SIMBOLISMOS EN LAS FIESTAS NAVIDEÑAS
Lucía
Victoria Hernández C.
Profesora de Estudios Bíblicos
Universidad de Antioquia,
Medellín, Colombia.
NV/FECHA: La celebración de la fiesta de Navidad tiene un origen precristiano. Del 17 al 24 de diciembre se celebraban en Roma las fiestas conocidas como saturnales, (en conmemoración de la época del gobierno de Saturno) verdaderos carnavales en donde se repartían regalos a los niños y a los pobres, se cerraban las escuelas, y no estaba permitido hacer la guerra ni propinar castigos. También durante las calendas de enero se intercambiaban regalos y se practicaba la adivinación.
La fiesta de las luces la celebraban los judíos a mediados de diciembre; los teutones y escandinavos el solsticio de invierno. En Persia, el 25 de diciembre era el Dies natalis invicti Solis (el día del natalicio del sol invicto), fiesta principal de Atys, cumpleaños de Mitra, cuyo culto tenía muchas similitudes con el de la naciente religión cristiana. Estas fiestas paganas del solsticio de invierno se celebraban también en Roma el 25 de diciembre, y en Egipto el 6 de enero.
La Iglesia cristiana primitiva conocía sólo una fiesta: la de Cristo, el Señor: Pascua. La fiesta de Navidad aparece mencionada por primera vez en el Cronógrafo de 354. Era éste un almanaque de lujo, ilustrado y caligrafiado por el artista griego Furius Dionysius Philocalus, quien lo realizó por solicitud de un cristiano de la época llamado Valentín; contenía, entre las informaciones numerosas de orden civil, algunas celebraciones de aniversarios de mártires y obispos.
Después de que en el calendario civil indica que el 25 de diciembre se celebra el Natalis Invicti, dice: VIII Kal Ianuarii natus Christus in Bethleem Iudeae. (En la calenda 8 de enero nació Cristo en Belén de Judá) . La celebración de la Navidad en Roma se remonta entonces al rededor del año 330.
Antes del siglo IV, cuando los cristianos no eran libres de profesar su culto abiertamente, tenían que recurrir a pequeñas reuniones en casas particulares o en catacumbas, donde han quedado hermosos murales que representan escenas de Navidad. Por entonces la Navidad y la Epifanía se celebraban todavía conjuntamente el 6 de enero, pero luego de la conversión del emperador Constantino y de su edicto de Milán en el año 313, los cristianos que ya podían celebrar sus cultos abiertamente, empezaron a conmemorar la Navidad como fiesta por separado. El papa Julio I (337-352) escogió el 25 de diciembre no sólo porque algunas antiguas tradiciones apuntaban a esa fecha como la del nacimiento de Cristo, o por la relación con la de las festividades de Mitra, sino tal vez por esa gran idea sincretista de Constantino, (el emperador que había decretado en 321 el primer día de la Semana como fiesta del Señor y a la vez el día del Sol), buscando favorecer el encuentro de los seguidores de los dos cultos en la celebración anual del mismo día.
En esta festividad se unían a la conmemoración del nacimiento de Jesús, la evocación de los acontecimientos que lo acompañan: la adoración de los pastores y de los magos, y la matanza de los inocentes por Herodes.
En la segunda mitad del siglo IV Roma comienza a celebrar en el 6 de Enero la adoración de los magos, mientras que el 25 de Diciembre se dejó para conmemorar el nacimiento de Jesús y la adoración de los pastores.
Mientras que en el Oriente se conservan unidas estas dos fiestas, en Occidente se propaga la celebración de la Navidad el 25 de diciembre: se tiene noticia de que entre 370 y 378 se celebra en Capadocia; en 386 en Antioquía; hacia 430 en Egipto y al siglo siguiente en Palestina.
Muchas de las celebraciones y costumbres actuales en el tiempo de Navidad nos han llegado como un legado del pasado; un conjunto de tradiciones viejas a las que se les ha dado una nueva significación cristiana.
Pero, ¿nació realmente Jesús el 25 de diciembre del año 1 de la era cristiana?
J/FECHA-NACIMIENTO: Las narraciones de la infancia de Jesús, conocidas como Evangelios de la Infancia, los encontramos en la Biblia únicamente en los primeros capítulos de los Evangelios de Mateo y Lucas. Marcos, el primer evangelio que se escribió, no se ocupa de la infancia de Jesús; tampoco lo hace el evangelista Juan. Otras narraciones no reconocidas entre los libros canónicos de la Biblia, los evangelios apócrifos de la infancia, de redacción tardía, pueden servirnos para conocer cómo fueron desarrollándose poco a poco a partir de la piedad popular, las principales escenas que rodean el nacimiento y primeros años de la vida del Divino Niño. Pero ante todo tenemos que tener presente que los evangelistas no se propusieron hacer una biografía detallada de Jesús ni una historia sobre Jesús de la manera que los autores contemporáneos podrían hacerlo con base en actas y documentos de forzosa credibilidad. Los evangelios en general, y particularmente los relatos de la infancia pretenden esencialmente darnos un mensaje.
Es preciso ubicarnos en la época en que se escribieron los evangelios (concretamente los de Mateo y Lucas) y la fecha del nacimiento de Jesús. El evangelista Mateo escribió su evangelio seguramente después del año 70 de la era cristiana, y lo dirigió a la comunidad de judíos simpatizantes con las enseñanzas de Jesús de Nazaret, para quienes el Antiguo Testamento era bien conocido, de allí sus constantes referencias a la Ley y los Profetas. Por su parte, el evangelio de Lucas aparece también después del año 70, pero está dirigido a gentiles convertidos tal vez desde el mundo griego, personas más cultas y con mentalidad diferente a los destinatarios del evangelio de Mateo. En ambos casos, habían pasado varios años después de la muerte de Jesús de Nazaret, pero se tenía la conciencia de que había sido resucitado por Dios y seguía viviendo en medio de ellos. Lo que primero se puso por escrito fue la historia de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Más tarde se quiso responder por los orígenes de Jesús y se redactaron los evangelios de la Infancia.
En cuanto a la fecha del nacimiento de Jesús, hoy es posible afirmar que necesariamente es anterior al primer año de la era cristiana. En el evangelio de Mateo encontramos el dato del nacimiento de Jesús en época del rey Herodes. El historiador Josefo dice que Herodes el Grande, rey de Judea murió poco después de un eclipse en la noche del 12 al 13 de marzo, un mes antes de la Pascua. En el 750 ab Urbe condita (4 a. C.) hubo un eclipse en la noche del 12 al 13 de marzo, un mes antes de la Pascua. Como Herodes mandó a matar a los niños menores de dos años (Mt 2,16) es posible datar el nacimiento de Jesús dos años antes de la muerte de Herodes (7-6 a. C.), lo que estaría de acuerdo con la información que nos trae el evangelista Lucas cuando nos dice que Jesús tenía alrededor de treinta años en el año quince del reinado de Tiberio César (octubre 1 del 27 d. C hasta el 30 de septiembre del 28). El hecho de que Jesús naciera "antes de Cristo" es el resultado de un error que cometió en el año 533 el monje Dionisio el Exiguo, al hacer el cómputo del año primero de la era cristiana como el año 754 de la fundación de Roma (ab Urbe condita), fecha demasiado tardía ya que Herodes murió en el 750.
El pesebre y los relatos evangélicos
PESEBRE/SIGNO: Dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no encontraron sitio en el alojamiento. (Lc. 2,7)
En un sólo versículo, con muy pocas palabras, el Evangelista Lucas narra el suceso más grande de la historia: el nacimiento de Jesús. Las palabras sobran. El acontecimiento habla por sí solo. Se han cumplido todas las esperanzas del pueblo de Israel. Dios se ha hecho hombre en medio de los hombres para que los hombres puedan llegar a Dios.
Y como a todo hombre, su Madre lo envuelve en pañales, pero tiene que recostarlo en un pesebre porque no había lugar para ellos en el alojamiento; un albergue singular debido a las circunstancias de la afluencia de gente con ocasión del censo, seguramente una suposición del evangelista para justificar el empleo del pesebre. Es significativo que Lucas se refiera en varias ocasiones al pesebre y a los pañales, pero en ningún momento como signos de pobreza. Sólo las especulaciones populares han querido rodear a los padres de Jesús y al nacimiento, de un hálito de miseria. El pesebre aparece en el profeta Isaías (1,3) cuando Dios se queja de que el buey conoce a su amo y el asno conoce el pesebre de su señor; pero Israel no me conoce, mi pueblo no recapacita sobre mí. Para Lucas estas palabras ya no tienen vigencia, porque por medio de los pastores que van al pesebre movidos por el anuncio celestial, y que al encontrar allí al Niño comienzan a alabar a Dios, nos está diciendo que el pueblo de Israel ha reconocido al Señor en el pesebre.
Tanto el profeta Isaías como el evangelista utilizan la misma palabra griega patné, el comedero para el ganado; las investigaciones arqueo lógicas muestran que en la época del nacimiento de Jesús en Palestina, los comederos para animales podían estar excavados en la roca de la pared, con una parte fabricada en barro.
Los pañales tampoco son signo de pobreza. También a Salomón, el más rico de los reyes, lo envolvieron en pañales: Me criaron con mimo entre pañales, ningún rey empezó de otra manera (Sab 7,4-5); pero sí son signo, junto con el pesebre, para los pastores (cfr. Lc 2,12.16). Allí, en el pesebre, envuelto en pañales, podrán encontrarlo todos los que pueden interpretar los signos que el Señor nos ofrece.
Cuando armamos el pesebre se unen varias tradiciones del Antiguo y del Nuevo Testamento, recreadas por la imaginación popular, muchas veces a través de los evangelios apócrifos. Pero la historia del pesebre se remonta al año 1223, en Greccio (Italia), cuando San Francisco de Asís celebró la Navidad con un grupo de campesinos de la región, en un establo vecino a su convento; el Niño, la Virgen, San José y los pastores eran personajes reales, como reales fueron el buey, la mula y las ovejas.
En la Europa de entonces, los ritos cristianos estaban revestidos de un lenguaje difícil de comprender para la gente común, que seguía las ceremonias y las palabras sin entender su significado; los catequistas y predicadores a menudo explicaban los dogmas valiéndose de representaciones escénicas o pequeños cuadros. Deseaba San Francisco por medio de esta representación, permitir a los campesinos participar del misterio que encierra el Dios hecho hombre en esa noche de Navidad.
A media noche, Francisco actuó como diácono en la celebración de la eucaristía (nunca se atrevió a llegar al sacerdocio), pero tuvo a su cargo la homilía. Dicen los que le vieron que parecía transportado en espíritu al mismo portal de Belén y "entre suspiros y lágrimas, paladeaba gustoso cada una de las palabras del dulcísimo nombre de Jesús y cada vez que articulaba la palabra Bethlehem era tanta la expresión que ponía en sus sílabas que parecía exhalar el balido de la más tierna de las ovejas".
Esta ceremonia tan bella y significativa, se difundió por toda Europa; cuando la representación dejó de ser necesaria para la instrucción de los adultos en la historia de Navidad, siguió como una decoración para la ocasión, al mismo tiempo que para acercar a los niños al misterio navideño.
¿Cómo entonces se llegó a representar el pesebre como un establo, incluirle la mula y el buey, y colocar la visita de los magos en aquél lugar, tal como aparece en el arte cristiano y en nuestros pesebres populares?
BUEY/ASNO: Ya tuvimos ocasión de mencionar al profeta Isaías cuando nos habla del pesebre, con el buey y el asno. La versión de Habacuc 3,3 en los Setenta dice: te darás a conocer en medio de dos animales, la sigue la antigua Vulgata, y la cita el Evangelio apócrifo de Pseudo Mateo XIV . Parece que en la tradición cristiana muy antigua y en la iconografía del siglo IV figuran el buey y el asno en el pesebre. En el fresco de una de las galerías del cementerio de San Sebastián en la vía Appia, se encuentran la mula y el buey arrodillados ante el Niño envuelto en pañales. El autor de este apócrifo de la Infancia no quiso renunciar a esta tradición que para algunos era tenida por histórica y tuvo que recurrir al artificio de trasladar a los tres días del nacimiento, de la gruta en donde había nacido el niño a un establo, en donde María lo recostó en un pesebre y el buey y el asno le adoraron.
No faltaron entonces las explicaciones populares: como María y José debieron trasladarse hasta Belén para cumplir con la obligación del empadronamiento, el viaje lo hicieron en un asno que debió estar al lado de Jesús. Tampoco faltó quien explicara la esterilidad de la mula porque se comía las pajas del pesebre.
Los pastores y los magos son también personajes centrales en los pesebres.
PASTORES/MAGOS MAGOS/PASTORES: Los pastores reciben el anuncio del nacimiento del niño, según el evangelista Lucas; la piedad popular creó alrededor de estas figuras el hálito de pobreza y humildad que no tenían en el tiempo en que se escribió el evangelio. En tiempos de Jesús, los pastores eran considerados como gente no honrada, al margen de la ley porque con frecuencia apacentaban sus rebaños en campos ajenos; y por eso para algunos comentaristas del evangelio, encarnan a los pecadores a quienes Jesús viene a salvar. Sin embargo, los pastores ligados a Belén, la pequeña ciudad que se hace grande porque de ella nace el jefe de Israel (Mi 5,1), reciben el anuncio de la buena noticia que es para todos los hombres: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.
Esta buena nueva permite comprender cómo se ha cumplido la profecía de Isaías: Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha da do. Este niño es el heredero del trono de David: maravilloso consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Por eso, los pastores al acudir a Belén y encontrar al niño recostado en un pesebre y envuelto en pañales según la señal que les había dado el ángel, lo reconocen, y alaban a Dios por lo que habían visto y oído. Por eso los pastores simbolizan a los futuros creyentes que se encuentran con Dios al aceptar su mensaje e interpretar sus símbolos.
Después, los pastores desaparecen de la escena; ninguna narración posterior nos habla de ellos, ni se recuerdan sus nombres. Su papel simbólico es grande: en los pastores del pesebre estamos representados todos los que, porque creemos, somos capaces de doblar la rodilla ante el niño recién nacido. Nos trasladamos ahora a la narración del Evangelio de la Infancia de Mateo, para encontrarnos con unos personajes muy especiales que la imaginación popular ha rodeado de fantasía, pero que tienen un significado muy profundo en la reflexión de Navidad: los Magos de Oriente.
¿Qué significa para Mateo magoi? En la antigüedad este término designaba a los que se dedicaban a las ciencias ocultas y por lo tanto se empleaba para llamar a los astrólogos, hechiceros, augures sacerdotales y adivinos de diversa índole. La descripción que hace Mateo sobre los magos interpretando una estrella nos inclina a considerarlos astrólogos, hombres cultos, representantes de lo mejor del saber y de la religiosidad pagana que los llevó a encontrar a Jesús a través de la revelación natural.
La descripción que hace Mateo de los magos interpretando la aparición de una estrella, nos permite pensar que eran astrólogos, hombres cultos, representantes de lo mejor del saber y de la religiosidad pagana que los llevó a encontrar a Jesús a través de la revelación natural.
No se dice la localización precisa: de Oriente apo anatolon, expresión igual a la que aparece en el relato de Balaán que ve surgir la estrella en el oriente. Sin embargo, los estudiosos de la Biblia han tratado de identificar a qué lugar del Oriente se ha querido referir Mateo. Veamos las probabilidades:
Partia o Persia. En favor de esta teoría está la historia del término magoi, asociada en principio a los medos y a los persas. Durante casi 500 años, entre el 250 a. C. y 225 d. C. la dinastía arsácida se estableció como heredera del pueblo persa. El arte cristiano primitivo representa a los magos del Nuevo Testamento con indumentaria persa o parta, es decir con túnicas ceñidas, de mangas largas, con pantalones y gorro frigio. Este modo de pintarlos originó un famoso incidente ocurrido en la basílica en Belén que construyó Constantino y reconstruyó Justiniano. En el año 614, los ejércitos de Cosroes, de la dinastía sasánida de reyes persas, cayeron sobre Palestina haciendo estragos y quemando iglesias. Sin embargo, no destruyeron la basílica de Belén debido a que en un mosaico aparecían los magos con indumentaria persa: reconocieron a sus compatriotas. La noticia aparece en una carta del 836, relacionada con el sínodo de Jerusalén.
Otro argumento en favor de Persia es el trasfondo zoroástrico de los magos. El evangelio árabe de la infancia (uno de los evangelios apócrifos que mencionábamos al principio) dice que: "vinieron a Jerusalén unos magos según la predicción de Zaradust", es decir Zoroastro quien según el manuscrito laurentiano del siglo XIII conservado en Florencia, hizo una profecía en la que declaró que una virgen había de dar a luz un hijo que sería sacrificado por los judíos y que luego subiría al cielo. A su nacimiento aparecía una estrella, bajo cuya guía se encaminarían los Magos a Belén y adorarían allí al recién nacido. También el códice Fb dice que los magos venían apo Persidos, es decir, de Persia.
Babilonia. Entre los babilonios o caldeos se había despertado un gran interés por la astronomía y la astrología. Además, después del destierro babilónico del siglo VI a. C. se había establecido allí una gran colonia judía, de manera que los astrólogos babilónicos podían estar enterados de las expectaciones mesiánicas judías y asociar una estrella con el rey de los judíos.
Arabia o el desierto sirio. Quienes afirman la procedencia de los magos de esta región se apoyan en los regalos que traen los Magos en Mateo. Si leemos al profeta Isaías 60,6: Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Medián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor; y el Salmo 72,10-11.15: que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo, que los reyes de Sabá y Arabia le ofrezcan sus dones... que viva y que le traigan el oro de Sabá, los dones que presentan los magos de Mateo están en relación con las caravanas que venían de Arabia.
Es ésta la teoría más antigua sobre la procedencia de los magos. Desde el año 160 d. C Justino escribía: "Unos magos de Arabia llegaron hasta él" refiriéndose a Herodes (Diálogo 1xxviii,1). Nada se nos dice en el evangelio sobre sus nombres y se explicita el número. Tradiciones cristianas posteriores se los asignan, probablemente entre los siglos VII y VIII d. C:
"Los magos fueron los únicos que entregaron regalos al Señor. Se dice que el primero fue Melchor, un anciano de cabello blanco y larga barba..., que ofreció oro al Señor como a rey. El segundo, de nombre Gaspar, joven, sin barba y rubicundo... le honró como a Dios con su regalo de incienso, oblación digna de la divinidad. El tercero, negro y muy barbudo, llamado Baltasar..., con su regalo de mirra dio testimonio del Hijo del hombre que iba a morir".
El primer intento por darles nombres los llama: Homizda, rey de Persia, Yazdegerd, rey de Sabá, y Perozad, rey de Arabia, nombres atribuidos en el siglo IV al escritor sirio Efrén. Otros autores los atribuyen a la obra siria del siglo VI, Cueva de Tesoros. En el siglo VI d. C., el evangelio Armenio de la Infancia, (C.A.) identifica a los magos con los nombres y procedencia que han prevalecido en Occidente: Melkon, rey de los persas; Gaspar, de los indios, y Baltasar, de los árabes. Hubo de pasar mucho tiempo antes de que el rey negro hiciera su aparición en el arte. Esta presentación de las tres razas de alguna manera interpreta la intencionalidad del relato mateano de los magos: la venida de Jesús no es exclusivamente para el pueblo de Israel. La universalidad del mensaje de Jesús está presente en este episodio. Los magos prefiguran a los cristianos gentiles que habían sido atraídos por Jesús, aunque ellos, por nacimiento, no tenían más que la revelación de Dios en la naturaleza.
En cuanto al número de los magos o a su condición real, no hay referencia alguna en el evangelio de Mateo. Como hemos visto, el apócrifo evangelio armenio de la infancia nos habla de tres. También la versión etiópica del protoevangelio de Santiago consigna el número de tres Magos con nombres etíopes: Tanisuram, Malik y Sissebá. La tradición oriental ponía doce magos y entre ellos los armenios llegaron hasta quince. En las catacumbas de Pedro y Marcelino aparecen dos; cuatro en el fresco del siglo IV de la catacumba de santa Domitilla. Finalmente prevaleció en la tradición de occidente el número de tres, basándose en los tres regalos que presentaron los magos al Niño: oro, incienso y mirra.
Traer regalos era costumbre de la época.
Traer regalos era costumbre de la época. Entre algunas tradiciones sobre este uso, presentamos una como ejemplo: cuando el rey Herodes terminó la construcción de Cesarea Marítima en el año 10-9 a. C., vinieron a Palestina mensajeros de muchas naciones con regalos, como nos lo narra Flavio Josefo en Antigüedades Judaicas (XVI, v, 1, n 136-141).
Hablar de los magos como reyes es fruto de la imaginación y la devoción popular. Sin duda las vestiduras orientales con sus tocados en las cabezas que parecían coronas, condujeron a esta tradición. También la relectura del Salmo 72 que acabamos de citar que nos habla de "que los reyes de Sabá y Arabia le ofrezcan sus dones; que le rindan homenaje todos los reyes" llevó a la religiosidad popular a transformar a los magos del evangelio en reyes orientales. A finales del siglo II, Tertuliano escribe en su diálogo contra Marción: "Oriente considera a los magos casi como reyes". En Occidente, en tiempos de Cesáreo de Arlés (500 d. C) se daba por supuesto que los magos eran reyes.
Los camellos sin duda fueron retomados del profetas Isaías 60,6:
CAMELLOS/SIGNO: Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Medián y de Efá. Vienen todos de Sabá trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.
Las representaciones de los magos ante el pesebre aparecen mucho antes que las de los pastores, cuyos primeros dibujos datan del siglo IV en las catacumbas de los santos Pedro y Marcelino, acompañando a los magos. En los evangelios apócrifos los magos ocupan un lugar preferencial. Sus restos han viajado por muchas ciudades. En la catedral de Colonia se encuentran sus reliquias, a donde fueron trasladadas en 1162 como parte del botín cuando Federico Barbarroja asoló a Italia. En el santoral de Colonia se encuentra una nota necrológica que indica lo que la religiosidad popular ha creado al rededor de estas figuras, que el evangelista hace desaparecer después de su adoración al Niño de Belén: "Habiendo sufrido muchos juicios y fatigas por el evangelio, los tres sabios se encontraron en Sevá (Sebaste, en Armenia) el año 54 d. C. para celebrar la fiesta de Navidad. Poco después de la celebración de la misa, murieron: san Melchor, el 1 de enero, a la edad de ciento dieciséis años; San Baltasar, el 6 de enero, a la edad de ciento doce años, y san Gaspar, el 11 de enero, a la edad de ciento nueve años" .
Mateo prefigura en los Magos a los cristianos gentiles que reciben y aceptan el mensaje de Jesús, puesto que el Reino se ofrece a todos los pueblos y no sólo a los judíos.
ESTRELLA/SIGNO: Pasamos ahora a referirnos a la Estrella. El Evangelio de Mateo nos dice que los magos afirman haber visto "su estrella", lo que los motivó para ir a Jerusalén en busca del rey de los judíos y que ésta los guía de Jerusalén hasta Belén, sin que sea posible afirmar que hubieran seguido la estrella desde su lugar de origen hasta Jerusalén.
Para los contemporáneos del evangelista no era cosa rara la afirmación de que una estrella anunciara el nacimiento del rey de los judíos, ni que esta estrella los hubiera guiado hasta Belén. Virgilio cuenta que una estrella guió a Eneas al lugar en que debía fundarse Roma (Eneida II, 694). Flavio Josefo habla de una estrella que se detuvo sobre Jerusalén y de un cometa que se mantuvo durante un año cuando cayó la ciudad. Se habla de la aparición de una nueva estrella como anuncio de los nacimientos de Mitrídates y de Alejando Severo.
También entre los primitivos americanos, los astros eran presagio de un futuro funesto o halagüeño. León-Portilla nos habla de fenómenos celestes que anunciaron a los mayas y aztecas la proximidad del descubrimiento de América:
Diez años antes de venir los españoles, primero se mostró un funesto presagio en el cielo. Una como espiga de fuego, una como llama de fuego, una como aurora se mostraba como si estuviera goteando, como si estuviera punzando el cielo. Se veía ancha de asiento, angosta en la punta. Llegaba hasta el centro del cielo. Alcanzaba al cielo. Se mostraba allá en el oriente. Aparecía a la medianoche, se manifestaba, permanecía hasta el amanecer y desaparecía cuando llegaba el sol. Duró un año mostrándose. Comenzó en el año 12-Casa. (Visión de los vencidos)
¿A qué fenómeno astral se refiere Mateo? Ya hemos visto como Mateo utiliza referencias al Antiguo Testamento en su evangelio. Al hablar de la estrella, es muy posible que el autor haga una alusión a la profecía de Balaán que encontramos en el libro de los Números 24,17.
Lo veo pero no es ahora;
lo contemplo, pero no será pronto.
Avanza la constelación de Jacob
Y sube el cetro de Israel.
El marco es la intriga de Balak, rey transjordano de Moab, que, temeroso de los israelitas liberados de Egipto por Moisés, quería destruirlos. Para llevar a cabo su propósito, el rey Balak llamó a un famoso vidente llamado Balaán para que maldijera a Israel, pero Balaán profetizó en favor de Israel, haciendo fracasar los planes hostiles del rey Balak. Balaán formuló oráculos que predecían la grandeza futura de Israel y la aparición de su regio caudillo. En otras palabras, el malvado rey quiso valerse del mago extranjero para destruir a su enemigo, pero de hecho el mago honró al enemigo. Evidentemente, esto está muy próximo al relato de Herodes y los magos.
Herodes, como Balak que quería destruir al pueblo de Israel, quiso valerse de los magos para conocer el lugar en donde estaba el niño y matarlo. Sin embargo, los magos no ayudan a Herodes, como Balaán llegó de Oriente hasta el rey para desbaratar sus planes. Además, Balaán predijo que aparecería una estrella, (astron según la versión LXX) como símbolo del Mesías; y los magos vieron la estrella, aster que en su aparición simbolizaba al Mesías.
Algunos críticos han objetado que la base histórica de este relato fue la aparición de la monarquía davídica, dos siglos después de Moisés. Sin embargo, en el judaísmo anterior a Jesús se había aplicado este pasaje al Mesías, rey ungido, de quien es prefiguración el rey David.
El protoevangelio de Santiago, evangelio apócrifo ya citado, es más explícito que Mateo en cuanto a la referencia a la estrella. Dice: Herodes interrogó a los magos con estas palabras: `¿Cuál es la señal que habéis visto en relación con ese rey nacido?'
Respondiéronle los magos: `Hemos visto un astro muy grande que brillaba entre las demás estrellas y las eclipsaba, haciéndolas desaparecer. En ello hemos conocido nosotros que a Israel le ha nacido un rey y hemos venido con intención de adorarle'.
Desde muy antiguo, (parece que el protoevangelio de Santiago apareció entre los siglos II y III) se afirmaba como hecho cierto que hubo un fenómeno que señaló el nacimiento de Jesús. ¿Cuál sería este fenómeno? Veamos entonces algunas hipótesis que pretenden explicarlo desde el punto de vista de la astronomía.
Desde los tiempos de Kepler en el siglo XVII se han hecho estudios astronómicos sobre los fenómenos celestes que tuvieron lugar en la década anterior al nacimiento de Jesús es decir, del 14 al 4 a. C. Se han propuesto tres teorías, la más importante de las cuales es la última.
1 Una estrella nueva o supernova. Esta explicación responde a la descripción del evangelio de Mateo. Una supernova es una estrella débil o muy distante, en la que tiene lugar una explosión, de modo que durante algunas semanas o meses da mucho luz. Parece que durante la dinastía China de Han, hay una noticia sobre un fenómeno celestial que apareció durante los meses de marzo/abril del año 5 a. C. y para algunos astrónomos puede haber sido una supernova. Por tanto el brillo de una nova pudo haber impresionando a los magos, pero una nova o supernova no se ha visto mover en el firmamento.
2 Un cometa. Los cometas siguen un camino regular, elíptico, al rededor del sol. Cuando están en la parte más distante de su órbita, son invisibles desde la tierra; pero cuando están más cerca del sol y de la tierra, pueden llamar la atención, sobre todo si arrastran una cola luminosa de gases de polvo.
El cometa Halley registra apariciones cada setenta y siete años, y se han registrado desde el año 240 a. C. Por cálculos astronómicos sabemos que hizo su aparición en el 741-742 después de la fundación de Roma, o sea, el 12-11 a. C.
La interpretación de la estrella de Mateo como un cometa tropieza con muchas dificultades. En primer lugar, un cometa no es una estrella. Además en la antigüedad se pensaba que la aparición de un cometa era signo de una catástrofe, de manera que no sería normal interpretar su aparición como augurio del nacimiento de una figura salvadora. En tercer lugar, el 12 a. C. estaría muy lejos de la fecha aproximada del nacimiento de Jesús, 6 a. C. Es posible que la aparición del cometa Halley en el año 12 a. C. y la venida de embajadores extranjeros dos años más tarde para aclamar al rey Herodes con motivo de la terminación de Cesarea Marítima, hayan sido combinados en el relato del evangelio sobre la estrella y los magos de Oriente.
Algunos astrónomos hablan de otro cometa mencionado por los astrónomos chinos, que apareció en el año 5 a.C.
3 Una conjunción planetaria. Júpiter y Saturno son, entre los planetas visibles, los más lentos en su órbita alrededor del sol. En el curso de esas órbitas los planetas se cruzan cada veinte años y al cruzarse se dicen que están en conjunción. Mucho más raramente sucede que un tercer planeta, Marte, pase durante la conjunción de Júpiter y Saturno o poco después, de modo que los tres planetas estén en conjunción. Kepler observó este fenómeno en 1604 y calculó que se repite cada 805 años y que había sucedido en el 7-6 a. C. Por cálculo sabemos que los tres puntos culminantes de la conjunción de Júpiter y Saturno ocurrieron en mayo/junio; septiembre/octubre y diciembre del 7 a. C. una extraña conjunción triple, y que Marte pasó muy cerca al año siguiente. Esta gran conjunción de Júpiter y Saturno tuvo lugar en la constelación zodiacal de Piscis. (Ver imagen del cielo en Belén el 25 de diciembre del año 7 a. C. en la página siguiente).
Ferrari-D’Occhieppo sugiere que los magos, descendientes de los antiguos sacerdotes del culto al dios Marduk, conocían las esperanzas hebreas sobre el advenimiento del Mesías y cuando observaron el 15 de septiembre del año 7 a. C. la conjunción planetaria de Júpiter y Saturno, partieron hacia Jerusalén; el 12 de noviembre de ese mismo año, cuando marchaban de Jerusalén a Belén, Júpiter apareció sobre el horizonte en la misma dirección que ellos iban, de tal manera que parecía que fuera delante de ellos. Rápidamente apareció Saturno, en el eje del cono zodiacal apuntando aparentemente hacia Belén.
Piscis es una constelación que se relaciona con los judíos; Júpiter se asocia al gobernador del mundo, y Saturno es la estrella de los amorreos de la región sirio-palestina. Se ha dicho que esta conjunción pudo llevar a los astrólogos partos a predecir que aparecería en Palestina, entre los judíos un gobernador del mundo. Pero es totalmente especulativo porque de hecho, no tenemos pruebas contemporáneas de que semejante conjunción de planetas se denominara "estrella" ni de que se le atribuyera ningún efecto astrológico especial.
El investigador E. L. Martin en su libro “Star” piensa que la conjunción de los planetas Venus y Júpiter que apareció como una estrella de la mañana en agosto 12 del año 12 a. C. y como estrella de la tarde en Junio 17 del año 2 a. C. sirvió para orientar a los magos.
No hemos pretendido, con todo esto, afirmar o negar la historicidad del relato de los magos y su estrella. Es posible pensar que algún fenómeno especial hubiera coincidido con el mayor acontecimiento de la historia: el nacimiento del Hijo de Dios, y la tradición oral hubiera conservado esta asociación. También es posible que el evangelista hubiera sido testigo de fenómenos astronómicos de gran trascendencia (el cometa Halley que por su periodicidad pudo aparecer algunos años antes de la escritura del evangelio) y al escribir su obra, teniendo en cuenta la profecía de Balaán, lo insertara en su episodio como lo encontramos hoy. De todas maneras, como dijimos al principio, lo esencial del evangelio es su mensaje teológico: el relato de los magos quiere hacer resaltar el carácter mesiánico del Hijo de David, nacido en Belén. Mientras el judaísmo recibe las luces necesarias para descubrir en Jesús al Mesías esperado renuncia a su posición privilegiada para ir a su encuentro, los gentiles, representados en los magos, supieron entender el símbolo de la estrella y le tributan los honores de rey de los judíos. El judaísmo le vuelve la espalda, y el paganismo lo acepta como enviado de Dios. El universalismo del mensaje de Jesús es parte esencial de todo el evangelio de Mateo.
Hemos visto hasta aquí como cuando armamos el pesebre unimos varias tradiciones del Antiguo y del Nuevo Testamento, todas ellas encaminadas a explicarnos quién es ese niño que nace en Belén y el significado de su nacimiento. Sin embargo, fabricar un pesebre hoy en nuestros hogares, en nuestro barrio, en nuestra pequeña comunidad, sigue teniendo sentido si sabemos dárselo.
María recostó al niño en un pesebre porque no había lugar en el alojamiento. ¿El pesebre que fabricamos es realmente un lugar adecuado para el nacimiento de Jesús? No se trata de continuar las tradiciones antiguas, sino de manifestar por medio de ellas los verdaderos sentimientos de la comunidad cristiana que espera con impaciencia la llegada del "Príncipe de la paz", del "Maravilloso Consejero", del "Salvador".
Si no hay amor no hay pesebre, aunque lo fabrique Ud., dice un hermoso villancico. Realmente, el pesebre nos invita a deponer los odios y rencores, a reconocer en la sonrisa tierna y acogedora del niño del pesebre las caras tristes o alegres de todos los niños del mundo; a reconocernos todos los hombres como iguales: ricos y pobres, doctos e ignorantes, niños y adultos, cristianos y gentiles, pastores y magos, porque para todos ha nacido el Niño. Dios invitó a TODOS al pesebre: a Herodes, a los sacerdotes, a los escribas y a los fariseos; pero únicamente fueron los pastores y los Magos.
Hoy nos sigue invitando a todos para doblar la rodilla ante el pesebre; y construimos nuestro pesebre; pero ese pesebre estará muerto si no reconocemos al Niño en los cinco mil millones de caras humanas que nos rodean.
Los Villancicos
VILLANCICOS/ORIGEN: Cuando los ángeles anunciaron el nacimiento del Niño a los pastores, retumbó en los aires el primer cántico de Navidad:
Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor.
Es muy bello mirar cómo desde los cielos se proclama la paz en la tierra, la paz que reina entre los hombres a quienes el Señor se les ha revelado.
Al papa Telésforo en el siglo II, se le atribuye el himno del Gloria in Excelsis. Desde entonces fueron muchos los religiosos que compusieron himnos para acompañar las celebraciones de Navidad, muchos de ellos para ser entonados por el pueblo. La más antigua canción de Navidad se le atribuye a San Hilario de Poitiers, en el siglo IV: Jesus refulsit omnium.
Luego se compusieron muchas canciones de Navidad, que no siempre tuvieron profundidad espiritual; eran muchas veces composiciones folclóricas, y en el siglo VII los dirigentes de la Iglesia prohibieron terminantemente su uso y todas las canciones escritas hasta entonces fueron destruidas. En el siglo XIII, el poeta Jacopone Benedetto compuso el himno Ave rex angelorum; por esta época aparecen los Carols en Inglaterra; España improvisó Villancicos; Francia da a conocer sus Cantiques de Noel; Alemania sus Weihnachten Lieder y Rusia y Polonia sus Kolendas.
Estos cánticos navideños, sobre todo en España, son generalmente canciones simples, entonadas por labriegos y pastores, (villanos) y de allí su nombre de villancicos. Son mensajes infantiles, llenos de ternura, que expresan con las diferentes melodías autóctonas el sentimiento de amor y esperanza que despierta la celebración de la navidad.
Noche de Paz
Quizá el villancico más popular en el mundo es el de Noche de Paz, porque se ha traducido a numerosos idiomas, y lo han interpretado desde grandes solistas y coros famosos, hasta los pequeños grupos corales de pueblos y veredas. Veamos su historia.
Se celebra la Nochebuena de 1818. José Mohr, un humilde párroco del pueblecito de Hallein, en los Alpes austríacos, prepara su sermón de Navidad. De repente le avisan que una campesina acaba de dar a luz en la montaña, y le ruega que acuda para bendecir al recién nacido... Cuando el sacerdote retorna a su cabaña, después de bendecir al niño y decir la Misa de Gallo, arrebatado por intensa emoción, trata de describir la escena en unas cuartillas. Al amanecer aparecen escritas las estrofas del Stille Nacht (Noche de Paz).
Luego el maestro de la escuela del pueblo, Francisco Gruber, pone música a la letrilla, y párroco y compositor intentan cantar por primera vez el original villancico, acompañándose de una guitarra, porque no funcionaba el órgano de la Iglesia. "Después de todo, Dios nos oye lo mismo sin órgano", exclama el maestro para animar al cura. ¿Quién podría pensar en aquellos instantes que el insignificante villancico, nacido en un olvidado rincón de Austria, había de convertirse en himno cristiano del orbe?
El organista Gruber se llevó la letra del villancico y la hizo conocer fuera de Hallein. Un año después, cuatro niños cantores, los hermanos Strasser: Carolina, José, Andrés y Amalia, estrenan la canción en Leipzig. De allí, en 1832, se escucha ya en la corte de Sajonia. Luego la repite con emoción todo el mundo cristiano. Jamás un villancico ha alcanzado mayor renombre y resonancia universal, traspasando las fronteras de gran número de países, traduciéndose a la mayoría de los idiomas cultos y adoptando las más variadas interpretaciones musicales, en versión simple de forma individual y en arreglos corales.
¡Noche de paz, noche de amor!
todo duerme al rededor.
Sólo velan mirando la faz
de su niño en angélica paz
José y María en Belén.
¡Noche de paz, noche de amor!
llena el cielo un resplandor.
en la altura resuena un cantar:
"os anuncio una dicha sin par
hoy os nació un Salvador"
¡Noche de Paz, noche de amor!
en los campos al pastor
coros celestes proclaman salud,
gracias y gloria en su plenitud
por nuestro Dios Redentor.
Las luces y velas
LUCES-VELAS/SIGNO Las luces tienen que ver con una celebración judía la de la Hanukkah fiesta de las luces como la llama Josefo por el rito característico que, según la Misná, mandaba encender lámparas delante de cada casa, una más cada uno de los ocho días de la fiesta. La fecha de celebración de la Hanukkah es el 25 de kisleu (diciembre); Mac 2,18s asocia esta fiesta al recuerdo del fuego sagrado conservado milagrosamente y descubierto por Nehemías.
Por otra parte, Isaías en una de sus profecías mesiánicas nos dice: el pueblo que caminaba a oscuras vio una luz intensa, los que habitaban un país de sombras se inundaron de luz. (9,1); y el tercer Isaías ve en la luz un signo de salvación futura: ¡Levántate, brilla, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos; pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y acudirán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. 60,1-3.
También en el Nuevo Testamento aparece la figura de la luz relacionada con el Señor: en el evangelio de Juan (8,12), Jesús dice: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no andará en tinieblas, tendrá luz de la vida.
Hoy, las instalaciones eléctricas han reemplazado las velas para iluminar la navidad. El origen de esta costumbre en el cristianismo se pierde en la antigüedad; parece ser la luz puesta para servir de guía a los peregrinos que regresaban a sus casas para las fiestas navideñas. Sin embargo, sean velas o bombillas eléctricas, hoy las luces de Navidad nos recuerdan que en Navidad ha cambiado la perspectiva del mundo; de las tinieblas se ha pasado a la luz; porque Jesús trajo luz a los espíritus dormidos, y despertó en los hombres la lumbre de la fe.
El árbol de Navidad
ARBOL/NV NV/ARBOL: El simbolismo del leño tan utilizado en los países del norte, con el sentido que le da su empleo en las chimeneas, al rededor de las cuales se congregan familiares y amigos para compartir las noches invernales de navidad; y el de las guirnaldas para decorar las casas, algo verde y florecido como símbolo de la eterna esperanza, se conjugan en el árbol de Navidad.
En el Antiguo Testamento el árbol tiene un significado especial: bajo los árboles sagrados se celebraban reuniones, juicios y asambleas del pueblo (Jue 4,5; 1 Sam 14,2; 22,6) Desde los tiempos proféticos el árbol ocupa un lugar de privilegio: Vendrá a ti el orgullo del Líbano, con el ciprés y el abeto y el pino, para adornar el lugar de mi santuario y ennoblecer mi estrado (Is 60,13). También la figura del retoño del tronco de Jesé la emplean los profetas en el anuncio del Mesías (Is 11,1).
En el mundo pagano se encuentran varias tradiciones: entre los germanos, el dios Odín había permanecido colgado de los pies de un pino en el solsticio de invierno. Los druidas honraban a sus dioses atando a las ramas manzanas doradas y otras ofrendas. Virgilio en las Geórgicas, menciona la usanza romana de colgar en pinos máscaras de Baco como un medio de asegurar la fertilidad. Los orígenes del árbol de Navidad se remontan para algunos hasta San Bonifacio, quien convirtió al cristianismo a los alemanes en el siglo VII, cortando la encina sagrada de Geismar, en Hesse, a fin de acabar con el culto a los árboles. Martín Lutero contribuyó mucho a su popularización.
Cuando el arbolito se hizo más popular como elemento de decoración de Navidad, surgieron muchas leyendas piadosas para explicar su origen. Una nos cuenta que en la noche en que nació Cristo todos los árboles de un bosque cercano florecieron y dieron fruto a pesar del hielo y de la nieve. Entre los ingleses se narra que, habiendo llegado José de Arimatea a Wyralhill, plantó allí su báculo en el suelo que se convirtió en un árbol que florecía en invierno; hay quienes lo identifican con el espino de Glastonbury, que florece en Navidad.
En diversas partes de Europa se cortaban ramas de espino y de cerezo y se colocaban en lugares abrigados para que florecieran en Navidad. Algunas familias traían a sus casas árboles enteros para competir con sus vecinos sobre los capullos más bellos. Esta costumbre es para algunos el origen de los actuales árboles de Navidad, pues en un principio en Alemania se decoraban los árboles con manzanas, cintas y flores de papel hasta que las bolitas de vidrio reemplazaron estos adornos.
En el siglo XVI, en Alemania, se adornó el árbol de Navidad como hoy lo conocemos. A Estados Unidos llegó por medio de los soldados alemanes durante las guerras de la Independencia. Los primeros adornos que se colocaron en los árboles en Alemania, fueron galletas con figuras de muñecos o de animales, adornadas con colores; durante la primera guerra mundial los soldados norteamericanos enviaron a sus casas estas galletas como presente de Navidad, y los familiares resolvieron colgarlas de los árboles. El colorido que tomaron los árboles, inspiró los adornos modernos. Cuando arreglamos hoy el árbol de Navidad en nuestras casas, no podemos dejar de lado el sentido cristiano que él tiene. En el Nuevo Testamento el árbol frondoso es imagen del Reino de los Cielos (Mc 4,30-32 y paralelos). Por otra parte, el árbol, el tronco o las coronas de muérdago se convierten en la presencia de la naturaleza al rededor del pesebre. No sólo los hombres se alegran con el nacimiento del Niño; también la naturaleza; porque así como toda ella fue afectada por el pecado del hombre, del mismo modo participa también de la redención que se inicia en el pesebre.
El Viejo Noel, Santa Claus, San Nicolás.
NV/PAPA-NOEL NV/SANTA-CLAUS
La figura de Santa Claus, al igual que el árbol de Navidad, resultó de la combinación de varias leyendas y tradiciones muy antiguas.
Sin duda alguna existe cierta relación entre el Viejo Noel actual y los Jule-nissen de Dinamarca y Noruega y los Tomte de Suecia, duendecillos vestidos de rojo con gorros puntiagudos y luengas barbas blancas que reparten regalos montados en Jule-buken, chivos adornados con moños y campanillas.
El Papá Noel, viejo de barba larga gris, representó en una época a Odín o Votán, el dios nórdico que durante el invierno cabalgaba en su mágico caballo de ocho patas llamado Sleipnir, dispensando premios y castigos. Para algunos, hay una relación en la tradición del Viejo Noel y la diosa noruega del hogar, Hertha o Percht, la cual, como Santa Claus entraba y salía por las chimeneas. Durante el solsticio de invierno (21 de diciembre en el hemisferio norte) las casas se adornaban con pinos y siemprevivas para darle a Hertha la bienvenida. A la hora de la cena se erigía un gran altar con piedras chatas y se hacía una fogata con ramas de abeto. Hertha descendía por entre el humo.
NV/SAN-NICOLAS: Con el tiempo todas estas figuras se fundieron con San Nicolás, Obispo de Mira, región al suroeste de Asia, en el siglo III. Sus restos fueron trasladados a la ciudad de Bari en Italia en 1087. Muchas leyendas recuerdan a esta gran Obispo que se caracterizó por su especial amor por los niños y los necesitados. Se dice de él que solía recorrer por las noches las comarcas llevando regalos a los vecinos y dando buenos consejos, a la vez que inculcaba en las casas alegría y optimismo. Una anécdota narra que un humilde labriego mientras junto a la chimenea en una noche de invierno meditaba con gran tristeza sobre su falta de dinero para dar la dote de sus tres hijas casaderas, sintió un tintineo en el piso y, con gran asombro encontró a sus pies una bolsa con monedas de oro. La noche siguiente ocurrió lo mismo. La tercera espió para ver qué ocurría y vio que se trataba del obispo Nicolás quien, desde afuera, le había echado por una ventana una tercera bolsa para que el buen hombre pudiera casar a las tres hijas.
Después de su muerte fue elevado a los altares en poco tiempo, y su fiesta se celebraba el 6 de diciembre. En ese día, era costumbre visitar los hospitales y orfanatos de niños para llevar regalos como lo hacía en vida San Nicolás. Poco a poco la fiesta se unió con la celebración de la Navidad.
Su renombre se había extendido hasta entre los lapones y samoyedos que habitaban en la región de los renos, y fue convertido en patrono de muchas ciudades europeas. Alemania y Holanda fueron los países donde más pronto se estableció la celebración de San Nicolás. Los holandeses lo introdujeron en los Estados Unidos en su primer barco, en forma de mascarón de proa y lo hicieron patrono de la isla de Manhattan, en Nueva Amsterdam, como llamaron los holandeses a Nueva York cuando la fundaron en el siglo XVIII. La figura del regordete y jovial mascarón, con mejillas sonrosadas cautivó a los norteamericanos y pronto se metamorfoseó su mitra episcopal en el simpático gorro, conservando el color rojo de las vestiduras episcopales; se le adicionó la bolsa de juguetes, y su viejo potro gris se transformó en un trineo tirado por ocho renos. La visita a los hogares con regalos se postergó hasta la víspera de Navidad.
Sucedió que el santo en holandés se llamaba Sinter klass, palabra que los niños de habla inglesa cambiaron por Santa Claus, y algunos pueblos del Caribe lo llamaron "Santicló" pensando en una pronunciación francesa. En cambio, en Francia el nombre se transformó en Papá Noel, por la tradición de dar regalos en Navidad (Noel). Pero, llámese como se llamare, la figura del viejo regordete, alegre, sonriente, que reparte regalos y alegría, nos recuerda siempre la actitud del cristiano en Navidad, y sobre todo se convierte en un llamado de atención. ¿Podremos celebrar tranquilos estas fiestas mientras las caras sucias y hambrientas de los niños se pegan a los vidrios de las vitrinas para soñar con un regalo de Navidad que nunca poseerán porque ya no existe San Nicolás que reparta regalos a quienes realmente los disfrutan?
Los regalos en Navidad
NV/REGALOS REGALOS/NV
Una costumbre universal es regalar a los familiares y amigos algún presente con ocasión de las fiestas de Navidad, aunque las fechas y las tradiciones son diferentes.
Para algunos los regalos se dan en recuerdo o como traído de San Nicolás, el 6 de diciembre; otros reparten los regalos el 6 de enero, día de la Epifanía, siguiendo la tradición de los magos que trajeron dones a Jesús; hay otra tradición, la de los romanos que deseaban buena suerte durante las fiestas Saturnales, el 25 de diciembre, día que el mundo cristiano celebra el Nacimiento de Jesús. Algunas culturas dan los presentes en la vigilia de la Navidad, el 24 de diciembre.
Cada tradición habla de un dador diferente: el Niño Jesús, Santa Claus, el Viejo Noel, Befana (la figura femenina de Santa en Italia), los tres magos, los gnomos de navidad, Kolyada (en Rusia), los Joulupukki (en Finlandia).
Aunque la comercialización de los Aguinaldos no permite darle sentido a esta tradición, sin embargo, cuando profundizamos el mensaje de Navidad y lo que en ella celebramos, no podemos dejar de lado el verdadero sentido de los regalos y de las tarjetas de Navidad.
Desde muy antiguo, es costumbre llevar un presente al niño recién nacido o a sus padres; también debió ocurrir así en el pesebre y por esta razón la iconografía de Navidad presenta a los pastores llevando sus dones: una pequeña oveja, o su morral con comida y ropa. Los villancicos se han encargado de magnificar estos dones de los pastores. Pero hay algo que sí aparece en los evangelios: los magos de oriente presentaron sus dones de oro, incienso y mirra (Mt 2,11). La relectura de este pasaje nos está diciendo que también nosotros hoy debemos presentar nuestros dones ante el pesebre; ya no de oro, incienso y mirra sino de todo aquello que es para nosotros un verdadero don, en una palabra, no dar algo sino darnos nosotros mismos. Y si en el Niño del pesebre encontramos a todos los hombres del mundo y si queremos vivir realmente la Navidad, nuestro mejor regalo será entregar nuestra vida, sobre todo nuestro trabajo para contribuir a hacer un mundo más amable y acogedor para todos, como fue el pesebre.
Sin embargo, hay otra razón para participar a los demás de nuestros sentimientos: en la fiesta, cuando el hombre se siente feliz, quiere compartir esa felicidad con los que ama. Nos comunicamos con nuestros parientes y amigos y los invitamos a vivir nuestra misma alegría, con tarjetas que simbolizan la importancia de lo que se celebra.
La práctica de enviar a los amigos un saludo de Navidad por medio de tarjetas la inició Sir Henry Cole en Inglaterra. En el año de 1843, J.C. Horsley diseñó la primera tarjeta. Se vendieron en Londres mil ejemplares. En 1849, William Egley dibujó una tarjeta que se hizo tan popular, que aún hoy se sigue reproduciendo.
Por eso el cristiano, en Navidad, comparte su alegría con los demás mediante tarjetas y regalos, como testimonio de que como el Niño ha nacido, ya todos somos hermanos, podemos sentarnos a la misma mesa, participar todos juntos de los postres de Navidad, compartir cuanto tenemos, pero, sobre todo caminaremos juntos en la vida, hacia la vida.
Los adornos navideños
NV/ADORNOS
Los bastones y las bolas de cristal, engalanan los árboles de Navidad, las coronas en las puertas de las casas, en las vitrinas de los comercios y los árboles de Navidad.
Estas costumbres tienen su origen asociado con las celebraciones navideñas. Un vendedor de dulces quiso fabricar algo especial para la Navidad y se ideó un pequeño bastón de menta que recordara el cayado de los pastores que ocupan un lugar preferencial entre los visitantes del pesebre. Para escoger los colores quiso reunir el blanco de la nieve que cubre los campos del hemisferio norte, y el rojo de la sangre que el Niño de Belén derramaría por todos.
No pasó mucho tiempo antes de que los ricos dulces de menta fueran reemplazados por bastoncillos de plástico que poco a poco hacen parte, con las bolas de cristal de los símbolos de las celebraciones decembrinas.
Conclusión
Las fiestas de Navidad no quieren tanto transportarnos al mundo de la niñez y a las bellas navidades de otros tiempos, sino que nos invitan a descubrir en sus símbolos el verdadero sentido de la fiesta: hacernos conscientes de que debemos marchar todos unidos, como responsables de nuestra historia.
Realmente es un alegría: un árbol con bombillas de colores, el pesebre, los regalos... Pero no es esto lo principal. Desde el pesebre de Belén un Niño nos invita al cambio, y aceptar esta invitación nos compromete a luchar por la paz, a luchar por la justicia, a amar a los demás, porque Navidad es un mensaje de salvación, no de condenación; de liberación, no de opresión; de alegría, no de tristeza.
Pero, ante todo es preciso tener presente que Navidad no es la fiesta de un día en el año; es la fiesta de todos los días, puesto que cada vez que en el otro descubrimos a Cristo, cuando contribuimos al progreso y a la realización del hombre, cuando luchamos por la justicia, siempre que compartimos algo, siempre que hacemos sonreír al que sufre, siempre que luchamos por una sociedad mejor sin intereses políticos, siempre que estrechamos una mano con cariño, siempre que escuchamos al hermano con comprensión, siempre que trabajamos por los demás con desinterés, cuando sabemos sonreír, nace Jesús, es Navidad.
........................
Teniendo en cuenta la manera como se señalaban los días en la antigüedad, la calenda 8 de enero corresponde a ocho días antes del primero de enero (calenda), teniendo en cuenta tanto el día 25 como el primero.
Se cree que fue escrito a mediados del siglo VI d.C. Cfr. Los Evangelios Apócrifos. Madrid. BAC. 1979. p. 177-242. Arsh-Edwards, Magi, 9. Citado por Brown Raymond E. El Nacimiento del Mesías. Madrid. Cristiandad. 1982. p 199. Citado por Brown, Raymond E. The Brith of the Messiah. A commentary on the Infancy Narratives in the Gospels of Matthew and Luke. New upadted edition. New York Doubleday, 1993, p.611. Brown, Raymond, op. Cit. p.613 dice que frente a las posiciones que se presentan desde la astronomía y la teología en relación con el relato de los magos y la estrella, hay tres posibilidades de objetividad, substancialmente objetivo; parcialmente objetivo y totalmente creación teológica.
(1) Objetividad muy sustancial del relato mateano: Un fenómeno astronómico (supernova, conjunción de planetas, o cometa) tuvo lugar en tiempos del nacimiento de Jesús que astrólogos extranjeros interpretaron como anuncio del nacimiento de un rey judío, y fueron a Jerusalén durante el reinado del rey Herodes para encontrar al niño. Herodes se conturbó y mató algunos niños varones en Belén. Esto es posible pero mantiene el obstáculo mencionado antes [se refiere al dato de Mc 6,1,6 y par, sobre el desconocimiento del hijo de Herodes el Grande sobre Jesús].
(2) Objetividad parcial de Mateo: Después de la crucifixión y resurrección, cuando los cristianos llegaron a reconocer lo que Dios había realizado en Jesús, reflexionaron sobre su nacimiento desde el Antiguo Testamento y las expectativas judías. Un fenómeno astronómico que se presentó antes de su nacimiento, fue interpretado como cumplimiento de la estrella de Balaam que se alzaba en el oriente,
(3) Creatividad teológica total de Mateo o de sus fuentes: historias sobre la estrella, los magos y Herodes. Personalmente no encuentro plausible (1); pienso que (2) es parcialmente posible (por ejemplo la estrella) y que (3) es también posible en otras partes, (por ejemplo en la matanza de los niños por Herodes y la huida a Egipto). Esta es mi opinión. Yo no se que tan objetivo o histórico es el relato de los magos, la estrella o Herodes; y dado el estado de las evidencias, nadie puede decir algo más, ya sea exégeta bíblico o astrónomo. (Traducción personal) ·Hernández-Lucía-V