DOMINGO I DE CUARESMA


PRIMERA LECTURA

Del libro del Deuteronomio 6, 4-25

La ley del amor

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales.

Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra que juró a tus padres –a Abrahán, Isaac y Jacob– que te había de dar, con ciudades grandes y ricas que tú no has construido, casas rebosantes de riquezas que tú no has llenado, pozos ya excavados que tú no has excavado, viñas y olivares que tú no has plantado, comerás hasta hartarte. Pero, cuidado: no olvides al Señor que te sacó de Egipto, de la esclavitud. Al Señor, tu Dios, temerás, a él solo servirás, sólo en su nombre jurarás.

No seguiréis a dioses extranjeros, dioses de los pueblos vecinos. Porque el Señor, tu Dios, es un dios celoso en medio de ti. No se encienda la ira del Señor, tu Dios, contra ti y te extermine de la superficie de la tierra. No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba como en Masá. Guardarás los preceptos del Señor, vuestro Dios, las normas y mandatos que te ordenó. Harás lo que al Señor, tu Dios, le parece bueno y recto, y así te irá bien, entrarás y tomarás posesión de esta tierra buena, que prometió el Señor a tus padres, arrojando ante ti a todos tus enemigos, como te dijo el Señor.

Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: "¿Qué son esas normas, esos mandatos y decretos que os mandó el Señor, vuestro Dios?", le responderás a tu hijo: "Eramos esclavos del Faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte. El Señor hizo signos y prodigios grandes y perniciosos contra el Faraón y toda su corte, ante nuestros ojos. A nosotros nos sacó de allí, para traernos y darnos la tierra que tenía prometida a nuestros padres. Y nos mandó cumplir todos estos mandatos, temiendo al Señor, nuestro Dios, por nuestro bien perpetuo, para que siguiéramos con vida, como hoy. Sólo tendremos justificación si ponemos por obra estos preceptos, ante el Señor, nuestro Dios, como nos lo tiene ordenado"».

 

RESPONSORIO                      Dt 6, 3.5; 7, 9
 
R./ Escucha, Israel; cuida de practicar lo que te ha ordenado el Señor; * reconoce que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel que guarda la alianza y el amor a los que lo aman.
V./ Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
R./ Reconoce que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel que guarda la alianza y el amor a los que lo aman.
 


SEGUNDA LECTURA

San Clemente de Roma, Carta a los Corintios (49-50: Funck 1, 123-125)

¿Quién será capaz de explicar el vínculo del amor divino?

El que posee el amor de Cristo que cumpla sus mandamientos. ¿Quién será capaz de explicar debidamente el vínculo que el amor divino establece? ¿Quién podrá dar cuenta de la grandeza de su hermosura? El amor nos eleva hasta unas alturas inefables. El amor nos une a Dios, el amor cubre la multitud de los pecados, el amor lo aguanta todo, lo soporta todo con paciencia; nada sórdido ni altanero hay en él; el amor no admite divisiones, no promueve discordias, sino que lo hace todo en la concordia; en el amor hallan su perfección todos los elegidos de Dios, y sin él nada es grato a Dios. En el amor nos acogió el Señor: por su amor hacia nosotros, nuestro Señor Jesucristo, cumpliendo la voluntad del Padre, dio su sangre por nosotros, su carne por nuestra carne, su vida por nuestras vidas.

Ya veis, amados hermanos, cuán grande y admirable es el amor y cómo es inenarrable su perfección. Nadie es capaz de practicarlo adecuadamente, si Dios no le otorga este don. Oremos, por tanto, e imploremos la misericordia divina, para que sepamos practicar sin tacha el amor, libres de toda parcialidad humana. Todas las generaciones anteriores, desde Adán hasta nuestros días, han pasado; pero los que por gracia de Dios han sido perfectos en el amor obtienen el lugar destinado a los justos y se manifestarán el día de la visita del reino de Cristo. Porque está escrito: Anda, pueblo mío, entra en los aposentos y cierra la puerta por dentro; escóndete un breve instante mientras pasa la cólera; y me acordaré del día bueno y os haré salir de vuestros sepulcros.

Dichosos nosotros, amados hermanos, si cumplimos los mandatos del Señor en la concordia del amor, porque este amor nos obtendrá el perdón de los pecados. Está escrito: Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito y en cuyo espíritu no hay falsedad. Esta proclamación de felicidad atañe a los que, por Jesucristo nuestro Señor, han sido elegidos por Dios, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

RESPONSORIO                      1Jn 4, 16.7
 
R./ Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene. * Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
V./ Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios.
R./ Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
 
 
ORACIÓN
 
Te pedimos, Señor todopoderoso, que las celebraciones y las penitencias de esta Cuaresma nos ayuden a progresar en el camino de nuestra conversión: así conoceremos mejor y viviremos con mayor plenitud las riquezas inagotables del misterio de Cristo. El, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
 

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del Deuteronomio 7, 6-14; 8, 1-6

Israel, pueblo elegido

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de lkesclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones. Pero paga en su persona a quien lo aborrece, acabando con él. No se hace esperar, paga a quien lo aborrece, en su persona. Pon por obra estos preceptos y los mandatos y decretos que te mando hoy.

Si escuchas estos decretos y los mantienes poniéndolos por obra, también el Señor, tu Dios, te mantendrá la alianza y el favor que prometió a tus padres: te amará, te bendecirá y te hará crecer. Bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tus tierras, tu trigo, tu mosto y tu aceite, las crías de tus reses y el parto de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres darte. Serás bendito entre todos los pueblos; no habrá estéril ni impotente entre los tuyos ni en tu ganado.

Todos los preceptos que yo os mando hoy ponedlos por obra; así viviréis, creceréis, entraréis y conquistaréis la tierra que el Señor prometió con juramento a vuestros padres. Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no.

El te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies durante estos cuarenta años; para que reconozcas que el Señor, tu Dios, te ha educado, como un padre educa a su hijo, para que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus caminos y lo temas».

 

RESPONSORIO                      1Jn 4, 10; Cf. Is 63, 8.9
 
R./ Dios nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. * Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en Él.
V./ El Señor es nuestro salvador; con amor él nos ha rescatado.
R./ Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en Él.
 


SEGUNDA LECTURA

De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano II (Núms 2.16)

Yo salvaré a mi pueblo

El Padre eterno, por un libérrimo y misterioso designio de su sabiduría y de su bondad, creó el mundo universo, decretó elevar a los hombres a la participación de la vida divina y, caídos por el pecado de Adán, no los abandonó,sino que les otorgó siempre los auxilios necesarios para la salvación, en atención a Cristo redentor, que es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura. El Padre, desde toda la eternidad, conoció a los que había escogido y los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos.

Determinó reunir a cuantos creen en Cristo en la santa Iglesia, la cual fue ya prefigurada desde el origen del mundo y preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en el antiguo Testamento, fue constituida en los últimos tiempos y manifestada por la efusión del Espíritu y se perfeccionará gloriosamente al fin de los tiempos. Entonces, como se lee en los santos Padres, todos los justos descendientes de Adán, desde Abel el justo hasta el último elegido, se congregarán delante del Padre en una Iglesia universal.

Por su parte, todos aquellos que todavía no han recibido el Evangelio están ordenados al pueblo de Dios por varios motivos.

Y, en primer lugar, aquel pueblo a quien se confiaron las alianzas y las promesas, y del que nació Cristo según la carne; pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los padres: porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables.

Pero el designio de salvación abarca también a todos los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando profesar la fe de Abrahán, adoran con nosotros a un solo Dios, misericordioso, que ha de juzgar a los hombres en el último día.

Este mismo Dios tampoco está lejos de aquellos otros que, entre sombras e imágenes, buscan al Dios desconocido, puesto que es el Señor quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven.

Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio y la Iglesia de Cristo, pero buscan con sinceridad a Dios y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con sus obras la voluntad divina, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. Y la divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a aquellos que, sin culpa por su parte, no han llegado todavía a un expreso conocimiento de Dios y se esfuerzan, con la gracia divina, en conseguir una vida recta.

La Iglesia considera que todo lo bueno y verdadero que se da entre estos hombres es como una preparación al Evangelio y que es dado por aquel que ilumina a todo hombre para que al fin tenga la vida.

 

RESPONSORIO                      Ef 1, 9.10; Col 1, 19-20
 
R./ Dios estableció de antemano según su designio misericordioso, para realizarlo en la plenitud de los tiempos, hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, * lo que está en los cielos y lo que está en la tierra.
V./ Pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud, y por Él reconciliar consigo todas las cosas.
R./ Lo que está en los cielos y lo que está en la tierra.


 
ORACIÓN
 
Conviértenos a ti, Dios salvador nuestro, y ayúdanos a progresar en el conocimiento de tu palabra, para que así la celebración de esta Cuaresma dé en nosotros fruto abundante. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

Del libro del Deuteronomio 9, 7-21.25-29

Pecados del pueblo e intercesión de Moisés

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Recuerda y no olvides que provocaste al Señor, tu Dios, en el desierto: desde el día que saliste de Egipto hasta que llegasteis a este lugar habéis sido rebeldes al Señor; en el Horeb provocaste al Señor, y el Señor se irritó con vosotros y os quiso destruir. Cuando yo subí al monte a recibir las losas de piedra, las tablas de la alianza que concertó el Señor con vosotros, me quedé en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua. Luego el Señor me entregó las dos losas de piedra, escritas de la mano de Dios; en ellas estaban todos los mandamientos que os dio el ,Señor en la montaña, desde el fuego, el día de la asamblea.

Pasados los cuarenta días y cuarenta noches, me entregó el Señor las dos losas de piedra, las tablas de la alianza, y me dijo:

"Levántate, baja de aquí en seguida, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han apartado del camino que les marcaste, se han fundido un ídolo".

El Señor me añadió:

"He visto que este pueblo es un pueblo terco. Déjame destruirlo y borrar su nombre bajo el cielo; de ti haré un pueblo más fuerte y numeroso que él".

Yo me puse a bajar de la montaña, mientras la montaña ardía; llevaba en las manos las dos losas de la alianza. Miré, y era verdad. Habíais pecado contra el Señor, vuestro Dios, os habíais hecho un becerro de fundición. Pronto os apartasteis del camino que el Señor os había marcado. Entonces agarré las losas, las arrojé con las dos manos y las estrellé ante vuestros ojos. Luego, me postré ante el Señor cuarenta días y cuarenta noches, como la vez anterior, sin comer pan ni beber agua, pidiendo perdón por el pecado que habíais cometido, haciendo lo que parece mal al Señor, irritándolo, porque tenía miedo de que la ira y la cólera del Señor contra vosotros os destruyese. También aquella vez me escuchó el Señor.

Con Aarón se irritó tanto el Señor que quería destruirlo, y entonces tuve que interceder también por Aarón. Después cogí el pecado que os habíais fabricado, el becerro, y lo quemé, lo machaqué, lo trituré hasta pulverizarlo como ceniza, y arrojé la ceniza en el torrente que baja de la montaña.

Me postré ante el Señor, estuve postrado cuarenta días y cuarenta noches, porque el Señor pensaba destruiros. Oré al Señor, diciendo:

"Señor mío, no destruyas a tu pueblo, la heredad que redimiste con tu grandeza, que sacaste de Egipto con mano fuerte. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac y Jacob, no te fijes en la terquedad de este pueblo, en su crimen y su pecado, no sea que digan en la tierra de donde nos sacaste: `No pudo el Señor introducirlos en la tierra que les había prometido', o: `Los sacó por odio, para matarlos en el desierto'. Son tu pueblo, la heredad que sacaste con tu esfuerzo poderoso y con tu brazo extendido".

 

RESPONSORIO                      Cf. Ex 32, 11.13.14; 33, 3.17
 
R./ Moisés suplicó al Señor su Dios, diciendo: ¿Por qué, Señor, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, a los cuales juraste darles una tierra que mana leche y miel. * Y el Señor renunció a mandar el mal con que había amenazado a su pueblo.
V./ Dijo el Señor a Moisés: Has hallado gracia a mis ojos, y yo te conozco por tu nombre.
R./ Y el Señor renunció a mandar el mal con que había amenazado a su pueblo.
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía 14 sobre la carta a los Romanos (8: PG 60, 534-535)

¿Qué es lo que Dios no ha hecho por nosotros?

¿Qué es, pues, lo que Dios no ha hecho por nosotros? Por nosotros hizo tanto el mundo corruptible como el incorruptible; por nosotros permitió que los profetas fueran mal acogidos; por nosotros los envió a la cautividad; por nosotros permitió que fueran arrojados al horno y que soportaran males sin cuento.

Por nosotros suscitó a los profetas y también a los apóstoles; por nosotros entregó al Unigénito; quiso sentarnos a su derecha; por nosotros padeció oprobios, pues dice: Las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. Sin embargo, después de tantas y tales deserciones, él no nos abandona, sino que nos exhorta de nuevo y predispone a otros para que intercedan por nosotros, para poder otorgarnos su gracia. Es el caso de Moisés. Le dice, en efecto: Déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos, para inducirle a interceder por ellos.

Y otro tanto en la actualidad, otorgándonos el don de la plegaria. Y obraba así, no porque tenga necesidad de nuestras súplicas, sino para que nosotros, creyéndonos a salvo, no nos hiciéramos peores. Por eso dice a menudo a los israelitas que se reconcilia con ellos por amor a David o a cualquier otro, reservándose de este modo una coartada para la reconciliación. Si bien es verdad que quedaría mejor él, si dijera que deponía su indignación espontáneamente y no porque otro se lo pedía. Pero no era esto lo que Dios pretendía; lo que Dios quería era evitar que el trámite de reconciliación no fuera para los que habían de salvarse motivo de infravaloración. Por eso decía a Jeremías: No intercedas por este pueblo, que no te escuchará. Y no es que quisiera que el profeta dejase de orar; lo que quería era atemorizarlos. El profeta, que así lo comprendió, no cesó de suplicar.

Y así como a los ninivitas, al comunicarles la sentencia sin fijar límites de tiempo ni insinuarles resquicio alguno de esperanza, les inspiró un profundo terror induciéndolos a penitencia, lo mismo hace en este pasaje: mete la preocupación en el ánimo de los israelitas, hace al profeta más venerable a sus ojos, para ver si al menos así le escuchan. Luego, comoquiera que padecían un mal sin remedio y no reaccionaban tampoco ante las amenazas de los profetas que les enviaba, primero les intima que permanezcan allí; y al mostrarse renuentes y planear la evasión a Egipto, Dios condesciende, no sin rogarles que eviten caer en la impiedad de los egipcios. Como tampoco en esto le hicieron caso, manda con ellos al profeta para que no se esquinasen totalmente con él.

¿Y qué es lo que los profetas no padecían por su causa? Aserrados, exilados, ultrajados, lapidados, sufrieron una infinidad de otros graves tormentos. Y no obstante todo esto, los israelitas acudían a ellos una y otra vez. Samuel no cesó nunca de llorar a Saúl, a pesar de haber sufrido ultrajes y tratos intolerables por su culpa: toda injuria estaba olvidada. Jeremías, por su parte, compuso para el pueblo judío unas lamentaciones que puso por escrito; y habiéndole concedido el jefe de la guardia persa facultad para vivir en seguridad y libertad donde quisiese, prefirió a su casa el compartir la suerte de los infelices de su pueblo y una mísera morada en tierra extranjera.

 

RESPONSORIO                      St 5,10-11; Jud 8, 27b
 
R./ Tomad, hermanos, como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. * Mirad cómo proclamaron felices a los que sufrieron con paciencia.
V./ Es para corrección que Dios castiga a los que nos acercamos a Él.
R./ Mirad cómo proclamaron felices a los que sufrieron con paciencia.
 
 
ORACIÓN
 
Señor, mira con amor a tu familia y, a los que moderan su cuerpo con la penitencia, aviva en su espíritu el deseo de poseerte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Del libro del Deuteronomio 10, 12-11, 9.26-28

Es preciso servir a Dios solo

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Ahora, Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma, que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, y los mandatos que yo te mando hoy, para tu bien. Cierto: del Señor son los cielos, hasta el último cielo, la tierra y todo cuanto la habita, con todo, sólo de vuestros padres se enamoró el Señor, los amó, y de su descendencia os escogió a vosotros entre todos los pueblos, como sucede hoy.

Circuncidad vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz; que el Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, fuerte y terrible; no es parcial ni acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al forastero, dándole pan y vestido. Amaréis al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto. Temerás al Señor, tu Dios, le servirás, te pegarás a él, en su nombre jurarás. El será tu alabanza, él será tu Dios, pues él hizo a tu favor las terribles hazañas que tus ojos han visto. Setenta eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y ahora el Señor, tu Dios, te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo.

Amarás al Señor, tu Dios, guardarás sus consignas, sus decretos y preceptos, mientras te dure la vida.

Sabedlo hoy: No se trata de vuestros hijos, que ni entienden ni han visto la instrucción de vuestro Dios, su grandeza, su mano fuerte y su brazo extendido, los signos y hazañas que hizo en medio de Egipto contra el Faraón, rey de Egipto, y contra todo su territorio; lo que hizo al ejército egipcio, a sus carros y caballos: precipitó sobre ellos las aguas del mar Rojo cuando os perseguían y acabó con ellos el Señor, hasta el día de hoy; lo que hizo con vosotros en el desierto, hasta que llegasteis a este lugar; lo que hizo con Datán y Abirón, hijos de Eliab, hijo de Rubén: la tierra abrió sus fauces y se los tragó con sus familias y tiendas, con su servidumbre y ganado, en medio de todo Israel; se trata de vosotros, que habéis visto con vuestros ojos las grandes hazañas que hizo el Señor.

Guardaréis fielmente los preceptos que yo os mando hoy; así seréis fuertes, entraréis y tomaréis posesión de la tierra adonde cruzáis para conquistarla; prolongaréis vuestros años sobre la tierra que el Señor, vuestro Dios,prometió dar a vuestros padres y a su descendencia: una tierra que mana leche y miel.

Mirad: Hoy os pongo delante bendición y maldición; la bendición, si escucháis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy; la maldición, si no escucháis los preceptos del Señor, vuestro Dios, y os desviáis del camino que hoy os marco, yendo detrás de dioses extranjeros, que no habíais conocido».

 

RESPONSORIO                      1 Cor 7, 19; Fil 3,3; Gal 6, 15
 
R./ Amemos a Dios, porque él nos amó primero. En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos; * y sus mandamientos no son pesados.
V./ Quien guarda su palabra posee el perfecto amor de Dios.
R./ Y sus mandamientos no son pesados.
 


SEGUNDA LECTURA

Diadoco de Foticé, Capítulos sobre la perfección espiritual (Caes 12.13.14: PG 65, 1171-1172)

Hay que amar solamente a Dios

El que se ama a sí mismo no puede amar a Dios; en cambio, el que, movido por la superior excelencia de las riquezas del amor a Dios, deja de amarse a sí mismo ama a Dios. Y, como consecuencia, ya no busca nunca su propia gloria, sino más bien la gloria de Dios. El que se ama a sí mismo busca su propia gloria, pero el que ama a Dios desea la gloria de su Hacedor.

En efecto, es propio del alma que siente el amor a Dios buscar siempre y en todas sus obras la gloria de Dios y deleitarse en su propia sumisión a él, ya que la gloria conviene a la magnificencia de Dios; al hombre, en cambio, le conviene la humildad, la cual nos hace entrar a formar parte de la familia de Dios. Si de tal modo obramos, poniendo nuestra alegría en la gloria del Señor, no nos cansaremos de repetir, a ejemplo de Juan Bautista: Él tiene que crecer y yo tengo que menguar.

Sé de cierta persona que, aunque se lamentaba de no amar a Dios como ella hubiera querido, sin embargo, lo amaba de tal manera que el mayor deseo de su alma consistía en que Dios fuera glorificado en ella, y que ella fuese tenida en nada. El que así piensa no se deja impresionar por las palabras de alabanza, pues sabe lo que es en realidad; al contrario, por su gran amor a la humildad, no piensa en su propia dignidad, aunque fuese el caso que sirviese a Dios en calidad de sacerdote; su deseo de amar a Dios hace que se vaya olvidando poco a poco de su dignidad y que extinga en las profundidades de su amor a Dios, por el espíritu de humildad, la jactancia que su dignidad pudiese ocasionar, de modo que llega a considerarse siempre a sí mismo como un siervo inútil, sin pensar para nada en su dignidad, por su amor a la humildad. Lo mismo debemos hacer también nosotros, rehuyendo todo honor y toda gloria, movidos por la superior excelencia de las riquezas del amor a Dios, que nos ha amado de verdad.

Dios conoce a los que lo aman sinceramente, porque cada cual lo ama según la capacidad de amor que hay en su interior. Por tanto, el que así obra desea con ardor que la luz de este conocimiento divino penetre hasta lo más íntimo de su ser, llegando a olvidarse de sí mismo, transformado todo él por el amor.

El que es así transformado vive y no vive; pues, mientras vive en su cuerpo, el amor lo mantiene en un continuo peregrinar hacia Dios; su corazón, encendido en el ardiente fuego del amor, está unido a Dios por la llama del deseo, y su amor a Dios le hace olvidarse completamente del amor a sí mismo, pues, como dice el Apóstol, si empezamos a desatinar, a Dios se debía; si ahora nos moderamos es por vosotros.

 

RESPONSORIO                      Jn 3, 16; 1Jn 4, 10
 
R./ Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, * para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna.
V./ En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó primero.
R./ Para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna.


 
ORACIÓN
 
Señor, mira complacido a tu pueblo que desea entregarse a ti con una vida santa; y a los que dominan su cuerpo con la penitencia transfórmales interiormente mediante el fruto de las buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



JUEVES

PRIMERA LECTURA

Del libro del Deuteronomio 12, 1-14

La ley del único templo

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo:

–Mandatos y decretos que pondréis por obra en la tierra que el Señor, Dios de tus padres, va a darte en posesión mientras dure vuestra vida sobre la tierra.

«Destruirás todos los santuarios donde esos pueblos, que vosotros vais a desposeer, daban culto a sus dioses, en el alto de los montes, sobre las colinas, bajo cualquier árbol frondoso; demoleréis sus altares, destrozaréis sus estelas, quemaréis sus mayos, derribaréis las imágenes de sus dioses y extirparéis sus nombres de aquel lugar.

No los imitarás al dar culto al Señor, vuestro Dios. Vosotros iréis a visitar la morada del Señor, el lugar que el Señor, vuestro Dios, se elija en una de sus tribus, para poner allí su nombre. Allí ofreceréis vuestros holocaustos y sacrificios: los diezmos y ofertas, votos y ofrendas voluntarias y los primogénitos de vuestras reses y ovejas. Allí comeréis tú y tu familia, en la presencia del Señor, vuestro Dios, y festejaréis todas las empresas que el Señor, tu Dios, haya bendecido.

No haréis entonces lo que nosotros hacemos hoy aquí: cada uno lo que bien le parece, porque no habéis alcanzado todavía vuestro reposo, la heredad que va a darte el Señor, tu Dios. Cuando crucéis el Jordán, y habitéis la tierra que el Señor, vuestro Dios, va a repartiros en heredad, y ponga fin a las hostilidades con los enemigos que os rodean, y viváis tranquilos, llevaréis al lugar que se elija el Señor, vuestro Dios, para morada de su nombre todo lo que os tengo ordenado: vuestros holocaustos, sacrificios, diezmos, ofertas y lo mejor de vuestros votos que hayáis hecho al Señor, y haréis fiesta en presencia del Señor, vuestro Dios, vuestros hijos e hijas, vuestros siervos y siervas, y el levita que vive en tu vecindad y no le tocó nada en el reparto de vuestra herencia.

¡Cuidado! No ofrecerás sacrificios en cualquier santuario que veas, sino sólo en el lugar que el Señor se elija en una de tus tribus: allí ofrecerás tus holocaustos y allí harás lo que te tengo ordenado».

 

RESPONSORIO                      2 Re 21, 7-8; 2Cor 6, 16
 
R./ En este templo pondré mi nombre para siempre. No soportaré que el pie de Israel vaya errando, * con tal que procuren hacer todo lo que les he mandado.
V./ Nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos.
R./ Con tal que procuren hacer todo lo que les he mandado.
 


SEGUNDA LECTURA

San Fulgencio de Ruspe, Carta 14 (36-37: CCL 91, 429-431)

Cristo vive siempre para interceder en nuestro favor

Fijaos que en la conclusión de las oraciones decimos: «Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo»; en cambio, nunca decimos: «Por el Espíritu Santo». Esta práctica universal de la Iglesia tiene su explicación en aquel misterio, según el cual, el mediador entre Dios y los hombres es el hombre Cristo Jesús, sacerdote eterno según el rito de Melquisedec, que entró una vez para siempre con su propia sangre en el santuario, pero no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, donde está a la derecha de Dios e intercede por nosotros.

Teniendo ante sus ojos este oficio sacerdotal de Cristo, dice el Apóstol: Por su medio, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que profesan su nombre. Por él, pues, ofrecemos el sacrificio de nuestra alabanza y oración, ya que por su muerte fuimos reconciliados cuando éramos todavía enemigos. Por él, que se dignó hacerse sacrificio por nosotros, puede nuestro sacrificio ser agradable en la presencia de Dios. Por esto, nos exhorta san Pedro: También vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Por este motivo, decimos a Dios Padre: «Por nuestro Señor Jesucristo».

Al referirnos al sacerdocio de Cristo, necesariamente hacemos alusión al misterio de su encarnación, en el cual el Hijo de Dios, a pesar de su condición divina, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, según la cual se rebajó hasta someterse incluso a la muerte; es decir, fue hecho un poco inferior a los ángeles, conservando no obstante su divinidad igual al Padre. El Hijo fue hecho un poco inferior a los ángeles en cuanto que, permaneciendo igual al Padre, se dignó hacerse como un hombre cualquiera. Se abajó cuando se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo. Más aún, el abajarse de Cristo es el total anonadamiento, que no otra cosa fue el tomar la condición de esclavo.

Cristo, por tanto, permaneciendo en su condición divina, en su condición de Hijo único de Dios, según la cual le ofrecemos el sacrificio igual que al Padre, al tomar la condición de esclavo, fue constituido sacerdote, para que, por medio de él, pudiéramos ofrecer la hostia viva, santa, grata a Dios. Nosotros no hubiéramos podido ofrecer nuestro sacrificio a Dios si Cristo no se hubiese hecho sacrificio por nosotros: en él nuestra propia raza humana es un verdadero y saludable sacrificio. En efecto, cuando precisamos que nuestras oraciones son ofrecidas por nuestro Señor, sacerdote eterno, reconocemos en él la verdadera carne de nuestra misma raza, de conformidad con lo que dice el Apóstol: Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Pero, al decir: «tu Hijo», añadimos: «que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo», para recordar, con esta adición, la unidad de naturaleza que tienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y significar, de este modo, que el mismo Cristo, que por nosotros ha asumido el oficio de sacerdote, es por naturaleza igual al Padre y al Espíritu Santo.

 

RESPONSORIO                      Heb 4, 16.15
 
R./ Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, * a fin de obtener misericordia y hallar gracia para el momento oportuno.
V./ Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades.
R./ A fin de obtener misericordia y hallar gracia para el momento oportuno.


 
ORACIÓN
 
Concédenos, Señor, la gracia de conocer y practicar siempre el bien, y, pues sin ti no podemos ni siquiera existir, haz que vivamos siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



VIERNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del Deuteronomio 15, 1-18

Remisión de las deudas

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Cada siete años harás la remisión. Así dice la ley sobre la remisión: Todo acreedor condonará la deuda del préstamo hecho a su prójimo; no apremiará a su prójimo, porque ha sido proclamada la remisión del Señor. Podrás apremiar al extranjero, pero lo que hayas prestado a tu hermano lo condonarás.

Es verdad que no habrá pobres entre los tuyos, porque te bendecirá el Señor, tu Dios, en la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte para que la poseas en heredad, a condición de que obedezcas al Señor, tu Dios, poniendo por obra este precepto que yo te mando hoy. El Señor, tu Dios, te bendecirá como te he dicho: tú prestarás a muchos pueblos y no pedirás prestado, dominarás a muchos pueblos y no serás dominado.

Si hay entre los tuyos un pobre, un hermano tuyo, en una ciudad tuya, en esa tierra tuya que va a darte el Señor, tu Dios, no endurezcas el corazón ni cierres la mano a tu hermano pobre. Abrele la mano y préstale a la medida de su necesidad.

Cuidado, no se te ocurra este pensamiento rastrero: `Está cerca el año séptimo, año de remisión' y seas tacaño con tu hermano pobre y no le des nada, porque apelará al Señor contra ti, y resultarás culpable. Dale, y no de mala gana, pues por esa acción bendecirá el Señor, tu Dios, todas tus obras y todas tus empresas.

Si se te vende tu hermano, hebreo o hebrea, te servirá seis años, y al séptimo lo dejarás en libertad. Cuando lo dejes irse en libertad, no lo despidas con las manos vacías: cárgalo de regalos de tu ganado, de tu era y de tu lagar, y le darás según te haya bendecido el Señor, tu Dios. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que el Señor, tu Dios, te redimió; por eso yo te impongo hoy esta ley. Pero si él te dice: `No quiero marcharme, porque me he encariñado contigo y con tu casa' –porque le iba bien contigo–, coge un punzón, clávale la oreja a la puerta y será tu esclavo para siempre, y lo mismo harás con tu esclava. No te parezca muy duro dejarlo irse en libertad; el haberte servido seis años equivale al salario de un jornalero, y además el Señor, tu Dios, bendecirá cuanto hagas».

 

RESPONSORIO                      Lc 6, 35-37
 
R./ Amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio. * Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
V./ Perdonad y seréis perdonados
R./ Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
 


SEGUNDA LECTURA

San Asterio de Amasea, Homilía 13 (PG 40, 355-358. 362)

Imitemos el estilo pastoral que empleó el mismo Señor

Si queréis emular a Dios, puesto que habéis sido creados a su imagen, imitad su ejemplo. Vosotros, que sois cristianos, que con vuestro mismo nombre estáis proclamando la bondad, imitad la caridad de Cristo.

Pensad en los tesoros de su benignidad, pues, habiendo de venir como hombre a los hombres, envió previamente a Juan como heraldo y ejemplo de penitencia, y, por delante de Juan, envió a todos los profetas, para que indujeran a los hombres a convertirse, a volver al buen camino y a vivir una vida fecunda.

Luego, se presentó él mismo, y clamaba con su propia voz: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. ¿Y cómo acogió a los que escucharon su voz? Les concedió un pronto perdón de sus pecados, y los liberó en un instante de sus ansiedades: la Palabra los hizo santos, el Espíritu los confirmó, el hombre viejo quedó sepultado en el agua, el nuevo hombre floreció por la gracia. ¿Y qué ocurrió a continuación? El que había sido enemigo se convirtió en amigo, el extraño resultó ser hijo, el profano vino a ser sagrado y piadoso.

Imitemos el estilo pastoral que empleó el mismo Señor; contemplemos los evangelios, y, al ver allí, como en un espejo, aquel ejemplo de diligencia y benignidad, tratemos de aprender estas virtudes.

Allí encuentro, bosquejada en parábola y en lenguaje metafórico, la imagen del pastor de las cien ovejas, que, cuando una de ellas se aleja del rebaño y vaga errante, no se queda con las otras que se dejaban apacentar tranquilamente, sino que sale en su busca, atraviesa valles y bosques, sube a montañas altas y empinadas, y va tras ella con gran esfuerzo, de acá para allá por los yermos, hasta que encuentra a la extraviada.

Y, cuando la encuentra, no la azota ni la empuja hacia el rebaño con vehemencia, sino que la carga sobre sus hombros, la acaricia y la lleva con las otras, más contento por haberla encontrado que por todas las restantes. Pensemos en lo que se esconde tras el velo de esta imagen.

Esta oveja no significa, en rigor, una oveja cualquiera, ni este pastor es un pastor como los demás, sino que significan algo más. En estos ejemplos se contienen realidades sobrenaturales. Nos dan a entender que jamás desesperemos de los hombres ni los demos por perdidos, que no los despreciemos cuando se hallan en peligro, ni seamos remisos en ayudarlos, sino que cuando se desvían de la rectitud y yerran, tratemos de hacerlos volver al camino, nos congratulemos de su regreso y los reunamos con la muchedumbre de los que siguen viviendo justa y piadosamente.

 

RESPONSORIO                      Cf. Zac 7, 9; Mt 6, 14
 
R./ Practicad la justicia y la fidelidad. * Ejerced la piedad y la misericordia cada uno con su hermano.
V./ Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.
R./ Ejerced la piedad y la misericordia cada uno con su hermano.


 
ORACIÓN
 
Que tu pueblo, Señor, como preparación a las fiestas de Pascua, se entregue a las penitencias cuaresmales, y que nuestra austeridad comunitaria sirva para la renovación espiritual de tus fieles. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

Del libro del Deuteronomio 16, 1-17

Celebración de las fiestas

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Respeta el mes de abril celebrando la Pascua del Señor, tu Dios, porque el mes de abril te sacó de Egipto el Señor, tu Dios. Como víctima pascual, inmolarás al Señor, tu Dios, una res mayor o menor en el lugar que se elija el Señor, tu Dios, por morada de su nombre.

No acompañarás la comida con pan fermentado. Durante siete días, comerás panes ázimos, pan de aflicción, porque saliste de Egipto apresuradamente; así recordarás toda tu vida tu salida de Egipto. Durante siete días, no se ha de ver levadura en todo tu territorio. De la carne inmolada la tarde del primer día no quedará nada para el día siguiente. No puedes sacrificar la víctima pascual en cualquiera de los poblados que el Señor va a darte. Sólo en el lugar que elija el Señor por morada de su nombre. Allí, al atardecer, sacrificarás la Pascua, a la caída del sol, hora en que saliste de Egipto. La cocerás y la comerás en el lugar que elija el Señor, y a la mañana siguiente emprenderás el regreso a tu casa. Durante seis días, comerás panes ázimos, y el séptimo habrá asamblea en honor del Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno.

Contarás siete semanas; a partir del día en que metas la hoz en la mies, contarás siete semanas, y celebrarás la fiesta de las Semanas en honor del Señor, tu Dios. La oferta voluntaria que hagas será en proporción a lo que te haya bendecido el Señor. Celebrarás la fiesta en presenciadel Señor, tu Dios, con tus hijos e hijas, esclavos y esclavas y el levita de tu vecindad, con los emigrantes, huérfanos y viudas que haya entre los tuyos, en el lugar que elija el Señor, tu Dios, por morada de su nombre. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto; guarda y cumple todos estos preceptos.

La fiesta de las Chozas la celebrarás durante siete días, cuando hayas recogido la cosecha de tu era y tu lagar. Celebrarás la fiesta con tus hijos e hijas, esclavos y esclavas, con los levitas, emigrantes, huérfanos y viudas de tu vecindad. Harás fiesta siete días en honor del Señor, tu Dios, en el lugar que se elija el Señor. Lo festejarás porque el Señor, tu Dios, ha bendecido tus cosechas y tus tareas.

Tres veces al año irán todos los varones en peregrinación al lugar que el Señor se elija: por la fiesta de los Ázimos, por la fiesta de las Semanas y por la fiesta de las Chozas. Y no se presentarán al Señor con las manos vacías. Ofreced cada uno vuestro don según la bendición que os haya dado el Señor.

 

RESPONSORIO                      Ex 12, 5.6.13; 1Pe 1, 18-19
 
R./ El cordero será sin defecto; toda la asamblea de la comunidad de Israel lo inmolará entre dos luces. * La sangre será vuestra señal: no habrá entre vosotros plaga exterminadora.
V./ Habéis sido rescatados con la sangre preciosa de Cristo, como de cordero sin tacha y sin mancilla.
R./ La sangre será vuestra señal: no habrá entre vosotros plaga exterminadora.
 


SEGUNDA LECTURA

San Ireneo de Lyon, Tratado contra las herejías (Lib 4,18, 1-2.4.5: SC 100, 596-598.606.610-612)

La oblación pura de la Iglesia

El sacrificio puro y acepto a Dios es la oblación de la Iglesia, que el Señor mandó que se ofreciera en todo el mundo, no porque Dios necesite nuestro sacrificio, sino porque el que ofrece es glorificado él mismo en lo que ofrece, con tal de que sea aceptada su ofrenda. La ofrenda que hacemos al rey es una muestra de honor y de afecto; y el Señor nos recordó que debemos ofrecer nuestras ofrendas con toda sinceridad e inocencia, cuando dijo: Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Hay que ofrecer a Dios las primicias de su creación, como dice Moisés: No te presentarás al Señor, tu Dios, con las manos vacías; de este modo, el hombre, hallado grato en aquellas mismas cosas que a él le son gratas, es honrado por parte de Dios.

Y no hemos de pensar que haya sido abolida toda clase de oblación, pues las oblaciones continúan en vigor ahora como antes: el antiguo pueblo de Dios ofrecía sacrificios, y la Iglesia los ofrece también. Lo que ha cambiado es la forma de la oblación, puesto que los que ofrecen no son ya siervos, sino hombres libres. El Señor es uno y el mismo, pero es distinto el carácter de la oblación, según sea ofrecida por siervos o por hombres libres; así la oblación demuestra el grado de libertad. Por lo que se refiere a Dios, nada hay sin sentido, nada que no tenga su significado y su razón de ser. Y, por esto, los antiguos hombres debían consagrarle los diezmos de sus bienes; pero nosotros, que ya hemos alcanzado la libertad, ponemos al servicio del Señor la totalidad de nuestros bienes, dándolos con libertad y alegría, aun los de más valor, pues lo que esperamos vale más que todos ellos; echamos en el cepillo de Dios todo nuestro sustento, imitando así el desprendimiento de aquella viuda pobre del Evangelio.

Es necesario, por tanto, que presentemos nuestra ofrenda a Dios y que le seamos gratos en todo, ofreciéndole, con mente sincera, con fe sin mezcla de engaño, con firme esperanza, con amor ferviente, las primicias de su creación. Esta oblación pura sólo la Iglesia puede ofrecerla a su Hacedor, ofreciéndole con acción de gracias del fruto de su creación.

Le ofrecemos, en efecto, lo que es suyo, significando, con nuestra ofrenda, nuestra unión y mutua comunión, y proclamando nuestra fe en la resurrección de la carne y del espíritu. Pues, del mismo modo que el pan, fruto de la tierra, cuando recibe la invocación divina, deja de ser pan común y corriente y se convierte en eucaristía, compuesta de dos realidades, terrena y celestial, así también nuestros cuerpos, cuando reciben la eucaristía, dejan ya de ser corruptibles, pues tienen la esperanza de la resurrección.

 

RESPONSORIO                      Heb 10, 1.14; Ef 5, 2
 
R./ No conteniendo, en efecto, la ley más que una sombra de los bienes futuros, no la realidad misma de las cosas, no puede llevar a la perfección, mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año. * Cristo, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados.
V./ Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma.
R./ Cristo, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados.


 
ORACIÓN
 
Dios, Padre eterno, vuelve hacia ti nuestros corazones, para que, consagrados a tu servicio, no busquemos sino a ti, lo único necesario, y nos entreguemos a la práctica de las obras de misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.