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REFLEXIONES ACERCA DE LA RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL Y EL CAPITALISMO
|
Nathaniel
Branden
Tomado de la Fundación Atlas
Los
valores estadounidenses tradicionales de individualismo,
autodisciplina y trabajo duro tienen sus raíces, en parte, en el
hecho de que este país comenzó como un nación "de
frontera" donde nada se regalaba y todo debía ser creado. Es
cierto, la mayoría de los estadounidenses mostraban un fuerte sentido
de comunidad y practicaban la ayuda mutua, pero esta no se veía como
un sustituto de la responsabilidad individual. Personas independientes
se ayudaban los unos a los otros cuando podían, pero se esperaba que
cada uno se mantuviera a sí mismo. No se alentaba a la gente a creer
que disfrutaban de "derechos especiales".
La
Declaración de Independencia proclamó la idea revolucionaria que un
ser humano tenía un derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda
de la felicidad. Esto no quería decir que nadie le debía nada a
otros sino que otros, incluido el gobierno, debían respetar la
libertad del individuo y la inviolabilidad de su persona. Tan solo
mediante el uso de la fuerza o el fraude (que es una forma indirecta
de fuerza) los derechos humanos pueden ser violados y fueron la fuerza
y el fraude los que, en principio, se eliminaron de las relaciones
humanas.
El
rechazo a la iniciación del uso de la fuerza en las relaciones
humanas era la traducción a la realidad política y social de los
preceptos del derecho natural del siglo XVIII, es decir derechos
poseidos por todos los individuos no como un regalo del Estado sino en
virtud de ser seres humanos. Esta idea fue uno de los grandes logros
del Iluminismo.
El
principio de derechos inalienables nunca fue respetado con perfecta
consistencia. El gobierno de los Estados Unidos reclamó para sí el
privilegio de ciertas excepciones desde el mismo comienzo. Sin embargo
este principio siguió siendo la visión guía del sistema
estadounidense. Por un largo tiempo era lo que Estados Unidos
representaba: libertad, individualismo, propiedad privada, el derecho
a la búsqueda de la felicidad. El individuo como un fín en si mismo,
no como un medio para los fines de otros y tampoco la propiedad de la
familia, la iglesia, el Estado o la sociedad.
Lord
Acton observó que "La libertad no es un medio para un fín político
superior. Es en sí misma el fín político máximo". Los Estados
Unidos eran vistos como la corporización de esta premisa; fue el
primer país en la historia del mundo en ser creado concientemente
basados en una idea, y esa idea era la libertad.
Los
derechos inalienables sobre los cuales se basaba este sistema eran
derechos negativos en el sentido que no eran demandas sobre la energía
o producción de nadie. Simplemente proclamaban "¡quítenme las
manos de encima!". No exigían nada de otros excepto la abstención
de la coerción. No puedo imponer mis deseos o ideas sobre ti mediante
la fuerza y tu no puedes imponer las tuyas sobre mí. El trato entre
humanos será voluntario y trataremos entre nosotros mediante la
persuasión.
En
el terreno de la economía política el nombre dado a este sistema en
su forma más pura y consistente fue capitalismo laissez-faire. En los
Estados Unidos del siglo XIX, con el desarrollo de la sociedad de
libre mercado, la gente vio el repentino estallido de energía
productiva que previamente no había encontrado una salida. Vieron cómo
se hacía posible la vida para millones que tenían poca probabilidad
de supervivencia en las economías precapitalistas. Vieron las tasas
de mortalidad caer y las tasas de crecimiento de la población crecer
a un ritmo explosivo. Vieron como las máquinas (a las que muchos se
habían opuesto y tratado de destruir) reducir su jornada de trabajo a
la mitad a la vez que multiplicaban el valor y la recompensa a su
esfuerzo. Se vieron elevados a un nivel de vida que ningún barón
feudal podría haber concebido. Con el rápido desarrollo de la
ciencia, la tecnología y la industria, vieron por primera vez en la
historia a la mente sin trabas tomando control de la existencia
material.
Durante
el siglo XIX las actividades de producción en Estados Unidos fueron
mayormente dejadas libres de las regulaciones, controles y
restricciones gubernamentales. Es cierto, siempre había alguna
intervención gubernamental en las actividades económicas y algunos
hombres de negocios buscaron el favor del gobierno para que les provea
ventajas contra los competidores, ventajas que hubieran sido
imposibles en un mercado totalmente libre (los hombres de negocios,
como grupo, nunca han sido entusiastas del verdadero laissez faire).
Había también otras injusticias que reflejaban la inconsistencia en
la protección de los derechos individuales: la tolerancia de la
esclavitud y la discriminación legal contra las mujeres. Pero en el
corto período de un siglo y medio los Estados Unidos crearon un nivel
de libertad, progreso, logro, riqueza y comfort físico sin parangón
en la historia.
ABRIENDO
LAS PUERTAS AL LOGRO. Al punto que varios otros países adoptaron el
capitalismo, el predominio de la fuerza bruta desapareció de las
vidas de la gente. Al cerrar las puertas a la fuerza el capitalismo
las abrió al logro. Los beneficios estaban ligados a la producción,
no a la extorsión; a la habilidad, no a la brutalidad; a la capacidad
de mejorar la vida, no a la de inflingir muerte. Por primera vez en la
historia la inteligencia y la empresa tenían una salida social:
tenian un mercado.
Se
ha escrito mucho acerca de las duras condiciones de vida durante los
primeros años del capitalismo. Cuando uno considera los niveles de
existencia material de los cuales el capitalismo sacó a la gente y la
comparativamete magra cantidad de riqueza en el mundo cuando la
Revolucion Industrial comenzó, lo que sorprende no es la lentitud con
que el capitalismo liberó a los hombres de la pobreza sino la
velocidad con que lo hizo. Tan pronto los individuos fueron libres de
actuar, el ingenio y la inventiva procedieron a elevar el nivel de
vida a alturas que un siglo antes hubieran sido juzgadas como de
fantasía.
Pero
había un precio. Una sociedad libre no imagina que puede abolir todo
riesgo e incertidumbre de la existencia humana. Provee un contexto en
el cual los hombres pueden actuar, pero no puede garantizar los
resultados de los esfuerzos de ningún individuo. Lo que pide de los
individuos es responsabilidad.
El
deseo de seguridad es totalmente razonable si se lo entiende como la
seguridad lograda a través de la protección legal de los derechos de
uno y mediante los ahorros, planeamiento a largo plazo y similares.
Pero la vida es un asunto intrínsecamente riesgoso y la incertidumbre
es inherente a nuestra existencia. Ninguna seguridad asi entendida
puede ser absoluta.
Esto
es mas fácil de aceptar si uno tiene un nivel decente de autoestima,
es decir, si uno tiene confianza en su habilidad para enfrentar los
desafíos de la vida. Pero en la medida que la autoestima falta
entonces la responsabilidad individual que una sociedad libre requiere
puede ser aterradora. En su lugar podemos desear una existencia
garantizada al estilo Jardin del Eden, en la cual todas nuestras
necesidades sean cubiertas por otros. Podemos observar esta actitud en
los dos grandes bandos que se oponían a la sociedad de libre mercado
en el siglo XIX: los medievalistas y los socialistas. Ansiando alguna
versión de un orden feudal, los medievalistas soñaban con abolir la
Revolucion Industrial. Encontraban espiritualmente repugnante la
desintegración de la aristocracia feudal, la repentina aparición de
hacedores de fortunas con antecedentes de pobreza y el énfasis en el
mérito, la habilidad y, sobre todo, la búsqueda de la ganancia.
Buscaban un retorno a una sociedad de status. "El comercio y los
negocios de cualquier clase pueden bien ser la invención del
diablo", escribio John Ruskin.
Los
socialistas no deseaban acabar con la Revolucion Industrial, sino
apoderarse de ella, retener el efecto (la prosperidad material)
eliminando la causa (libertad política y económica). Maldecían la
"fría impersonalidad" del mercado y la "crueldad"
de la ley de la demanda y oferta y, por sobretodo, maldecían la búsqueda
de beneficio económico.
En
los escritos de ambos podemos distinguir el deseo por una sociedad en
la cual la existencia de cada uno está automáticamente garantizada,
es decir, en la que nadie se hace responsable por su existencia y
bienestar. Para ambos campos las características de su sociedad ideal
eran la ausencia de desafíos o cambios rápidos, o libre de las
exigentes demandas de la competencia. Era una sociedad en la cual cada
uno debe cumplir con la parte que le ha sido prescripta para
contribuir al bienestar del todo, pero en la cual nadie debe
confrontar la necesidad de tomar decisiones que afecten crucialmente a
su vida y futuro. Era una sociedad en la cual las recompensas no se
relacionaban con el logro y en la cual la benevolencia de alguien
aseguraba que uno nunca tuviese que hacerse responsable por las
consecuencias de sus errores. El pecado del capitalismo, a los ojos de
sus críticos, era que no proveía esta protección.
Si
bien el capitalismo ofrecía mejoras espectaculares en los niveles de
vida y oportunidades ni soñadas para aquellos que eran ambiciosos y
aventureros, no ofrecía alivio de la responsabilidad, contaba con
ella. Era un sistema orientado a aquellos individuos que confiaban en
sí mismos, que confiaban en su mente y su juicio y que creían que la
búsqueda del logro y la felicidad era su derecho natural. Era un
sistema orientado a la autoestima.
LA
EVOLUCION DE LOS DERECHOS. Durante los primeros años de la historia
estadounidense, cuando la gente hablaba de derechos se refería a los
derechos descriptos con anterioridad o sus derivados, tal como se
detallaba en la Constitución y la Carta de Derechos. O se referían a
derechos adquiridos contractualmente, tal como el derecho a poseer una
propiedad que se ha comprado. En las dos primeras instancias, el foco
principal estaba en proteger al individuo contra el gobierno. En tanto
estos derechos perteneciesen a relaciones entre privados, la única
obligación de la gente era abstenerse de usar la fuerza o el fraude
en su interacción con otros. En el caso de los derechos adquiridos
contractualmente la única obligación era honrar los acuerdos y
compromisos. No se requería un esfuerzo muy grande del Tesoro
nacional para asegurar esos derechos, nada que siquiera se parezca
remotamente a un tercio o la mitad del ingreso de uno. El costo para
el gobierno de llevar a cabo esta función era marginal.
Pero
en el siglo XX, una nueva noción de derechos que negaba los
anteriores cobró importancia. Irónicamente, fue el propio éxito del
sistema estadounidense lo que hizo que esto fuese posible. A medida
que la sociedad se enriquecía, se comenzó a argumentar que la gente
"tenía derecho" a una serie de cosas que hubieran sido
inimaginables poco antes. Hace cien años pocos hubieran sugerido que
todos "tenían derecho" a "una vivienda adecuada"
o "el mejor sistema de salud posible". Se entendía que la
vivienda y la salud eran bienes económicos y que, como todos los
bienes económicos, debían ser producidos por alguien. No eran
regalos de la naturaleza y no existían en cantidad ilimitada. Sin
embargo, al ver la creciente prosperidad, los intelectuales y políticos
afirmaron que la causa de la riqueza era el gobierno, no la libertad.
Y comenzaron a declarar que el gobierno podía hacer más que
meramente garantizar la protección de los derechos y establecer
reglas de juego más o menos parejas, que era la idea original pero
que parecía una meta demasiado modesta. El gobierno podía
convertirse en una agencia para alcanzar cualquier meta social
considerada deseable. Con el creciente entusiasmo por la regulación,
planeamiento y la expansión de "servicios" gubernamentales,
especialmente desde 1930, el paso de "sería deseable" a
"la gente tiene derecho a" no fue grande. Los deseos se
convirtieron así en derechos.
Por
ejemplo, si un hombre quería ser granjero, entonces, bajo la
filosofia del New Deal de Roosevelt el hecho de que su granja no fuera
rentable no tenía porqué ser un impedimento: los subsidios agrícolas
convirtieron su deseo en alcanzable. Por supuesto que para corregir
los "errores" del capitalismo de libre mercado la coerción
política se hizo necesaria. Para "redistribuir" la riqueza
primero es necesario crearla y luego expropiarla. Los impuestos de los
ciudadanos pagaron por los subsidios agrícolas. Estos subsidios
tuvieron como consecuencia el alza en los precios de los productos agrícolas
por los cuales, nuevamente, los ciudadanos pagaron. Los derechos de
los ciudadanos eran prescindibles. Siempre que los
"derechos" artificiales son puestos en práctica por el
gobierno, los derechos genuinos resultan inevitablemente dañados.
Bajo
el capitalismo puro, es decir, un sistema basado en la inviolabilidad
de los derechos individuales, una granja que no fuese rentable en un
mercado libre no podría permanecer en existencia. Bajo una economía
cada vez más "mezclada", lo imposible se hizo posible
transfiriendo a otros el costo de los errores, cosa que tan solo el
gobierno tenía el poder de lograr. Este programa en particular fue
introducido por un Demócrata, pero por un largo rato fue difícil
encontrar a un político Republicano (más allá de toda la retórica
de libre mercado) que se atreviese a desafiar a la vaca sagrada de los
subsidios agrícolas (o alguna otra forma de ayuda financiera) ya que
muchos de los granjeros eran (y son) Republicanos.
DEBILITANDO
LA RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL. No voy a tratar de seguir los pasos por
los cuales los Estados Unidos pasaron de ser algo cercano al laissez
faire al sistema extravagantemente regulado que existe hoy en día. Me
quiero centrar en el rol que ha jugado el gobierno en socavar el
respeto por la responsabilidad individual en nuestra sociedad, y en
crear una nación de dependientes que no pueden imaginar una vida sin
el apoyo, la regulación y el involucramiento del gobierno.
El
canciller aleman Otto von Bismarck, al que se reconoce como el padre
del Estado de bienestar, expresó claramente la noción de que el modo
de formar una base de poder político era crear una nación de
personas dependientes de la "benevolencia" del gobierno.
En
una economía mixta la intervención gubernamental puede tomar muchas
formas, pero el patrón esencial es siempre el mismo: la violación de
los derechos de algunos (o todos) los individuos en el nombre del
supuesto servicio a los intereses de un grupo particular.
Digo
"supuesto" porque los programas de bienestar social se
proponían resolver problemas que han empeorado sin pausa desde que se
sancionó la legislación pertinente. Esto queda claro en críticas
devastadoras del sistema estadounidense de bienestar social tales como
el libro de Charles Murray "Perdiendo Terreno".
El
mundo del gobierno opera de forma muy distinta a aquel de los
negocios. En los negocios cuando se inyectan millones de dólares en
un proyecto que no cumple con ninguna de las promesas de sus
promotores el proyecto típicamente se descarta y el buen juicio de
sus promotores se reevalúa. Al no disponer de recursos ilimitados los
empresarios se ven obligados a prestar atención a los resultados. Los
fallos son señales para volver al cuarto de diseño. En el mundo del
bienestar social, los programas de beneficios y la ingeniería social,
bajo la supervisión de burócratas con un nivel de conocimientos de
negocios de un trabajador social, el resultado es menos importante que
las buenas intenciones.
No
importa que la clase baja se incrementó en lugar de disminuir a
medida que los programas se expadían. No importa que las mayores
ganancias económicas logradas por los estadounidenses negros tuvieron
lugar antes que las leyes de derechos civiles del presidente Lyndon
Johnson. No importa que muchos líderes negros digan que la situación
ha empeorado desde entonces, que las políticas y programas del
gobierno han incentivado a millones de personas a considerarse niños
indefensos para quienes depender del Estado es una necesidad. No
importa que nuestras leyes impositivas "humanitarias" y
nuestro sistema de bienestar social (aun cuando ha sido reformado
recientemente) hayan jugado un rol crucial en el desmembramiento de
las familias negras al penalizar financieramente a la familia que se
mantiene intacta y recompensado aquella en la cual el marido se marcha
(la ausencia de una figura masculina en el hogar ha sido relacionada
con la disposición de los jóvenes al crimen, el embarazo adolescente
y la adicción a las drogas). No importa que las personas a las que
los programas iban a ayudar queden cada vez mas atrás. No importa que
nuestros programas de bienestar hayan creado una nación de
dependientes. Si nuestro motivo es la compasión por el desafortunado,
parece que no debemos preocuparnos por aquellos cuyos derechos son
sacrificados para pagar por esto, ni tampoco por el tipo de resutados
personales y sociales que producimos.
El
mensaje de nuestro sistema de seguridad social ha sido que no somos
reponsables por nuestras vidas y bienestar. El mensaje de nuestro
sistema legal es que no somos responsables por nuestras acciones. El
mensaje de nuestros líderes políticos a lo largo de la mayor parte
del siglo es que si ellos son elegidos siempre se encontrarán formas
de transferir la carga de nuestras necesidades y errores a algún otro
Este
último mensaje es la esencia de una economía mixta. Tal sistema
significa un gobierno por grupos de presión, un estado de las cosas
en la cual varias bandas ("intereses especiales") compiten
para controlar la maquinaria del gobierno para ganar leyes que les
provean con los favores particulares o las protecciones que buscan,
siempre justificadas, no hace falta que lo diga, por las referencias
habituales al "bien común".
El
gobierno ha vertido en entes regulatorios, programas de bienestar y
cada tipo de intervención estatal imaginable, miles de millones de dólares
que en manos privadas podrían haber sido destinados a fines
productivos, para mostrar como resultado una sociedad caracterizada
por una polarización cada vez mayor entre cada facción social, una
furia y sospecha masiva hacia todo aquel que no comparta nuestras
opiniones, cinismo a gran escala, conflictos cada vez mayores entre
los jóvenes y los viejos (provocada por la seguridad social entre
otras cosas), conflictos cada vez mayores entre grupos étnicos, una
clase baja protegida por intelectuales que promocionan el veneno que
la está matando (las políticas de la victimización).
El
gobierno no es la única causa de estos problemas, aunque su
contribución ha sido enorme. Un hecho evitado por nuestro mundo político
es que todos los males sociales que la intervención gubernamental se
suponía iba a aliviar han empeorado en proporción directa al grado
de intervención.
¿Acaso
sugiero que ningún grupo social ha mejorado su condición en las últimas
décadas? Por supuesto que no, lo que estoy diciendo es que los
esfuerzos del gobierno no fueron responsables por esto a pesar de toda
la propaganda en contrario
Durante
la decada de 1980, por ejemplo, las mujeres vieron ganancias sin
precedentes históricos en sus salarios al entrar a profesiones
tradicionalmente masculinas como los negocios, el derecho y la
medicina. Según estudios de tres economistas mujeres publicados en el
New York Times, tan sólo en esa década las mujeres lograron tantos
progresos como en los noventa años precedentes. Esto se debió sobre
todo a las fuerzas económicas que atrajeron más y más mujeres al
mercado y también debido a cambios en nuestros valores respecto al
lugar de las mujeres en el mundo. Dicho de otro modo, estas ganancias
se lograron el el terreno de lo voluntario, no lo coercitivo (político).
Con
respecto a aquellos que genuinamente se encuentran en problemas y no
están simplemente aprovechándose de la filosofía del "derecho
a": ¿considero una meta humana apropiada el aliviar el
sufrimiento de otros ofreciendo ayuda? Por supuesto. Sin embargo, hay
muchas cosas por las que estoy a favor que no veo como funciones
propias del gobierno. La caridad es una de ellas. La cuestión no es
si uno cree en la benevolencia y la ayuda mutua. La cuestión es
pensar en términos de elección voluntaria o coerción gubernamental.
La bondad es una virtud, sin duda, pero no es fundamento para
sacrificar los derechos individuales. Nada lo es. Es una de las muchas
ironías intelectuales y una de las desgracias de nuestros tiempos que
aquellos que protestan en contra de la coerción son llamados
"crueles" y "reaccionarios", mientras que aquellos
que la abrazan son llamados "compasivos" y
"progresistas".
No
hay nada progresista ni compasivo en imponer los valores de uno a
punta de pistola, y esto en última instancia es de lo que estamos
hablando. Sin embargo, se lo disfraza para que suene
"progresista" e "iluminado".
El
ideal de la responsabilidad individual de modo alguno impide que
ayudemos a otros, con ciertos límites, en momentos de necesidad. Como
se mencionó, los estadounidenses tienen una larga tradición al
respecto. Somos el pueblo más caritativo del mundo. Esto no es una
contradicción sino un resultado natural del hecho que el nuestro es
el único país en la historia en declarar el derecho al egoísmo en
"la búsqueda de la felicidad". La felicidad a que se
refiere la Declaración de Independencia es la propia. Al proclamar y
defender nuestro derecho a perseguir nuestro propio interés, el vivir
para nosotros mismos, el sistema estadounidense liberó la generosidad
innata en todos (cuando no son tratados como objetos de sacrificio).
Es interesante observar que durante la década de 1980, la llamada
"decada de la codicia", los estadounidenses dieron el doble
de lo que habían dado a la caridad en la década previa, a pesar de
cambios en las leyes impositivas que hacían las donaciones menos
ventajosas. Nuestras instituciones privadas sin fines de lucro tales
como los Boy Scout, el Ejército de Salvación, las iglesias y
organizaciones filantrópicas de todo tipo concebible, realizan
trabajo de beneficencia de un alcance mucho mayor que en cualquier
otro país.
Lo
que se debe enfrentar no es lo deseable de ayudar a gente que esta en
dificultades (de manera inteligente y sin sacrificios) sino la noción
de que es permisible abrogar los derechos individuales para alcanzar
metas sociales. Debemos dejar de buscar un nuevo uso para la fuerza
cada vez que vemos algo que despierta en nosotros la piedad.
Se
habla mucho acerca de la necesidad de un "sentido de
comunidad". El gobierno por grupos de presión es el antagonista
de la comunidad. Por eso recalco que el individualismo y la
responsabilidad individual son las bases necesarias para una verdadera
comunidad. Si estamos libres el uno del otro podemos tratarnos con
buena voluntad, no tenemos porque tener miedo. No tenemos porque
vernos como objetos de sacrificio ni como alimentos en el plato de
otro. Si vivimos en una cultura que sostiene el principio de que somos
responsables por nuestras acciones y el logro de nuestros deseos y si
la coerción no es una opción en el logro de nuestros objetivos,
entonces tendremos el mejor contexto posible para el triunfo de la
comunidad, la benevolencia y la estima mutua.
¿Existen
y continuarán existiendo problemas sociales severos que desafíen
nuestra inventiva e ingenio? Si. ¿Habra gente que tome algunas
decisiones con las que no estaremos de acuerdo ni admiraremos?
Inevitablemente. Esa es la naturaleza de la vida. Pero una cultura de
la responsabilidad individual no solo es la mejor oportunidad que
tenemos de crear un mundo mejor: es la única.
Nathaniel
Branden es psicólogo y autor de los libros Taking Responsibility:
Self-Reliance and the Accountable Life, The Art of Living Consciously,
The Dynamics of Self-Esteem, Self-Esteem Every Day, entre otros.
Este
artículo fue originalmente publicado en la revista Ideas on Liberty.
Permiso para traducir y publicar otorgado por The Foundation of
Economic Education (www.fee.org) a la Fundación Atlas para una
Sociedad Libre.
Traducción
de Brian Schmidt.