¿Qué hacer con el deseo sexual no legítimo?
El regate de la tentación es muy parecido en todos los ámbitos de la vida del hombre. Si una persona quiere abandonar el alcohol, pero tiene a mano la botella, y su deseo es más fuerte que su razón, sucumbirá tarde o temprano. Y eso aunque luego no tarde mucho en darse cuenta de que la tentación le ha vuelto a engañar de nuevo. Y que además le ha engañado con el mismo quiebro de siempre. Todo hombre tiene en su interior zonas más o menos extensas de oscuridad, de confusión, de obcecación. Momentos de ofuscación que hacen posible que ejecute una acción mala atraído por los aspectos engañosamente buenos que esa acción presenta. Quizá por eso, la mejor baza de la tentación siempre ha sido lograr que, mientras dure, el resto del mundo parezca carente de interés. Su gran logro es cortar cualquier discurso racional en contra del deseo. Por
eso, en muchos casos, Conociendo la fuerza del instinto y la resistencia de la propia voluntad, sabremos a qué podemos exponernos y a qué no. Es lo que, según cuenta la Odisea, decidió hacer Ulises al pasar por delante de aquel lugar en que todos los navegantes quedaban embaucados por el canto de las sirenas y acababan perdiéndose contra los arrecifes. Ulises pidió a sus hombres que todos se taparan con cera los oídos, y que a él le ataran con cuerdas al mástil del barco, y ordenó que no le soltaran por mucho que luego lo pidiera. Así lo hicieron, y gracias a eso logró superar aquel difícil trance. No
debe olvidarse que es difícil
Desarrollar buenas razones Para hacer frente al viejo regate de la tentación, es preciso, en primer lugar, hacer un serio esfuerzo por clarificar la inteligencia. Así se consolidarán las propias convicciones morales y serán más firmes.
Por ejemplo, es importante desarrollar argumentos y razones interiores que ayuden a hacer frente a esos deseos no legítimos.
Si se piensa serenamente, es poco sensato vivir tan pendientes del sexo. Cuando una persona no se esfuerza en dominar sus impulsos sexuales, éstos tienden a invadir el espacio natural de otros intereses y proyectos mucho más decisivos en la construcción de la propia vida. Dejar
que el sexo
Está claro que no basta con el mero conocimiento del bien para practicarlo. Pero comprender con claridad que algo es malo ya es un paso, y un paso importante. Estas consideraciones sobre la castidad me recuerdan lo que me contaba no hace mucho un viejo amigo mío, bien situado en la vida y con un cargo profesional importante, al que habían intentado sobornar. Le ofrecieron dinero de forma muy delicada e indirecta, como suele hacerse. No tenía que hacer nada, bastaba con que no preguntara por determinado asunto. La cantidad que le ofrecían era muy importante. "Te puedo asegurar –me decía– que esa tentación del dinero no legítimo es muy parecida a la del sexo no legítimo. ¡Es tan fácil, tan seguro, tan apremiante, tan fascinante...! Creo que si lo superas es porque dices inmediatamente que no y pones tierra por medio. Si no, acabas cayendo. Luego quizá te intentes convencer de que es lo normal, que no pasa nada, que no hay que exagerar, que va a ser sólo una vez, que lo hace todo el mundo, que no hace falta darle más vueltas...". Empleamos
la misma voluntad Es obvio que no todo lo que nos apetece nos conviene. Me gusta tomar el sol, pero debo tomarlo con moderación para no quemarme; me gusta comer bien, pero tengo que cuidar de no engordar como una foca; no me apetece estudiar, pero si no lo hago suspenderé; tengo a veces impulsos de irascibilidad, pero no debo decir lo primero que me venga a la cabeza; siento impulsos sexuales, pero no todos ellos deben satisfacerse. Son ejemplos de deseos personales que cuando se satisfacen sin respetar lo que exige su naturaleza producen un deterioro, que luego exigirá, según los casos, un tratamiento para las quemaduras, una dieta más rigurosa, más horas de estudio, una petición de perdón y, en general, un renovado esfuerzo por recuperar el terreno perdido en la virtud correspondiente, cosa que no siempre será fácil. Un
hombre fortalecido en
Contar con otros factores Hay otros factores que también desempeñan un papel importante en apoyo de la razón. Por ejemplo:
A mí no me afecta «Hace ya unos meses que nuestro matrimonio pasa una crisis –explicaba una mujer de unos cuarenta años. »Puede parecer una tontería, pero fue a raíz de la lectura de un libro cuando empecé a pensar que mi matrimonio no me satisfacía. Que no era feliz. »El caso es que me encantaba esa escritora. Me he leído todas sus obras. Cada vez me gustaban más. Me ayudaban a comprender que en la vida hay muchas cosas que disfrutar, y que después de mis quince años de matrimonio y mis cuatro hijos hasta ahora apenas había podido hacerlo. »Además, tengo una amiga a la que le ha pasado algo parecido. La he conocido hace poco, y supongo que ha influido mucho en mí. Me ha hecho ver que en la vida hay algo más que la familia.» Siguió hablando bastante tiempo. Explicó con detalle a la Madre Angélica toda la situación de su familia. Apenas había nada objetivo en aquella crisis matrimonial. Sin embargo, aquella mujer estaba a punto de alterar por completo su vida. Anhelaba el romance. Quería vivir las emociones de su amiga recién divorciada. Todo en su vida estaba ahora enfocado hacia la satisfacción, al estilo de una novela rosa, y estaba dispuesta a pagar por ello el precio que hiciera falta. Si un año antes le hubieran preguntado a aquella misma mujer si creía que un puñado de novelas rosas y una amiga un poco frívola podrían destrozar su matrimonio, se habría reído de buena gana. Pero deslizarse por esa pendiente es más fácil de lo que a veces uno imagina. Hay momentos en la vida en que a duras penas se logran controlar esas influencias, pero esos momentos son precisamente los importantes, y esa mujer se encontraba en uno sumamente vulnerable. Es difícil saber a priori cuáles serán los pequeños incidentes que a cada uno puedan afectar, pero están ahí, normalmente incubándose detrás de las pequeñas claudicaciones y pequeñas mentiras que jalonan la vida de una persona:
No conviene engañarse. Esos incidentes no son tan insignificantes. Cada uno de ellos tiene importancia. Además, no es tan fácil controlarlos. No hay que ser presuntuoso: es probable que tu autocontrol no sea tan fuerte, y estás arriesgando con cuestiones importantes. Hay situaciones a las que una persona sensata debe procurar no llegar nunca. Para cada persona hay cierto tipo de circunstancias en las que es enormemente vulnerable. Son momentos en que toda la lógica del mundo, todo el sentido común del mundo, parecen quedar reducidos a unas flacas fuerzas incapaces de competir con la avasallante zancada de la pasión sexual, que inflama al hombre, invade sus sentidos, excita su cuerpo, envuelve sus sentimientos y se adueña de su corazón. El
hombre sensato debe saber Cada vez que resistas a la tentación frente a la pornografía, reforzarás tu voluntad y estarás mejor preparado para cuando se presente de nuevo. Y evitando esas ocasiones propicias, que conoces bien, te harás más fuerte frente a la masturbación, y te darás más cuenta de que en realidad sí te hacía daño. Y cuando dejes de ver a la persona con quien desearías tener una relación adúltera, adquirirás mayor fuerza para alejar los sentimientos de lujuria. Reconocer
los límites Gentileza
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