica latina,
Bibliotheca hagiographica graeca y Bibliotheca hagiographica
orientalis que en el resto de este artículo denominaremos con las
abreviaturas Acta Sanct., BHL, BHG y BHO, respectivamente. El
apelativo mártir (del griego martyr, testigo) se atribuyó en un
principio a los Apóstoles, que fueron testigos de la vida y
resurrección de Cristo (Act 1, 8) y a los primeros discípulos, que
por mantener ese testimonio afrontaron la muerte (Esteban, Act 7,
54; Antipas, Apc 2, 13); con el tiempo la palabra mártir pasó a
significar al cristiano, que da con su sangre testimonio de su fe.
1. Origen. La expresión Acta martyrum en sentido genérico,
se aplica a todos los textos narrativos de la muerte de los
mártires; pero posee un significado más restringido y preciso,
cuando se refiere, en lenguaje técnico, a las actas oficiales del
proceso, y condena; tales actas eran estenografiadas y transcritas
por los oficiales de cancillería del tribunal (notarius exceptor)
para ser conservadas en los archivos del mismo; por esta relación
con el tribunal del procónsul, se denominaron también
«proconsulares» (Acta proconsularia). Una vez introducida esta
distinción, la denominación de acta queda reservada para los
procesos verbales (p. ej., Acta martyrum Scyll1tanorum) mientras
que a los restantes relatos referentes a los mártires, se aplica
el nombre de passio, en todas sus diversas formas (gesta,
martyrium, legenda). Semejante distinción queda igualmente
justificada por la diversa finalidad y carácter de ambas clases de
documentos; las acta están desprovistas de todo carácter
hagiográfico, mientras que las passiones se caracterizan por su
finalidad y sentido religioso e incluso edificante. Debemos, sin
embargo, añadir que en el grupo de las acta van incluidos algunos
textos, que contienen partes narrativas ajenas al proceso verbal,
pero de un valor documental e histórico equivalente (p. ej.,
ActaPassio SS. Perpetuae et Felicitatis). De todos modos el grupo
de acta conservado es muy reducido, apenas una docena de
fragmentos, de manera que la mayoría de los textos narrativos
acerca de los mártires lo constituyen las passiones. La escasez de
actas oficiales y documentación directa ha sido objeto de
polémica.
Las antiguas comunidades cristianas tuvieron un gran interés
en conservar el recuerdo de sus mártires, como prueban las
noticias referidas en el relato del martirio de S. Policarpo (m.
177), cuyo recuerdo se veneraba anualmente en Esmirna (Martyrium
Polycarpi, 18). S. Cipriano solía recomendar a sus clérigos que
tomaran nota detallada de la muerte de los mártires (Epístola 12,
2: dies quibus excedunt adnotate; v. t. Ep. 39, 2); estos valiosos
testimonios son también las noticias más antiguas sobre el culto a
los mártires. Carecemos de una idea precisa acerca del grado en
que los cristianos acostumbraban a transcribir las actas del
proceso; es, sin duda, muy probable que algunos de los que
presenciaran el desarrollo, estenografiasen su texto, del mismo
modo que el notarius del tribunal, y lo entregaran a la comunidad
para que se conservara en los archivos de la Iglesia. Esta
hipótesis parece ser confirmada por los detalles y anotaciones,
que se leen en algunas acta, referentes a la actitud y reacciones
del juez o del mártir y que parecen interrumpir el rígido
formulario del protocolo. Por otra parte no resultaba fácil para
los cristianos obtener una copia de los procesos verbales que se
guardaban en el archivo proconsular, por los que, en ocasiones,
había que pagar fuertes sumas (Passio Probi, Tarachi et Andronici,
BHG 1574). No sabemos si la Iglesia de Roma, que tenía organizada
una sección de notarios, asumió la iniciativa de recoger las acta
de sus mártires, ni tampoco es segura la noticia de que julio
Africano realizase una tarea semejante por lo que a Roma se
refiere (Passio S. Symphorosae, BHL 7971; Acta Sanct. jul. IV,
355). La información acerca de otras comunidades es todavía más
incierta. De todos modos, la escasez de este tipo de documentos
puede explicarse en parte por la destrucción ordenada por
Diocleciano en el a. 303 tanto de la S. E. como de los libros
sagrados existentes en las iglesias y que habría afectado
igualmente a las acta. No existen vestigios de que las iglesias se
ocupasen después en reparar el daño, reintegrando el patrimonio de
los textos hagiográficos destruidos. Los acontecimientos de los
siglos posteriores, como las invasiones germánicas de Occidente
durante los s. VVI, es posible que hayan consumado la pérdida
irreparable de los escritos conservados.
2. División y clasificación. Dada la enorme cantidad de
textos hagiográficos y lo heterogéneo de su origen, autoridad y
valor, los críticos han propuesto una clasificación para orientar
su estudio. Se ha observado en primer lugar que una clasificación
de los textos basada en el criterio de la autenticidad del mártir
o la legitimidad de su culto no resulta válida ni útil. Carece de
valor igualmente una clasificación basada en características
extrínsecas, como la que divide los documentos hagiográficos en
Acta, Passiones, Vitae, Miracula, Translationes, etc., de acuerdo
con el objeto del relato. Tampoco responde a las exigencias de la
crítica la clasificación (v. F. GrossiGondi, o. c. en bibl., 1) en
dos grandes grupos, documentos contemporáneos y documentos
posteriores, puesto que nada expresan acerca del valor del
documento. El criterio más seguro es el indicado por H. Delehaye
(Les légendes hagiographiques, 3 ed., 106 ss.) que se basa en el
grado de sinceridad e historicidad que ofrece el género literario
del documento.
Según este criterio se establecen seis grupos de textos: 1)
Comprende los procesos verbales contenidos en las relaciones
oficiales procedentes de los archivos proconsulares o de
transcripciones directas (p. ej., Acta S. Cypriani). 2) Agrupa
relatos de testigos presenciales o de contemporáneos dignos de
confianza, bien sean testimonios directos, de otras personas o de
tipo mixto (p. ej., Eusebio, De martyribus Palaestinae). 3)
Contiene narraciones de las que se puede extraer una información o
documento de uno de los dos grupos precedentes (p. ej., Simón
Metaphraste, Menologium). 4) Abarca todos aquellos relatos que
carecen de una base histórica, a excepción del nombre del
sepulcro, y del culto del mártir (p. ej., Passio S. Felicitatis).
5) Lo componen las historias puramente fantásticas, auténticos
productos de la imaginación (p. ej., Passio S. Nicephori, BHG
13311334). 6) Agrupa narraciones de carácter legendario que
falsifican la verdad histórica y pueden definirse como falsas. Si
consideramos los elementos que distinguen los seis grupos, es
posible constatar que el primero y el segundo se refieren a un
tipo uniforme de textos, por el carácter coetáneo y directo de la
información; los dos siguientes contienen relatos fundados, en
diversa medida, en datos al menos parcialmente seguros; los dos
últimos, en cambio, son verdaderas fantasías sin base histórica.
Manteniendo el mismo criterio de Delehaye, podemos
clasificar los textos, en tres grupos más simples: El primero
comprendería las actas oficiales y los relatos de testimonios
directos. El segundo incluye todas las narraciones basadas en
documentos pertenecientes al primer grupo o, al menos, en un
cierto número de elementoshistóricos seguros. El tercero lo
componen las novelas hagiográficas.
3. Esquema literario. Excepto las acta, todos los documentos
de tipo narrativo anteriormente citados ofrecen, desde el punto de
vista literario, caracteres comunes, por ser todos, aunque en
medida distinta, fruto de una elaboración y proceso compositivos
propios de la literatura hagiográfica; la tendencia a la forma
esquemática tiene un origen remoto, cuyo rastro se manifiesta ya
en antiquísimos textos, próximos, por el tipo y sinceridad
narrativa, a las mismas acta. Así ha sucedido, p. ej., en el
Martyrium Polycarpi, en el que es posible reconocer el intento del
hagiógrafo de asimilar la muerte del mártir a la de Cristo (H. von
Campenhausen, Bearbeitungen und Interpolationen des
Polycarpmartyriums, «Aus der Frühzeit des Christentums» 1963,
25330). Este tema, del mártir que imita a Cristo, aparece ya en
los primeros escritores cristianos (Victricius, De laude Sanctorum,
56). Cuando posteriormente, a partir del s. IV, se llegan a fijar
determinados esquemas en unas coordenadas esenciales, los
hagiógrafos adoptan algunas constantes, que llegan a hacerse las
propias del género literario de las passiones.
En primer lugar se ha conservado el tono jurídico del
proceso criminal romano de las primeras acta; a veces incluso
algunas de las passiones hacen referencia a éste, mostrando así
cómo, en más de una ocasión, las acta perdidas realizaron la
función de fuentes. La fórmula introductoria de la fecha consular
de las acta conserva la indicación del Emperador, gobernador o
procónsul, aun en los casos históricamente erróneos. Las fases del
procedimiento, arresto, comparición, interrogatorio, tortura,
sentencia y suplicio se conservan y constituyen la estructura de
la narración; igualmente se conservan los protagonistas,
generalmente poco numerosos, de las antiguas acta: el mártir, el
juez o magistrado y el verdugo; en segundo término, los
espectadores cristianos, que animan a su compañero y, finalmente,
la masa hostil de los paganos. Sobre un esquema semejante se
desarrolla el proceso evolutivo de las passiones (a lo largo de
los s. IV al XV), con sucesivos enriquecimientos y
perfeccionamientos formales, acudiendo a menudo a lugares comunes
y legendarias influencias, a la par que introduciendo
deformaciones y errores,. debidos tanto a la ignorancia como a la
ciega piedad de los hagiógrafos. El mártir e incluso el reducido
grupo inicial de los mártires llegaron a unirse con grupos
topográficamente o litúrgicamente próximos (ciclos y grupos
regionales o locales); la figura del perseguidor quedó tipificada
en los más crueles de los conocidos y considerados
tradicionalménte como tales: Decio, Valeriano y Diocleciano (v.);
y otro tanto sucedió con la figura del gobernador (praeses,
proconsularis), a quien se denominó frecuentemente Anulinus,
personaje histórico del s. IV. El interrogatorio se prolongó de
una manera desmesurada, poniendo a menudo en boca del mártir
profesiones de fe imitando la teología de la época y los escritos
neotestamentarios; se hizo incluso pronunciar al mártir discursos
polémicos, plagiando el contenido de otras obras, generalmente de
los escritos apologéticos, dirigidos a los paganos o contra las
herejías. Otro tanto sucedió con las narraciones de las penas y
torturas, prolongadas y multiplicadas sin ahorrar prodigios
realizados por el mártir, adornados del elemento espectacular
proporcionado por la fantasía y la leyenda. En esta transformación
y desarrollo, negativo desde el punto de vista crítico, influyeron
en grado considerable varios factores: la difusión del culto a las
reliquias (v.), con los inevitables abusos fácilmente imaginables;
veneración al santo mártir, patrono de la ciudad, monasterio o
iglesia, que obligaba a encontrarle o inventarle una ,Vida; el
ambiente particularmente religioso y devoto de la Edad Media,
favorecido por los monjes que se contaban entre los más activos
escritores de los textos hagiográficos.
4. Recopilaciones. Prescindiendo de las primeras colecciones
de acta, incompletas y que no han llegado hasta nosotros, se puede
afirmar que el primer compilador fue Eusebio de Cesarea (v.), de
quien conocemos el título del escrito de martyribus (Historia
ecclesiastica, V, proem.: PG 20, 408) que desgraciadamente
se ha perdido; en cambio, conservamos el de martyribus Palestinae
(Hist. eccl., VIII, apéndice). Ésta era la única recopilación
conocida en Roma durante el s. vi, en tiempos de S. Gregorio
Magno, según informó el Papa mismo al obispo y patriarca de
Alejandría, Eulogio, que le había pedido documentación acerca de
las colecciones de gesta martyrum (Gregorio I, Registrum
epistolarum, VIII, 29). Casi al mismo tiempo se iba formando el
gran martirologio llamado jeronimiano con las conmemoraciones de
todos los mártires, que agrupaba los martirologios (v.) más
antiguos de las iglesias; el hecho es importante, porque la
compilación de muchas de las passiones está íntimamente
relacionada con este martirologio, que les sirvió de punto de
partida. Más adelante, paralelamente a la divulgación de las
narraciones de los gesta martyrum, se sintió la necesidad de
sintetizarlos en relatos sucintos, englobándolos en los
martirologios más conocidos en aquel entonces; los compuestos por
S. Beda el Venerable en el s. vur y Floro de Lyon, Adón y Usuardo
en el s. IX. Éstos tuvieron a su disposición los datos de las
passiones y los adaptaron a la conmemoración litúrgica del
calendario; algunos de ellos, especialmente Adón, no tuvieron
ninguna preocupación crítica y usaron los textos sin valorarlos,
confundiendo y deformando datos y noticias. Por causa de tal
información, referente a la historia de los mártires, estos
martirologios medievales se llamaron martirologios históricos.
Algo parecido sucedió en la Iglesia oriental, donde las
numerosas passiones, expuestas al riesgo de dispersarse, se
recogieron en forma abreviada en los libros litúrgicos, p. ej., en
los santorales (menaea), en los que se introdujo para cada día de
los 12 meses del año una cita acerca de la vida y martirio del
santo. Lo mismo sucedió con los menologios (menologia), divididos
también en 12 volúmenes, correspondientes a los 12 meses del año;
en ellos las passiones vienen sintetizadas de una forma más
extensa que en los precedentes. No puede olvidarse el menologio de
Simón Metafraste (s. X), que leyó y transcribió fragmentos de
antiguas passiones, dándoles una superior forma literaria, para lo
cual cambió y adaptó las diversas partes del original, recibiendo
por esto el nombre de Metafraste (metaphrasis=cambio). La obra ha
prestado un valioso servicio a la Hagiografía, al salvar diversos
textos posteriormente extraviados. Durante la Baja Edad Media se
confeccionaron numerosas colecciones de Vidas de Santos,
Pasionarios, Legendarios, etc., que todavía se encuentran en
numerosos códices de las bibliotecas europeas; otros, en cambio,
se refundieron de mil maneras, arbitrariamente, en otras
recopilaciones, posteriormente impresas y traducidas en lengua
vulgar; constituyen una copiosa literatura que alcanza hasta el
Renacimiento.
5. Crítica hagiográfica. El problema más arduo referente a
las Acta martyrum es el de determinar su autenticidad, el valor
histórico que, al menos en parte, contienen y a menudo esconden
los numerosos textos, cuyo análisis está lejos de haber sido
concluido. El primer intento de determinar las acta auténticas se
debió al benedictino Th. Ruinart, que recogió y publicó 117 textos
que 61 consideró genuinos (Acta primorum martyrum sincera, París
1689). Su origen y valor no eran homogéneos, puesto que sólo 74
números contenían el texto de las passiones, mientras que los
restantes eran párrafos y fragmentos tomados de antiguos
escritores cristianos, como Eusebio, S. Juan Crisóstomo, S.
Basilio e incluso Prudencio, de cuyos himnos había extraído
párrafos relativos a los mártires S. Hipólito y S. Lorenzo.
Es.cierto que en la mayor parte de los casos se trata de figuras
históricas, pero la selección de los textos no se realizó bajo un
criterio uniforme ni seguro ni siquiera se acompañó de un análisis
crítico. El benedictino, que tuvo una idea bastante vaga de los
fines de su recopilación, únicamente se proponía dar a conocer el
documento más antiguo y digno de confianza para cada uno de los
mártires, con la intención de excluir los documentos falsificados
(H. Delehaye, Les legendes hagiographiques, 3 ed., III). Nadie,
desde Ruinart, ha intentado reemprender el trabajo, por la
dificultad de valorar críticamente gran número de textos.
En 1882 Le Blant tuvo la idea de continuar y completar la
recopilación de Ruinart y agregó otro grupo de acta, que él
consideró auténticas por la adecuación de la narración con las
frases jurídicas romanas (Les actes des martyrs. Supplemént aux
Acta sincera de dom Ruinart, «Mémoires de l'Academie des
Inscriptíons et Belles Lettres» 30, 1882, parte 2). El criterio de
Le Blant no es firme y muestra una vez más la complejidad de la
labor crítica dirigida a establecer las acta auténticas; las
diversas listas de acta martyrum auténticas, que otros autores han
esbozado o recopilado posteriormente (v. F. GrossiGondi, o. c. en
bibl., 84; DACL, 1, 409410) no representan el resultado de un
ánálisis riguroso y científico, sino que son más bien retoques
insignificantes de la obra de Ruinart. Con mucha mayor seriedad,
si bien muy lentamente, se ocupan de estas obras, de acuerdo con
un plan orgánico, los bolandistas (v.). En los últimos años se han
expuesto una serie de principios y normas de crítica hagiográfica
en relación con las acta por parte de varios especialistas, como.
H. Achelis, J. Geffken, A. Harnack, en Alemania; P. Allard, J.
Leclercq, en Francia; el jesuita F. GrossiGondi, Fr. Lanzoni y Pio
Franchi de'Cavalieri, en Italia. La aportación más valiosa se debe
no obstante al bolandista H. Delehaye, de cuyos escritos sería
posible extraer una summula crítica. A 61 se debe, en efecto, la
más segura clasificación de las acta; ha señalado las diversas
componentes del dossier de un mártir, ha reconstruido el iter de
la leyenda, subrayando la especial función de la massa y de las
tradiciones locales; ha estudiado los documentos hagiográficos
paralelos a los textos narrativos, como los martirologios y
sinaxarios, y ha fijado el diverso valor de las fuentes
literarias, litúrgicas y monumentales, estableciendo
específicamente el de los datos cronológicos y topográficos
(doctrina de las coordenadas hagiográficas). En resumen, ha
perfilado y perfeccionado la disciplina del método.
Se ha dicho, con un cierto aire de reproche, que la crítica
hagiográfica se ha interesado hasta el presente, casi
exclusivamente, de los problemas relativos a la autenticidad y
cronología del documento, descuidando el aspecto social y el
ambiente en el que se escribió; aspecto que a su vez ayuda a
determinar la misma cronología. Se ha insistido, por tanto, en la
necesidad de «individuar los conceptos culturales y religiosos
expresados en el documento y establecer una referencia al ambiente
social de donde el texto proviene y aquel al que se dirige» (S.
Pezzella, o. c. en bibl., 32).
V. t.: MÁRTIR I; MARTIROLOGIO; ACTA SANCTORUM; BOLANDISTAS.
BIBL.: Acta Sanctorum (varias ed.); TH. RviNART, Acta primorum martyrum sincera, París 1689 (última ed. Ratisbona 1859); O. VON GEBAHRDT, Acta martyrum selecta, Berlín 1902; R. KNoPFG. KRÜGER, Ausgewühlte Miirtyrerbriefen, 3 ed. Tubinga 1929; C. GALLINA, I martiri dei primi secoli, Florencia 1939; F. RüTTEN, Lateinische Mürtyrerakten und Miirtyrerbriefen, 3 ed. Münster 1955; A. ScHWERDE, Lateinische Mürtyrerakten, Munich 1960; BHL, 2, Bruselas 18981901; BHG, 3 ed. Bruselas 1957; H. QUENTIN, Les martyrologes historiques au moyen Age, París 1908; F. GROSSIGONDI, Principie problemi di critica agiografica, Roma 1919; DACL 1, 373446; H. DELEHAYE, Sanctus, Bruselas 1927; íD, Les origines du culte des martyrs, 2 ed. Bruselas 1933; íD, Cinq lépons sur la méthode hagiographique, Bruselas 1934; íD, Les légendes hagiographiques, 4 ed. Bruselas 1955; íD, Les passions des martyrs et les genres littéraires, 2 ed. Bruselas 1966; R. AIGRAIN, L'hagiographie, ses sources, ses méthodes, son histoire, París 1953; S. PEZZELLA, Gli atti dei martiri. Introduzione a una storia dell'antica agiografia, Roma 1965; D. Ruiz BUENO, Actas de los mártires, Madrid 1951.
SERAFINO PRETE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991