DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Amós 7, 1-17

Visiones proféticas de desastre

Esto me mostró el Señor: Preparaba langosta cuando comienza a crecer la hierba, la hierba que brota después de la segazón del rey. Y, cuando estaba devorando toda la hierba de la tierra, dije:

«Señor, perdona. ¿Cómo resistirá Jacob, pues es tan pequeño?»

Se compadeció el Señor por mi intercesión:

«No sucederá», dijo el Señor.

Esto me mostró el Señor: Llamaba para el juicio al fuego, que devoraba el océano y el campo. Yo dije:

«Perdona, Señor. ¿Cómo resistirá Jacob, pues es tan pequeño?»

Se compadeció el Señor por mi intercesión:

«No sucederá», dijo el Señor.

Esto me mostró el Señor: Estaba el Señor en pie junto al muro, con una plomada en la mano. Me dijo el Señor:

«¿Qué ves, Amós?»

Respondí:

«Una plomada».

Dijo él:

«Echaré la plomada en medio de mi pueblo; esta vez no dejará de suceder. Quedarán desoladas las alturas de Isaac, los santuarios de Israel se arruinarán, me levantaré con la espada contra la dinastía de Jeroboam».

Entonces Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, envió un mensaje a Jeroboam, rey de Israel:

«Amós conjura contra ti en medio de Israel; la tierra ya no puede soportar sus palabras. Porque así predica Amós: "Morirá a espada Jeroboam. Israel saldrá de su país al destierro"».

Dijo Amasías a Amós:

«Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios, porque es el santuario real, el templo del país».

Respondió Amós:

«No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo de Israel".

Y ahora, escucha la palabra del Señor:

Tú dices: "No profetices contra la casa de Israel, no prediques contra la casa de Isaac". Pues bien, así dice el Señor: "Tu mujer será deshonrada en la ciudad, tus hijos e hijas caerán a espada; tu tierra será repartida a cordel, tú morirás en tierra pagana, Israel saldrá de su país al destierro"».


SEGUNDA LECTURA

San Clemente de Alejandría, Los tapices (Lib 6: PG 9, 295-298)

Adorar a Dios mediante la verdadera santidad
de las obras y del conocimiento

¿No es verdad que quien peregrina hacia Dios por el amor —aunque su tienda se vea todavía visible en la tierra—, no se desentiende ciertamente de la vida, pero sí que aparta a su alma de las pasiones, vive incluso en la mortificación de sus apetitos y no dispone ya del propio cuerpo, al que sólo le permite lo estrictamente necesario, para no ofrecerle en bandeja motivos de disolución?

¿Cómo va a necesitar aún de fortaleza quien está libre de todo mal, como si ya no viviera en este mundo y todo su ser estuviera con aquel a quien ama? ¿Qué uso va a hacer de la templanza, quien no la necesita? Tener apetencias tales que sea preciso recurrir a la templanza para reprimirlas, no es propio de quien está ya limpio, sino de aquel que todavía está bajo el dominio de las pasiones. La fortaleza tiene como misión vencer el miedo y la timidez. Es efectivamente indecoroso que el amigo de Dios, a quien Dios predestinó antes de crear el mundo a formar en las filas de los hijos adoptivos, sea juguete de las pasiones y temores y haya de emplearse en mantener a raya las perturbaciones del alma.

Más me atrevería a decir: así como uno es predestinado en base a sus obras futuras y a las consecuencias que de ellas se derivarán, así también él tiene por predestinado a aquel a quien ama por aquel a quien conoce: pues él no conoce el futuro a base de conjeturas más o menos ciertas como la mayor parte de los hombres que viven de conjeturas, sino que por conocimiento de fe recibe como cosa cierta lo que para los demás es incierto y oscuro. Y por la caridad le está ya presente el futuro.

En efecto, él ha creído —por profecía y por presencia—al Dios que no miente; por eso posee lo que ha creído y obtiene la promesa, pues es la verdad la que ha prometido; y como quiera que el que ha prometido es digno de fe, recibe con plena seguridad, mediante el conocimiento, el fin de la promesa.

Y el que conoce que el estado en que se encuentra le confiere la segura comprensión de las cosas futuras, va al encuentro del futuro por caridad. En consecuencia, no ansiará ciertamente conseguir los bienes de aquí abajo, persuadido como está de conseguir los que en realidad son los bienes verdaderos; deseará más bien poseer aquella fe que colme plenamente sus deseos: deseará, además, que cuantos más mejor lleguen a ser semejantes a él, para gloria de Dios, que alcanza su perfección mediante el conocimiento. Porque aquel que se asemeja al Salvador, se convierte él mismo en instrumento de salvación, por cuanto a la naturaleza humana le asiste la posibilidad de reproducir su imagen obedeciendo en todo sus mandamientos. Esto es adorar a Dios, mediante la verdadera santidad de las obras y del conocimiento.

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Amós 8, 1-14

Otras visiones

Esto me mostró el Señor: Un cesto de higos maduros. Me preguntó:

—¿Qué ves, Amós?

Respondí:

—Un cesto de higos maduros.

Me explicó:

—Maduro está mi pueblo, Israel, y ya no pasaré de largo. Aquel día —oráculo del Señor— gemirán las cantoras del templo: «¡Cuántos cadáveres arrojados por todas partes. Chsss!»

Escuchad los que oprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: ¿Cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado para ofrecer el grano? Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanza con trampa, compráis con dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. ¡Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones!

¿Y no va a temblar la tierra,
no van a hacer luto sus habitantes?

Se alzará toda como el Nilo,
como el Nilo se agitará y se calmará.

Aquel día —oráculo del Señor
haré ponerse el sol a mediodía,
y en pleno día oscurecerá la tierra.

Cambiaré vuestras fiestas en luto,
vuestros cantos en elegía;
vestirá de saco toda cintura,
quedará calva toda cabeza.

Y habrá un llanto como por el hijo único,
y será el final, como día amargo.

Mirad que llegan días —oráculo del Señor—
en que enviaré hambre a la tierra:
no hambre de pan ni sed de agua,
sino de escuchar la palabra del Señor.

Irán vacilantes de Oriente a Occidente, de Norte a Sur,
vagarán buscando la palabra del Señor, y no la encontrarán.

Aquel día desfallecerán de sed
las bellas muchachas y los mozos.

Los que juran: «Por Asima de Samaria, por la vida de tu Dios, Dan,
por la vida del señor de Berseba», caerán para no levantarse.


SEGUNDA LECTURA

Homilía 50 del Crisóstomo latino (PLS 4, 825-826.828-830)

Éstos son los pastos que dio Dios a los creyentes

El Señor es mi pastor, nada me falta. Fijaos cómo se recomienda la Iglesia por boca de sus hijos: pues realmente aquel a quien Dios pastorea no puede caer y descarriarse. Este es nuestro rey, que día y noche rige nuestros corazones y nuestros cuerpos, conserva nuestros sentidos interiores y exteriores, y nada nos falta.

Es posible que haya quien afirme que aquel a quien Dios pastorea y nada le falta, tiene puestos los sentidos únicamente en las cosas temporales. ¿Qué significa «nada me falta», sino tener el oído atento a las peticiones que se le hacen? Rige y no niega nada. Lo que acaba de afirmar: Nada le falta es una gran cosa. Cuando no se peca contra Dios, él otorga la sabiduría, la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia: y si éstas no faltan, ¿qué puede ambicionar el avaro? Dios mismo en su totalidad va involucrado en estas virtudes: y aquel en quien Dios está con toda su plenitud nunca será reo.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar. ¡Gran cosa son estos pastos! Estos banquetes siempre sacian, nunca faltan. Porque, ¿os interesa saber cómo alimenta Dios a los que le esperan, es decir, a los que en él tienen puesta su confianza? Dijo el profeta: Mirad que llegan días en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Cuando nuestra alma llega a este campo de la ley y a las flores de la alianza, se siente alimentada, apacentada, nutrida, engordada y exulta en la simplicidad del corazón: el alma allí colocada progresa, descansa, exulta y se gloría.

Este buen pastor, que da la vida por sus ovejas, otorgó tales pastos a los creyentes que esperan en él y llegan allí donde hace descansar a las almas en seguridad. Por tanto, en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. ¡Gran cosa es este agua! Lava la suciedad, quita las manchas, hace capaz al rudo: despojando de la vieja condición humana, con sus obras, y revistiendo de la nueva condición, creada a imagen de Dios.

Este agua ostenta la primicia entre los elementos. Pero cuando este elemento recibe el Espíritu Santo, se convierte en sacramento, de modo que ya no es agua para beber, sino para santificar; ya no es agua común, sino alimento espiritual. Por medio de este agua los conduce fuera purificados, los hace perfectos, iluminándolos y colmándolos con el esplendor de la gracia: si creció el delito, sobreabundará la gracia.

Me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Gracias, Señor Jesús, por habernos mostrado este aceite. En este aceite reconocemos el óleo del crisma. Cristo, en efecto, es llamado el Ungido, y los cristianos derivan su nombre de la «unción». Cuál sea esta copa, escuchad. Esta es la copa que el Señor tiene en la mano, un vaso lleno de vino drogado. Este es el cáliz respecto del cual gritó en el momento de su pasión: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz. Y porque nos dio un modelo de obediencia, añadió a renglón seguido: Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. De este cáliz bebe la Iglesia, este cáliz es el que emborrachó a los mártires. Mas para que podáis apreciar la esplendidez de este cáliz, fijaos en el resplandor que irradia por todo el mundo la pasión de los apóstoles y de los mártires.



MARTES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Amós 9, 1-15

La salvación de los justos

Vi al Señor en pie, junto al altar, que decía:

«Golpea los capiteles, y trepidarán los umbrales. Arrancaré a todos los capitanes y daré muerte a espada a su séquito; no escapará ni un fugitivo, no se salvará ni un evadido. Aunque perforen hasta el abismo, de allí los sacará mi mano; aunque escalen el cielo, de allí los derribaré; aunque se escondan en la cima del Carmelo, allí los descubriré y agarraré; aunque se me oculten en lo hondo del mar, allá enviaré la serpiente que los muerda; aunque vayan cautivos delante del enemigo, allá enviaré la espada que los mate. Clavaré en ellos mis ojos para mal, no para bien".

El Señor de los ejércitos, que al tocar la tierra la zarandea, en un flujo y reflujo como el del Nilo, y hacen duelo sus habitantes; que. construye en el cielo su escalinata y cimenta su bóveda sobre la tierra; que convoca las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra; se llama el Señor.

«¿No sois para mí como etíopes, israelitas? —oráculo del Señor—. Si saqué a Israel de Egipto, saqué a los filisteos de Creta y a los sirios de Quir. Mirad, el Señor clava los ojos sobre el reino pecador y lo extirparé de la superficie de la tierra, aunque no aniquilaré a la casa de Jacob —oráculo del Señor—. Mirad, daré órdenes de zarandear a Israel entre las naciones, como se zarandea una criba sin que caiga un grano a tierra. Pero morirán a espada todos los pecadores de mi pueblo; los que dicen: "No llega, no nos alcanza la desgracia".

Aquel día levantaré la tienda caída de David, taparé sus brechas, levantaré sus ruinas como en otros tiempos.

Para que posean las primicias de Edom, y de todas las naciones, donde se invocó mi nombre. —Oráculo del Señor—.

Mirad que llegan días —oráculo del Señor— en que el que ara sigue de cerca al segador; el que pisa las uvas, al sembrador; los montes manarán vino, y fluirán los collados. Haré volver los cautivos de Israel, edificarán ciudades destruidas y las habitarán, plantarán viñas y beberán de su vino, cultivarán huertos y comerán de sus frutos. Los plantaré en su campo, y no serán arrancados del campo que yo les di, dice el Señor, tu Dios».


SEGUNDA LECTURA

San Beda el Venerable, Homilía 1 (16: CCL. 122, 117-118)

Somos el pueblo de Dios

Nosotros, carísimos hermanos, nosotros somos el pueblo de Dios, nosotros que, liberados a través del Mar Rojo, sacudimos el yugo de la servidumbre de Egipto, ya que por medio del bautismo hemos recibido el perdón de los pecados, que nos oprimían; nosotros que, a través de los afanes de la presente vida, como en la aridez del desierto, esperamos el ingreso en la patria celestial tal como se nos ha prometido. En ese mencionado desierto corremos el riesgo de desfallecer, si no nos comunican vigor los dones de nuestro Redentor; si no nos renuevan los sacramentos de su encarnación.

El es precisamente el maná que, como alimento celestial, nos reconforta para que no desfallezcamos en la andadura de la presente vida; él la roca que nos sacia con dones espirituales; la roca que golpeada por el leño de la cruz, manó de su costado y en beneficio nuestro el agua de la vida. Por eso dice en el evangelio: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed. Y según una sucesión de figuras bastante congruente, primero el pueblo fue salvado a través del mar, para llegar en un segundo momento y místicamente al alimento del maná y a la roca del agua, porque en primer lugar nos lava en el agua del segundo nacimiento, y luego nos conduce a la participación del altar sagrado, para darnos la oportunidad de comulgar en el cuerpo y sangre de nuestro Redentor. Nos ha parecido bueno exponer con cierta amplitud estas realidades relativas al misterio de la piedra espiritual, de la que tomó nombre el primer pastor de la Iglesia, y en la que se mantiene inmóvil e inquebrantable todo el edificio de la santa Iglesia y mediante la cual la Iglesia misma nace y se alimenta, porque en el corazón de los oyentes suelen quedar mucho más grabadas y a veces incluso con mayor amenidad las cosas prefiguradas en el pasado y luego esclarecidas mediante una explicación de su sentido espiritual, que aquellas propuestas a la aceptación creyente o a la ejecución operante mediante el solo recurso de una simple narración, sin el adorno de imágenes y ejemplos.

Procuremos, carísimos hermanos, que, acogiéndonos constantemente a la protección del baluarte de esta roca, jamás seamos arrancados de la firmeza de la fe ni por el terror provocado por la contrariedad de las cosas que pasan ni por la sirena de la comodidad. De momento, dando de lado a las delicias temporales, encontremos sólo deleite en los dones celestiales de nuestro Redentor, y, entre las brumas del siglo, hallemos sólo consuelo en la esperanza de aquella visión.

Meditemos atentamente el egregio ejemplo de David, profeta y rey, quien, no pudiendo encontrar solaz para su alma en la abundancia de honores y riquezas que trae consigo el ajetreo del reino, elevando finalmente la mirada del alma al deseo de las cosas celestiales, se acordó de Dios y se llenó de júbilo. Afanémonos, pues, en apartar de nuestro cuerpo y de nuestra alma el obstáculo de los vicios que acostumbran a impedir la visión de Dios, a fin de que merezcamos conseguirla. Pues a él no se llega si no es caminando en la rectitud de corazón, ni es posible contemplar su rostro inmaculado si no es por los limpios de corazón. Dichosos los limpios de corazón, porque ellosverán a Dios. Lo cual se digne concedernos el que se ha dignado prometerlo, Jesucristo, Dios y Señor nuestro, que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Comienza el libro del profeta Oseas 1, 1-9; 3, 1-5

El profeta como signo del amor de Dios hacia su pueblo

Palabra del Señor que recibió Oseas, hijo de Beeri, durante los reinados de Ozías, Yotam, Ajaz y Ezequías en Judá, y de Jeroboam, hijo de Joás, en Israel.

Comienzan las palabras del Señor a Oseas: Dijo el Señor a Oseas:

Anda, toma una mujer prostituta y ten hijos de prostitución, porque toda la tierra se ha prostituido, apartándose del Señor».

El fue y tomó a Gomer, hija de Diblaim, la cual concibió y le parió un hijo. El Señor le dijo:

«Llámale Yezrael, porque muy pronto tomaré cuentas de la sangre de Yezrael a la casa de Yehú, y pondré fin al reino de Israel. Aquel día romperé el arco de Israel en el valle de Yezrael».

Ella volvió a concebir y parió una hija. El Señor le dijo:

«Llámala No-compadecida, porque ya no me compadeceré de la casa de Israel. Pero de la casa de Judá me compadeceré y la salvaré por el Señor, su Dios; no los salvaré con arcos ni espadas, ni batallas, ni caballos, ni jinetes».

Gomer destetó a No-compadecida, y concibió y parió un hijo. Dijo el Señor:

«Llámale No-es-mi-pueblo, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré para vosotros El-Que-Soy».

Me dijo el Señor:

«Vete otra vez, ama a una mujer amante de otro y adúltera, como ama el Señor a los israelitas, a pesar de que siguen a dioses ajenos, golosos de tortas de uva».

Me la compré por quince pesos de plata, y fanega y media de cebada, y le dije:

«Muchos años vivirás conmigo; no fornicarás ni estarás con hombre alguno, ni yo estaré contigo».

Porque muchos años vivirán los israelitas sin rey y sin príncipe, sin sacrificios y sin estelas, sin imágenes ni amuletos. Después volverán a buscar los israelitas al Señor, su Dios, y a David, su rey; temblando acudirán al Señor y a su riqueza, al final de los tiempos.


SEGUNDA LECTURA

Balduino de Cantorbery, Tratado 10 (PL 204, 513-514.516)

Es fuerte el amor como la muerte

Es fuerte la muerte, que puede privarnos del don de la vida. Es fuerte el amor, que puede restituirnos a una vida mejor.

Es fuerte la muerte, que tiene poder para desposeernos de los despojos de este cuerpo. Es fuerte el amor, que tiene poder para arrebatar a la muerte su presa y devolvérnosla.

Es fuerte la muerte, a la que nadie puede resistir. Es fuerte el amor, capaz de vencerla, de embotar su aguijón, de reprimir sus embates, de confundir su victoria. Lo cual tendrá lugar cuando podamos apostrofarla, diciendo: ¿Dónde están tus pestes, muerte? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?

Es fuerte el amor como la muerte, porque el amor de Cristo da muerte a la misma muerte. Por esto dice: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu aguijón. También el amor con que nosotros amamos a Cristo es fuerte como la muerte, ya que viene a ser él mismo como una muerte, en cuanto que es el aniquilamiento de la vida anterior, la abolición de las malas costumbres y el sepelio de las obras muertas.

Este nuestro amor para con Cristo es como un intercambio de dos cosas semejantes, aunque su amor hacia nosotros supera al nuestro. Porque él nos amó primero y, con el ejemplo de amor que nos dio, se ha hecho para nosotros como un sello, mediante el cual nos hacemos conformes a su imagen, abandonando la imagen del hombre terreno y llevando la imagen del hombre celestial, por el hecho de amarlo como él nos ha amado. Porque en esto nos ha dejado un ejemplo para que sigamos sus huellas.

Por esto dice: Grábame como un sello en tu corazón. Es como si dijera: «Ámame, como yo te amo. Tenme en tu pensamiento, en tu recuerdo, en tu deseo, en tus suspiros, en tus gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre, qué tal te he hecho, cuán por encima te he puesto de las demás criaturas, con qué dignidad te he ennoblecido, cómo te he coronado de gloria y de honor, cómo te he hecho un poco inferior a los ángeles, cómo he puesto bajo tus pies todas las cosas. Acuérdate no sólo de cuán grandes cosas he hecho para ti, sino también de cuán duras y humillantes cosas he sufrido por ti; y dime si no obras perversamente cuando dejas de amarme. ¿Quién te ama como yo? ¿Quién te ha creado sino yo? ¿Quién te ha redimido sino yo?»

Quita de mí, Señor, este corazón de piedra, quita de mí este corazón endurecido, incircunciso. Tú que purificas los corazones y amas los corazones puros, toma posesión de mi corazón y habita en él, llénalo con tu presencia, tú que eres superior a lo más grande que hay en mí y que estás más dentro de mí que mi propia intimidad. Tú que eres el modelo perfecto de la belleza y el sello de la santidad, sella mi corazón con la impronta de tu imagen; sella mi corazón, por tu misericordia, tú, Dios, por quien se consume mi corazón, mi lote perpetuo. Amén.



JUEVES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas 2, 4.8-25

Castigo y futura restauración de la esposa del Señor

Así dice el Señor:

«Poned pleito contra vuestra madre, ponedle pleito. Porque ella no es mi mujer, y yo no soy su marido, para que se quite de la cara sus fornicaciones.

Pero aquí estoy; voy a cercar tu sendero con espinos, derribaré tus tapias, y no encontrarás tu camino. Perseguirás a tus amantes, y no los hallarás; los buscarás, y no los encontrarás; y entonces dirás: "Voy a volver a mi marido, al primero, porque entonces me iba mejor que ahora". Y ella no comprendía que era yo quien le daba el trigo y el vino y el aceite. Yo multiplicaba su plata, y ella con el oro se hacía ídolos.

Por eso, me volveré atrás, le quitaré mi trigo en su sazón, mi vino en su tiempo, le arrancaré mi lana y mi lino, con que cubría su desnudez. Descubriré su infamia ante sus amantes, y nadie la librará de mi mano; pondré fin a sus alegrías, sus fiestas, sus novilunios, sus sábados y todas sus solemnidades. Secaré su vid y su higuera, de los que decía: "Estos son mi paga; me los dieron mis amantes". Los volveré selva y matorrales, y los devorarán las alimañas. Le tomaré cuentas por las fiestas de los ídolos, cuando les ofrecía incienso, enjoyándose para ir con sus amantes, olvidada de mí. —Oráculo del Señor—.

Pero yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Le regalaré sus antiguos huertos, el Valle de la Desgracia lo haré Paso de la Esperanza, y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto.

Aquel día —oráculo del Señor—, me llamará Esposo mío, no me llamará Ídolo mío. Arrancaré de su boca los nombres de los ídolos, y no se acordará más de invocarlos. Aquel día haré para ellos una alianza, con las fieras del campo y las aves del cielo y los reptiles de la tierra. Romperé en su país arco, espada y armas, y les haré vivir tranquilos.

Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor.

Aquel día —oráculo del Señor—, escucharé a los cielos, ellos escucharán a la tierra, la tierra escuchará al trigo y al vino y al aceite, y ellos escucharán a Yezrael. Me lasembraré en el país, me compadeceré de No-compadecida, diré a No-es-mi-pueblo: "Tú eres mi pueblo", y él dirá "Tú eres mi Dios"».


SEGUNDA LECTURA

San Juan de la Cruz, Cántico espiritual (Canción 39, 4-7)

Me casaré contigo en matrimonio perpetuo

En la transformación que el alma tiene en esta vida, pasa esta misma aspiración de Dios al alma y del alma a Dios con mucha frecuencia, con subidísimo deleite de amor en el alma, aunque no en revelado y manifiesto grado, como en la otra vida. Porque esto es lo que entiendo quiso decir san Pablo cuando dijo: Por cuanto sois hijos de Dios, envió Dios a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, clamando al Padre.

Y no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta, que el alma aspire en Dios como Dios aspira en ella por modo participado, porque, dado que Dios le haga merced de unirla en la Santísima Trinidad; en que el alma se hace deiforme y Dios por participación, ¿qué increíble cosa es que obre ella también su obra de entendimiento, noticia y amor, o, por mejor decir, la tenga obrada en la Trinidad juntamente con ella como la misma Trinidad, pero por modo comunicado y participado, obrándolo Dios en la misma alma? Porque esto es estar transformada en las tres Personas en potencia y sabiduría y amor, y en esto es semejante el alma a Dios, y para que pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza.

Y cómo esto sea, no hay más saber ni poder para decirlo, sino dar a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos mereció este subido puesto de poder ser hijos de Dios, como dice san Juan; y así lo pidió al Padre por el mismo san Juan, diciendo: Padre, quiero que los que me has dado, que, donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean la claridad que me diste; es, a saber, que hagan por participación en nosotros, la misma obra que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo. Y dice más: No ruego, Padre, solamente por estos presentes, sino también por aquellos que han de creer por su doctrina en mí; que todos ellos sean una misma cosa, de la manera que tú, Padre, estás en mí y yo en ti; así ellos en nosotros sean una misma cosa. Y yo, la claridad que me has dado, he dado a ellos, para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí; para que sean perfectos en uno, para que conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor. Como tampoco, se entiende, aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente como lo son el Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el Hijo están en unidad de amor.

De donde las almas esos mismos bienes poseen por participación que él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por participación, iguales y compañeros suyos de Dios. De donde san Pedro dijo: Gracia y paz sea cumplida y perfecta en vosotros en el conocimiento de Dios y de Jesucristo, nuestro Señor, de la manera que nos son dadas todas las cosas de su divina virtud por la vida y la piedad, por el conocimiento de aquel que nos llamó con su propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y preciosas promesas nos dio, para que por estas cosas seamos hechos compañeros de la divina naturaleza.

Hasta aquí son palabras de san Pedro, en.las cuales da claramente a entender que el alma participará al mismo Dios, que será obrando en él, acompañadamente con 4 la obra de la Santísima Trinidad, de la manera que habemos dicho, por causa de la unión sustancial entre el alma y Dios. Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta, cuando se llega al estado perfecto, como decimos, ha llegado aquí el alma, se alcanza gran rastro y sabor de ella, al modo que vamos diciendo, aunque, como habemos dicho, no se puede decir.

¡Oh almas criadas para esas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en que os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y glorias, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos!



VIERNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas

Corrupción generalizada de Israel,
incluso entre los sacerdotes

Escuchad la palabra del Señor, hijos de Israel:
el Señor pone pleito a los habitantes del país,
que no hay verdad ni lealtad
ni conocimiento de Dios en el país,
sino juramento y mentira, asesinato y robo,
adulterio y libertinaje, homicidio tras homicidio.

Por eso gime la tierra y desfallecen sus habitantes:
hasta las fieras salvajes, hasta las aves del cielo,
incluso los peces del mar desaparecen.

Que nadie acuse, que nadie reprenda;
¡contigo va mi pleito, sacerdote!

Tropezarás de día contigo,
tropezará el profeta de noche.

Perecerá tu patria, perecerá mi pueblo,
por falta de conocimiento.

Porque tú has rehusado el conocimiento,
yo te rehusaré mi sacerdocio;
te olvidaste de la ley de tu Dios,
también yo me olvidaré de tus hijos.

Cuantos más son, más pecan contra mí;
cambiaré su dignidad en ignominia.

Se alimentan del pecado de mi pueblo
y con sus culpas matan el hambre.

Pueblo y sacerdote correrán la misma suerte:
les tomaré cuenta de su conducta
y les daré la paga de sus acciones.

Comerán y no se saciarán,
fornicarán sin quedar satisfechos,
porque abandonaron al Señor
para entregarse a la fornicación.

Escuchadlo, sacerdotes; atended, israelitas;
casa real, oíd: Es contra vosotros la sentencia.

Porque fuisteis trampa en Atalaya,
red tendida sobre el Tabor
y fosa cavada en Sitín.

Yo los castigaré a todos: yo conozco a Efraín,
Israel no me es desconocido;
sí, tú, Efraín, has fornicado,
Israel está contaminado.

No los dejan sus acciones convertirse a su Dios,
porque llevan dentro un espíritu de fornicación
y no conocen al Señor.

La arrogancia de Israel lo acusará a la cara,
Efraín tropezará en sus delitos
(también Judá tropezará con ellos).

Con ovejas y vacas irán en busca del Señor,
sin encontrarlo, pues se ha apartado de ellos;
engañaron al Señor y tuvieron hijos bastardos,
pues ahora un intruso les comerá las fincas.


SEGUNDA LECTURA

Ferrando de Cartago, Carta dogmática contra los arrianos (PLS 4, 34-35)

Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre

Jesús es garante de una alianza más valiosa. De aquéllos ha habido multitud de sacerdotes, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor.

Así pues, en cuanto que posee un sacerdocio que no pasa, en tanto permanece sacerdote eternamente; y en cuanto que permanece hombre, en tanto aparece menor. En consecuencia, o el sacerdocio acabará un día por terminar, o jamás dejará de ser menor. Pues el sacerdote es siempre menor que Dios, de quien es sacerdote.

No obstante, dos cosas hace el sacerdote: o intercede para ser escuchado, o da gracias una vez que ha sido escuchado. Intercediendo, ofrece el sacrificio de impetración; dando gracias, ofrece el sacrificio de alabanza. Intercediendo, presenta las necesidades de los pecadores, dando gracias, enumera los beneficios misericordiosamente concedidos a los que han dado la oportuna satisfacción. Intercediendo, pide el perdón para los reos; dando gracias, desea congratularse con los agraciados.

Así también Cristo, poseyendo un sacerdocio eterno, al que la muerte no puede poner fin, como sucede con el resto de los sacerdotes, intercedió por nosotros, ofreciendo sobre la cruz el sacrificio de su propio cuerpo, intercede incluso ahora por todos, deseando que nosotros mismos nos convirtamos en sacrificio puro para Dios.

Mas cuando la divina misericordia se haya plenamente cumplido en nosotros, cuando la muerte haya sido absorbida en la victoria, cuando se hayan acabado nuestros males, cuando, saciados de toda clase de bienes, ya no pecaremos, ni sufriremos, ni habremos de soportar a nuestro enemigo el diablo, sino que reinaremos en una total paz y felicidad, entonces ciertamente dejará de interceder por nosotros, pues ya no tendremos nada que pedir, pero jamás dejará de dar gracias por nosotros.

Pues así como ahora pedimos misericordia por medio de nuestro sacerdote, así también una vez instalados en la bienaventuranza, ofreceremos el sacrificio de alabanza por mediación de nuestro sacerdote. Testigo de ello es el Apóstol, que dice: Por medio de él ofrecemos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza. Y cuando dejase de ser sacerdote, ¿por mediación de quién ofreceremos continuamente el sacrificio de alabanza? ¿O es que viviremos eternamente sin alabar a Dios? Atestigua lo contrario el salmista, cuando dice: Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre. Por tanto, si eternamente resonara el cántico de alabanza, siempre le ofreceremos el sacrificio de alabanza, como nos dice el Apóstol: Por medio de él ofrecemos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza.

Cristo, pues, será siempre sacerdote y por su medio podemos ofrecer un sacrificio de alabanza: siempre menor, pues es sacerdote. Sin embargo, como quiera que Cristo es siempre uno, él es a un mismo tiempo sacerdote y Dios, un Dios a quien los fieles adoran, bendicen y glorifican juntamente con el Padre y el Espíritu Santo: él intercede, se compadece, agradece y da la gracia. Y así como enseñó a su Iglesia a observar esta norma en los sacrificios de cada día: que ore por los pecadores, tanto por los pecadores que aún se afanan en la tierra, como por los que abandonaron ya este mundo, y, en cambio por los mártires debe elevar acciones de gracias, lo mismo hace ahora también él con nosotros: cuando nos ve miserables, intercede por nosotros, mientras que cuando nos hubiera hecho dichosos, dará gracias. Y de esta forma, en ambos ministerios sacerdotales, el eterno sacerdote está en posesión de un sacerdocio que no pasa. Realmente es exacta la afirmación que encontramos en la carta a los Hebreos: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Amós 6, 1-7, 2

Inutilidad de la falsa conversión

Así dice el Señor:

«En su aflicción madrugarán para buscarme y dirán: "Vamos a volver al Señor: él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. En dos días nos sanará; al tercero nos resucitará; y viviremos delante de él. Esforcémonos por conocer al Señor: su amanecer es como la aurora, y su sentencia surge como la luz. Bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia tardía que empapa la tierra".

¿Qué haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá? Vuestra piedad es como nube mañanera, como rocío de madrugada que se evapora. Por eso, os herí por medio de los profetas, os condené con la palabra de mi boca. Quiero misericordia, y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.

Ellos, en la tierra, quebrantaron mi alianza, allí me hicieron traición. Galaad es villa de malhechores, con huellas de sangre. Como bandidos al acecho, se confabulan los sacerdotes; asesinan, camino de Siquén, perpetran villanías. En la casa de Israel he visto algo espeluznante: allí se prostituye Efraín, se contamina Israel. También para ti, Judá, hay cosecha preparada.

Cuando cambie la suerte de mi pueblo, cuando cure a Israel, se descubrirá el pecado de Efraín y las maldades de Samaria: obran de mala fe, ladrones que entran en las casas, bandoleros que asaltan en despoblado. Y no reflexionan que llevo cuenta de todas sus maldades, ya los han copado sus acciones, las tengo delante de mí».


SEGUNDA LECTURA

Beato Martín de León, Sermón 26, en la resurrección del Señor (PL 208, 938-939)

Todas estas cosas tuvieron en Cristo su cumplimiento

Vamos a volver al Señor: él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos sanará. En este texto, los fieles se exhortan mutuamente a volver al Señor obrando el bien, ya que se habían apartado de él haciendo el mal. Esta es, pues, la voz de los fieles. Es como si dijeran: Vamos a volver al Señor, a quien abandonamos pecando, porque él tomó la iniciativa encarnándose por nosotros, él nos sanará cambiando nuestra prisión en libertad mediante su pasión y su resurrección.

Nos hirió, corrigiéndonos cual padre piadoso: él nos vendará las heridas de los pecados mediante la penitencia. En dos días nos sanará. Todas estas cosas tuvieron en Cristo su cumplimiento: entregado el jueves, padeció el día de la Preparación, y retornó de los infiernos resucitando el domingo por la mañana. Al tercer día nos resucitará; y viviremos delante de él. Con estas palabras se demuestra que Israel y Judá llegarían a tener un único pastor y rey, David, o sea, Cristo, nacido de la estirpe de David según la carne, cuando acabarán por creer en el mismo Señor resucitado.

En dos días nos sanará, es decir, los dos días en que yació en el sepulcro: Al tercer día, resucitando de entre los muertos, nos resucitará con él, y viviremos curados, vivificados y resucitados —tanto en el presente como en el futuro— delante de él, mientras que en su ausencia yacíamos muertos. Lo conoceremos, pues, en la majestad de la Deidad, bien imitándolo ahora, bien subiendo a los cielos para conocer al Señor cara a cara. Por eso se dice: Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. El profeta, lleno del Espíritu Santo, decía, refiriéndose al futuro, estas cosas, que nosotros hemos conocido verdaderamente realizadas ya en Cristo.

Para nosotros el día primero es aquel en que renacemos por el bautismo; el segundo consiste en el descanso de las almas; el tercero radica en la resurrección universal. En cuanto a lo que dice el profeta: Resucitaremos y viviremos delante de él, puede referirse igualmente a los que eran retenidos cautivos en el infierno, y que, con él, resucitaron el tercer día. Nuevamente toma la palabra el profeta, y dice: Su amanecer es como la aurora. La aurora representa los primeros destellos de la luz, que ponen en fuga a las tinieblas. Es como si dijera más abiertamente: Vamos a volver a Cristo, porque, así como las tinieblas de la noche se ponen en fuga al despuntar la aurora, así, al salir Cristo del tálamo del seno virginal, se disipan las tinieblas de los pecados, para dar paso a la luz de la verdad.