Positivismo
y lenguaje
Wittgenstein
(1899-1954) ha sido quizás -dentro de esta última tendencia- el pensador más
sugerente y divulgado.¿Qué nos quiso decir?
Por José Ignacio Moreno
Hay muchos representantes del neopositivismo, como Carnap o
Reichenbach, que dio paso luego al positivismo lógico que se centró en la
filosofía del lenguaje. Entre estos últimos autores destacan Moore, Russell
y actualmente Habermmas. Wittgenstein(1899-1954) ha sido quizás -dentro de
esta última tendencia- el pensador más sugerente y divulgado.¿Qué nos
quiso decir?
Vamos a intentar explicarlo: Imaginemos un tablero de ajedrez. ¿Es posible
calcular el número de jugadas que se pueden hacer en una partida de ajedrez?
En el caso de que lo fuera el resultado sería una pequeñez comparado con la
cantidad de variables posibles que encontramos en el “gran juego” del
mundo. El significado de la proposición o función mundo sería la suma de
todos sus posibles hechos: cosas que ocurren y que pueden ser simbolizadas y
expresadas mediante frases o proposiciones de un lenguaje. Pero es imposible
abarcar la proposición mundo y por tanto su significado. Al desconocer el
significado del mundo desconocemos el significado objetivo de todos y cada uno
de sus hechos concretos. Estas son las ideas de la primera obra famosa de
Wittgenstein: El Tractatus. Nos gustaría tener una visión global del
mundo que respondiera a los grandes interrogantes que el hombre se plantea
(estas preguntas están dentro de lo que él llama “la esfera mística”).
Estas preguntas son lo más valioso que el hombre tiene pero no tiene sentido
científico planteárnoslas. Así que dice Wittgenstein: ”de lo que no se
puede hablar mejor es callarse”. Sin embargo en el Tractatus este autor no
hace más que darle vueltas a que no tiene sentido plantearse preguntas sin
respuesta. Por eso acaba diciendo que el Tractatus es un sinsentido que
expresa el quiero y no puedo del hombre respecto a las grandes preguntas.
Sobre estas ideas ya hemos dicho que unos conocimientos puramente relativos
son contradictorios respecto a sí mismos. Es la pura lógica basada en el
principio de no contradicción la que nos habla de la necesidad de ese
principio que es condición necesaria de realidad y que ya supone un
conocimiento global o metafísico sobre el mundo.
Su conclusión en el Tractatus es hacer del lenguaje una pura lógica
simbólica al servicio de las demás ciencias y olvidarse definitivamente de
las grandes preguntas.
Posteriormente se dará cuenta de la imposibilidad de reducir el lenguaje
humano a matemáticas y escribirá otra obra: Investigaciones filosóficas.
Aquí dirá que el lenguaje que hay que estudiar es el lenguaje vivo,
coloquial. Este lenguaje tiene un puro valor situacional, circunstancial,
pragmático (sentido = uso), dependiente de la intención de cada persona y de
la cultura en que se encuentre. Dice que el plantearse valores objetivos de
las palabras y grandes cuestiones metafísicas sobre los significados es una
enfermedad filosófica de la que hay que huir. Su solución está en
olvidarlas. La filosofía se reducirá a describir valores relativos del
lenguaje.
Ante esto caben decir varias cosas: ¿puede el hombre ser feliz olvidándose
de los porqués de las cosas y de si mismo? Por otra parte la cuestión de los
significados exclusivamente relativos de las palabras vuelve a estamparse con
la primera regla de la realidad y del conocimiento: la columna elemental y
basilar del principio de no contradicción. Las palabras que significan las
cosas sólo se sostienen si existe una palabra definitiva, dotadora de sentido
de todas las demás. Una verdadera filosofía del lenguaje se abre a algo que
va más allá de sí misma y que se expresa en una frase muy conocida y llena
de un infinito significado: ”En el Principio existía el Verbo, y el Verbo
estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Ioh, Prólogo).
Gentileza
de http://www.arvo.net/ para la
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