NAVIDAD - EPIFANÍA
1. Después de la preparación del Adviento, celebramos el tiempo de la Navidad, desde la víspera, 24 de diciembre, hasta el domingo siguiente al 6 de enero, la fiesta del Bautismo del Señor.
Lo mejor del Adviento es la Navidad.
Desde el Adviento a la Epifanía y el Bautismo del Señor, hay un único movimiento: la celebración de la venida del Señor, que se prepara en la espera del Adviento, se celebra en su inauguración de Navidad y en sus primeras manifestaciones o epifanías, y se intenta siempre vivir en nuestra existencia cristiana, camino de la manifestación definitiva del final de los tiempos.
Navidad y Epifanía celebran el mismo misterio. La Navidad acentúa sobre todo el nacimiento: Dios se ha hecho hermano nuestro. La Epifanía pone más énfasis en la manifestación de su divinidad, sobre todo a los magos de Oriente, acontecimiento que la liturgia une al del Bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná con su primer milagro.
2. El sacramento de la Navidad
NV/SACRAMENTO: Lo que celebramos los cristianos en estas dos o tres semanas del tiempo de Navidad es el misterio de Cristo que se nos comunica sacramentalmente en la celebración de cada fiesta. El Concilio Vaticano II lo recordó magistralmente: «La Iglesia, en el círculo del año, desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor.
Conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación» (Sacrosanctum Concilium 102).
Cuando afirmamos que la Navidad es un sacramento queremos significar que la gracia del Nacimiento del Hijo de Dios se nos hace presente y se nos comunica en la celebración de esta fiesta. No se trata sólo de un recuerdo pedagógico, aleccionador, del acontecimiento de Belén, entrañable por demás.
HOY/CELEBRACION: En estos días oímos muchas veces -en las oraciones, prefacios y antífonas de la celebración- la palabra hoy:
«hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor»
«has iluminado esta noche santa con el nacimiento de Cristo, la luz verdadera»
«hoy una gran luz ha bajado a la tierra»
«hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva»
«hoy nos ha descendido del cielo la paz verdadera»
«hoy ha nacido Jesucristo, hoy ha aparecido el Salvador, hoy en la tierra cantan los ángeles, hoy saltan de alegría los justos»
«hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor».
Lo mismo sucede en la fiesta de la Epifanía, en la que también se recuerda el Bautismo de Jesús y las bodas de Caná:
«hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación»
«hoy se ha manifestado al mundo»
«hoy la estrella condujo a los magos, hoy el agua se convirtió en vino, hoy Cristo fue bautizado»
«hoy la Iglesia se ha unido a su celestial Esposo».
No es sólo un aniversario. Es actualización y nueva presencia del misterio salvador de un Dios que se ha hecho de nuestra familia.
«Hoy» es una palabra breve pero cargada de sentido, que da a nuestra celebración un tono de misteriosa actualidad. De alguna manera nos hacemos contemporáneos del nacimiento de Cristo y de su manifestación. El Señor Resucitado ha roto las barreras del tiempo y actualiza la gracia de su Encarnación para nosotros.
Entre el ayer de Belén y el mañana de la parusía está el hoy de cada Navidad, el Dios-con-nosotros que nos quiere comunicar su vida, su luz, su alegría.
En concreto, la gracia de la Navidad aparece descrita repetidas veces como «nacer de Dios», ser sus hijos. Más aún, es la gracia de compartir con Jesús su divinidad, ya que él ha querido compartir nuestra humanidad:
«que renazca tu pueblo, Señor, al conmemorar el nacimiento de tu Hijo»
«a los que le recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios»
«haznos participes de la divinidad de tu Hijo que, al asumir la naturaleza humana, nos ha unido a la tuya de modo admirable»
«concédenos compartir la vida divina de aquél que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana»
«hoy nos ha nacido el Señor para comunicarnos la vida divina» «qué admirable intercambio: el creador del género humano nace de una virgen y, hecho hombre, nos da parte en su divinidad».
3. Los prefacios de la Navidad
NV/PREFACIOS: Durante el tiempo de la Navidad y Epifanía, se proclaman unos prefacios que nos ayudan a centrar nuestra gratitud en el misterio de ese Dios que ha querido venir a nuestra historia.
Prefacio I de Navidad
Cristo, luz del mundo
...Porque,
gracias al misterio de la Palabra hecha carne,
la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos
con nuevo resplandor,
para que, conociendo a Dios visiblemente,
él nos lleve al amor de lo invisible.
La Navidad es la fiesta de la luz, como lo es también la Epifanía. Por eso se centra la acción de gracias en esta luz verdadera que Dios nos ha enviado.
En las lecturas del Adviento, el profeta Isaías ya nos había anunciado al futuro Salvador como la luz que iba a iluminar a todos los pueblos. Ahora, en Cristo, agradecemos a Dios que nos haya dado la luz definitiva. En la noche de la Navidad le decimos a Dios: «has iluminado esta noche santa con el nacimiento de Cristo, la luz verdadera».
La luz de Dios ya estaba entre nosotros, por la creación. Pero ahora, «por el misterio de la Palabra hecha carne», esta luz brilla ante nuestros ojos «con nuevo resplandor». El Cristo de la Navidad es el mediador entre Dios y el hombre: nos ayuda a «conocer a Dios visiblemente», y así nos lleva «al amor de lo invisible». A Dios no le ha visto nadie, pero «quien me ve a mí ve al Padre» (Jn 14,9).
En la noche de Pascua, en la solemne Vigilia, volveremos a cantar a Cristo como luz, simbolizado por el cirio pascual. La Navidad y la Pascua celebran el único misterio de Cristo, Luz del mundo.
Prefacio II de Navidad
La restauración del universo en la Encamación
...Porque
en el misterio santo que hoy celebramos,
Cristo, el Señor, sin dejar la gloria del Padre,
se hace presente entre nosotros de un modo nuevo:
el que era invisible en su naturaleza
se hace visible al adoptar la nuestra;
el eterno, engendrado antes del tiempo,
comparte nuestra vida temporal
para asumir en sí todo lo creado,
para reconstruir lo que estaba caído
y restaurar de este modo el universo,
para llamar de nuevo al reino de los cielos
al hombre sumergido en el pecado...
Es densa la teología de esta oración. Está construida a base de binomios antitéticos, que ayudan a entender el misterio de la Encarnación:
el que ya existía antes, como Dios, se nos hace presente como hombre.
el que era invisible, ahora se nos hace visible y cercano,
el que es eterno, ha querido entrar en nuestra historia.
La finalidad de esta Encarnación se dice que es:
para asumir en sí todo lo creado,
para reconstruir y restaurar lo caído,
para llamar al pecador de nuevo al reino de los cielos.
Alabamos a Dios por la reconciliación y la paz, por la restauración cósmica y humana que ha realizado de modo admirable en la venida de Cristo en la Navidad y en la plenitud de su Pascua: «Él es el primogénito de toda la creación y reconcilia por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos» (Col 1,15-20).
Una de las bendiciones del formulario solemne de la Navidad, desea: «el que por la encarnación de su Hijo reconcilió lo humano y lo divino, os conceda la paz a vosotros, amados de Dios».
Prefacio lll de Navidad
El intercambio realizado en la Encarnación del Verbo
...Por
él hoy resplandece ante el mundo
el maravilloso intercambio que nos salva;
pues al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición
no sólo confiere dignidad eterna a la naturaleza humana,
sino que por esta unión admirable nos hace a nosotros eternos...
El intercambio que sucede en la Navidad -hoy, en esta Navidad- es en verdad admirable, y plenamente favorable a nosotros. Dios se hace hombre («el Verbo se hizo carne») y el hombre es hecho partícipe de la divinidad («a los que le recibieron les dio el ser hijos de Dios»).
Cristo Jesús asume nuestra debilidad, nuestra frágil condición, y así nos da una dignidad divina y eterna. Tenemos motivos para dar gracias a Dios por el misterio de esta Navidad.
Prefacio de la Epifanía del Señor
Cristo, luz de los pueblos
...Porque
hoy has revelado en Cristo,
para luz de los pueblos,
el verdadero misterio de nuestra salvación;
pues al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal
nos hiciste partícipes de la glaria de su inmortalidad...
La Epifanía es manifestación universal de Cristo como luz. Los magos son los representantes de todos los pueblos de la tierra. El misterio de nuestra salvación es éste: que ahora nosotros somos partícipes de la inmortalidad de Cristo, ya que él se ha hecho mortal como nosotros.
4. Las lecturas de la Navidad
La Palabra de Dios nos ayuda para que entendamos y vivamos el misterio de la Navidad.
Las lecturas de estas semanas quieren conducirnos a descubrir a Dios en ese niño nacido en Belén y manifestado progresivamente a los hombres. Y a la vez, que descubramos el valor del hombre, nuestro hermano, dado que Dios se ha querido hacer de nuestra familia. El admirable intercambio de la Navidad.
Los aspectos fundamentales de este misterio se leen en las fiestas y domingos: la Navidad, la Epifanía, el 1 de enero con la fiesta de Santa Mana, la Sagrada Familia, los domingos intermedios, el Bautismo de Jesús. Son los temas centrales como el Nacimiento, la luz, la manifestación a los magos, la circuncisión, el episodio del niño perdido y hallado en el Templo, las diversas reacciones de las personas (María y José, los pastores, los magos, las autoridades y sabios de Jerusalén).
Las lecturas de las ferias, que son las que aquí comentamos, son un complemento de las festivas, para que lleguemos a profundizar gradualmente en el don de ese Hijo de Dios que se ha hecho hermano nuestro, y sepamos asumir las consecuencias que este acontecimiento comporta para nuestras vidas.
Durante el tiempo de la Navidad, desde el 27 de diciembre hasta el 12 de enero (aunque los últimos días a veces se omitan, porque el domingo del Bautismo del Señor cae antes de esa fecha), leemos en lectura prácticamente continuada la primera carta de Juan.
Es un escrito de fines del siglo primero, una carta de reflexión teológica y espiritual, que denuncia las corrientes gnósticas que no han sabido ver en toda su profundidad el misterio de Jesús. Hay falsos doctores que se creen sabios, pero no han captado la seriedad del amor de Dios encarnado en Jesús, ni sus consecuencias vivenciales para nosotros: la comunión de vida con Dios y el amor a los hermanos.
Resulta particularmente feliz el que durante este tiempo de Navidad se nos proclame esta carta. De nuevo volveremos a leer toda la carta, en el Oficio de Lecturas, entre las semanas VI y VII del tiempo de Pascua. Jesús como luz y vida une así la Navidad con Pascua, el inicio y la culminación del único misterio de la redención de la humanidad.
Los evangelios de las ferias
En el tiempo de Navidad los evangelios tienen dos temas: la infancia de Jesús y el inicio de su ministerio. O sea, sus progresivas manifestaciones como Mesías.
En la octava de la Navidad, además de los evangelios que se refieren a san Esteban y san Juan, escuchamos relatos de la infancia de Jesús, la presentación en el Templo, con el testimonio de Simeón y de Ana, y la vuelta a Nazaret. Naturalmente, las escenas principales las leemos en las fiestas: Navidad, Sagrada Familia, Epifanía, Inocentes.
A continuación, y empezando por el día 31 de diciembre con su prólogo, se nos proclama antes de la Epifanía el primer capítulo del evangelio de Juan, con el testimonio del Bautista y la llamada de los primeros discípulos por parte de Jesús.
En las ferias después de la Epifanía, del 7 al 12 de enero, escuchamos las primeras manifestaciones del Mesías en el inicio de su ministerio: multiplicación de panes, calma de la tempestad, etc.
5. El tiempo mariano por excelencia
Si ya en el Adviento, sobre todo en sus últimos días, nuestra oración tenía muy presente a la Virgen María, durante el tiempo de la Navidad es todavía más intensa esta acentuación.
La que podemos llamar «Santa María de la esperanza», la maestra de la espera del Adviento, es sobre todo la Madre del Mesías, la que le dio a luz y lo manifestó al mundo en la persona de los pastores y de los magos: la Maestra, por tanto, de la Navidad y de la Epifanía, la que le acogió y la que mejor evangelizó al mundo mostrándole al Salvador.
Pablo VI, al igual que lo hacía con el tiempo del Adviento, también presenta en su Marialis Cultus este carácter mariano de la Navidad, señalando los días más importantes de este recuerdo: «El tiempo de Navidad constituye una prolongada memoria de la maternidad divina, virginal y salvífica, de aquella que sin mengua de su virginidad dio a este mundo un Salvador.
Así, en la solemnidad de la Natividad del Señor, la Iglesia, al adorar al Salvador, venera a su gloriosa Madre.
En la Epifanía del Señor, al celebrar la llamada universal a la salvación, contempla a la Virgen, sede de la Sabiduría y verdadera Madre del Rey, que ofrece a la adoración de los magos al Redentor de todas las naciones.
Y en la fiesta de la Sagrada Familia considera con veneración la santa vida que llevan en su casa de Nazaret Jesús, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, María su Madre y José, el varón justo.
En la nueva ordenación del periodo de Navidad, creemos que la atención común se debe dirigir a la renovada solemnidad de Santa María Madre de Dios. Ésta, fijada el 1 de enero, según una antigua sugerencia de la liturgia romana, está destinada a celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la Madre Santa, por la que merecimos recibir al Autor de la vida...».
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 99-107