DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Romanos 8,1-17

No procedemos según la carne, sino según el Espíritu

Hermanos: Ahora no pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús, pues, por la unión con Cristo Jesús, la ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Lo que no pudo hacer la ley, por causa de la debilidad humana, lo ha hecho Dios: envió a su Hijo en una condición pecadora como la nuestra, haciéndolo víctima por el pecado, y en su carne mortal condenó el pecado. Así, la justicia que proponía la ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos dirigidos por la carne, sino por el Espíritu.

Los que se dejan dirigir por la carne tienden a lo carnal; en cambio, los que se dejan dirigir por el Espíritu tienden a lo espiritual. Nuestra carne tiende a la muerte; el Espíritu, a la vida y a la paz. Porque la tendencia de la carne es rebelarse contra Dios; no sólo no se somete a la ley de Dios, ni siquiera lo puede. Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios.

Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el Espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Así pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un Espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

 

RESPONSORIO                    Rom 8,3.4; Is 43,12.11
 
R./ Dios: enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, * para que la justa V./ exigencia de la ley se cumpliera en nosotros.
Porque expuso su vida a la muerte; mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos, él tomó el pecado de muchos.
R./ Para que la justa exigencia de la ley se cumpliera en nosotros.
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía 14 sobre la carta a los Romanos (3: PG 60, 527-528)

Somos, no simplemente herederos,
sino coherederos con Cristo

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).

Cuán maravilloso sea esto, lo saben muy bien los iniciados, a quienes se les hace decir por primera vez en la oración dominical. Y ¿por qué así?, me dirás. ¿Es que los antepasados no llamaban a Dios «Padre»? ¿No oyes decir a Moisés: ¿Olvidaste al Dios que te dio a luz? Es verdad, y podrían aducirse otros pasajes más; pero nunca les vemos llamar a Dios por este nombre ni invocarle como Padre.

En cambio, a todos nosotros, sacerdotes y fieles, príncipes y súbditos, se nos ordena orar de este modo y esta es la primera palabra que pronunciamos después de aquel maravilloso nacimiento, después del nuevo y estupendo rito de los neófitos. Además, aun cuando ellos en contadas ocasiones le hubieran invocado con este nombre, lo habrían hecho instintivamente, mientras que los que viven en la economía de la gracia, lo sienten Padre movidos por el Espíritu. Pues así como existe el espíritu de sabiduría por el que los ignorantes se convirtieron en sabios, como nos lo demuestra su doctrina, y el espíritu de fortaleza por el que hombres débiles resucitaron a muertos y arrojaron demonios, y el espíritu o don de curar, y el espíritu de profecía y el don de lenguas, así existe también el Espíritu de hijos adoptivos.

Y así como conocemos el espíritu de profecía cuando quien lo posee predice el futuro, diciendo no lo que él piensa, sino lo que la gracia le impulsa a decir, así reconocemos el espíritu de adopción filial cuando el que lo ha recibido, movido por el Espíritu Santo, llama a Dios Padre. Y para demostrar la autenticidad de lo que afirma, el Apóstol echa mano de la lengua hebrea: pues no dice solamente «Padre», sino «Abba, Padre», expresión con que los verdaderos hijos designan a su papá.

Por esta razón, después de haber señalado la diferencia derivada del proyecto de vida, de la gracia recibida y de la libertad, aduce otro testimonio de la excelencia de esta adopción. ¿Cuál? Ese Espíritu –dice– y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos. Herederos ¿de quién? Herederos de Dios. Por eso añade: Herederos de Dios. Y no sólo herederos, sino lo que es más admirable todavía: Coherederos con Cristo.

¿Ves cómo se esfuerza por acercarnos a Dios? Y como quiera que no todos los hijos son herederos, precisa que nosotros somos ambas cosas: hijos y herederos. Y como no todos los herederos heredan grandes riquezas, demuestra que incluso esto lo hemos obtenido quienes somos hijos de Dios. Más aún: como puede ocurrir que uno sea heredero de Dios, pero no precisamente coheredero del Unigénito, insiste en que nosotros hemos logrado también esto. Ahora bien: si ser hijo es de suyo una gracia inefable, piensa lo maravilloso que es ser heredero. Y si esto es ya extraordinario, mucho más lo es ser también coheredero.

Y luego de haber demostrado que no es sólo don de la gracia, sintonizando la fe con sus afirmaciones, añade: Ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados. Si compartimos sus padecimientos, mucho más compartiremos sus premios. El que fue tan pródigo en dones con quienes todavía nada bueno habían hecho, cuando vea las fatigas y los padecimientos que hemos soportado, ¿cómo no va a colmarnos con mayor abundancia de bienes?

 

RESPONSORIO                    Rom 8, 16-17; Tt 3, 4.5.7
R./ El mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; * de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
V./ Dios nuestro Salvador y su amor al hombre, nos salvó por el baño del nuevo nacimiento, para que, justificados por su gracia, seamos, en esperanza, herederos de la vida eterna.
R./ De modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Romanos 8, 18-39

Nada puede apartarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús

Hermanos: Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió: pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entraren la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que se ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.

Pero además el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazonessabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.

Sabemos también que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

¿Cabe decir más? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza».

Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

 

RESPONSORIO                    Rom 8, 26; Zac 12, 9.20
 
R./ El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero * el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
V./ Aquel día, dice el Señor, derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de perdón y de oración.
R./ El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía 15 sobre la carta a los Romanos (2: PG 60, 542-543)

Lo que parecía molesto, es lo que ha salvado
a todo el mundo

A los que llamó, los justificó. Los justificó por el baño regenerador. A los que justificó, los glorificó. Los glorificó por la gracia, por la adopción. ¿Cabe decir más? Que es como si dijera: No me hables más de peligros ni de insidias tramadas por todos. Pues si es verdad que hay quienes' no tienen fe en los bienes futuros, no pueden negar sin embargo la evidencia de los bienes ya recibidos: por ejemplo, el amor que Dios te ha mostrado, la justificación, la gloria.

Y todo esto se te ha concedido en atención a lo que parecía molesto: y todo aquello que tú considerabas deshonroso: cruz, las torturas, las cadenas, fue lo que restableció el orden en todo el mundo. Y así como él se sirvió de su pasión, es decir de aquello que se presentaba como sufrimiento, para restablecer la libertad y la salvación de toda la naturaleza humana, así obra contigo: cuando sufres, se sirve de este sufrimiento para tu salvación y para tu gloria.

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿Quién no está contra nosotros?, se pregunta. Pues hemos de admitir que todo el mundo, dictadores, pueblos, parientes y conciudadanos están contra nosotros. Sin embargo, todos esos que están contra nosotros están tan lejos de hacernos mal que hasta son agentes involuntarios de nuestras victorias y de los beneficios mil que nos vienen, pues la sabiduría de Dios troca sus asechanzas en salvación y gloria para nosotros.

¿Ved cómo nadie está contra nosotros? Pues lo que más renombre dio a Job fue precisamente que el diablo en persona tomó las armas contra él: se valió contra él de sus amigos, de su esposa, de las llagas, de los criados, urdiendo contra él mil otras maquinaciones. Y no obstante no le sucedió ningún mal. Si bien todo esto, con ser una gran cosa, no es la mayor: lo realmente extraordinario es que todo esto se trocó en bien y en una ganancia. Como Dios estaba de su parte, todo lo que parecía conspirar contra él, cedía en favor suyo.

Les pasó lo mismo a los apóstoles: judíos, paganos, falsos hermanos, príncipes, pueblos, hambre, pobreza y otras muchas cosas se pusieron en contra suya. Pero nada pudo contra ellos. Y lo más maravilloso era que todo esto les hacía más espléndidos, ilustres y dignos de alabanza ante Dios y los hombres. Por eso dice: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?

Y no contento con lo dicho, te pone en seguida ante la mayor prueba de amor de Dios para con nosotros, prueba sobre la que insiste una y otra vez: la muerte del Hijo. No sólo —dice— nos justificó, nos glorificó y nos predestinó a ser imagen suya, sino que no perdonó a su Hijo por ti. Por eso añadió: El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Cómo podrá abandonarnos quien por nosotros no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros? Piensa en el gran peso de bondad que supone no perdonar asu propio Hijo, sino entregarlo y entregarlo por todos, por los hombres viles, ingratos, enemigos y blasfemos. ¿cómo no nos dará todo con él? Es como decir: si nos ha dado a su Hijo, y no sólo nos lo ha dado, sino que lo entregó a la muerte, ¿cómo puedes dudar de lo demás, si has recibido al Señor? ¿Cómo puedes abrigar dudas respecto a las posesiones, poseyendo al Señor?

 

RESPONSORIO                    Rom 8,36-37; Sal 43,18
 
R./ Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. * Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado.
V./ Todo esto nos viene encima, sin haberte olvidado.
R./ Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Romanos 9, 1-18

Dios tiene misericordia de quien quiere
y deja endurecerse a quien quiere

Hermanos: Como cristiano que soy, voy a ser sincero; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo.

Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.

No es que Dios haya faltado a su palabra, es que no todos los descendientes de Israel son pueblo de Israel, como no todos los descendientes de Abrahán son hijos de Abrahán; no, «por Isaac continuará tu apellido». Es decir, que no es la generación natural la que hace hijos de Dios, es lo engendrado en virtud de la promesa lo que cuenta como descendencia, pues aquel dicho contenía una promesa: «Volveré por este tiempo y Sara tendrá ya un hijo».

Pero hay más: Rebeca concibió dos gemelos de Isaac nuestro antepalado. Pues bien, para continuar el propósito de Dios de elegir no por las obras, sino porque él llama, antes de que nacieran y pudieran hacer nada bueno ni malo, -se dijo a Rebeca: «El mayor será siervo del menor», conforme a la otra Escraura: «Quise a Jacob más que a Esaú».

—¿Qué se concluye? ¿Que Dios es injusto?

—¡De ninguna manera! De hecho, él le dijo a Moisés: «Tendré misericordia de quien yo quiera y compasión de quien yo quiera». En consecuencia, la cosa no está en que uno quiera o se afane, sino en que Dios tenga misericordia, pues se dice al Faraón en la Escritura: «Con este solo fin te he suscitado, para mostrar en ti mi fuerza y que se extienda mi fama por toda la tierra». En conclusión: Dios tiene misericordia de quien quiere y deja endurecerse a quien quiere.

 

RESPONSORIO                    Rom 9, 4.8.6
 
R./ A los israelitas pertenecen el don de la filiación adoptiva, la gloria, las alianzas, el don de la ley, el culto y las promesas: * Los hijos de Dios no son los hijos de la carne, sino que los hijos de la promesa son los que se cuentan como descendencia.
V./ No todos los que proceden de Israel son Israel.
R./ Los hijos de Dios no son los hijos de la carne, sino que los hijos de la promesa son los que se cuentan como descendencia.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el evangelio de san Juan (Lib 10: PG 74, 386-387)

Son peregrinos y extranjeros en la tierra
quienes viven una vida celestial

Está escrito en el libro de Moisés que Abrahán creyó en Dios y la fe se le contó en su haber y fue llamado amigo de Dios. ¿Cuál fue la razón de su fe y por qué fue llamado amigo de Dios? Se le dijo: Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré. Y cuando le fue ordenado inmolar a su unigénito como figura de Cristo, le fue revelado el secreto designio de Dios. Justamente dijo el Salvador hablando de él a los judíos: Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando en ver mi día: lo vio, y se llenó de alegría.

Así pues, a causa de su obediencia y de su sacrificio, el hombre de Dios Abrahán fue llamado amigo de Dios y fue ceñido de la gloria de la justicia. Y no sólo eso, sino que honrado con el privilegio de hablar con Dios, le fueron revelados los planes de Dios que habrían de realizarse en la plenitud de los tiempos.

Y fue precisamente en la plenitud de los siglos cuando Cristo, la víctima santa y verdaderamente sagrada que quita el pecado del mundo, murió por nosotros. Pero hazme caso, por favor, y observa cómo las mismas cosas se realizan en plenitud también en aquellos que son sublimados a la amistad de nuestro Salvador Jesucristo. También ellos escucharon: Sal de tu tierra. Orden que cumplieron tan esforzadamente como puedes deducir de sus palabras: No tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura, cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Pues son peregrinos y extranjeros en la tierra quienes viven una vida celestial y, unidos a Dios con los vínculos del afecto y del interés sobrenatural, abandonan la tierra trabajados por el deseo de la suprema mansión. Es la mansión que les muestra el Salvador cuando dice: Me voy a prepararos sitio; y cuando vuelva os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Escucharon que era necesario salir de la casa paterna.

¿Pero cómo podremos demostrarlo? Aduciré como testigo al mismo Cristo: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. No cabe duda de que la amistad de Dios es muy superior a la amistad terrena y a la más allegada parentela y, para los que le aman, el amor de Cristo es más fuerte que cualquier otro amor. Y al bienaventurado Abrahán le fue ordenado ofrecer su hijo como holocausto de suave olor, mientras que a éstos se les ordena que, ceñidos de la justicia y de la fe, se ofrezcan a sí mismos y no a otros. Os exhorto —dice— a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. También se escribió de ellos: Los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y deseos.

Además, también ellos comprendieron el misterio de Cristo. Pues saben que, a cambio de su amor a Cristo y como premio a sus trabajos se les galardonará con las prerrogativas del siglo futuro y con la gloria de la vida eterna. Y así, lo mismo que Abrahán, serán tenidos por justos y llamados amigos de Dios.

 

RESPONSORIO                    2Cor 5, 7-9; Heb 13, 14
 
R./ Caminamos en fe y no en visión. Pero estamos de buen ánimo y preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al Señor. * Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle.
V./ Aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura.
R./ Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Romanos 9, 19-33
La libre omnipotencia del Creador

Ahora me dirás tú: ¿Y por qué todavía se queja? ¿Quién puede resistir a su voluntad?

¡Vamos hombre! ¿Quién eres tú para contestarle a Dios? «¿Va a decirle la arcilla al que la modela»: por qué me has hecho así? ¿No tiene el alfarero derecho sobre la arcilla para hacer del mismo barro un objeto de valor y uno ordinario?

¿Y si Dios quisiera mostrar su reprobación y manifestar su potencia soportando con mucha paciencia a los que eran objeto de reprobación, ya pronto para destruirlos, y dar a conocer su inagotable esplendidez con los que eran objeto de misericordia, que él había preparado para su gloria?... que somos nosotros, llamados además por él no sólo de entre los judíos, sino también de entre los paganos. Eso es lo que dice en el libro de Oseas:

«Llamaré pueblo mío al que no es mi pueblo, a la no amada la llamaré amada mía; y en el mismo sitio donde les dijeron no sois mi pueblo, los llamarán hijos de Dios».

Isaías por su parte, clama a propósito de Israel:

«Aunque el número de los hijos de Israel fuese como 'la arena del mar, se salvará sólo el residuo, porque sin mengua y sin tardanza cumplirá el Señor su palabra en la tierra».

Pero también predijo Isaías:

«Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado una semilla, seríamos como Sodoma, nos pareceríamos a Gomorra».

¿Qué se concluye? Que los paganos, que no tenían por meta una justificación, consiguieron una justificación, la justificación por la fe. Israel, en cambio, que tenía por meta una ley justificadora, no llegó a la ley. ¿Qué pasó? Que, al no apoyarse en la fe, sino, como ellos sostienen, en las obras, tropezaron con el obstáculo de esa piedra que menciona la Escritura:

«Mirad, coloco en Sión una piedra de obstáculo, una roca para caerse, pero quien crea en ella no quedará defraudado».

 

RESPONSORIO                    Os 2, 25; Rom 9, 23.25
 
R./ Yo la sembraré para mí en el país, tendré compasión de “No compadecida”, * y al que no es pueblo mío lo llamaré pueblo mío y a la que no es amada la llamaré amada.
V./ Dios con el fin de dar a conocer la riqueza de su gloria en favor de los objetos de misericordia preparados para la gloria. Y estos tales somos nosotros, a los que ha llamado no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles, 25 según afirma también en el profeta Oseas:
R./ Al que no es pueblo mío lo llamaré pueblo mío y a la que no es amada la llamaré amada.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Comentario sobre la carta a los Gálatas (Lib 1, 27-28: CSEL 84, 92-94)

La única descendencia de Abrahán: Cristo y la Iglesia

La ley –dice el Apóstol– fue nuestro pedagogo hasta que llegara Cristo. He aquí sus palabras: Estábamos prisioneros, custodiados por la ley. Una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sometidos al pedagogo. Con estas palabras reprende ahora a los que anulan la gracia de Cristo: como si no hubiera llegado todavía el que debía llamarnos a la libertad, pretenden permanecer aún bajo el pedagogo.

Lo que dice que todos son hijos de Dios por la fe, en cuanto que todos los que fueron bautizados en Cristo se revistieron de Cristo, tiene un objetivo bien concreto: evitar que los paganos desesperen de su salvación, pensando que no son hijos al no estar custodiados por el pedagogo: revestidos de Cristo por la fe, todos se convierten en hijos. No hijos por naturaleza, como el Hijo único, que, además, es la Sabiduría de Dios; ni por la prepotente y singular asunción que les capacitara para ser y actuar por naturaleza en persona de la Sabiduría, a la manera como el Mediador se identificó con la Sabiduría asumida sin intervención de mediador alguno. No, son hijos por participación de la sabiduría, en virtud y gracias a la fe del Mediador.

En esta fe no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, por cuanto todos los fieles son uno en Cristo Jesús. Y si esto hace la fe, por la que se vive justamente en esta vida, ¿cuánto más perfecta y copiosamente lo hará la misma visión, cuando veamos cara a cara?

Pues de momento y aun poseyendo, por la justificación de la fe, las primicias del Espíritu, que es vida, comoquiera que todavía el cuerpo está muerto por el pecado, esta diferenciación de nacionalidad, de condición social o de sexo está ciertamente superada por lá unidad de la fe, pero se mantiene en la existencia mortal. Y que en la peregrinación de la presente vida, hayan de mantenerse tales categorías, lo preceptúan los apóstoles —quienes además nos han legado normas salubérrimas para vivir en común manteniendo las diferencias de nacionalidad, judíos y griegos, de condición social, señores y esclavos, de sexo, hombres y mujeres, y otras diferencias que eventualmente puedan presentarse—, y antes que ellos, el mismo Señor, quien afirmó: Pagadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

Porque todos —dice— sois uno en Cristo Jesús. Y añade: Y si sois, de modo que se subdistinga y se sobrentienda: sois uno en Cristo Jesús, y a continuación se deduzca: luego sois descendencia de Abrahán, de suerte que el sentido sea éste: Porque todos sois uno en Cristo Jesús, luego sois descendencia de Abrahán. Antes había dicho: No se dice: «y a los descendientes», en plural, sino en singular: «y a tu descendencia», que es Cristo. Aquí, pues, nos demuestra que Cristo es el único descendiente, no refiriéndose exclusivamente a él, único mediador, sino también a la Iglesia, su cuerpo, de la que él es cabeza. Y esto para que todos sean uno en Cristo y reciban, de acuerdo con la promesa, la herencia por la fe, a la que la promesa estaba supeditada; esto es: en espera de la llegada de la fe, el pueblo estaba como custodiado por el pedagogo hasta la fecha prefijada, en cuya fecha serían llamados a la libertad todos cuantos en el pueblo hansido llamados conforme al designio de Dios, es decir, los que en aquella era fueron reconocidos como trigo.

 

RESPONSORIO                    Gal 3, 26-27; 1 Cor 6, 15
 
R./ Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. * Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo.
V./ Y vuestros cuerpos son miembros de Cristo.
R./ Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Romanos 10, 1-21
Dios es el Señor de todos

Hermanos: Mi anhelo más profundo y lo que pido a Dios por ellos es que se salven. Que tienen fervor religioso lo declaro en su honor, pero mal entendido; pues, olvidándose de la justificación que Dios da y porfiando por mantenerla a su modo, no se sometieron a la justificación de Dios. Porque el fin de la ley es Cristo, y con eso se justifica a todo el que cree.

La justificación que viene por la ley la define Moisés en estos términos: «El que cumple estos preceptos, por ellos saldrá con vida»; en cambio, la justificación que viene por la fe se expresa así: «No te preguntes: ¿Quién subirá al cielo?» (es decir, con la idea de bajar a Cristo), ni tampoco: «¿Quién bajará al abismo?» (es decir, con la idea de sacar a Cristo de la muerte).

¿Qué dice entonces? Esto: «la palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón». Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación.

Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado». Porque no hay distinción entre judío y griego, ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará».

Ahora bien: ¿Cómo van a invocarlo si no creen en él?, ¿cómo van a creer si no oyen hablar de él?, y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?, y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el evangelio!».

Pero no todos han prestado oídos al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?». Así, pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Pero yo pregunto: ¿Es que no lo han oído? Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe, su lenguaje». Insisto: ¿Será que Israel no ha entendido? Para empezar, cito a Moisés: «Yo os daré envidia con un pueblo ilusorio, os irritaré con una nación fatua». E Isaías se atreve a más: «Me encontraron los que no me buscaban, me revelé a los que no preguntaban por mí».

En cambio, de Israel dice: «Tenía mis manos extendidas todo el día hacia un pueblo rebelde y provocador».

 

 RESPONSORIO                   Rom 10, 12-13; 15, 8-9
 
R./ Uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, * pues todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.
V./ Es decir, Cristo se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas y, en cuanto a los gentiles, para que glorifiquen a Dios por su misericordia.
R./ Pues todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.
 

 

SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Carta 29 (6-9: PL 16, 1100-1101)

Predicamos a Cristo

¡Qué hermosos los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Noticia! ¿Quiénes son los que traen la Buena Noticia sino Pedro, sino Pablo, sino los apóstoles todos? ¿Y cuál es la Buena Noticia que nos traen, sino al Señor Jesús? El es nuestra paz, él es aquel sumo bien, pues es bueno y procede del bueno: de un árbol bueno se recogen frutos buenos. Bueno es finalmente el espíritu que de él recibe y que guía a los siervos de Dios por el recto camino.

¿Y quién, teniendo al Espíritu de Dios en sí, negará al bueno, cuando él mismo dice: ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Venga este bien a nuestra alma, a lo más íntimo de nuestra mente; este bien que Dios da generosamente a los que se lo piden. Este es nuestro tesoro, éste es nuestro camino, éste es nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestro pastor, y pastor bueno, él es nuestra vida. ¡Ya ves cuántos bienes en un solo bueno! Pues todos estos bienes nos predican los evangelistas.

El Señor Jesús es el sumo bien en persona, anunciado por los profetas, predicado por los ángeles, prometido por el Padre, evangelizado por los apóstoles. Vino a nosotros cual fruto maduro: y no sólo cual fruto maduro, sino como fruto que madura en los montes. Y para que no hubiera nada duro ni inmaduro en nuestros proyectos, nada violento ni áspero en nuestras acciones y en nuestras costumbres, él fue el primero que se presentó anunciándonos la Buena Noticia. Por eso dijo: Yo el que hablaba, aquí estoy. Esto es, yo que hablaba en los profetas, estoy presente en el cuerpo que asumí de la Virgen; estoy aquí yo que soy la imagen de Dios invisible e impronta de su sustancia, y estoy aquí también como hombre. Pero ¿quién me conoce? Vieron al hombre y le creyeron superhombre por sus obras.

Apresurémonos, pues, a él, en quien está el sumo bien: pues él es la bondad; él es la paciencia de Israel, que te llama a penitencia, a fin de que no seas convocado a juicio, sino que puedas recibir la remisión de los pecados. Haced —dice— penitencia. El es el sumo bien que de nadie necesita y abunda en todo. Y tal es su abundancia, que de su plenitud todos hemos recibido y en él fuimos colmados, como dice el evangelista.

 

RESPONSORIO                    1Jn 5, 20.11
 
R./ Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. * Este es el Dios verdadero y la vida eterna.
V./ Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo.
R./ Este es el Dios verdadero y la vida eterna.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



VIERNES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Romanos 11,1-12

Dios no ha desechado a su pueblo

Hermanos: Entonces me pregunto: ¿habrá Dios desechado a su pueblo? Ni hablar: también yo soy israelita, descendiente de Abrahán, de la tribu de Benjamín. «Dios no ha desechado a su pueblo», que él eligió.

Recordáis, sin duda, aquello que cuenta de Elías la Escritura, cómo interpelaba a Dios en contra de Israel: Señor, «han matado a tus profetas y derrocado tus altares; me he quedado yo sólo y atentan contra mi vida». Pero ¿qué le responde la voz de Dios?: «Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante Baal».

Pues lo mismo ahora, en nuestros días, ha quedado un residuo, escogido por puro favor. Y si es por puro favor, ya no se basa en las obras, si no el favor dejaría de serlo. ¿Qué se sigue? Que Israel no consiguió lo que buscaba; los escogidos lo consiguieron, mientras los demás se han obcecado, como estaba escrito: «Dios les embotó el espíritu, les dio ojos para no ver y orejas para no oír hasta el día de hoy». Y David dice: «Que su mesa les sirva de trampa y de lazo, de tropiezo y de castigo; que sus ojos se nublen y no vean, haz que su espalda esté siempre encorvada».

Pregunto ahora: ¿Han caído para no levantarse? Por supuesto que no. Si por haber caído ellos la salvación ha pasado a los gentiles, es para dar envidia a Israel. Por otra parte, si su caída es riqueza para el mundo, es decir, si su devaluación es la riqueza de los gentiles, ¿qué será cuando alcancen su pleno valor?

 

RESPONSORIO                    Rom 11, 5.7.8; Jn 12, 41
 
R./ En la actualidad ha quedado en Israel un resto, elegido por gracia. Y si es por gracia, no lo es en virtud de las obras; de otro modo, no es ya gracia. Los demás se endurecieron, según está escrito: * Dios les dio un espíritu de embotamiento, ojos para no ver y oídos para no oír hasta el día de hoy.
V./ Esto dijo Isaías cuando vio la gloria de Cristo y habló de él.
R./ Dios les dio un espíritu de embotamiento, ojos para no ver y oídos para no oír hasta el día de hoy
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 4, or 1: PG 70, 890-891)

Se nos llama cristianos o pueblo de Dios

Desde oriente traeré a tu estirpe, desde occidente te reuniré. Promete a la Sinagoga o a la Iglesia formada de páganos y judíos, reunir a todos desde oriente a occidente, es decir, de todos los climas y lugares geográficos.

Cuando habla de hijos e hijas que corren desde los cuatro puntos cardinales, alude al tiempo de la venida de Cristo, tiempo en que se dio a todos los habitantes de la tierra la gracia de la adopción por medio de la santificación en el Espíritu. Al decir: A todos los que llevan mi nombre, da a entender que la vocación no es privativa de una nación, sino común: la misma para todos. Pues se nos llama cristianos o pueblo de Dios. También Pedro, en la carta dirigida a los llamados por la fe, se expresa de estamanera: Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Antes erais «No pueblo», ahora sois «pueblo de Dios».

Hemos sido efectivamente renovados en Cristo por la santificación, recuperando el esplendor originario de la naturaleza, a saber, la imagen del que nos creó por él y en él: renunciando al pecado y a la inveterada corrupción, se nos enseña a reiniciar una vida nueva; nos despojamos del hombre viejo corrompido por las seducciones del error, y nos revestimos del hombre nuevo, renovado a imagen del que nos creó. Además, este renacimiento o, como suele decirse, esta nueva criatura, se ha efectuado en Cristo; por tanto la hemos recibido no de una estirpe corrupta, sino en virtud de la palabra del Dios que vive y permanece.

Así pues, este pueblo reunido de los cuatro puntos cardinales y llamado por mi nombre, no lo ha creado, plasmado y ejecutado otro que yo para mi gloria. Y el Hijo puede muy bien ser llamado gloria de Dios Padre, pues por él y en él es glorificado, según aquello: Yo te he glorificado sobre la tierra, idea que Cristo desarrolla ampliamente. Que los que en él creemos hemos sido plasmados por él lo sabemos con mayor certeza al sentirnos conformados a él y palpar, resplandeciente en nuestras almas, la belleza de la naturaleza divina.

Algo por el estilo dijo también el salmista: Quede esto escrito para la generación futura, y el pueblo que será creado alabará al Señor. Y cuando poco después añade: Sacad al pueblo ciego, revela maravillosamente la prestancia inexpresable y maravillosa de su poder. Ya en otro tiempo irradió como estrella mañanera sobre aquellos, cuyas mentes y corazones estaban envueltos en la tiniebla de la diabólica perversidad y en el error, y surgiendo para ellos cual sol de justicia, los hizo hijos no ya de la noche y las tinieblas, sino de la luz y del día, según la sapientísima expresión de Pablo.

 

RESPONSORIO                    Rom 9, 24.25.26; Os 2, 25
 
R./ Dios nos ha llamado no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles, según afirma también en el profeta Oseas: * al que no es pueblo mío lo llamaré pueblo mío, hijos del Dios vivo.
V./ Al que no es mi pueblo lo llamaré: “Tú eres mi pueblo”; y él dirá: “Mi Dios”.
R./ Al que no es pueblo mío lo llamaré pueblo mío, hijos del Dios vivo.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Romanos 11, 13-24

Si está consagrada la raíz, también lo están las ramas

A vosotros, gentiles, os digo: Mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos. Si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la muerte a la vida? Además, si están consagradas las primicias, lo está también la masa, y si está consagrada la raíz, también lo están las ramas.

Han desgajado algunas ramas y, entre las que quedaban, te han injertado a ti, que eres de acebuche; así entraste a participar con ellos de la raíz y savia del olivo. Pero no presumas con las ramas; y si te da por presumir, recuerda que no sostienes tú a la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti.

Dirás tú: «Desgajaron ramas para injertarme a mí». Perfectamente: las desgajaron por su falta de fe y tú te mantienes por la fe; conque no seas soberbio y ándate con cuidado, que si Dios no tuvo miramientos con las ramas naturales, a lo mejor no los tiene contigo.

Fíjate en la bondad y en la severidad de Dios; para los que cayeron, severidad; para ti, bondad: Con tal que no te salgas de su bondad, que, si no, también a ti pueden cortarte; mientras a ellos, si no persisten en su falta de fe, los injertarán, que Dios tiene poder para injertarlos de nuevo. Si a ti te cortaron de tu acebuche nativo y, contra tu natural, te injertaron en el olivo, cuánto más fácil será injertarlos a ellos, nacidos del olivo, en el tronco en que nacieron.

 

RESPONSORIO                    Cf. Rom 11, 23; 1Cor 3, 16
 
R./ En cuanto a aquellos, si no permanecen en la incredulidad, serán injertados, * pues Dios es poderoso para volver a injertarlos.
V./ Pero cuando se conviertan al Señor, se quitará el velo de su corazón.
R./ Pues Dios es poderoso para volver a injertarlos.
 


SEGUNDA LECTURA

Del Decreto Ad Gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, del Concilio Vaticano II (Núms 4-5)

Id y haced discípulos de todos los pueblos

El mismo Señor Jesús, antes de entregar voluntariamente su vida por la salvación del mundo, de tal manera dispuso el ministerio apostólico y prometió enviar el Espíritu Santo que ambos se encuentran asociados en la realización de la obra de la salvación en todas partes y para siempre.

El Espíritu Santo unifica en la comunión y en el ministerio, y provee de diversos dones jerárquicos y carismáticos a toda la Iglesia a través de todos los tiempos, vivificando, a la manera del alma, las instituciones eclesiales e infundiendo en el corazón de los fieles el mismo impulso de misión con que actuó Cristo. A veces también se anticipa visiblemente a la acción apostólica, de la misma forma que sin cesar la acompaña y dirige de diversas formas.

El Señor Jesús ya desde el principio llamó a los que él quiso, y a doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar. Los apóstoles fueron, pues, la semilla del nuevo Israel y al mismo tiempo el origen de la sagrada jerarquía.

Después, el Señor, una vez que hubo cumplido en sí mismo, con su muerte y resurrección, los misterios de nuestra salvación y la restauración de todas las cosas, habiendo recibido toda potestad en el cielo y en la tierra, antes de ascender a los cielos, fundó su Iglesia como sacramento de salvación y "envió a los apóstoles a todo el mundo, como también él había sido enviado por el Padre, mandándoles: Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. De aquí le viene a la Iglesia el deber de propagar la fe y la salvación de Cristo; tanto en virtud del mandato expreso que de los apóstoles heredó el orden episcopal, al que ayudan los presbíteros, juntamente con el sucesor de Pedro, sumo pastor de la Iglesia, como en virtud de la vida que Cristo infunde a sus miembros.

La misión de la Iglesia se realiza, pues, mediante aquella actividad por la que, obediente al mandato de Cristo y movida por la gracia y la caridad del Espíritu Santo, se hace presente en acto pleno a todos los hombres o pueblos, para llevarlos con el ejemplo de su vida y con la predicación, con los sacramentos y demás medios de gracia, a la fe, la libertad y la paz de Cristo, de suerte que se les descubra el camino libre y seguro para participar plenamente en el misterio de Cristo.

 

 RESPONSORIO                   Mc 16,15-16; Jn 3,5
 
R./ «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. * El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
V./ El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
R./ El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.