DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

Comienza la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 1-17

Saludo y acción de gracias. Discordias entre los Corintios

Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes nuestro hermano, escribimos a la iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo Señor nuestro y de ellos. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. El os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el tribunal de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

Os ruego, sin embargo, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir.

Hermanos, me he enterado por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros. Y por eso os hablo así, porque andáis divididos diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo». ¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo?

Gracias a Dios no os bauticé a ninguno más que a Crispo y a Gayo, así nadie podrá decir que lo bautizaron para vincularlo a mi persona. Sí, también bauticé a la familia de Esteban; fuera de esos, no bauticé a ningún otro, que yo sepa. Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.

 

RESPONSORIO                    Cf. 1 Cor 1, 7.8.9
 
R./ Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. * El os mantendrá firmes hasta el final.
V./ Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
R./ El os mantendrá firmes hasta el final.
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía sobre la limosna (3: PG 51, 263-265)

Piensa, oh hombre, de cuántos y cuáles dones
hoy has sido enriquecido

El primer día de la semana poned aparte cada uno por vuestra cuenta lo que consigáis ahorrar, para que, cuando yo vaya, no haya que andar entonces con colectas. Llama al domingo el primer día de la semana. ¿Y por qué destina este día a las ofrendas? ¿Por qué no el lunes, el martes o el mismo sábado? No lo hace ciertamente por casualidad y sin una razón: quiere tener de su parte la oportunidad del momento, para más estimular la voluntad de los oferentes. En los negocios no es lo de menos la elección del momento oportuno. Pero quizá me replicarás: ¿Es que existe una oportunidad especial para persuadir al hombre a que dé limosna?

Sí, pues ese día se dedica al descanso, el ánimo está más alegre con este reposo y, lo que es más importante, en ese día disfrutamos de innumerables bienes. En efecto, en este día, fue aniquilada la muerte, anulada la maldición, cancelado el pecado, destruidas las puertas del infierno, vencido el diablo, terminada la inacabable guerra, reconciliados los hombres con Dios, y vuelta nuestra estirpe a la prístina nobleza; qué digo, a una nobleza mucho más encumbrada; el sol contempló aquel admirable espectáculo: el hombre hecho inmortal. Queriendo Pablo que recordásemos tantos y tales beneficios, trajo a colación este día aduciéndolo como testigo, al decir a cada uno: Piensa, oh hombre, de cuántos y cuáles dones hoy has sido enriquecido, de cuántos y cuán grandes males has sido liberado: lo que eras y en qué te has convertido.

Y si solemos festejar el día de nuestro nacimiento, y si muchos siervos celebran solemnemente el día en que adquirieron la libertad, unos con banquetes y otros mostrándose más pródigos en las dádivas, ¿con cuánta mayor razón debemos venerar este día, que bien podríamos llamar, sin apartarnos de la verdad, día natalicio de toda la naturaleza humana?

Estábamos perdidos y fuimos reconciliados. Justo es, pues, solemnizarlo espiritualmente, no con comilonas, no con vino ni borracheras, sino haciendo partícipes de nuestra riqueza a nuestros hermanos pobres. Os digo esto no para que os contentéis con aprobarlo laudatoriamente, sino para que lo imitéis. No penséis que estas recomendaciones iban destinadas únicamente a los Corintios, sino también a cada uno de nosotros y a todos los que vendrán después de nosotros. Hagamos realidad lo que Pablo ordenó, y el domingo cada uno de nosotros ponga aparte en su casa el óbolo dominical. Y que esto se convierta en ley y en costumbre inmutable y así no será necesario en el futuro volver a las amonestaciones y a la persuasión. Pues la exhortación y la persuasión no valen lo que una costumbre inveterada.

 

RESPONSORIO                    Os 10,12; Heb 12,12-13
  
R./ Sembrad con justicia, recoged con amor. * Es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y haga llover sobre vosotros la justicia.
V./ Fortaleced las manos débiles,  robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.
R./ Es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y haga llover sobre vosotros la justicia.


 
ORACIÓN
 
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 1,18 -2, 5

Los apóstoles predican la cruz

Hermanos: El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación —para nosotros— es fuerza de Dios. Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces». ¿Dónde está el sabio?¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?

Y como, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Y si no, fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que nq cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así —como dice la Escritura— «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».

Por eso yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 2, 3.5; 1, 30
 
R./ Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado.  * Para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
V./ Vosotros estáis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención.
R./ Para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
 


SEGUNDA LECTURA

Balduino de Cantorbery, Sobre las bienaventuranzas evangélicas (9: PL 204, 501-502.504)

La sabiduría de la cruz del Señor

La sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, y la sabiduría de Dios es necedad ante el mundo. Es necedad hablar de cruz a los que perecen. Pues bien: en cierto modo, hablar de pobreza y de llanto es hablar de cruz. Pues la pobreza y el llanto son una modalidad de la cruz. Pero la sabiduría de Dios ha quedado justificada por sus obras, obras de la luz. Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Por esta razón, los hijos de este mundo y los hijos de la luz se consideran mutuamente necios y locos. Aquéllos acuden a los idólatras que se extravían con engaños, éstos aman como a la luz la necedad de la predicación, de la que quiso Dios valerse para salvar a los creyentes, luz que el hombre animal no capta, pues para él es necedad y es incapaz de comprenderla. Esta oposición entre la sabiduría de Dios y la sabiduría de este mundo ataca, en el corazón de muchos, los mismos fundamentos de la fe y es tan poderosa que amenaza con hacer caer, si fuera posible, a los mismos elegidos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. La vanidad y la verdad distinguen entre llanto y llanto. Los hay que lloran por cosas que no vale la pena llorar, y, en consecuencia, son dignos de lástima, pues lloran en vano como en vano creen. Y los hay que pía y saludablemente lloran, y serán dichosos porque lloran de la manera de que habla el Señor dirigiéndose a sus discípulos: Yo os aseguro: lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre. Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. Y el salmista: Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.

De este pío llanto, como de una lluvia de gracia celeste, se riegan nuestras semillas, para que bien regada crezca más abundante la mies. Esta es la lluvia copiosa que Dios derramó en su heredad. En este valle de lágrimas en que hemos nacido, tenemos sobradas razones para llorar, en donde todo lo que ocurre, dentro o fuera de nosotros, es raro que no nos dé motivo para llorar. Con esta diferencia: que los débiles se lamentan en la tribulación, mientras que los perfectos se gozan incluso de las tribulaciones, lo que es señal de fortaleza; y se duelen no obstante, lo cual es señal de debilidad. Pues no debemos pensar que los perfectos estén exentos de toda debilidad. Pues su fuerza se realiza en la debilidad.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 3, 18-19; Gal 6, 14
 
R./ Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. * Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios.
V./ En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
R./ Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios.
 
 
ORACIÓN
 
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 2, 1-16

El gran misterio del designio de Dios

Hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman».

Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. ¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Pues, lo mismo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de Dios.

Y nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos. Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber. humano, sino en el que enseña el Espíritu.

A nivel humano, uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién conoce la mente del Señor para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.

 

RESPONSORIO                    Dan 2, 22.28; 1 Cor 2, 9.10
 
R./ Él revela lo profundo y lo oculto, y conoce lo que hay en las tinieblas. * Pero hay un Dios en el cielo que revela los secretos
V./ «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman». Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.
R./ Pero hay un Dios en el cielo que revela los secretos
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía 7 sobre la primera carta a los Corintios (1-2: PG 61, 55-56)

Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa

Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa. El misterio no admite demostración, pero anuncia lo que es. Y no sería un misterio exclusivamente divino si le añadieras algo por tu cuenta. Por lo demás, se llama misterio porque creemos lo que no vemos: una cosa es la que vemos y otra la que creemos. Tal es de hecho la naturaleza de nuestros misterios.

Mi reacción ante el misterio es muy distinta de la reacción del infiel. Me dicen que Cristo ha sido crucificado, e inmediatamente entran en juego los mecanismos de mi admiración al comprobar su amor por los hombres; lo oye el infiel y lo considera una imbecilidad; me dicen que se ha hecho esclavo y admiro la providencia; lo oye él y lo juzga deshonroso; me dicen que murió y enmudezco ante su poder no superado por la muerte sino destructor de la muerte; lo oye él y diagnostica imbecilidad.

Cuando él oye hablar de resurrección lo considera una fábula, yo, en cambio, una vez hechas las debidas comprobaciones, adoro la economía de Dios. Oyendo hablar del bautismo piensa él que es sólo cuestión de agua, yo, en cambio, no me quedo en las meras apariencias, sino que veo además la purificación del alma por el Espíritu. Piensa él que sólo me han lavado el cuerpo, mientras que yo creo que también el alma se ha hecho pura y santa, y pienso en el sepulcro, la resurrección, la santificación, la justicia, la redención, la adopción, la herencia, el reino de los cielos, el don del Espíritu. Pues no juzgo los fenómenos con los ojos del cuerpo, sino con los ojos del alma. Oigo hablar del cuerpo de Cristo, y lo entiendo de muy diversa manera que el infiel.

Y así como los niños al ver un libro, no conocen el valor de las letras y desconocen lo que ven, lo mismo pasa con el misterio: los infieles aunque oigan, es como si no oyeran; en cambio los fieles, que poseen la pericia del Espíritu, penetran el significado oculto. Aclarando este tema decía Pablo: Si nuestro evangelio sigue velado, es para los que van a la perdición, o sea, para los incrédulos.

Así pues, misterio es sobre todo lo que, aunque predicado en todas partes, no es conocido por los que no tienen un alma recta, pues se revela no por la sabiduría, sino por el Espíritu Santo y en la medida de nuestra propia capacidad. En consecuencia, no andaría errado quien, de acuerdo con lo expuesto, llamara al misterio «arcano», ya que ni siquiera a nosotros los creyentes se nos ha dado la plena percepción y el conocimiento exacto del misterio. Por eso decía Pablo: Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía. Ahora vemos confusamente en un espejo, entonces veremos cara a cara. Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 1, 21.23
 
R./ En la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por el camino de la sabiduría, * quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen.
V./ Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles.
R./ Quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen.
 
 
ORACIÓN
 
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 3, 1-23

Misión de los ministros en la Iglesia

Por mi parte, hermanos, no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente débil, como a cristianos todavía en la infancia. Por eso os alimenté con leche, no con comida, porque no estabais para más. Por supuesto, tampoco ahora, que seguís los bajos instintos. Mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, es que os guían los bajos instintos y que procedéis como gente cualquiera.

Cuando uno dice «yo estoy por Pablo» y otro «yo por Apolo», ¿no sois como cualquiera? En fin de cuentas ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Agentes de Dios que os llevaron a la fe, cada uno como le encargó el Señor. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; por tanto, el que planta no significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. El que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros campo de Dios. Sois también edificio de Dios.

Conforme al don que Dios me ha dado, yo como hábil arquitecto coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento del ya puesto, que es Jesucristo. Encima de ese cimiento edifican con oro, plata, piedras preciosas o con madera, heno o paja. Lo que ha hecho cada uno saldrá a la luz; el día del juicio lo manifestará, porque ese día despuntará con fuego y el fuego pondrá a prueba la calidad de cada construcción: si la obra de uno resiste, recibirá su paga; si se quema, la perderá; él sí saldrá con vida, pero como quien escapa de un incendio.

¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templode Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.

Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia». Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos».

Así pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios.

 

RESPONSORIO                    Ef 2, 19-20; 1 Cor 3, 16
 
R./ Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, * y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular.
V./ Sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros.
R./ Y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular.
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía 8 sobre la primera carta a los Corintios (4: PG 61, 72-73)

Adhirámonos a Cristo, pues si estamos separados,
perecemos

Nadie puede poner otro cimiento del ya puesto, que es Jesucristo. Fíjate cómo Pablo prueba sus asertos sirviéndose de nociones corrientes. Lo que intenta decir es esto: Os anuncié a Cristo, os puse el cimiento. Atención a cómo edificáis: por vanagloria o para que los hombres no se hagan discípulos suyos. No hagamos caso a los herejes: Nadie puede poner otro cimiento del ya puesto.

Edifiquemos, pues, sobre él y adhirámonos a él como al fundamento, como el sarmiento se une a la vid, y que nada se interponga entre nosotros y Cristo, pues en el momento que algo se interponga, perecemos. El sarmiento mientras esté adherido a la vid, chupa la savia; y el edificio bien compacto se mantiene en pie, pero si está agrietado, se derrumba al no tener dónde apoyarse. No nos contentemos, pues, con estar unidos a Cristo: formemos un bloque con él, pues si estamos separados, perecemos: Sí: los que se alejan de ti se pierden.

Fusionémonos con él, y fusionémonos mediante las obras: El que guarda mis mandamientos –dice–, permanece en mí. Y nos une a él utilizando muchas comparaciones. Escucha: él es la cabeza, nosotros, el cuerpo: ¿es que puede mediar espacio alguno entre la cabeza y el cuerpo?

El es el cimiento, nosotros el edificio; él es la vid, nosotros los sarmientos; él es el esposo, nosotros la esposa; él es el pastor, nosotros las ovejas; él es el camino, nosotros los que caminamos por él; nosotros somos el templo, él él morador del templo; él es el primogénito, nosotros somos sus hermanos; él es el heredero, nosotros los coherederos; él es la vida, nosotros los vivientes; él es la resurrección, nosotros los que resucitamos; él es la luz, nosotros los iluminados. Todos estos ejemplos conllevan una vinculación y no permiten la existencia de un espacio intermedio vacío, ni el más mínimo. Quien se separa un poco, incluso hacia adelante, acabará separándose mucho.

Pasa lo mismo con el cuerpo: si, con un tajo de espada, admite una pequeña separación, perece; y si el edificio soporta una insignificante fisura, acabará desmoronándose; y si el sarmiento es separado aunque mínimamente de la raíz, se convierte en sarmiento inútil. Por consiguiente, este poco no es poco, sino que casi podría decirse que es el todo.

Pues bien: cuando cometemos un pecado leve o somos perezosos, no dejemos de darle toda su importancia, pues si lo descuidamos, pronto se agrandará. Es lo que ocurre con un vestido: si comienza a romperse y no ponemos remedio, acaba por rasgarse del todo. Y si no se arregla un tejado del que han volado algunas tejas, acabará por derrumbarse la casa. Teniendo en cuenta, pues, todo lo dicho, no despreciemos jamás lo pequeño, para no caer en lo grande, para no caer en el sopor capital. Pues luego resultaría difícil resurgir, si no se vigila mucho; y no sólo por la lejanía, sino por las dificultades inherentes al lugar en que hemos caído. El pecado es un abismo profundo y nos atrae vertiginosamente hacia el fondo. Y lo mismo que los que cayeron en un pozo, no salen fácilmente, sino que necesitan de otros que los saquen, igual ocurre con los que caen en lo profundo del pecado.

Lancémosles una soga y tiremos de ellos hacia arriba; es más, no sólo ellos tienen necesidad de esta ayuda, sino nosotros mismos, para atarnos también nosotros y subir no sólo en la proporción del descenso, sino mucho más arriba, si lo deseamos. Dios nos presta su ayuda: No quiere la muerte del pecador, sino que se convierta.

 

RESPONSORIO                    Sal 117, 22; 1 Cor 3, 10.11
 
R./ La piedra que desecharon los arquitecto, es ahora la piedra angular. Mire cada cual cómo construye.
V./ Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo.
R./ Mire cada cual cómo construye.


 
ORACIÓN
 
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 4, 1-21

Exhortación contra el orgullo

Hermanos: Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, en un administrador lo que se busca es que sea fiel. Para mí, lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor. Así pues, no juzguéis antes de tiempo: dejad que venga el Señor. El iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios.

Hermanos, he aplicado lo anterior a Apolo y a mí por causa vuestra, para que con nuestro caso aprendáis aquello de «no saltarse el reglamento» y no os engriáis el uno a costa del otro. A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado? Ya tenéis todo lo que ansiabais, ya sois ricos, habéis conseguido un reino sin nosotros. ¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos. Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; parecemos condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres.

Nosotros, unos necios por Cristo; vosotros, ¡qué sensatos en Cristo! Nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora hemos pasado hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan, y les deseamos bendiciones; nos persiguen, y aguantamos; nos calumnian, y respondemos con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el desecho de la humanidad; y así hasta el día de hoy.

No os escribo esto para avergonzaros, sino para haceros recapacitar, porque os quiero como a hijos; porque tendréis mil tutores en Cristo, pero padres no tenéis muchos; por medio del evangelio soy yo quien os he engendrado para Cristo Jesús. Por eso, os exhorto a que sigáis mi ejemplo, y para eso os mando a Timoteo, hijo mío querido y cristiano fiel; él os recordará mis principios cristianos, los mismos que enseño en todas partes, a cada comunidad.

Algunos, por otra parte, han empezado a engreírse pensando que no iré por ahí; pues voy a llegar muy pronto, si el Señor quiere, y entonces veré no lo que dicen esos engreídos, sino lo que hacen; porque Dios no reina cuando se habla, sino cuando se actúa. ¿Qué queréis?, ¿voy con la vara o con cariño y suavidad?

 

RESPONSORIO                    1Cor 11, 1; 4, 15
 
R./ Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo. * Por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.
V./ En Cristo tendréis mil tutores, pero padres no tenéis muchos.
R./ Por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.

 

SEGUNDA LECTURA

Balduino de Cantorbery, Tratado sobre el santísimo sacramento de la Eucaristía (PL 204, 413-414)

Dad pruebas continuamente de que sois servidores de Dios

Vosotros, sacerdotes del Señor, que como antorchas ilumináis a todo el mundo, honrad vuestro ministerio. Esmeraos en la rectitud, servid al Señor con temor: porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo, llevando la muerte de Jesús! Dad pruebas continuamente de que sois servidores de Dios, llevando en vuestro cuerpo las marcas de Jesús y el distintivo de su milicia, en la abstinencia y la continencia, en la castidad y la sobriedad, en la paciencia y la humildad, en toda pureza y santidad, para que todo el que os vea sepa a quién pertenecéis y se cumpla en vosotros la palabra profética: Vosotros os llamaréis «Sacerdotes del Señor», dirán de vosotros: «Ministros de nuestro Dios».

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor, bendecid al que os ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales, al que bendijo a la casa de Aarón. Que Dios sea santificado en vosotros, para que en vosotros se manifieste tal cual es: santo, puro, incontaminado. Que por vuestra culpa no maldigan su nombre; que por vuestra culpa no pongan en ridículo nuestro servicio. Que aun en medio de un pueblo depravado y pervertido, vuestra conducta sea tal, que los que os vieren puedan decir: Estos son los auténticos sacerdotes del Señor y los verdaderos discípulos de Jesucristo y vicarios de los apóstoles; realmente éstos son la estirpe que bendijo el Señor.

Pensad en la dignidad del sacerdocio que se os ha conferido para consagrar y distribuir. Que vuestras manos, a las que les es dado tocar tan venerable sacrificio, estén limpias de toda corrupción y soborno, para que no tengáis parte con aquellos que en su izquierda llevan infamias, y su derecha está llena de sobornos. Conservad limpios vuestros labios, para que podáis gustar qué bueno es el Señor. Que la boca del sacerdote rebose de acciones de gracias, de voces de alabanza, de oraciones, de súplicas, de invocaciones.

Amadísimos hermanos: mantengamos con firmeza y creamos sin ningún género de duda lo que sobre esta sagrada comunión la autoridad del mismo Dios y la de los santos Padres nos prescribe creer. En este sacramento está contenido el poder de nuestra restauración y el precio de nuestra redención. La verdad está oculta para que nuestra fe se ejercite; el modo de vivir de Cristo se nos representa como modelo de nuestra vida. Por eso, cuando el Señor instituyó este sacrificio y se lo transmitió a sus discípulos, dijo: Haced esto en conmemoración mía. Haced lo que yo hago, ofreced lo que yo ofrezco, vivid como yo os enseño, sacad de mi propio ejemplo la norma de vivir y de morir. Este sacramento produce en nosotros este efecto: Cristo vive en nosotros y nosotros en él. Nos da la posibilidad de morir por Cristo, como Cristo murió por nosotros. A los que mueren en Cristo o por Cristo, les está reservada una muerte piadosa y un magnífico premio. Se les promete y se les reserva la gloria de aquella resurrección de la que este sacramento, dignamente recibido, es prenda y saludable reparación. Su eficacia transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa. ¿Cómo podremos dignamente pagar al Señor una gracia tan grande?

 

RESPONSORIO                    1 Cor 4, 1-2; Lc 12, 42
 
R./ Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. * Ahora, lo que se busca en los administradores es que sean fieles.
V./ «¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre?
R./ Ahora, lo que se busca en los administradores es que sean fieles.
 
 
ORACIÓN
 
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



VIERNES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 5, 1-13

Juicio contra la inmoralidad

Hermanos: Se sabe de buena tinta que hay un caso de unión ilegítima en vuestra comunidad, y tan grave, que ni los gentiles la toleran; me refiero a ése que vive con la mujer de su padre.

¿Y todavía tenéis humos? Estaría mejor ponerse de luto y pidiendo que el que ha hecho eso desaparezca de vuestro grupo.

Lo que es yo, ausente en el cuerpo, pero presente en espíritu, ya he tomado una decisión como si estuviera presente: reunidos vosotros en nombre de nuestro Señor Jesús, y yo presente en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, entregad al que ha hecho eso en manos del diablo; humanamente quedará destrozado, pero así la persona se salvará el día del Señor.

Ese orgullo vuestro no tiene razón de ser. ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Quitad la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ázimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad.

Os decía en la otra carta que no os juntarais con libertinos. No me refería así en general a los libertinos' de este mundo, ni tampoco a los codiciosos y estafadores, ni a los idólatras; para eso tendríais que marcharos del mundo. Lo que de hecho os dije fue que no os juntarais con uno que se llama cristiano y es libertino, codicioso, idólatra, difamador, borracho o estafador: con uno así ni sentarse a la misma mesa. ¿Es asunto mío juzgar a los de fuera?, ¿no es a los de dentro a quienes juzgáis vosotros? A los de fuera los juzga Dios. Echad de vuestro grupo al malvado.

 

RESPONSORIO                    1Cor 5, 7.8; Rom 4, 25
 
R./ Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. * Así, pues, celebremos la fiesta del Señor.
V./ El cual fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.
R./ Así, pues, celebremos la fiesta del Señor.

 

SEGUNDA LECTURA

San Vicente de Lerins, Primer Conmonitorio (Cap 23: PL 50,667-668)

El progreso del dogma cristiano

¿Es posible que se dé en la Iglesia un progreso en los conocimientos religiosos? Ciertamente que es posible, y la realidad es que este progreso se da.

En efecto, ¿quién envidiaría tanto a los hombres y sería tan enemigo de Dios como para impedir este progreso? Pero este progreso sólo puede darse con la condición de que se trate de un auténtico progreso en el conocimiento de la fe, no de un cambio en la misma fe. Lo propio del progreso es que la misma cosa que progresa crezca y aumente, mientras lo característico del cambio es que la cosa que se muda se convierta en algo totalmente distinto.

Es conveniente, por tanto, que, a través de todos los tiempos y de todas las edades, crezca y progrese la inteligencia, la ciencia y la sabiduría de cada una de las personas y del conjunto de los hombres, tanto por parte de la Iglesia entera, como por parte de cada uno de sus miembros. Pero este crecimiento debe seguir su propia naturaleza, es decir, debe estar de acuerdo con las líneas del dogma y debe seguir el dinamismo de una única e idéntica doctrina.

Que el conocimiento religioso imite, pues, el modo como crecen los cuerpos, los cuales, si bien con el correr de los años se van desarrollando, conservan, no obstante, su propia naturaleza. Gran diferencia hay entre la flor de la infancia y la madurez de la ancianidad, pero, no obstante, los que van llegando ahora a la ancianidad son, en realidad, los mismos que hace un tiempo eran adolescentes. La estatura y las costumbres del hombre pueden cambiar, pero su naturaleza continúa idéntica y su persona es la misma.

Los miembros de un recién nacido son pequeños, los de un joven están ya desarrollados; pero, con todo, el uno y el otro tienen el mismo número de miembros. Los niños tienen los mismos miembros que los adultos y, si algún miembro del cuerpo no es visible hasta la pubertad, este miembro, sin embargo, existe ya como un embrión en la niñez, de tal forma que nada llega a ser realidad en el anciano que no se contenga como en germen en el niño.

No hay, pues, duda alguna: la regla legítima de todo progreso y la norma recta de todo crecimiento consiste en que, con el correr de los años, vayan manifestándose en los adultos las diversas perfecciones de cada uno de aquellos miembros que la sabiduría del Creador había ya preformado en el cuerpo del recién nacido.

Porque, si aconteciera que un ser humano tomara apariencias distintas a las de su propia especie, sea porque adquiriera mayor número de miembros, sea porque perdiera alguno de ellos, tendríamos que decir que todo el cuerpo perece o bien que se convierte en un monstruo o, por lo menos, que ha sido gravemente deformado. Es también esto mismo lo que acontece con los dogmas cristianos: las leyes de su progreso exigen que éstos se consoliden a través de las edades, se desarrollen con el correr de los años y crezcan con el paso del tiempo.

Nuestros mayores sembraron antiguamente, en el campo de la Iglesia, semillas de una fe de trigo; sería ahora grandemente injusto e incongruente que nosotros, sus descendientes, en lugar de la verdad del trigo, legáramos a nuestra posteridad el error de la cizaña.

Al contrario, lo recto y consecuente, para que no discrepen entre sí la raíz y sus frutos, es que de las semillas de una doctrina de trigo recojamos el fruto de un dógma de trigo; así, al contemplar cómo a través de los siglos aquellas primeras semillas han crecido y se han desarrollado, podremos alegrarnos de cosechar el fruto de los primeros trabajos.

 

RESPONSORIO                    Dt 4, 1.2; Jn 6, 63
 
R./ Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo les enseño. * No añadan nada a lo que yo les mando ni supriman nada.
V./ Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.
R./ No añadan nada a lo que yo les mando ni supriman nada.
 
 
ORACIÓN
 
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 6, 1-11

Pleitos ante los jueces paganos

Hermanos: Cuando uno de vosotros está en pleito con otro, ¿cómo tiene el descaro de llevarlo a un tribunal pagano y no ante los miembros del pueblo santo? ¿Habéis olvidado que el pueblo santo juzgará el universo? Pues si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no estaréis a la altura de juzgar minucias? Recordad que juzgaremos a ángeles: cuánto más asuntos de la vida ordinaria.

De manera que para juzgar los asuntos ordinarios dais jurisdicción a ésos que en la Iglesia no pintan nada. ¿No os da vergüenza? ¿Es que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz de arbitrar entre dos hermanos? No señor, un hermano tiene que estar en pleito con otro y además entre paganos. Desde cualquier punto de vista ya es un fallo que haya pleitos entre vosotros. ¿No estaría mejor sufrir la injusticia? ¿No estaría mejor dejarse robar? En cambio, sois vosotros los injustos y los ladrones, y eso con hermanos vuestros.

Sabéis muy bien que ningún malhechor heredará el reino de Dios. No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, afeminados, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios. Así erais algunos antes. Pero os lavaron, os consagraron, os perdonaron invocando al Señor Jesucristo y al Espíritu de nuestro Dios.

 

RESPONSORIO                    Tit 3, 5.6; 1 Cor 6, 11
 
R./ Dios según su propia misericordia, nos salvó por el baño del nuevo nacimiento y de la renovación del Espíritu Santo, * que derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador,
V./ Fuisteis lavados, santificados, justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.
R./ Que derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador,

 

SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán Comentario sobre el salmo 43 (36-39: CSEL 64, 288-290)

La semilla de todos es Cristo

Hay quienes están destinados a ser ovejas de matanza. Entre éstos está nuestro buen Señor Jesucristo que se ha convertido en el cordero de nuestro banquete. ¿Cómo?, me preguntas. Escucha: ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Piensa además cómo nuestros antepasados descuartizaban el cordero y lo comían, en figura de la pasión del Señor Jesús, de quien todos los días nos nutrimos en el sacramento. Por este Cordero, también aquéllos se convirtieron en ovejas de matanza.

Ahora bien: los santos no sólo no deben temer este suculento banquete: han de hambrearlo. De otra suerte no es posible llegar al reino de los cielos, pues el mismo Señor dijo: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis la vida eterna. Queda, pues, demostrado que nuestro Señor es comida, es banquete y alimento de los comensales, como él mismo dijo: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

Y para que sepas que todo esto se hizo por nosotros y por eso bajó él del cielo, de él dijo san Pablo: Todos nosotros somos un solo pan. No tengamos miedo por haber sido hechos ovejas de matanza. Pues lo mismo que la carne y la sangre del Señor nos han redimido, así también Pedro soportó muchas cosas por la Iglesia. Y lo mismo hicieron san Pablo y los demás apóstoles, al ser apaleados, lapidados, arrojados a la cárcel. Sobre aquella tolerancia de los sufrimientos y la valentía en arrostrar los peligros fue fundado el pueblo del Señor, y la Iglesia logró una nueva expansión al encaminarse los demás, presurosos, al martirio viendo que aquellos sufrimientos no sólo no mermaron un ápice la fortaleza de los apóstoles, antes bien esta breve vida les deparó la inmortalidad.

Es lo que demuestra asimismo el siguiente versículo del salmo, pues dijeron: Y nos has dispersado por las naciones. Los apóstoles en efecto fueron enviados a los pueblos y se dispersaron por las naciones lo mismo que los santos profetas, para que de aquella dispersión nacieran ubérrimos frutos. Al igual que nuestro Señor Jesucristo cayó cual grano en la tierra y murió, para poder dar mucho fruto, de igual modo se dispersaron los santos apóstoles, para llevar la buena semilla a las naciones, para que a ejemplo suyo germinase el fruto entre los pueblos. Finalmente, la Escritura nos asegura que el Señor dijo: Os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante, y vuestro fruto dure.

Así pues, nuestro Señor Jesucristo se presentó como simiente, según lo dicho a Abrahán: Y a tu descendencia, que es Cristo. Cristo es, pues, la semilla de todos. Por eso aceptó caer en tierra y ser desparramado, para transformar nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa. Esta semilla de salvación germinó en beneficio de todos los hombres: partiendo de él y transfigurados a su imagen, los santos apóstoles fueron enviados —como otras tantas semillas—, a diversas regiones y aventados, para que las gentes, congregadas en el campo de la Iglesia, resplandecieran con frutos diversos en todo el orbe de la tierra. Fueron aventados para producir nuevos frutos y ser más tarde recogidos en los graneros de la Iglesia cual trigo nuevo.

 

RESPONSORIO                    Col 1, 24.25
 
R./ Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: * así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia.
V./ Por esto me afano y lucho, con la fuerza que viene de Cristo, que actúa en mi con poder.
R./ Así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia.
 
 
ORACIÓN
 
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.