Padres de la Iglesia
EnciCato
I. El período de los Padres.
II. Clasificación de los Escritos Patrísticos.
A. Los Padres Apostólicos y el Siglo II.
B. El Siglo III.
C. El Siglo IV.
D. El Siglo V.
E. El Siglo V y VII.
III. Características de los Escritos Patrísticos.
A. Comentarios.
B. Oradores.
C. Escritores.
D. El Oriente y Occidente.
E. Teología.
F. Disciplina, Liturgia y Ascetismo.
G. Materiales Históricos.
IV. Estudio Patrístico.
A. Editores de los Padres
B. Los Estudios de los Padres
La palabra Padre es usada en el Nuevo Testamento para indicar a un profesor de
cosas espirituales, por cuyos medios el alma del hombre renace a imagen de
Cristo: “Porque aunque tengáis diez mil años en Cristo, no tendréis muchos
padres; que en Cristo Jesús yo os engendré por el Evangelio. Por tanto, os ruego
que me imitéis así como yo también soy de Cristo” (I. Cor., iv, 15,16; cf. Gal.,
iv, 19). Los primeros maestros de la Cristiandad parecen haber sido
colectivamente llamados “los Padres” (II, Pedro, iii, 4).
Es por esto que San Ireneo define que un maestro es un padre, y un discípulo es
un hijo (iv, 41,2), y así también dice Clemente de Alejandría (Strom. I, i, 1).
Un obispo es enfáticamente un “padre en Cristo”, ambos porque era él, en tiempos
primitivos, quien bautizaba al rebaño y porque el es el maestro jefe de su
iglesia. Aunque éste era también considerado por los primeros Padres, tales como
Hegesippus, Ireneo y Tertuliano, como recipiente de la tradición de sus
predecesores en la Sede, y consecuentemente, como los testigos y representantes
de la fe de su Iglesia ante el Catolicismo y el mundo. Por lo tanto, la
expresión “los Padres” viene naturalmente a ser aplicado a los santos obispos de
una edad precedente, ya sea de la última generación o anterior, dado que son los
padres bajo cuya rodilla la Iglesia actual ha enseñado su fe. La palabra es
también aplicable a los obispos que se sientan en el Concilio, “los padres de
Nicea”, “los Padres de Trento”. Es por esto que los padres han aprendido de los
Padres y en último término, de los Apóstoles quienes a veces son llamados Padres
en este sentido: “son vuestros Padres” dice San Leo, del Príncipe de los
Apóstoles hablando a los Romanos; San Hilario de Arles los llama sancti patres,
Clemente de Alejandría dice que sus maestros de Grecia, Ionia, Coele-Siria,
Egipto, el Oriente, Asiria, Palestina respectivamente, han entregado a la
tradición las benditas enseñanzas desde Pedro, Santiago, Juan, y Pablo,
recibiéndolas como “el hijo del padre”.
Se sigue que, como nuestros propios Padres son los predecesores que nos han
enseñado, así también los Padres de toda la Iglesia son especialmente los
primeros maestros quienes la instruyeron en las enseñanzas de los Apóstoles
durante su infancia y primeros años. Es difícil definir los primeros años de la
Iglesia, o los años de los Padres. Es hábito común detener el estudio de la
Iglesia primitiva en el Concilio de Chalcedon en el año 451. “Los Padres” deben
sin dudas incluir en Occidente a San Gregorio el Grande (m. 604), y en Oriente a
San Juan Damascene (m. approx. 754). Con frecuencia, se dice que San Bernardo
(m. 1153) fue el último de los Padres y en la “Patrología Latina” de Migne, la
extiende hasta Inocente III, claudicante solo al borde del siglo XIII, mientras
que en su ”Patrología Griega” va tan lejos como el Concilio de Florencia
(1438-9). Estos límites son evidentemente demasiado amplios. Sería mejor
considerar que el gran mérito de San Bernardo como escritor radica en su
parecido en estilo y materia a los grandes entre los Padres, a pesar de la
diferencia en el período. San Isidoro de Sevilla (m. 636) y el Venerable Bede
(m. 735) pueden ser clasificados entre los Padres aunque bien se puede decir que
nacieron fuera del debido tiempo, como San Teodoro el Erudito, lo era en
Occidente.
I. El Período de los Padres
Aunque el uso del término Padres ha sido continuo, aun así no pudo ser empleado
al principio en el preciso sentido moderno de Padres de la Iglesia. En los
tiempos primitivos, la expresión se refería a los escritores que, en aquel
entonces, eran recientes. Aún hoy es empleado para aquellos escritores que son
antiguos para nosotros, pero ya no en el mismo sentido a escritores que son
recientes hoy en día. La exhortación a los Padres es una subdivisión de la
exhortación a la tradición. En la primera mitad del siglo II, comenzó la
exhortación a los tiempos sub-Apostólicos: Papias exhortó a los presbíteros, y a
través de ellos, a los Apóstoles. Medio siglo después, San Ireneo completó este
método exhortando a la tradición transmitida en toda la Iglesia por la sucesión
de sus obispos (Adv. Haer, III, i-iii), y Tertuliano afianza este argumento al
observar que, como todas las Iglesias acuerdan, su tradición es segura, porque
no pudieron todos haberse extraviado al azar dentro del mismo error (Praescr.
Xxviii). Esta exhortación es, por ende, a las Iglesias y sus obispos, ninguna
otra sino los obispos como exponentes autoritarios de la doctrina de sus
Iglesias. Tarde, como en el año 341, los obispos del Concilio Dedicado en
Antioquia declararon: “No somos seguidores de Ario; porque ¿cómo podemos
nosotros como obispos, ser discípulos de un sacerdote?”.
Sin embargo, poco a poco, en tanto las exhortaciones a los presbíteros morían,
nació por el lado de las exhortaciones de las Iglesias, un tercer método: la
costumbre de apelar a los maestros Cristianos quienes no necesariamente eran
obispos. Mientras, fuera de la Iglesia, las escuelas gnósticas fueron
sustituidas por las iglesias, dentro de la Iglesia, las escuelas Católicas
crecieron. Filósofos como Justino y la mayoría de los numerosos apologetas del
siglo II razonaban sobre la religión, y la gran escuela catequética de
Alejandría reunía a los más renombrados. Grandes obispos y santos como Dionisio
de Alejandría, Gregorio Thaumaturgus de Pontus, Firmiliano de Capadocia y
Alejandro de Jerusalem eran orgullosos discípulos del sacerdote Orígenes. El
Obispo Cipriano diariamente citaba las obras del sacerdote Tertuliano con las
palabras “Dame la habilidad”. El Patriarca Atanasio se refiere al antiguo uso de
la palabra homoousios no solamente a los dos Dionisios, sino al sacerdote
Theognostus. Sin embargo, estos sacerdotes-maestros no eran aún llamados Padres,
y el más grande entre ellos, Tertuliano, Clemente, Orígenes, Hipólito,
Novaciano, Luciano, sucede que fueron matizados con herejía; dos de ellos se
tornaron antipapales; uno es el padre del Arianismo; otro fue condenado por un
concilio general. En cada caso podemos aplicar las palabras usadas por San
Hilario de Tertuliano: "Sequenti errore detraxit scriptis probabilibus
auctoritatem" (Comm. en Mat., v, 1, citado por Vicente de Lérins, 2.4). Una
cuarta forma de exhortación fue mejor fundamentada y con un valor más duradero.
Eventualmente, pareciera que tanto obispos como sacerdotes eran falibles. En el
siglo II, los obispos eran ortodoxos. En el tercero a menudo se los consideraba
deficientes. En el cuarto, eran líderes de cismas y herejías, de los problemas
Meletiano y Donatistas y del gran problema Ariano, en el cual unos pocos fueron
considerados firmes ante la insidiosa persecución de Constancio. En un momento
se consideró que los verdaderos Padres de la Iglesia eran aquellos maestros
Católicos que habían perseverado en su comunión y cuyas enseñanzas han sido
reconocidas como ortodoxas. Así fue como sucedió que fuera de los cuatro
“Doctores Latinos”, uno de ellos no es obispo. Otros dos Padres que no eran
obispos han sido declarados Doctores de la Iglesia, Bede y Juan Damascene,
mientras que entre los Doctores fuera del período patrístico encontramos otros
dos sacerdotes, el incomparable San Bernardo y el más grande de todos los
teólogos, Santo Tomás de Aquino. Ahora bien, muy pocos escritores tuvieron tan
gran autoridad en las Escuelas de la Edad Media como el laico Boecio, muchas de
cuyas definiciones son aún comunes en la teología. Similarmente, el nombre
“Padre” que perteneció originalmente a los obispos, ha sido delegado a los
sacerdotes, especialmente como ministros del Sacramento de Penitencia. Hoy es
una forma de dirigirse a todos los sacerdotes en España, Irlanda y, en años
recientes, en Inglaterra y los Estados Unidos. Papas o Pappas, Papa era un
término de respeto por los eminentes obispos (e.g. en cartas a San Cipriano y a
San Agustín – ninguno de estos escritores parecen haberlo usado al dirigirse a
otros obispos, excepto cuando San Agustín escribe a Roma). Eventualmente, el
término fue reservado a los obispos de Roma y Alejandría; sin embargo, en
Oriente, todo sacerdote es un “pope”. La palabra árabe abbe fue usada desde
tiempos primitivos por los superiores de casas religiosas. Aunque a través del
abuso de otorgar abadías in cammandam a seculares, se tornó en un titulo
refinado para todos los clérigos seculares, incluso seminaristas en Italia y
especialmente en Francia donde todos los religiosos que eran sacerdotes, se les
llamada “padre”. San Basilio dice que sólo aceptamos lo que nos han enseñado los
santos Padres; y agrega que en su Iglesia de Caesarea, la fe de los santos
Padres de Nicea hace mucho tiempo que ha sido implantada. (Ep. cxl, 2). San
Gregorio Nazianzeno declara que se abstiene de enseñar lo que escuchó de los
santos Oráculos y fuera enseñado por los santos Padres.
Estos santos Cappadocianos parecen haber sido los primeros en ser exhortados
como una cadena real de Padres. Recurrir a uno o dos era suficientemente común;
pero ni siquiera el docto Eusebio había pensado en una larga cadena de
autoridades. San Basilio, por ejemplo, (De Spir. S., ii, 29), se refiere a la
fórmula “con el Espíritu Santo” en la doxología, el ejemplo de Ireneo, Clemente
y Diosçnisio de Alejandría, Dionisio de Romas, Eusebius de Cesarea, Origen,
Africanus, el preces lucerariae dicho a la luz de las lámparas,
Athenagoras,Gregory Thaumaturgus Firmilian, Meletius.
En el siglo quinto, este método se convirtió en una costumbre estereotipada. San
Jerónimo es tal vez el primer escritor en intentar establecer su interpretación
de un texto por un hilo de exégetas (Ep. cxii, ad Aug.). Paulino, el diácono y
biógrafo de San Ambrosio, en el libellus que presenta contra los Pelagianos, al
Papa Zosimus en el año 417, cita a Cipriano, Ambrosio, Gregorio Nazianzeno y los
decretos del difunto Papa Inocente.
En el año 420, San Agustín cita a Cipriano y a Ambrosio contra los mismos
herejes (C. duas Epp. Pel., iv). Juliano de Eclanum citó a Crisóstomo y Basilio;
San Agustín le responde en el 421 (Contra Julianum, i) con Ireneo, Cipriano,
Reticius, Olympius, Hilario, Ambrosio, los decretos de los concilios africanos,
y sobre todo a los Papas, Inocente y Zosimus. En un celebrado pasaje, el
argumenta que estos escritores occidentales son mas que suficientes, pero como
Juliano ha apelado al Oriente, deberá irse y el santo agrega a Gregorio
Naziazeno, Basilio, Sínodo de Diospolis, Crisóstomo. A estos, agrega a Jerónimo
(c. xxxiv): “Tampoco debes pensar Jerónimo, porque el fuera sacerdote, que debe
ser menospreciado” y agrega una eulogía. Esto es gracioso si recordamos que
Jerónimo en un estado de irritación, quince antes, había escrito a Agustín (Ep.
cxlii) "No estimule contra mi la tonta corona del ignorante, que lo venera a Ud.
Como un obispo, y reciba Ud. Con el honor debido a un prelado cuando Ud. Recite
en la Iglesia, ya sea que piensen poco en mi, un hombre viejo casi decrépito en
mi monasterio en la soledad del campo”.
En el Segundo libro “Contra Julianum”, San Agustín nuevamente cita con
frecuencia a Ambrosio y Cipriano, Gregorio Nazianzano, Hilario, y Crisóstomo; in
ii, 37, recapitula los nueve nombres (omitiendo concilios y papas), agregando (iii,
32) a Inocente y Jerónimo. Unos pocos años después, los Semipelagianos del Sur
de la Galia, dirigidos por San Hilario de Arles, San Vicente de Lérins, y Bl.
Cassiano, rehusaron aceptar el severo punto de vista de San Agustín sobre la
predestinación porque "contrarium putant patrum opinioni et ecclesiastico sensui".
Su oponente, San Próspero, quien intentó convertirlo al Agustinianismo, se
queja:
"Obstinationem suam vetustate defendunt" (Ep. inter Atig. ccxxv, 2), y decían
que ningún escritor eclesiástico nunca antes había interpretado a los Romanos
como lo hizo San Agustín – lo cual puede ser lo suficientemente cierto. El
interés en esta actitud estriba en el hecho que era, aunque no nuevo, pero al
menos más definitiva que cualquiera otra exhortación anterior a la antigüedad. A
través de la mayoría del siglo IV, la controversia con los Arianos se volcó
sobre las Escrituras y la apelación a la autoridad pasada fue muy poca. Aunque
la exhortación a los Padres nunca fue el más impuesto locus theologicus, porque
no podían ser fácilmente organizados de manera de formar una prueba
absolutamente conclusiva.
Por otro lado, a finales del siglo IV, no había prácticamente ninguna definición
infalible disponible, excepto las condenaciones y herejías principalmente por
los Papas. En los tiempos de la reacción Ariana bajo Valens provocó que los
conservadores de Occidente tendieran hacia la ortodoxia, y preparó la
restauración de la ortodoxia al poder por Teodosio, las decisiones Niceanas
fueron consideradas como sacrosantas y ese concilio como el preferido y única
posición por sobre todas las otras. Al llegar el año 430, el Credo que hoy
decimos en Misa fue venerado en Oriente, ya sea para bien o para mal, como obra
de los 150 Padres de Constantinopla en el año 381, y hubieron también nuevas
decisiones papales, especialmente la tractaria del papa Zosimus, la cual en el
año 418 fuera enviada a todos los obispos del mundo para ser firmada. Es a la
autoridad viva la idea a la cual estaba apelando San Próspero en su controversia
con la escuela Lerinese.
Cuando fue a la Galia, en el año 431 como enviado papal, justo después de la
muerte de San Agustín, respondió a sus dificultades, no reiterando los
argumentos más duros del santo, sino llevando consigo una carta del Papa San
Celestino, en la cual San Agustín es elogiado al punto de haber sido considerado
por los predecesores del papa “inter Magistros optimos”. A nadie se le permite
despreciarlo, aunque no se dice que cada una de sus palabras deba ser seguida.
Los desturbidores habían apelado a la Santa Sede y la respuesta fue: “Desinar
incessere novitas vetustatem” (¡Cesen en la novedad de atacar la antigüedad!).
Se le agregó un apéndice, no de las opiniones de los antiguos Padres, sino de
papas recientes, dado que los mismos monjes que pensaron que San Agustín había
ido demasiado lejos, profesaron (dice el apéndice) “que sólo seguirían y
aprobaban lo que la mas santa Sede del Bendito Apóstol Pedro sancionó y fuera
enseñado por el ministerio de sus prelados”. Por ende, le sigue una lista de
“juicios de los príncipes de la Iglesia Romana”, a las cuales se les agregan
algunas sentencias de los concilios africanos, “las cuales sin dudas, los
obispos apostólicos hacen suyas una vez que las aprueban”. A estas inviolabiles
sanctiones (que podemos interpretar como “declaraciones”) se les agregaron
oraciones usadas en los sacramentos “ut legem credendi lex statuat supplicandi"
– una frase frecuentemente citada erróneamente – y en conclusion, se declara que
estos testimonios de la Sede Apostólica son suficientes, “de manera que
consideramos que no son del todo católicos, cualquiera que aparezca contrario a
las decisions que hemos citado”. Por lo tanto, las decisiones de la Sede
Apostólica son puestas en muy diferentes niveles desde el punto de vista de San
Agustín, como que este santo siempre estableció una aguda distinción entre las
resoluciones de los concilios Africanos o los extractos de los Padres por un
lado, y los decretos de los Papas Inocente y Zosimus por el otro. Tres años
después, un famoso documento de la tradición y su uso emanó de la Escuela
Lerinese, el “Commonitorium” de San Vicente. Con todo su corazón aceptó la carta
del Papa Celestino y la citó como testigo autoritativo e irresistible de su
propia doctrina que fuera quod ubique, o universitas, es incierto, debemos
volver a quod semper, o antiquitas. Nada pudo estar mas acorde a su propósito
que las palabras del papa: "Desinat incessere novitas vetustatem" El Concilio
Ecuménico de Efeso se realizó el mismo año en que escribió Celestino. Sus hechos
fueron anteriores a San Vicente, y queda claro que el consideraba tanto al papa
como al Concilio autoridades decisivas. Era necesario establecer esto, antes de
volverse a su famoso canon, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus de otro
modo, universitas, antiquitas, consensio. No era un nuevo criterion, cualquier
otro habría sido como cometer suicidio por su misma expresión. Pero nunca la
doctrina había sido tan admirablemente expresada ni tan limpiamente explicada,
ni tan adecuadamente ejemplificada. Incluso la ley de la evolución del dogma es
definido por Vicente en un lenguaje que difícilmente puede ser superado en
exactitud y rigor. El triple test de San Vicente es totalmente mal interpretado
si es tomado como una regla ordinaria de fe- Como todos los Católicos, el tomó
la regla ordinaria para ser el vivo magisterium de la Iglesia, y asumió que la
decisión formal en casos de duda radicaba en la Sede Apostólica, o en un
concilio general. Aunque aparecen casos de duda cuando no se han tomado aún
decisiones. Entonces es cuando los tres test se deben aplicar, no
simultáneamente pero, si es necesario, sucesivamente.
Cuando se encuentra un error en algún lugar de la Iglesia, entonces la primera
prueba, universitas, quod ubique, es una refutación incontestable, como tampoco
cabe un exámen posterior (iii, 7, 8). Pero si un error ataca a toda la Iglesia,
entonces se apela a la antiquitas, quod semper, esto es, un consenso existente
previo a la aparición de la novedad. Aún así, en el período previo uno o dos
maestros, incluso hombres de gran fama, pudieron haber errado. Entonces acudimos
al quod ab omnibus, consensio, de los muchos contra algunos (si es posible en un
concilio general; si no, a un exámen de los escritos). Aquellos pocos son un
juicio de fe “ut tentet vos Dominus Deus vester” (Deum., xiii, 1 y sgutes). Así,
Tertuliano fue una magna tentatio; así también Orígenes – sin duda la más grande
tentación de todas. Debemos saber que siempre que algo nuevo o no escuchado
previamente, es introducido por un hombre mas allá o contra todos los santos,
pertenece no a la religión sino a la tentación (xx, 49). ¿Quiénes son los
“santos” a quienes apelamos? La respuesta es una definición de “Padres de la
Iglesia” dada por San Vicente con precisión inimitable: "Inter se majorem
consulat interrogetque sententias, eorum dumtaxat qui, diversis licet temporibus
et locis, in unius tamen ecclesiae Catholicae communione et fide permanentes,
magistri probabiles exstiterunt; et quicquid non unus aut duo tantum, sed omnes
pariter uno eodemque consensu aperte, frequenter, perseveranter tenuisse,
scripsisse, docuisse cognoverit, id sibi quoque intelligat absque ulla
dubitatione credendum" (iii, 8). Esta sentencia poco ambigua nos define cual es
la forma correcta de llamar Padres, y las palabras itálicas explican
perfectamente qué es un “Padre”: “Aquellos quienes, a pesar de la diversidad de
tiempos y lugares, aunque perseveran en el tiempo en comunión y fe con la única
Iglesia Católica, han sido aprobados como maestros.” El mismo resultado se
obtiene en los teólogos modernos en sus definiciones; por ejemplo, Fessler
define lo que constituye a un “Padre”:
- Doctrina y aprendizaje ortodoxo;
- Vida santa;
- (en los tiempos actuales) cierta antigüedad.
El criterio por el cual juzgamos si un escritor es un “padre o no es:
- Citado por un concilio general, o
- En Actas públicas de los papas dirigidos a la Iglesia concernientes a la Fe;
- Encomio en la Martirología Romana como “sanctitate at doctrina insignis”;
- Lectura pública en las Iglesias de los primeros siglos;
- Citas, con alabanzas, como autoridad en relación a la Fe por alguno de los
Padres más celebrados.
Los autores más primitivos, aunque pertenecientes a la Iglesia, que fallaron en
lograr este estándar son simplemente escritores eclesiales ("Patrologia", ed.
Jungmann, ch. i, #11).
Por otro lado, cuando la apelación no es a la autoridad del escritor, sino que
su testimonio es requerido solamente para la creencia de su tiempo, éste es tan
bueno como otro, y si un Padre es citado con este propósito, no es citado en
tanto Padre, sino meramente como un testigo de los hechos muy bien conocidos por
él. Por lo tanto, para la historia del dogma, las obras de los escritores
eclesiales que no solo no estaban aprobados, sino que incluso eran heréticos,
son a menudo tan valiosas como aquellas de los Padres. Por otro lado, el
testimonio de un Padre es ocasionalmente de gran peso para la doctrina cuando es
considerado individualmente, si éste enseña un tema donde es reconocido por la
Iglesia como una autoridad especial. Por ejemplo, San Atanasio sobre la
Divinidad del Hijo, San Agustín, sobre la Santísima Trinidad, etc. Existen
algunos casos donde un concilio general ha aprobado la obra de un Padre, las mas
importantes fueron las dos cartas de San Cirilo de Alejandría las cuales fueron
leídas en el Concilio de Éfeso. Pero la autoridad de un Padre individual
considerado en sí mismo, dice Franzelin (De traditione, thesis xv), “no es
infalible o perentoria; aunque la piedad y la razon concuerdan que las opiniones
teológicas de tales individuos no deben ser tratadas con liviandad, y no deben
sin gran precaución, ser interpretadas en un sentido el cual choca con la
doctrina común de otros Padres”. La razón es suficientemente plena; eran hombres
santos, de los que no se presume con intenciones de desviarse de la doctrina de
la Iglesia, y sus dudosas declaraciones son por lo tanto para ser consideradas
en el mejor de los sentidos de los cuales son capaces. Si no pueden ser
explicadas en un sentido ortodoxo, debemos admitir que ni los más grandes son
inmunes a la ignorancia, al error accidental o a la oscuridad. Pero en el uso de
los Padres en materias teológicas, debe ser consultado el artículo TRADICIÓN y
los tratados dogmáticos ordinarios en aquellas materias, tal como es propio
considerar aquí el desarrollo histórico de sus usos. El tema nunca fue tratado
como parte de la teología dogmática hasta el nacimiento de lo que hoy es
comúnmente llamado “Teología fundamentalis” en el siglo dieciséis, cuyos
fundadores fueron Melchior Canus y Belarmino.
El primero contiene una discusion sobre el uso de los Padres en las decisiones
sobre cuestiones de fe (De locis theologicis, vii). Los Reformadores
Protestantes atacaron la autoridad de los Padres. El más famoso de estos
oponentes es Dalbeus (Jean Daillé, 1594-1670, "Traité de l'emploi des saints
Pères", 1632; en Latin "De usu Patrum", 1656). Pero sus objeciones han sido
olvidadas por mucho tiempo. Habiendo trazado el desarrollo del uso de los Padres
hasta el período de sus más frecuentes y de su declaración formal por San
Vicente de Lérins, sería bueno dar una mirada a la continuación de esta
práctica. Vimos que, en el año 431, era posible para San Vicente (en un libro
que ha sido el mas injustificadamente considerado como una mera polémica contra
San Agustín – una noción ampliamente refutada por el uso dado en él por la carta
de San Celestino) definir el significado y método de las exhortaciones
patrísticas. De aquellos tiempos en adelante, son muy comunes. En el Concilio de
Éfeso, año 431, tal como lo puntualiza San Vicente, San Cirilo presentó una
serie de citas de los Padres tôn hagiôtatôn kai hosiôtatôn paterôn kai episkopôn
diaphorôn marturôn, las cuales fueron leídas sobre la moción de Flaviano, Obispo
de Filipi. Eran de Pedro I de Alejandría, Mártir, Atanasio, Papas Julio y Félix
(falsificadas) Teófilo, Cipriano, Ambrosio, Gregorio Nazianzeno, Basilio,
Gregorio de Niza, Aticus, Amphilochius. Por otro lado, Eutyques, al ser probado
en Constantinopla por San Flaviano, el año 449, rehusó aceptar, ya sea a los
Padres o Concilios como autoridades limitándose a la Sagrada Escritura, una
posición que horrorizó a sus jueces (ver Eutyques). Al año siguiente, San Leo
envió a sus embajadores, Abundius y Asterius a Constantinopla con una lista de
testimonios de Hilario, Atanasio, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Teófilo,
Gregorio Nazianzeno, Basilio, Cirilo de Alejandría. Fueron firmadas en aquella
ciudad, pero no fueron producidas en el Concilio de Chalcedon en el año
siguiente. De allí en adelante, la usanza es fija, y resulta innecesario dar
ejemplos. Sin embargo, aquel del sexto concilio en el año 680 es importante: El
Papa San Agato envió una larga serie de extractos desde Roma, y el líder de los
Monotelitas, Macario de Antioquia, presentó otro. Ambos grupos fueron muy
cuidadosamente verificados desde la Biblioteca del Patriarcado de Constantinopla
y sellados. Debe hacerse notar que en tales casos nunca se pensó necesario
trazar una doctrina de los primeros tiempos; San Vicente exigió la prueba de la
creencia de la Iglesia antes que apareciera la duda – esta es su noción de
antiquitas; y en conformidad con este punto de vista, los Padres citados por los
Concilios y papas y Padres son en su mayoría, recientes (Petavius, De Incarn.,
XIV, 15, 2-5). En los últimos años del siglo quinto un famoso documento
atribuido a los Papas Gelasius y Hormisdas, agregan a los decretos de San Dámaso
del año 382 una lista de libros aprobados y otra de aquellos no aprobados. En su
forma presente, la lista de Padres aprobados comprende a:
Cipriano, Gregorio Nazianzeno, Basilio, Atanasius, Crisóstomo, Teofilo, Hilario,
Cirilo de Alejandría (deseado en un MS.), Ambrosio, Agustín, Jeronimo, Próspero,
Leo ("todo iota" del volumen a Flaviano aceptado como anatema) "también todos
los tratados de todos los Padres ortodojos quienes no se desviaron en nada de la
mancomunada santa Iglesia Romana, y donde no estuvieron separadas de su fe y
enseñanzas, sino que fueron participes hasta el fin de sus vidas en su comunión;
también la cartas decretales las cuales los papas mas benditos han entregado en
distintos tiempos al ser consultados por varios Padres, deben ser recibidas con
veneración”. Son elogiados Orosius, Sedulius y Juvencus. Son rechazados Refino y
Orígenes. La “Historia” y “Crónicas” de Eusebio no fueron condenadas como un
todo, aunque en otra parte de la lista, aparecen como “apocrifa” con Tertuliano,
Lactantius, Africanus, Commodiano, Clemente de Alejandría, Arnobius, Casiano,
Victorinus de Pettay, Faustus y las obras de los heréticos y documentos
escrituriales falsificados. Los últimos Padres constantemente utilizaron los
escritos de los más tempranos. Por ejemplo, San Cesáreo de Arles se inspiró
libremente en los Sermones de San Agustín y los incorporó en colecciones
propias; San Gregorio el Grande es encontrado frecuentemente en San Agustín; San
Isidoro descansa sobre todos sus predecesores; la obra de San Juan Damascano es
una síntesis de la teología patrística. Los sermones de San Bede son un cento de
los más grandes Padres. Eugipio hizo una selección de los escritos de San
Agustín que estuvo de gran moda. Casiodoro hizo una colección de selectos
comentarios de variados escritores sobre todos los libros de las Sagradas
Escrituras. San Benedicto recomendó especialmente el estudio patrístico y sus
hijos observaron su consejo: "Ad perfectionem conversationis qui festinat, sunt
doctrinae sanctorum Patrum, quarum observatio perducat hominem ad celsitudinem
perfectionis. . . quis liber sanctorum catholicorum Patrum hoc non resonat, ut
recto cursu perveniamus ad creatorem nostrum?" (Sanet Regula, lxxiii).
Florilegia y Catenae se tornaron comunes desde el siglo quinto en adelante.
Aunque la mayoría son anónimos, aquellos de Oriente que son conocidos bajo el
nombre de Ecumenius son bien conocidos. Los mas famosos de todos a través de la
Edad Media fueron la "Glossa ordinaria" atribuida a Walafrid Strabo. La "Catena
aurea" de Santo Tomás de Aquino, aún es utilizada. (Ver CATENAE, y lel valioso
material coleccionado por Turner en Hastings, Diccionario de la Biblia, V, 521)
San Agustín fue el primero reconocido como el mayor de los Padres Occidentales,
con San Ambrosio y San Jerónimo a su lado. San Gregorio Magno fue agregado y
estos cuatro fueron los “Doctores Latinos”. San Leo, de algún modo el mas grande
de los teólogos, fue excluido, tanto considerando la exigüidad de sus escritos y
por el hecho que sus cartas tuvieron una autoridad mas alta como las expresiones
papales. En Oriente, San Juan Crisóstomo, siempre fue el mas popular, en tanto
es el más voluminoso de los Padres. Con el gran San Basilio, padre del
monaquismo, y San Gregorio Nazianzeno, famoso por la pureza de su fe,
constituyeron un triunvirato llamado “los tres jerarcas”, familiar hasta el arte
Oriental de nuestros días. San Atanasio fue agregado a éstos por los
Occidentales, de manera que cuatro pudieran responder a cuatro (Ver. DOCTORES DE
LA IGLESIA). Podemos observar que muchos de los escritores rechazados en la
lista Gelasiana vivieron y murieron en comunión Católica, aunque incorrectos en
algunas partes de sus escritos. Ejemplo, el error Semipelagianista atribuido a
Casina y Fausto, la doctrina milenaria de la conclusión en el comentario de
Victorino sobre el Apocalipsis (San Jerónimo redactó una edición purificada, la
única impresa aún) del defectuoso “Hypotyposes” de Clemente y así sucesivamente,
previnieron a tales escritores de la falta de sanidad del perdido “Hipotiposes”
de Clemente y así sucesivamente, previno a tales escritores de ser citados como
Hilario lo hizo.
Con Jerónimo, "inoffenso pede percurritur". Como todas las doctrinas importantes
de la Iglesia (excepto aquella del Canon y la inspiración de las Escrituras),
pueden ser probadas, o al menos ilustradas de las Escrituras, el trabajo mas
amplio de la tradición es la interpretación de las Escrituras y la autoridad de
los Padres es en esto de gran importancia. Sin embargo, solo se sigue
necesariamente si todos tienen el mismo pensamiento: "Nemo . . . contra unanimum
consensum Patrum ipsam Scripturam sacram interpretari audeat", dice el Concilio
de Trento; y el Credo de Pío IV reza similarmente:". . . nec eam unquam nisi
juxta unanimum consensum Patrum accipiam et interpretabor". El Concilio Vaticano
hace eco del de Trento: "nemini licere . . . contra unanimum sensum Patrum ipsam
Scripturam sacram interpretari."
Un consenso de los Padres, no es, por su puesto, algo esperado sobre materias
muy pequeñas: "Quae tamen antiqua sanctorum patrum consensio non in omnibus
divinae legis qua estiunculis, sed solum certe praecipue in fidei regula magno
nobis studio et investiganda est et sequenda" (Vicente, xxviii, 72). Este no es
el método – agrega San Vicente, contra las herejías bien conocidas y habituales,
sino mas bien contra novedades, para ser aplicado directamente cuando aparecen.
Difícilmente pudiera darse una mejor instancia que en la forma bajo la cual el
Adopcionismo fue refutado por el Concilio de Frankfort en 794, tampoco pudo el
principio ser mejor expresado que por los Padres del Concilio: "Tenete vos intra
terminos Patrum, et nolite novas versare quaestiunculas; ad nihilum enim valent
nisi ad subversionem audientium. Sufficit enim vobis sanctorum Patrum vestigia
sequi, et illorum dicta firma tenere fide. Illi enim in Domino nostri
exstiterunt doctores in fide et ductores ad vitam; quorum et sapientia Spiritu
Dei plena libris legitur inscripta, et vita meritorum miraculis clara et
sanctissima; quorum animae apud Deum Dei Filium, D.N.J.C. pro magno pietatis
labore regnant in caelis. Hos ergo tota animi virtute, toto caritatis affectu
sequimini, beatissimi fratres, ut horum inconcussa firmitate doctrinis
adhaerentes, consortium aeternae beatitudinis . . . cum illis habere mereamini
in caelis" ("Synodica ad Episc." in Mansi, XIII, 897-8). Y un excelente acto de
fe en la tradición de la Iglesia es aquel de Carlomagno (ibid., 902) realizado
en la misma ocasión: "Apostolicae sedi et antiquis ab initio nascentis ecclesiae
et catholicis traditionibus tota mentis intentione, tota cordis alacritate, me
conjungo. Quicquid in illorum legitur libris, qui divino Spiritu afflati, toti
orbi a Deo Christo dati sunt doctores, indubitanter teneo; hoc ad salutem animae
meae sufficere credens, quod sacratissimae evangelicae veritatis pandit
historia, quod apostolica in suis epistolis confirmat auctoritas, quod eximii
Sacrae Scripturae tractatores et praecipui Christianae fidei doctores ad
perpetuam posteris scriptum reliquerunt memoriam."
II. Clasificación de los escritos patristicos
Con el objeto de tener una clara visión del período patrístico, los Padres
pueden ser divididos de varias maneras. El método favorito es por períodos; Los
Padres Ante-Niceanos hasta el año 325; Los Grandes Padres del siglo IV y mitad
del quinto (325-451); y los últimos Padres. Una división más obvia es entre
Orientales y Occidentales, y los Orientales incluirán escritores Griegos,
Sirios, Armenios y Coptos. Una conveniente división en grupos más pequeños, será
por períodos, nacionalidades y carácter de los escritos; porque tanto en Oriente
como en Occidente habían muchas razas y algunos de los escritores eclesiásticos
eran apologetas, algunos predicadores, historiadores, comentaristas y así
sucesivamente.
A. Los Padres Apostolicois y el siglo II
Luego (1) de los Padres Apostólicos vinieron en el siglo II (2) los apologistas
Griegos, seguidos por (3) los apologistas occidentales, algo después (4) por los
Gnósticos y herejes Marcionitas con sus Escritos apócrifas y (5) la réplica
Católica.
B. El siglo III
El siglo tercero con dejó (1) los escritores Alejandrinos de la escuela
catequista, (2) los escritores del Asia Menor y (3) Palestina, y los primeros
escritores Occidentales, (4) en Roma, Hipólito (en Grecia) y Novaciano, (5) los
grandes escritores africanos y algunos otros.
C. El siglo IV
El siglo IV comienza con (1) las obras apologetas e históricas de Eusebio de
Cesarea, con quien podemos clasificar a San Cirilo de Jerusalem y San Epifanio,
(2) los escritores Alejandrinos, Atanasio, Didimus y otros, (3) los de
Capadocia, (4) los de Antioquia, (5) los escritores Sirios. En Occidente,
tenemos (6) los opuestos al Arianismo, (7) los Italianos, incluyendo a Jerónimo,
(8) los Africanos y (9) los escritores Españoles y Galos.
D. El siglo V
El siglo V nos entregó (1) la controversia Nestoriana, (2) la controversia
Eutiquia, incluyendo al Occidental San Leo, (3) y los historiadores. En
Occidente (4) la Escuela de Lérins, (5) y las cartas de los papas.
E. El siglo VI y VII
El siglo VI y VII, no nos entrega nombres tan importantes, por lo que deben ser
agrupados en una forma más mecánica.(1) En Occidente y (2) en Oriente.
A. (1) Si consideramos estos grupos en detalle, encontraremos las cartas de los
Padres apostólicos mas importantes, San Clemente, San Ignacio y San Policarpo,
venerables no sólo por su antigüedad, sino por su cierta simplicidad y nobleza
de pensamiento y estilo que es muy conmovedor para el lector. Sus citas del
Nuevo Testamento son bastante libres. Ofrecen la mas importante información al
historiador, aunque de algún modo en cantidades homeopáticas.
A estos, debemos agregar a Didaque, probablemente el más antiguo de todos; la
curiosa epístola que alegoriza el Anti-Semitismo que conocemos bajo el nombre de
Barnabas; el Pastor de Hermas, una mas bien sosa serie de visiones
principalmente conectadas con la penitencia y el perdón, compuesta por el
hermano del Papa Pío I, y por mucho tiempo anexo al Nuevo Testamento con
importancia casi canónica. Las obras de Papias, el discípulo de San Juan y
Aristión, están perdidas salvo algunos fragmentos.
(2) Los apologistas son en su mayoría filosóficos en su tratamiento del
Cristianismo. Algunas de sus obras fueron presentadas a emperadores con el
objeto de sosegar las persecuciones. No siempre debemos aceptar el punto de
vista dado a foráneos por los apologistas, como representación de toda la
Cristiandad que conocían y practicaban. Las apologías de Cuadratus a Hadrian, de
Aristo de Pella a los Judíos, de Miltiades de Apolinaris de Hierapolis, y de
Melito de Sardis están perdidas para nosotros. Pero, poseemos aún varias de
mayor importancia. Aquella de Arístides de Atenas fue presentada a Antonino Pío
y versa principalmente del conocimiento del Dios verdadero. La refinada apología
de San Justino con sus apéndices es por sobre todo interesante por su
descripción de la liturgia en Roma c.150. sus argumentos contra los Judíos se
encuentran en un muy bien compuesto “Diálogo con Trifo” donde habla de la
autoría Apostólica del Apocalipsis de una manera que es de suma importancia en
la boca de un hombre que fue convertido en Éfeso algún tiempo antes del año 132.
La “apología” del discípulo Sirio de Justino, Tatian es una obra menos
conciliadora y su autor cayó en herejía. Atenágoras, un ateniense (c.177)
dirigió a Marco Aurelio y Commodus una elocuente refutación de las absurdas
calumnias contra los Cristianos. Teófilo, Obispo de Antioquia, más o menos en la
misma fecha, escribió tres libros de apología dirigidos a un cierto Autolycus.
(3) Todas estas obras contienen una considerable habilidad literaria. Este no es
el caso de la gran apología Latina la cual la sigue muy de cerca en data, la
“Apologeticus” de Tertuliano, que se encuentra en un lenguaje tosco e
intraducible de su autor. Sin embargo, es una obra de extraordinario genio, de
mayor interés y valor que todo el resto e incomparable en su energía y osadía.
Su vehemente “Ad Scapulam” es una advertencia dirigida a un procónsul
perseguidor.
"Adversus Judaeos" es un título que se explica por sí mismo. Los otros
apologistas latinos son posteriores. El "Octavios" de Minucius Felix es tan
pulido y gentil, como Tertuliano es rudo. Su fecha es incierta. Si el "Apologeticus
" fue muy bien calculado para infundir coraje en los Cristianos perseguidos, el
"Octavius" era más bien para impresionar al inquisidor pagano como si se
atraparan mas moscas con miel que con vinagre. Junto a estas obras, debemos
mencionar el más tardío Lactantius, el más perfecto de todos en su forma
literaria ("Divinae Institutiones", c. 305-10, y "De Mortibus persecutorum", c.
314). Las apologías Griegas, probablemente posteriores al siglo II con las
“Irrisiones” de Hermias, y la bella “Epístola” de Diognetus.
(4) La mayoría de los escritos heréticos del siglo II están perdidos. Los
Gnósticos tenían Escuelas y filosofaron; sus escritos fueron numerosos. Algunas
obras curiosas han llegado hasta nosotros en Copto. La carta de Ptolomeo a Flora
en Epifanio es casi el único fragmento griego de real importancia. Marcion fundó
no solo una Escuela, sino una Iglesia y su Nuevo Testamento consiste en San
Lucas y San Pablo, está preservado de algún modo en las obras escritas contra el
por Tertuliano y Epifanio. De los escritos de los Montanistas Griegos y de otros
herejes anteriores, no queda casi nada. Los Gnósticos compusieron una cantidad
de Evangelios apócrifos mezclados con Hechos de Apóstoles individuales, grandes
porciones aún preservadas, la mayoría en fragmentos, de revisiones Latinas, o en
versiones en Sirio, Cóptico, árabe o Eslavo. A estos debemos agregar aquellas
falsificaciones bien conocidas como las cartas de Pablo a Séneca, y el
Apocalipsis de Pedro, del cual recientemente se ha encontrado un fragmento en el
Fayum.
(5) Respuestas a los ataques herejes, seguido por las apologías contra los
perseguidores paganos por un lado y los judíos por otro, fue la literatura
Católica característica del Siglo II.
The "Syntagma" de San Justino contra todas las herejías, está perdida. Más
primitivo aún, San Papias (ya mencionado) ha dirigido sus esfuerzos en refutar
los errores que van apareciendo y la misma preocupación se ve en San Ignacio y
San Policarpo. Hegesippus, un judío converso de Palestina, viajó a Corintio y
Roma, donde se quedó desde el episcopado de Aniceto hasta el de Eleuterio (c.
160-180) con la intención de refutar las novedades de los Gnósticos y
Marcionistas a través de la apelación a la tradición. Su obra está perdida. Pero
la gran obra de San Ireneo (c. 180) contra las herejías se encuentra en Papias,
Hegesippus y Justino, y nos da cuenta con cuidadosa investigación los muchos
sistemas Gnósticos, junto con su refutación. Su apelación es menor a las
Escrituras que a la tradición la cual toda la Iglesia Católica ha recibido y es
entregada desde los Apóstoles, a través del ministerio de sucesivos obispos y
particularmente a la tradición de la Iglesia Romana, fundada por Pedro y Pablo.
Al lado de Ireneo, debemos colocar al Latino Tertuliano cuyo libro “De las
Prescripciones contra los Heréticos” no sólo es una obra maestra de argumento,
sino es casi tan efectiva contra las herejías modernas como contra aquellas de
la Iglesia primitiva. Es un testimonio de extraordinaria importancia para los
principios de la tradición invariable que la Iglesia Católica siempre ha
profesado y para la creencia primitiva que la Sagrada Escritura debe ser
interpretada por la Iglesia y no por la industria privada. Utiliza a Ireneo en
esta obra y sus polémicos libros contra los Valentinistas y los Marcionistas,
prestando libremente de ese santo. El es el menos persuasivo de los dos porque
es muy abrupto, demasiado astuto, demasiado ansioso para ventaja de la más
pequeña controversia, sin pensar en las fáciles réplicas que pueden darse. A
veces, prefiere el ingenio o el golpe duro al argumento sólido. En este período,
las controversias estaban comenzando dentro de la Iglesia, y la más importante
era la cuestión sobre si la Pascua podría celebrarse en un día hábil. Otro
asunto candente en Roma, al terminar el siglo, era la duda de si las profesías
de los Montanistas debían ser aprobadas, y sin embargo otra, en los primeros
años del siglo tercero, era la controversia con un grupo de oponentes del
Montanismo (así parece) quienes negaron la autenticidad de los escritos de San
Juan, un error en aquellos días, bastante nuevo.
B. (1) Ya en el siglo dos, la Iglesia de Alejandría mostraba señales junto con
el hábito prestado de los Judíos Alejandrinos, especialmente Filo, de una
interpretación alegorizante de las Escrituras. La última de las características,
se encuentra en la “Epístola a Barnabas” la cual puede tener origen Alejandrino.
Pantamus fue el primero en hacer famosa a la escuela Catequista de la ciudad. No
existió ningún escrito suyo, pero su pupilo Clemente, quien enseñó en la escuela
con Pantamus c. 180 y como su cabeza. C.180-202 (muerto en 214) dejó una
considerable cantidad de algo largas disquisiciones que versaban sobre
mitología, teología mística, educación y observancias sociales, y todas aquellas
otras cosas del cielo y de la tierra. Fue seguido por el gran Orígenes, cuya
fama se extendió a lo largo y ancho entre los gentiles. Lo que queda de su obra,
aunque llena varios volúmenes, está en gran parte solo en libres traducciones
Latinas, y guarda poca relación con la vasta cantidad que ha perecido.
Los Alejandrinos sostienen tan firmemente como cualquier Católico la tradición
como regla de fe al menos en teoría, pero mas allá de la tradición, se permiten
especular, de tal que la “Hypotyposis” de Clemente ha estado casi enteramente
perdida considerando los errores que se encontraron en ella y las obras de
Orígenes caen bajo la amonestación de la Iglesia, aunque su autor vivió la vida
de un santo y murió poco después de la persecusión Deciana, de los sufrimientos
que debió padecer en ella. Los discípulos de Orígenes fueron muchos y eminentes.
La biblioteca encontrada por uno de ellos, San Alejandro de Jerusalem, fue luego
muy apreciada por Eusebio. El más celebrado de la escuela fue San Dionisio “el
grande” de Alejandría y San Gregorio de Neocesarea en el Pontus, conocido como
el Trabajador-Maravilla quien, como San Nonnosus en el Oeste, se dice que movió
una montaña una pequeña distancia con sus oraciones. De los escritos de estos
dos santos, no es mucho lo que existe.
(2) El Montanismo y la cuestión de Pascal, sacó al Asia Menor de una posición de
liderazgo que tuvo en el siglo segundo a un rango inferior en el tercero. Además
de San Gregorio, San Metodius al final de aquel siglo fue un escritor pulido y
oponente del Origenismo – su nombre es consecuentemente pasado por encima sin
mención por el historiador Origenista, Eusebio. Tenemos su “Banquete” en Griego,
y algunas obras menores en Eslovaco antiguo.
(3) Antioquia era la Sede cabeza sobre el “Oriente” incluídas Siria y
Mesopotamia, como también Palestina y Fenicia, pero nunca esta asumió un
patriarcado compacto como aquel de Alejandría. Debemos agrupar aquí escritores
que no tienen conexión entre sí ni en materia ni en estilo. Julio Africanus
vivió en Emaús y compuso una cronografía, desde donde las listas episcopales de
Roma, Alejandría y Antioquia, y una gran cantidad de otras materias, han sido
preservadas hasta nosotros por la versión de San Jerónimo de las Crónicas de
Eusebio y en los cronógrafos Bizantinos. Dos cartas suyas son de interés, pero
los fragmentos de su “kestoi” o “Cercos” no tienen valor eclesial; contienen
mucha materia curiosa y mucha que es objetable. En la segunda mitad del siglo
tercero, tal vez hacia el final, se estableció una gran escuela en Antioquia,
por Luciano, quien fuera martirizado en Nicomedia en el 312. Se dice que fue
excomulgado bajo tres obispos, pero si esto es cierto había sido restituído
mucho tiempo antes del tiempo de su martirio. Es bastante incierto ya sea si
compartió los errores de Pablo de Samosata (obispo de Antioquia, despuesto por
Erija en 268-9). En todo caso, el era – aunque sin intención – el padre del
Arianismo y sus pupilos eran los líderes de aquellas herejía: Eusebio de
Nicomedia, Ario mismo, con Menofantus de Éfeso, Atanasio de Anazarbus, y los
únicos dos obispos que rehusaron firmar el nuevo credo en el Concilio de Nicea,
Theognis de Nicea y Maris de Chalcedon, además del escandaloso obispo Leontius
de Antioquia y el sofista Asterius. En Cesarea, un centro Origenista, floreció
bajo otro mártir, San Pamfilo, quien con sus amigos Eusebius, un cierto Ammonius
y otros, coleccionaron las obras de Origen en una gran y famosa biblioteca,
corrigieron la “Hexapla” de Orígen y editaron los textos tanto del Antiguo como
del Nuevo Testamento.
(4) No hemos oido de escritos en Roma excepto en Griego, hasta la mención de
algunas pequeñas obras en Latín por el Papa San Víctor, las cuales existían
hasta los tiempos de Jerónimo. Hipólito, un sacerdote romano escribió desde el
año 200 al 235 y siempre en Griego aunque en Cártago, Tertuliano había escrito
antes esto en Latín. Si Hipólito es el autor de “Philosophumena”, él era un
antipapa, y lleno de enemistad irracional con su rival San Calixto; su teología
hace proceder la Palabra de Dios por Su Voluntad, distinta a El en sustancia, y
tornándose Hijo al convertirse en hombre. No hay nada de Romano en la teología
de su obra; mas bien lo conecta con los apologistas griegos. Una gran parte de
un largo comentario sobre Daniel y una obra contra Noetus son los únicos restos
de este escritor, quien fuera rápidamente olvidado en Occidente, aunque los
fragmentos de sus obras terminaron todas en lenguas Orientales.
Partes de su cronografía, tal vez su última obra ha sobrevivido. Otro antipapa
Romano, Novaciano, escribió en prosa ponderada y estudiada con finales métricos.
Algo de sus obras ha llegado a nosotros bajo el nombre de San Cipriano. Como
Hipólito, hizo de rigurosos sus puntos de vista, el pretexto de su cisma. A
diferencia de Hipólito, es bastante ortodoxo en su obra principal “De Trinitate”.
(5) Las obras apologéticas de Tertuliano han sido mencionadas. Las más
tempranas, fueron escritas por el cuando era un sacerdote de la Iglesia de
Cártago, aunque por el año 200 terminó por creer en los profetas Montanistas de
Frigia y encabezó un cisma Montanista en Cártago. Muchos de sus tratados fueron
escritos para defender su posición y sus doctrinas rigoristas, y lo hace con
considerable violencia y con la argumentación astuta y arrojada que le es
natural. El plácido flujo de la elocuencia de San Cipriano (Obispo de Cártago,
en el 249-58) es un gran contraste con aquella de su “maestro”. Los pocos
tratados y gran cantidad de correspondencia de este santo son todas relativas a
cuestiones y necesidades locales y evade toda teología especulativa. De lo
anterior, nos hemos iluminado del estado de la Iglesia, sobre su gobierno, y en
un número interesante de materias eclesiales y sociales. En todo el período
patrístico, no hay nada, con la excepción de la Historia de Eusebio, que nos
relate lo bastante sobre la Iglesia primitiva como un pequeño volumen que
contiene las obras de San Cipriano. A fines del siglo, Arnobius, como Cipriano,
un convertido en la Edad Media y como otros Africanos, Tertuliano, Cipriano,
Lactantius y Agustín, un ex retórico, compusieron una apología aburrida.
Lactantius nos lleva dentro del siglo cuarto. Era un escritor elegante y
elocuente, pero tal como Arnobius, no era un Cristiano bien instruído.
C. (1) El siglo cuarto es el gran tiempo de los Padres. Cuando Constantino tenía
doce años de edad, publicó su edicto de tolerancia y comenzó una nueva era en la
religión Cristiana. Fue introducida por Eusebio de Cesarea, con sus grandes
obras apologetas “Praeparatio Evangelica” y “Demonstratio Evangelica” que
muestra el trascendente mérito de la Cristiandad y su gran obra históricas hasta
hoy, la “Crónica” (El original Griego está perdido) y su “Historia” la cual ha
reunido los fragmentos de la era de las persecuciones y nos ha preservado mas de
la mitad de todo lo que sabemos hoy sobre los heroicos tiempos de la Fe. En
teología, Eusebio fue seguidor de Origen, aunque el rechazó la eternidad de la
Creación y del Logos, de forma que fue capaz de ver a los Arianos con
considerable cordialidad. La forma original del romance seudo Clementino, con
sus largos y cansadores diálogos, parecen ser una obra del mismo comienzo del
siglo contra los nuevos desarrollos del paganismo, y fue escrito ya sea en la
costa Fenicia o no muy lejos dentro en la vecindad con Siria. Las respuestas a
los más grandes ataques paganos, aquel de Porfirio, se tornaron mas frecuentes
luego del renacimiento pagano bajo Juliano (361-3) y ocuparon los trabajos de
muchos escritos celebrados. San Cirilo de Jerusalen nos dejó una completa serie
de instrucciones a los catecúmenos y los bautizados, de este modo nos entrega un
conocimiento exacto de las enseñanzas religiosas impartidas al pueblo en una
importante Iglesia del Este a mediados del siglo cuarto. Un palestino de la
segunda mitad del siglo, San Epifanio, fue Obispo de Salamis en Chipre y
escribió una conocida historia de todas las herejías. Desafortunadamente, no fue
preciso y mas adelante nos creó grandes dificultades al no nombrar a sus
autoridades. Era amigo de San Jerónimo, y era un descomprometido oponente del
Origenismo.
(2) El sacerdote Alejandrino Ario, no fue producto de la escuela catequista de
aquella ciudad, sino de la Escuela Luciánica de Antioquia. La tendencia
Alejandrina era bastante opuesta al de Antioquía, y al obispo Alejandrino,
Alejandro, quien condenó a Ario en cartas que aún existen desde donde reunimos
la tradición de la Iglesia Alejandrina. En ellos, no hay trazo de Origenismo, la
Casa matriz de la cual por mucho tiempo fue en Cesarea en Palestina, en la
sucesión Theoctistus, Pamfilo, Eusebio. La tradición de Alejandría fue más bien
aquella que Dionisio el Grande había recibido del Papa Dionisio. Tres años
después del Concilio de Nicea (325), San Atanasio comenzó su largo episcopado de
45 años. Sus escritos no son muy voluminosos, siendo ya sea teología
controversial o memorias apologeticas de sus propios problemas, su valor
teológico e histórico es enorme, considerando el rol de liderazgo tomado por
este verdaderamente gran hombre en los cincuenta años de lucha con el Arianismo.
La cabeza de la escuela catequista durante este medio siglo fue Dirimo el Ciego,
un Atanasio en su doctrina del Hijo y mas bien mas claro incluso que su
patriarca en su doctrina de la Trinidad, aunque en muchos otros puntos llevó
consigo la tradición Origenista. Aquí podemos mencionar, a propósito a un
escritor más tardío, Synesius de Cirene, un hombre de hábitos filosóficos y
literarios, que mostró energía y piedad sincera como un obispo, a pesar del
carácter mas bien pagano de su cultura. Sus cartas son de gran interés.
(3) La segunda mitad del siglo está ilustrado por un ilustrasa terna en
Capadocia, San Basilio, su amigo San Gregorio Nazianceno, y su hermano San
Gregorio de Nisa. Eran los principales trabajadores en el regreso a la ortodoxia
del Este. Su doctrina de la Trinidad es un avance incluso sobre aquella de
Didimus y está muy cerca, sin dudas, a la doctrina Romana que mas tarde fuera
asumida en el credo Atanasio. Pero al Este le tomó un largo tiempo asimilar el
significado completo del punto de vista ortodoxo. San Basilio demostró gran
paciencia con aquellos que habían avanzado menos en el recto camino que él mismo
e incluso temperó su lenguaje de forma de conciliarlos. Por fama de santidad,
casi ninguno de los Padres, salvo San Gregorio, el Trabajador-Maravilla, o San
Agustín, nunca lo igualaron. Practicó extraordinario ascetismo, y en su familia,
todos eran santos. Compuso una regla para los monjes que se ha mantenido
prácticamente la única en el Este. San Gregorio tenía mucho menos carácter pero
iguales habilidades y aprendizaje, con mayor elocuencia. El amor de Origen quien
persuadió a sus amigos en su juventud a publicar un libro de extractos de sus
escritos tuvo muy poca influencia en su teología tardía; en particular, aquella
de San Gregorio es célebre por su rigurosidad o incluso infalibilidad. San
Gregorio de Nisa está, por otro lado, lleno de Origenismo. La cultura clásica y
la forma literaria de los Capadocios, unidos a la santidad y ortodoxia, los hace
un grupo único en la historia de la Iglesia.
(4) La escuela de Antioquía del siglo cuarto parece haber cesado dentro del
Arianismo, hasta los tiempos cuando los grandes Alejandrinos, Atanasio y Didimus
estaban muriendo, cuando estaba recién reviviendo no meramente dentro de la
ortodoxia sino dentro de una florescencia superarando la reciente gloria de
Alejandría e incluso de Capadocia. Diodorus, un monje de Antioquía y luego
obispo de Tarso, era un leal defensor de la doctrina Niceana y un gran escritor,
aunque gran parte de sus obras hayan perecido. Su amigo, Teodoro de Mopsuescia,
era un juicioso y culto comentador en el literal sentido de Antioquía, pero
desafortunadamente su oposición a la herejía de Apolinario de Laodicea lo llevó
al un extramo opuesto, al Nestorianismo – sin duda el pupilo Nestorio
escasamente fue tan lejos como su maestro Teodoro. Pero luego, Nestorio se
resistió al juicio de la Iglesia donde Teodoro murió en comunión Católica y fue
amigo de los santos, incluyendo la coronada gloria de la escuela de Antioquia.
San Juan Crisóstomo, cuyos grandes sermones fueron predicados en Antioquía,
antes que fuera obispo de Constantinopla. Crisóstomo es, sin dudas, el más
importante de los Padres Griegos, el primero de todos los comentadores, y el
primero de todos los oradores en el Este y en Oeste. Por un tiempo, fue un
hermitaño, y se mantuvo asceta durante su vida; fue también un ferviente
reformador social. Su grandeza de carácter lo hace merecedor de un lugar al lado
de San Basilio y San Atanasio. Como Basilio y Gregorio fueron formados en la
oratoria por el Cristiano Prohaeresius, así también lo fue Crisóstomo, por el
pagano Libanius. En el Gregorio clásico podemos encontrar a veces, al retórico;
en Crisóstomo, nunca; sus increíbles talentos naturales impiden la necesidad de
recurrir a la asistencia del arte, y aunque le precedió un aprendizaje, se
perdió en el flujo de pensamiento enérgico y torrente de palabras. No teme
repetir ni de olvidar las reglas, porque nunca deseó ser admirado sino de
persuadir e instruir. Aunque un hombre tan grandioso tiene sus limitaciones. No
tenía interés especulativo en filosofía ni teología, aunque era lo
suficientemente docto para ser absolutamente ortodoxo. Es un hombre santo y
práctico, de tal que sus pensamientos están llenos de piedad, belleza y
sabiduría; aunque no fue un pensador. Ninguno de los Padres fue tan imitado ni
leído; aunque muy poco de sus escritos se puede decir que moldearon su tiempo o
los futuros y no podría ni por un instante competir con Origen o Agustín por el
lugar entre los escritores eclesiásticos.
(5) En el siglo cuarto, Siria produjo un gran escritor, San Efraín, diácono de
Edesa (306-73). La mayoría de sus escritos son poesía; sus comentarios están en
prosa, pero los restos de estos son escasos. Sus homilías e himnos están todos
en métrica, y de una gran belleza. Tal tierna y amorosa piedad es muy difícil
encontrar en los Padres. Las 23 homilías de Afrates (326-7) un obispo de
Mesopotamia, son de gran interés.
(6) San Hilario de Poitiers es el más famoso de los oponentes primitivos del
Arianismo en Occidente. Escribió comentarios y obras polémicas, incluyendo el
gran tratado “De Trinitate” y una obra histórica perdida. Su estilo es
afectadamente comprometido y oscuro, aunque sin embargo es un teólogo de
considerable mérito. El mismo nombre de su tratado sobre la Trinidad demuestra
que consideró el dogma bajo el punto de vista Occidental de una Trinidad en
Unidad, aunque ha empleado las obras de Orígen, Atanasio y otros Orientales. Sus
exégesis son del tipo alegórico. Hasta el día de hoy, el único gran Padre Latino
fue San Cipriano, e Hilario no tuvo rival en su propia generación. Lucifer,
Obispo de Calaris en Cerdeña fue un rudo controversialista que escribió de
manera muy popular y casi falto de educación. El español Gregorio de Illiberis,
del Sur de España, sólo hoy recibe lo debido, dado que Dom. A. Wilmart restauró
en 1908 el importante tal llamado "Tractatus Origenis de libris SS. Scripturae",
El cual el y Batiffol habían publicado en 1900 como obras genuinas de Origen
traducidas por Victorinus de Pettau. Los comentarios y obras anti-Arianas de
Marius Victorinus retórico convertido, no tuvieron éxito. San Eusebio de
Versalles sólo nos dejó unas cuantas cartas. La fecha de los cortos discursos de
Zeno de Verona es incierta. La refinada carta del papa Julios I a los Arianos y
algunas cartas de Liberius y Damasus son de gran interés.
El mayor de los oponentes del Arianismo en Occidente fue San Ambrosio (m. 397).
Su santidad y sus grandes acciones lo hacen una de las figuras más solemnes del
período patrístico. Desafortunadamente el estilo de sus escritos es a menudo
poco placentero, afectado e intrincado sin ser correcto o artístico. Su exégesis
no es meramente del tipo alegórico extremo, sino tan imaginativo que a veces
parece absurdo. Y, sin embargo, cuando no está atento, habla con elocuencia
genuina y sensitiva; produce apotegmas de admirable brevedad, y sin ser un
teólogo profundo, muestra una maravillosa profundidad en su pensamiento moral
ascético y materias devocionales. Así como su carácter nos exige entusiasmada
admiración, así también sus escritos se ganan nuestro respetuoso afecto, a pesar
de sus bastante irritantes defectos. Es fácil ver que es muy leído dentro de los
clásicos y los escritores Cristianos del Este y el Oeste, aunque sus mejores
pensamientos son todos propios.
(7) En Roma un escritor original, extraño y docto compuso un comentario sobre
las Epístolas de San Pablo y una serie de cuestiones sobre el Antiguo y Nuevo
Testamentos. Usualmente se habla de él como un Ambrosiano, y tal vez pudo haber
sido un judío converso llamado Isaac quien luego renegó. San Dámaso escribió
versos que son pobre como poesía pero interesante porque nos entrega información
sobre los mártires y las catacumbas. Su secretario por un tiempo fue San
Jerónimo, Pannoniano de nacimiento, y Romano por bautismo. Este docto Padre,
"Doctor maximus in Sacris Scripturis", es bien conocido por nosotros, porque
casi todo lo que escribió es una revelación de sí mismo. Relata al lector sus
inclinaciones y antipatías, sus entusiasmos y sus irritaciones, sus amistades y
enemistades. Si a menudo está fuera de sí, es muy humano, muy afectuoso, muy
asceta, muy devoto de la ortodoxia y de muchas maneras de un carácter muy
amable; porque si es rápido en ofenderse, es fácil en apaciguarse, es laborioso
mas allá de la capacidad ordinaria y está contra la herejía que usualmente
enciende su ira. Vivió toda la última parte de su vida en un retiro en Belén,
rodeado del cariño de sus discípulos cuya incansable devoción muestra que el
santo era sin lugar a dudas un diamante en bruto, alguien podría decir, un ogro,
como es representado a menudo. No tenía gusto por la filosofía y rara vez se dio
tiempo para pensar aunque leyó y escribió incesantemente. Sus muchos comentarios
son breves y al punto, llenos de información y producto de una amplia lectura.
Su mejor obra fue la traducción del Antiguo Testamento del Hebreo al Latín.
Continuó las obras textuales de Origen, Pamfilo y Eusebio y su revisión de los
Evangelios Latinos demuestran el uso de un admirable Griego puro M.SS, aunque
pareciera haber gastado menos dolores en el resto del Nuevo Testamento. Atacó
las herejías con mayor claridad, con toda la vivacidad, y con mucho más que la
elocuencia y eficiencia que Tertuliano. Usó las mismas armas contra cualquiera
que lo atacara y especialmente contra su amigo Rufinus, durante su pasajero
período hostil.
Si sólo “tal vez” es el mas docto de los Padres, está mas allá de duda, que es
el escritor en prosa más grande entre todos ellos. No podemos comparar su
energía y habilidades con la originalidad y pulido de Cicerón o con la delicada
perfección de Platón, pero ninguno de ellos o ningun otro escritor puede
compararse con Jerónimo en su propia esfera. No intenta vuelos de la
imaginación, la entonación musical, ni pintura con palabras; no tiene un
lenguaje fluido de miel como Cipriano ni torrente de frases como Crisóstomo; es
un escritor, no un orador, y un escritor erudito y clásico. Aunque sus cartas,
por su fuerza y vividez impactante, por su punto e inteligencia, por su tersa
expresión, nunca fueron ni serán escritas. No hay sentido de esfuerzo y aunque
nos sentimos que el lenguaje debió haber sido estudiado, raramente nos atrevemos
a llamarlo lenguaje estudiado, porque Jerónimo conoce el extraño secreto de
pulir sus armas de acero mientras están al fuego blanco, y de lanzarlo antes que
se enfríen. Era un peligroso adversario. Tenía el desafortunado defecto de su
extraordinaria prontitud, de su extremada inexactitud y sus declaraciones
históricas necesitan un cuidadoso control. Sus biografías de los ermitaños, sus
palabras sobre la vida monástica, la virginidad, la fe Romana, nuestra Bendita
Señora, las reliquias de los santos, han ejercido gran influencia. Solo se ha
sabido en los últimos años, que Jerónimo era un predicador; los pequeños
discursos ex tempore publicados por Dom Mona están llenos de su irrepresible
personalidad y su descuidada erudición.
(8) Africa, ocupada en una batalla propia, desconocía el problema Ariano. El
Donatismo (311-411) fue por largo tiempo soberano en Numidia y a veces en otras
partes. La mayoría de los escritos de los Donatistas han perecido. Cerca del 370
San Optatus publicó una obra efectiva controversial contra ellos. El ataque fue
continuado por un aún mayor controversial San Agustín, con un éxito maravilloso,
de tal que el cisma crónico fue prácticamente final veinte años antes de la
muerte del santo. Tan afortunado evento volvió los ojos de todo el Cristianismo
al brillante protagonista de los Católicos Africanos quien ya había enfrentado
trayendo contratiempos a los escritores Latinos Maniqueos. Desde 417 hasta su
muerte en 431, estuvo comprometido en un conflicto aún mayor, con la herejía
filosófica y naturalista de Pelagio y Caelestius. En esta, al principio fue
asistido por el anciano Jerónimo; los papas condenaron a los innovadores y el
emperador legisló contra ellos. Si San Agustín tiene la fama única de haber
destruido tres herejías, es porque era tan ansioso en persuadir como en refutar.
El fue tal vez el mayor escritor controversial que el mundo jamás ha visto.
Además de esto, no sólo era el mayor filósofo entre los Padres, sino que era el
único gran filósofo. Sus obras puramente teológicas, especialmente su “De
Trinitate” son insuperables en profundidad, comprensión y claridad, entre los
escritores eclesiásticos primitivos, ya sea en Occidente o en Oriente. Como
teólogo filosófico no tuvo superior, excepto a su propio hijo y discípulo, Santo
Tomás de Aquino. Probablemente es correcto decir que ninguno, excepto
Aristóteles, ha ejercido tan vasta, tan profunda y tan beneficiosa influencia
sobre el pensamiento Europeo. Agustín mismo era en todo platónico. Como
comentador, poco se preocupó por la letra, y todo por el espíritu, aunque su
armonía con los Evangelios, demuestra que pudo cuidar los datos históricos y los
detalles. Las tendencias alegorizantes que heredó de Ambrosio, su padre
intelectual, lo llevó a veces a extravagancias, aunque más a menudo se eleva que
comenta y su “In Genesim in litteram” y sus tratados sobre los Salmos y sobre
San Juan son obras de extraordinario poder e interés, y bastante merecedoras, en
un estilo totalmente diferente, del rango de Crisóstomo sobre Mateo. San Agustín
era un profesor de retórica antes de su maravillosa conversión; pero como San
Cipriano, e incluso más que San Cipriano, puso a un lado, como un Cristiano,
todos los artífices de la oratoria que conocía muy bien. Se mantuvo correcto en
la gramática y de perfecto buen gusto, junto con el poder de hablar y escribir
con facilidad en un estilo de maestra simplicidad y dignidad aunque casi con
llaneza coloquial. Nada pudo ser tan individual que este estilo de San Agustín,
donde habla al lector o a Dios con perfecta apertura y con una asombrosa, y casi
siempre exasperante sutileza de pensamiento. Tenía el poder de considerar
totalmente un tema y continuarlo, y era demasiado concienzudo para no usar este
talento al extremo. De gran inteligencia y profunda visión, era también un
erudito. Manejaba el Griego solo al final de su vida, con el objeto de
familiarizarse con las obras de los Padres orientales. Si “De Civitate Dei”
demuestra abundancia de lectura; más aún, lo coloca en el primer lugar entre los
apologistas. Antes de su muerte (431) fue objeto de extraordinaria veneración.
Fundó un monasterio en Tagaste, el cual entregó obispos y vivió en Hippo con su
clero en vida común, la cual los Cánones Regulares de tiempos posteriores
siempre vieron como su modelo. La Gran Orden Domínica, los Agustinos y un sin
número de congregaciones de monjas aún lo ven como su padre y legislador.
Sus obras devocionales estuvieron de moda solo para otro de sus hijos
espirituales, Tomás de Kempis. Tuvo en su vida reputación de milagros y su
santidad es sentida en todos sus escritos, y se respira en la historia de su
vida. Ha sido notado que en este obispo de muchas caras, existía cierta simetría
que lo hizo casi un modelo sin fallas de hombre santo, sabio y activo. Es bueno
recordar que fue esencialmente un penitente.
(9) En España, el gran poeta Prudencio, superó a todos sus predecesores, de los
cuales el mejor había sido Juvencus y el casi pagano retórico Ausonius. Los
curiosos tratados del hereje español Priscilliam fueron descubiertos solo en
1889. En la Galia, Rufinus de Auileia debe ser mencionado como el más libre
traductor de Origenes, etc y de la “Historia” de Eusebio la cual continuó hasta
sus días. En el Sur de Italia, su amigo Paulinus de Nola nos dejó píos poemas y
elaboradas cartas.
D. (1) Los fragmentos de los escritos de Nestoirus, fueron coleccionados por
Loofs. Algunos de ellos, fueron preservados por un discípulo de San Agustín,
Marius Mercator, quien hizo dos colecciones de documentos en relación al
Nestorianismo y el Pelagianismo respectivamente. El gran adversario de Nestorius,
San Cirilo de Alejandría, tuvo por opositor a un escritor aún más grande,
Theodoret, Obispo de Cyrus. Cirilo es un escritor bastante voluminoso, y sus
largos comentarios sobre la veta mística Alejandrina, no tienen mucho interés
entre los lectores modernos. Pero sus tratados y cartas principales sobre la
cuestión Nestoriana, lo muestran como un teólogo que tuvo un profundo
conocimiento espiritual dentro del significado de la Encarnación y sus efectos
sobre la raza humana – el levantamiento del hombre a la unión con Dios. Vemos
aquí la influencia del ascetismo Egipcio de Antonio el Grande (cuya vida fue
escrita por San Atanasio) y de Macario (uno de los cuales dejó algunas valiosas
obras en Grieogo) y Pachomius, de su propio tiempo. En sus sistemas ascéticos,
la unión con Dios por contemplación era naturalmente el fin en visión pero uno
se sorprende cuan poca meditación hicieron sobre la vida y pasión de Cristo. No
es omitido, pero la tendencia así como San Cirilo y con los Monophysitos quienes
creyeron y lo siguieron, es pensar mas bien en la divinidad que en la Humanidad.
La escuela de Antioquia había exagerado la tendencia contraria, fuera de la
oposición al Apolinarianismo, que hizo la humanidad de Cristo incompleta, y
pensaron mad del hombre unido a Dios que de Dios hecho hombre. Theodoret sin
dudas evitó los excesos de Teodoro de Nestorius y su doctrina fue al fin
aceptada por San Leo como ortodoxa, a pesar de sus temprana persistente defensa
de Nestorius. Su historia de los monjes es menos valiosa que los escritos
anteriores de testigo – Paladio en el Este, Rufino y después Casiano en
Occidente. Pero la “Historia” de Teodoro como continuación de la de Eusebio
contiene información valiosa. Su escritos apologetas y controversiales son las
obras de un buen teólogo. Sus piezas maestras son sus obras exegéticas, las
cuales no son ni oratorias como aquellas de Crisóstomo, ni exageradamente
literales como aquellas de Teodoro. Con el la gran escuela de Antioquia
honorablemente terminó, como la Alejandrina con San Cirilo. Junto con estos
grandes hombres, puede ser mencionado el consejero espiritual de San Cirilo, San
Isidoro de Pelusium, cuyas 2000 cartas tratan principalmente con la exégesis
alegórica, los comentarios sobre San Marcos por Víctor de Antioquia y la
introducción a la interpretación de las Escrituras por el monje Hadrian, un
manual del método antioquino.
(2) La controversia Eutiquiana no produjo grandes obras en Oriente. Tales obras
de los Monophysitos, como habían sobrevivido están en versiones Sirias o
Cópticas.
(3) Los dos historiadores de Constantinopla, Sócrates y Sozoman, a pesar de sus
errores, contienen algunos datos que son preciados, mientras que muchas de las
fuentes que utilizaron están perdidas para nosotros. Con Theodoret, su
contemporáneo, formaron una tríada justo en la mitad del siglo. San Nilus de
Sinai es el más importante entre muchos escritores ascéticos.
(4) San Sulpicius Severus, un noble de la Galia, discípulo y biógrafo del gran
San Martín de Tours era un clásico erudito, quien se muestra a sí mismo como un
escritor elegante en su “Historia Eclesiástica”. La escuela de Lérins, produjo
muchos escritores además de San Vicente. Podemos mencionar a Eucherius, Faustus
y el gran San Cesareo de Arles (543). Otros escritores Galos fueron Salviano,
San Sidonio Apolinaris, Gennadius, San Avitas de Viena y Julianus Pomerius.
(5) En Occidente, las series de decretos papales comenzaron con el Papa Siricus
(384-98). Han sido preservadas gran cantidad de cartas de los papas más
importantes. Aquellas del sabio San Inocente I (401-17), el cascarrabias San
Zosimus (417-8) y el severo San Celestino son, probablemente, los más
importantes de la primera mitad del siglo; en la segunda mitad, aquellas de
Hilarus, Simplicius y sobre todo, del docto San Gelasius (492-6). A mediados del
siglo tenemos a San Leo, el más grande de los primeros papas, cuya inmutabilidad
y santidad salvó a Roma de Atila, y a los Romanos de Genseric. Pudo haber sido
inflexible en el enunciado de un principio; fue condescendiente al condonar las
faltas de disciplina en pro de la paz además de ser un hábil diplomático. Sus
sermones y cartas dogmáticas en su larga correspondencia, nos lo muestran como
el más lúcido de todos los teólogos. Claro en su expresion, no por
superficialidad, sino porque pensaba clara y profundamente. Navegó entre el
Nestorianismo y el Eustaquismo, sin utilizar distinciones sutiles o argumentos
elaborados, sino realizando simples definiciones con palabras precisas. Condenó
el Monotelismo por anticipación. Su estilo era cuidadoso, con cadencias
métricas. Su majestuoso ritmo y sus sonoras conclusiones vistieron al lenguaje
Latino con un nuevo esplendor y dignidad.
E. (1). En el siglo sexto la gran correspondencia del Papa Homisdas es del más
gran interés. Aquel siglo concluyó con San Gregorio el Grande, cuyo celebrado
“Registrum” excede en volumen por varias veces las colecciones de las cartas de
otros papas anteriores. Las Epístolas son de gran variedad y arrojan luz sobre
varios intereses de la vida del gran papa y una variedad de eventos en Oriente y
Occidente de su época. Sus “Morales en el Libro de Job” no es un comentario
literal sino que pretende sólo ilustrar el sentido moral que subyace en el
texto. Con toda la extrañeza que se presenta ante las nociones modernas, es una
obra plena de sabiduría e instrucción. Son de especial interés, las advertencias
de San Gregorio sobre la vida espiritual y sobre la contemplación. Como teólogo
su originalidad radica en que combina toda la teología tradicional de Occidente
sin agregarle nada. Comúnmente, sigue a Agustín como teólogo, comentador y
predicador. Sus sermones son admirablemente prácticos; son modelos de lo que
debe ser un buen sermón. Después de San Gregorio, hubieron algunos grandes papas
cuyas cartas ameritan ser estudiadas, tales como las de Nicolás I y Juan VIII;
pero estos y muchos escritores posteriores de Occidente pertenecen propiamente
al período medieval. San Gregorio de Tours es ciertamente medieval, aunque el
erudito Bede es bastante patrístico. Su gran historia es la más fidedigna y
perfecta historia que podemos encontrar en los primeros siglos.
(2) En Oriente, la última mitad del siglo quinto fue muy estéril. El siglo sexto
no fue mucho mejor. La importancia para la historia del dogma, de Leoncio de
Byzancio (m. 543) solo fue considerada mas tarde. Los poetas y hagiógrafos,
cronistas, canonistas y escritores ascetas se sucedían unos a otros. A través de
comentarios, Catenas estaba a la orden del día. Debemos nombrar a San Maximo
Confesor, Anastasio del Monte Sinai y Andrés de Cesarea.
El primero de éstos comentó sobre las obras del seudo Dionisio, el Areopagita,
quien probablemente fue el primero en ver la luz hacia el fin del siglo quinto.
San Juan Damascos (750) conluye el período patrístico con sus polémicas contra
las herejías, sus escritos exegetas y ascetas, sus bellos himnos y sobre todo su
“Fuente de Sabiduría” la cual es un compendio de la teología patrística y una
especie de anticipación a la Escolástica. Sin dudas, la “Summae Theologicae” de
la Edad Media se encuentran en las “Sentencias” de Pedro Lombardo, quien tomó el
esqueleto de su obra del último de los Padres Griegos.
III. Características de los escritos patrísticos.
A. Comentarios.
Hemos visto que la escuela literal de exégesis tiene su hogar en Antioquía,
mientras que la escuela alegórica era Alejandrina y todo Occidente, siguió el
método alegórico, mezclando el literalismo en varios grados. La sospecha de
Arianisno nos hace perder a los escritores del siglo cuarto de la escuela de
Antioquia, tales como Teodoro de Heraclea y Eusebio de Emesa y el cargo de
Nestorisnimo causó que los comentarios de Diodorus y Teodoro de Mopsuestia (la
mayor parte) desaparecieran. La Escuela Alejandrina ha perdido sin embargo aún
más, por lo menos del gran Orígen no quedan sino fragmentos y versiones no
confiables.
Los grandes de Antioquía, Crisóstomo y Teodoret tienen una comprensión real del
sentido del texto sagrado. Lo tratan con reverencia y amor y sus explicaciones
tienen un valor profundo porque el lenguaje del Nuevo Testamento era su propia
lengua, de manera que nosotros, los modernos no podemos darnos el lujo de
descuidar sus comentarios. Por el contrario, Origen el plasmador del tipo
alegórico de comentarios, quien había heredado la tradición Filónica de los
Judíos Alejandrinos, era esencialmente irreverente con los autores inspirados.
El Antiguo Testamento, estaba para él lleno de errores, mentiras y blasfemias,
hasta donde en lo que atañe a sus cartas, y su defensa de el contra los paganos,
los Gnósticos, y especialmente los Marcionistas, era solo para puntualizar al
significado espiritual. Teóricamente, distinguía un sentido triple, el somático,
el psíquico y el neumático, siguiendo la tricotomía de San Pablo; pero en la
práctica otorgó principalmente el espiritual como opuesto al corporal o literal.
A veces San Agustín defiende el Antiguo Testamento contra los Maniqueos en el
mismo estilo y ocasionalmente de un modo no tan convincente, pero con gran
moderación y freno. En su “De Genesi ad litteram” el había logrado un método
mucho mas efectivo con su usual brillante originalidad mientras señala que las
objeciones traídas contra la verdad de los primeros capítulos del libro
invariablemente descansan sobre la asunción sin base que quien objecta ha
encontrado el verdadero significado del texto. Pero Origen aplicó su método,
aunque parcialmente, incluso al Nuevo Testamento y consideraba a los
Evangelistas como a veces falsos en la letra, pero como guardando la verdad en
un escondido sentido espiritual. En este punto el buen sentido de los Cristianos
los previno de seguirlo. Aunque el brillante ejemplo que dio al darle curso al
alboroto en la fantastica exégesis que alentó su método, tuvo una influencia
desafortunada. Es aficionado a dar una variedad de explicaciones a un solo
texto, y su promesa de no sostener nada que no pueda ser probado desde las
Escrituras, se torna ilusorio cuando muestra por ejemplo que ninguna parte de
las Escrituras puede significar nada que el desea. La índole reverente de los
escritores posteriores y especialmente en los Occidentales, quienes preferían
representar como el verdadero significado del escritor sagrado, la alegoría, la
cual les parecía a ellos lo más obvio. San Ambrosio y San Agustín en sus bellas
obras sobre los Salmos mas bien espiritualizador o moralizador mas que
alegóricas y sus interpretaciones imaginativas son principalmente de eventos,
acciones, números, etc. Pero casi toda interpretación alegórica es tan
arbitraria y depende tanto del capricho del exegeta que es difícil conciliar con
la reverencia, sin embargo, algunos podrían quedar maravillados por la belleza
de mucha de ella. Una forma alternativa de defender el Antiguo Testamento fue
inventada por el ingenioso autor del pseudo-Clementinos; afirma que ha sido
depravado e interpolado. El saber de San Jerónimo hizo única su exégesis;
frecuentemente otorga explicaciones alternativas y se refiere a los autores que
ha adoptado. Desde la mitad del siglo quinto en adelante, comentarios de segunda
mano son universales tanto en Oriente como en Occidente y la originalidad
desaparece casi por completo. Andrés de Cesarea es tal vez la excepción por sus
comentarios sobre el libro que escasamente ha sido leído en el Este, el
Apocalipsis.
Las discusiones del método no son escasas. Clemente de Alejandría entrega “los
métodos tradicionales literal, típico, moral y profético. La tradición viene
obviamente del Rabanismo. Debemos admitir que tiene en su favor la práctica de
San Mateo y San Pablo. Incluso más que Orígen, San Agustín teorizó sobre la
materia. En su “Doctrina Cristiana” nos entrega elaboradas reglas de exégesis.
En todas partes, distingue cuatro sentidos de las Escrituras: histórico,
aetiologo (económico), analógico (donde el Nuevo Testamento explica el Antiguo
Testamento) y alegórico (“De Util. Cred.”, 3; cf “De Vera Rel”, 50).
El libro de reglas compuesto por el Donatista Ticonius, tiene su análogo en los
“cánones” más pequeños de las Cartas de San Pablo por Priscillian. Hadrian de
Antioquia fue mencionado más arriba. San Gregorio el Grande compara las
Escrituras con un río tan superficial que un cordero puede caminar en el, tan
profundo que un elefante puede flotar. (Pref. "Morales sobre Job”). Distingue
los sentidos histórico y literal, el moral y el alegórico o típico. Si los
Padres Occidentales son imaginativos, no obstante esto es mejor que el extremo
liberalismo de Teodoro de Mopsuestia, quien rehusó alegorizar incluso el Cantar
de los Cantares.
B. Predicadores.
Tenemos sermones de la Iglesia Griega mucho mas primitivos que de la Latina. Sin
dudas, Sozomen nos relata hasta hoy día (c. 450) que no habían sermones públicos
en las iglesias en Roma. Esto parece casi increíble. Sin embargo, los sermones
de San Leo, ciertamente los primeros predicados en Roma han llegado a nosotros,
por aquellos de Hipólito que están todos en Griego; a no ser que la homilía
“Adversus Alcatores” sea un sermón de un antipapa Novaciano. La series de
predicadores latinos comenzó en las mitad del siglo cuarto. La así llamada
“Segunda Epístola de San Clemente” es una homilía perteneciente posiblemente al
siglo segundo. Muchos de los comentarios de Origen son una serie de sermones,
como es el caso posterior con todos los comentarios de Crisóstomo y muchos de
San Agustín. En muchos casos los tratados son compuestos por una serie de
sermones, como, por ejemplo, es el caso de algunos de aquellos de Ambrosio,
quien al parecer reescribió sus sermones luego de entregarlos. El “De
Sacaramentis” puede ser posiblemente la versión de un escritor taquígrafo de la
serie las cuales el santo mismo editó bajo el título “De Misteriis”. En
cualquier caso “De Sacramentis” (ya sea por Ambrosio o no) tiene una frescura e
inocencia la cual es, sin dudas, escasa en la ciertamente auténtica “De
Misterios”. Similarmente, la gran serie de sermones predicados por San
Crisóstomo en Antioquia fueron evidentemente escritos o corregidos por su propia
mano, pero aquellos que entregó en Constantinopla fueron ya sea rápidamente
corregido o de ningún modo. Sus sermones sobre los Hechos, que han llegado hasta
nosotros en dos textos bastante distintos en la MSS., son probablemente
conocidos por nosotros solo en las formas en las cuales fueron tomadas por dos
diferentes taquígrafos. San Gregorio Nazianceno se queja de la inoportunidad de
aquellos taquígrafos (Orat. Xxxii), como San Jerónimo lo hace de sus
incapacidades (Ep. Lxxi,5). Su arte fue evidentemente altamente perfeccionado, y
algunos de estos especimenes, llegaron a nosotros. Eran oficialmente empleados
en los concilios (ejemplo en la gran conferencia con los Donatistas en Cartago,
el año 411, escuchamos de ellos). Parece ser que muchos o la mayoría de los
obispos en el Concilio de Efeso, el año 449, tenían sus propios taquígrafos con
ellos. El método de tomar notas y de amplificar es ilustrado en los Hechos del
Concilio de Constantinopla del 27 de Abril del año 449.
Muchos de los sermones son ciertamente de notas. Respecto a los otros, no
tenemos certeza, porque el estilo de los escritos es tan coloquial que es
difícil llegar a algún criterio. Los sermones de San Jerónimo en Belén,
publicado por Dom Morin, vienen de informes taquigráficos y los discursos mismos
eran conferencias desprovistas sobre porciones de los Salmos o de los Evangelios
que han sido cantados en la liturgia. El orador a menudo era claramente
precedido por otro sacerdote, y en el Dia de la Navidad Occidental, la cual era
guardada sólo por su comunidad, el obispo estaba presente y hablaría al final.
De hecho, el peregrino AEtheria nos relata que en Jerusalem en el siglo cuarto,
todos los sacerdotes presentes si así lo decidían hablaban en turnos y el obispo
lo hacía al final. Tales comentarios improvisados estaban lejos, sin dudas, de
los discursos oratorios de San Gregorio Nazianceno, de los encumbrados vuelos de
Crisóstomo, del torrente de repeticiones que caracteriza los cortos sermones de
Pedro Crisologus, de las diáfanas frases de Maximo de Turín, y los ritmos
ponderados de Leo el Grande. La elocuencia de estos Padres no es necesario ser
descrita aquí. En Occidente, podemos agregar en el siglo cuarto a Gaudentius de
Brescia; algunas pequeñas colecciones de interesantes sermones aparecen en el
siglo quinto; el sexto abre con las numerosas colecciones hechas por San
Cesarius para uso de los predicadores. Prácticamente no hay edición de las obras
de este eminente y práctico obispo. San Gregorio (aparte de algunas fantásticas
exégesis) es el predicador más práctico de Occidente. Nada puede ser más
admirable de ser imitado que San Crisóstomo. Los escritores más ornados están
menos seguros de ser copiados. El estilo de San Agustín es demasiado personal
como para ser un ejemplo, y muy pocos han sido tan eruditos, tan grandes y
preparados que se puedan aventurar a hablar con la simpleza con la que a menudo
lo hace.
C. Escritores.
Los Padres no pertenecen estrictamente al período clásico ni Griego ni Latino;
pero esto no implica que escribieran mal el Latín o el Griego. La forma
conversacional de la Coiné o el dialecto común Griego, el cual se encuentra en
el Nuevo Testamento y en muchos papiros, no es el lenguaje de los Padres,
excepto de los más antiguos. Porque los Padres Griegos escriben en un estilo más
clásico que la mayoría de los escritores del Nuevo Testamento; ninguno de ellos
usa el Griego vulgar o sin gramática, mientras que si algunos Atticize, por
ejemplo, los de Cappadocia y Synesius. A menudo, los Padres Latinoso son menos
clásicos. Tertuliano es un Carlyle Latino; sabía Griego y escribió libros en esa
lengua e intentó introducir términos eclesiásticos en Latin. En “Ad Donatum” de
San Cipriano probablemente su primer escrito Cristiano, muestra una preciosidad
Apuleian que evitó en todas sus otras obras, pero la cual su biógrafo Poncio ha
imitado y exagerado. Hombres como Jerónimo y Agustín quienes tenían un
conocimiento acabado de la literatura clásica, no podrían haber usado trucos de
estilo, y cultivaron una manera que puede haber sido correcta, aunque simple y
al grano; sin embargo, su estilo no pudo haber sido el que fue sino por sus
estudios previos. Porque el Latín hablado en todos los siglos patrísticos, era
muy diferente al escrito. Tenemos ejemplos de la lengua vulgar aquí y allá en
las cartas del Papa Cornelio como fueron editadas por Mercati, en el siglo
tercero, o en la Regla de San Benedicto en Wölfflin o en las ediciones de Dom
Mona en el sexto. En el último encontramos modernismos tales como cor
murmurantem, post quibus, cum responsoria sua, lo cual muestra cómo la confusión
de géneros y casos de los clásicos fueron desapareciendo hacia una simplicidad
más razonable de italiano. Alguno de los Padres usan los finales rítmicos de los
“cursos” en su prosa; algunos tienen el posterior final tónico los cuales fueron
corrupciones de las correctas prosódicas. Ejemplos familiares de lo anterior
están en las colecciones más antiguas de la Misa; del último Te Deum es una
instancia obvia.
D. Oriente y Occidente.
Antes de hablar de las características teológicas de los Padres, debemos tomar
en cuenta la gran división del Imperio Romano en dos lenguas. El lenguaje es el
gran separador. Cuando los emperadores dividen el Imperio, no fue precisamente
de acuerdo al lenguaje; tampoco fueron mas exactas las divisiones eclesiásticas,
dado que la gran provincia de Illyricum, incluyendo Macedonia y toda Grecia,
estaban más vinculados a Occidente a través de por lo menos una gran parte del
período patrístico, y fue gobernada por la Arzobispo de Tesalónica, no como su
exarca o patriarca, sino como legado papal. Pero al considerar las producciones
literarias de la época, debemos clasificarlas como Latinas o Griegas, y es a
ello a lo que nos referimos por Occidental y Oriental. La comprensión de las
relaciones entre Griegos y Latinos es a menudo oscura por ciertas preposesiones.
Hablamos del “inmutable Este”, de los filosóficos griegos como opuestos a los
prácticos Romanos, del reposado pensamiento de la mentalidad Oriental contra la
velocidad y la clasificación metódica que caracteriza la inteligencia
Occidental. Todo esto es bastante desorientador y es importante volver a los
hechos. En primer lugar, el Este fue convertido mucho más rápidamente que el
Oeste. Cuando Constantino hizo del Cristianismo la religión establecida de ambos
imperios desde el año 323 hacia delante, existía un notable contraste entre los
dos. En el Oeste el paganismo estaba en todas partes y en una gran mayoría,
excepto posiblemente en Africa. Pero en el mundo Griego, la Cristiandad era
bastante igual que las antiguas religiones en influencia y números; en las
grandes ciudades, podríamos decir que era predominante, y algunos pueblos eran
prácticamente Cristianos. La historia relatada por San Gregorio el Trabajador
Maravilla que encontró 17 Cristianos en Neocesarea cuando fue obispo, y que dejó
la misma ciudad con 17 paganos cuando murió (270-5) debe ser sustancialmente
cierta. Tal historia en el Oeste podría ser absurda. Las villas en los países
Latinos eran sostenidas por mucho tiempo, y los pagani mantenían su adoración a
los dioses antiguos incluso después de que fueron nominalmente Cristianizados.
Por el contrario, en Frigia, mucho antes de Constantino, todas las villas eran
Cristianas, por lo que también es cierto que en otros sitios, el día de Juliano,
algunos pueblos aún eran paganos – Gaza en Palestina es un ejemplo; pero luego
Maiouma, el puerto de Gaza, era Cristiano.
Debemos notar, entre otras, dos consecuencias de esta rápida evangelización del
Este. En primer lugar, mientras el lento progreso de Occidente era favorable a
la preservación de la inmutable tradición, la rápida conversión del Este estuvo
acompañada por un ágil desarrollo el cual, en la esfera del dogma, fue
precipitado, desigual, y pleno de error. En segundo lugar, la religión del Este
participó, incluso durante los heroicos tiempos de persecución, del mal el cual
Occidente sintió tan profundamente después de Contantino, el cual fue, de las
masas dentro de la Iglesia de multitudes que fueron solo Cristianizadas a
medias, porque era lo que estaba de moda o porque eran vistas una parte de las
bellezas de la nueva religión y de los absurdos de lo viejo. Actualmente tenemos
escritores Cristianos en el Este y Oeste, tales como Arnobius y en alguna medida
Lactantius y Julios Africanus, lo que muestra que eran solo la mitad de
instruídos en la Fe. Este debió ser en mucho el caso entre la gente en Oriente.
La tradición en el Este era menos considerada y la fe era menos profunda que en
las comunidades mas pequeñas de Occidente. Nuevamente, los escritores Latinos
comenzaron en Africa con Tertuliano, justo antes del tercer siglo, en Roma con
Novaciano, justo en la mitad del tercer siglo, y en España y la Galia no hasta
el cuarto. Aunque Oriente tuvo escritores en el siglo primero y númerosos en el
segundo; habían escuelas Gnósticas y Cristianas en el segundo y tercer siglos.
Sin duda, había escritores griegos en Roma en los dos primeros siglos y parte
del tercero. Pero cuando la Iglesia romana se tornó Latina fueron olvidados; los
escritores Latinos no citan a Clemente y Hermas; olvidaron completamente a
Hipólito, excepto su crónica y su nombre de tornó simplemente en un tema
legendario. Aunque Roma fue poderosa y venerada en el siglo segundo, el
rompimiento en su literatura fue completo. La literatura latina es, por lo tanto
un siglo y medio mas jóven que la Griega; sin duda es prácticamente dos siglos y
medio más jóven. Tertuliano subsiste solo y se volvió un hereje. No fué sino
hasta la mitad del siglo cuarto que apareció un solo Padre para lectura
espiritual de los educados Cristianos Latinos y es natural que la versometría,
editada (tal vez semi oficialmente) bajo el Papa Liberius para el control de los
precios de los libros, produjo las obras de San Cipriano así como también los
libros de la Biblia Latina. Esta posición única de San Cipriano fue hasta hoy
reconocida al principio del siglo quinto. Desde Cipriano (m. 258) a Hilario
había escasamente un libro latino que pudiera ser recomendado para lectura
popular excepto "De mortibus persecutorum", de Lactantius y no había teología
del todo. Incluso un poco después, los comentarios de Victorinus el Retórico no
tenían valor y aquellos de Isaac el Judío (¿) eran extraños. El unico período
vigoroso de la literatura Latina es solo el siglo que termina con Leo (m. 461).
Durante aquel siglo, Roma había sido repetidamente capturada o amenazada por los
bárbaros; los Vandalos Arianos, además de devastar Italia y Galia, habían casi
destruído el Catolicismo de España y Africa; La Bretaña Cristiana había sido
asesinada en la invasión inglesa.
No obstante, Occidente había sido capaz de rivalizar con Oriente en rendimiento
y en elocuencia e incluso superarlo en conocimientos, profundidad y variedad. La
hermana mayor sabía poco de éstas producciones, pero Occidente estaba provista
con un considerable cuerpo de traducciones del Griego, incluso en el siglo
cuarto. En el sexto, Casiodoro se preocupó de aumentar la cantidad. Esto dio a
los Latinos una mayor perspectiva, e incluso el decaimiento de la academia la
cual Casiodoro y Agapito no pudieron remediar, y la cual el Papa Agato deploró
tan humildemente en su carta al concilio Griego de 680, fue resistido con un
cierto persistente vigor.
En Contantinopla, los medios de investigación eran abundantes, y existían muchos
autores; sin embargo, hay una declinación gradual hasta el siglo quince. Los
escritores mas notables son como vacilantes rodeados de chispas moribundas.
Habían cronistas y cronógrafos, aunque con escasa originalidad. Incluso el
Monasterio de Studium es difícilmente un despertar literario. En el Este no hay
entusiasmo como aquel de Casiodoro, de Isidoro, de Alcuin, mezclado por un mundo
bárbaro. Photius tanía excelentes bibliotecas a su disposición, sin embargo Debe
era un erudito mayor y probablemente sabía más de Oriente que Photius sabía de
Occidente. Las industriosas escuelas Irlandesas las cuales propagaban el saber
en todas partes de Europa no tenían paralelo en el mundo Oriental. Fue solo
después del siglo quinto que el Este comenzó a ser “inmutable”. Y en la medida
que el vínculo con Occidente creció menos y menos continuamente, su teología y
literatura se tornaron mas y mas momificadas; donde el mundo Latino floreció de
nuevo con un Anselmo, con un perspiecaz Agustín, un Bernardo, rival de
Crisóstomo, un Aquino, principe de los teólogos. Por lo tanto, vemos en los
primeros siglos un movimiento doble, del cual debemos hablar en forma separada:
un movimiento Oriental de teología, por el cual el Occidente impuso sus dogmas
sobre el reticente Oriente, y un movimiento Occidental sobre asuntos mas
prácticos – organización, liturgia, ascetas, devoción – por el cual Occidente
asimiló la rápida evolución de los Griegos. Primero, consideremos el movimiento
teológico.
E. Teología.
A través del siglo segundo, la porción Griega de la Cristiandad engendró
herejías. La multitud de escuelas Gnósticas intentó introducir todo tipo de
elementos extraños a la Cristiandad. Aquellos que enseñaron y les creyeron no
comenzaron de una creencia en la Trinidad y la Encarnación tal como nosotros
estamos acotumbrados. Marión no formó una escuela sino una Iglesia; su
Cristología estaba muy alejada de la tradición. Los montanistas provocaron un
cisma el cual conservó las creencias y prácticas tradicionales, pero afirmaron
una nueva revelación. Los líderes de todos los nuevos puntos de vista llegaron a
Roma e intentaron ganar allí una base; todos fueron condenados y excomunicados.
Al final del siglo, Roma tenía todo el Este concordando con su tradicional regla
que la Pascua de Resurrección debía celebrarse un Domingo. Las Iglesias del Asia
Menor tenían una costumbre diferente. Uno de sus obispos protestó. Aunque parece
ser que se sometieron casi de inmediato. En las primeras décadas del siglo
tercero, Roma imparcialmente repelió herejías opuestas, aquellas que
identificaban las tres Personas de la Santísima Trinidad sólo con una distinción
modal (Monaruistas, Sebelianos, “Patripasianos”) y aquellos que, por el
contrario, hicieron de Cristo un mero hombre o al parecer atribuían al Verbo de
Dios un ser distinto de aquel del Padre. Esta última concepción, para nuestra
sorpresa, es asumida, al parecer, por los primeros Griegos apologistas, aunque
en variado lenguaje; Atenágoras (quien como ateniense pudo haber tenido relación
con Occidente) es el único que afirma la Unidad de la Trinidad. Hipólito (de
alguna manera diverso en la “Contra Neitum” y en la “Philosophumena” si ambas
son suyas) enseñó la misma división del Hijo del Padre como tradicional y el
registra que el Papa Calixto lo condenó por Diteísta. Como muchos otros, Orígen
hace la procesión del Verbo dependiente de Su oficio de Creador; Y si es lo
suficientemente ortodoxo como para hacer la procesión, eterna y necesaria, esto
es solo porque ve a la Creación misma como necesaria y eterna. Su pupilo,
Dionisio de Alejandría, al combatir a los Sabelinos, quien no admitió una
distinción real en la Divinidad, manifestó la característica debilidad de la
teología Griega, aunque algunos de sus propios Egipcios estaban mas en lo
correcto que su patriarca y apelaron a Roma. El Alejandrino escuchó al Romano
Dionisio, en todo respetó la inmutable tradición e intachable ortodoxia de la
Sede de Pedro; su apología acepta la palabra "consubstancial", y explica, sin
sincera duda, que nunca ha querido decir otra cosa; pero tuvo que aprender a ver
más claramente sin reconocer cuan desafortunadamente puso en palabras sus
argumentos anteriores.
El no estaba presente cuando un concilio, principalmente de Origenistas,
justamente condenó a Pablo de Samosata (268); y estos obispos, sosteniendo el
punto de vista tradicional de Oriente, rehusaron usar la palabra
“consubstancial” por ser muy Sabelina. Los Arianos, discípulos de Luciano,
rechazaron (como lo hizo el mas moderado Eusebio de Cesarea) la eternidad de la
Creación, y fueron lo suficientemente lógicos como para argumentar que
consecuentemente “hubo (antes del tiempo) cuando el Verbo no era” y que El fue
una criatura. Todo el Cristianismo se horrorizó; pero Oriente fue rápidamente
aplacado con vagas explicaciones y luego de Nicea, el Arianismo real,
desenmascarado, difícilmente se mostró por cerca de cuarenta años. El punto más
alto de ortodoxia que Oriente pudo alcanzar es mostrado en las admirables
disertaciones de San Cirilo de Jerusalem. Hay un solo Dios, - enseñó – que es el
Padre, y Su Hijo es igual a El en todo, y el Espíritu Santo es adorado con
Ellos; no podemos separarlos en nuestra adoración. Pero el no se pregunta cómo
es que no hay tres Dioses; no usará la palabra niceana “consubstancial” y nunca
sugiere que hay una Divinidad común a las tres Personas. Si vemos a los Latinos,
todo es diferente. El monoteísmo esencial del Cristianismo no es guardado en
Occidente con sólo decir que hay “un Dios el Padre” como en todos los credos
Orientales, sino que los teólogos enseñan la unidad de la esencia divina, en la
cual subsisten tres Personas. Si Tertuliano y Novaciano usan el lenguaje
subordinacionista del Hijo (tal vez prestado de Oriente) tiene poca consecuencia
si lo comparamos con su doctrina principal, que hay una sustancia del Padre y
del Hijo. Calixto excomulgó igualmente a aquellos que negaron la distinción de
Personas, y a aquellos que rehusaron afirmar la unidad sustancial. El Papa
Dionisio estaba impresionado que su homónimo no usara la palabra
“consustancial”- esto es mas de sesenta años antes de Nicea. En aquel gran
concilio un obispo occidental tuvo el primer lugar con dos sacerdotes romanos, y
el resultado de la discusión es que la palabra romana “consustancial” se impone
sobre todas las demás. En Oriente, el concilio logra una conspiración de
silencio; los Orientales no usarían la palabra. Incluso Alejandría, que había
mantenido la doctrina de Dionisio de Roma, no está convencida que la política
era buena, y Atanasio gasta su vida luchando por Nicea, aunque raramente usa la
palabra crucial. Tomó medio siglo a los Orientales digerirlo; y cuando lo
hicieron, no sacaron todo el provecho de su significado. Es curioso cuan poco
interés, incluso de Atanasio por la Unidad de la Trinidad, la cual raramente
menciona excepto al citar al Dionisio; es Didymus y los Cappadocianos que
parafrasearon la doctrina Trinitaria hasta cierto dado el punto que con los
siglos fuera consagrada – tres hipóstasis, una usia; aunque esto es meramente la
traducción convencional de la antigua fórmula Latina, aunque nueva para Oriente.
Si volvemos a los tres siglos, el segundo, tercero y cuarto de los que hemos
estado hablando, podemos ver que la Iglesia griego-parlante enseñó la Divinidad
del Hijo y Tres Personas inseparables, y un Dios, el Padre, sin ser
filosóficamente capaces de armonizar estas concepciones. Los intentos que se
hicieron, fueron a veces condenados como herejía en la unica dirección o la
otra, o a lo más, llegaron a explicaciones insatisfactorias y erróneas, tales
como la distinción del logos endiathetos y el logos prophorikos o la afirmación
de la eternidad de la Creación. La Iglesia Latina siempre preservó la simple
tradición de tres Personas distintas y una Esencia divina. Debemos juzgar a los
Orientales de haber comenzado de una tradición menos perfecta, porque sería muy
duro acusarlos de perversión voluntaria. Pero muestran su amor por distinciones
sutiles al mismo tiempo queda desnudo su deseo de comprensión filosófica. La
gente común hablaba de teología en las calles; aunque los teólogos profesionales
no veían que la raíz de la religión fuera la unidad de Dios y eso, al parecer es
mejor ser un Sabelino que un Semi-Ariano, Hay algo mitológico en sus
concepciones, incluso en el caso de Origen aunque, sin embargo fuera un pensador
importante en comparación con otros antiguos. Sus concepciones del Cristianismo
dominaron Oriente por algún tiempo, pero un Cristiano Origenista no podría haber
influenciado al mundo moderno.
La concepción Latina de la doctrina teológica, por otro lado, no era por ningún
motivo una mera adherencia a una tradición incomprendida. Los Latinos en cada
controversia en estos siglos primitivos comprendieron el punto principal y lo
preservaron ante todos los peligros. Nunca, por un instante permitieron que la
unidad de Dios se oscureciera. La igualdad del Hijo y su consustancialidad
fueron consideradas necesarias a aquella unidad. La idea Platónica de la
necesidad de un mediador entre el Dios trascendente y la Creación no los enredó,
porque lo tenían muy claro como para suponer que pudiera haber nada a medio
camino entre lo finito y lo infinito. En una palabra, los Latinos son filósofos
y los orientales no. El Este puede especular y disputar sobre teología pero no
pueden atrapar una gran visión. De acuerdo a esto que fue en Occidente, luego
que los problemas fueron superados, que la doctrina Trinitaria fue completamente
sistematizada por Agustín; en Occidente fue formulado el credo Atanasio. La
misma historia se repite en el siglo quinto. La herejía filosófica de Pelagio
nació en Occidente y sólo en Occidente pudo ser exorcizada. Las escuelas de
Antioquia y Alejandría, cada una insistía sobre un lado de la cuestión de la
unión de las dos Naturalezas en la Encarnación; un Escuela cayó en el
Nestorianismo, la otra en el Eutyquianismo, aunque los líderes fueran ortodoxos.
Pero ni Cirilo ni el gran Theodoret fueron capaces de levantarse sobre la
controversia y expresan las dos verdades complementarias en una doctrina
consistente. Sostenían lo que San Leo sostuvo; aunque, omitieron sus
interminables argumentos y pruebas, el escritor Latino puso en palabras la
verdadera doctrina de una vez por todas, porque la consideraba filosóficamente.
No es sorpresa que el mas popular de los Padres orientales haya siempre sido el
no teologo Crisóstomo, mientras que el mas popular de los Padres Occidentales es
el filósofo Agustín. Desde que Oriente fue seccionado de Occidente, no
contribuyó en nada a la dilucidación y desarrollo del dogma y cuando estuvieron
unidos, su contribución fue mayormente el poner dificultades que Occidente tuvo
que desenredar. Pero Occidente ha continuado sin cesar su trabajo de exposición
y evolución. Luego del siglo quinto no hay mucho desarrollo o definición en el
período patrístico; los dogmas definidos, necesitaron solo una referencia a la
antigüedad. Pero una y otra vez, Roma debió imponer sus dogmas sobre Bizancio –
519, 680 y 786 son fechas famosas que toda la Iglesia Oriental tuvo que aceptar
un documento papal por el bien de la reunificación, y los intervalos entre estas
fechas entregaron menos instancias. La Iglesia Oriental siempre ha poseído una
creencia tradicional en la tradición romana y en el deber de recurrir a la Sede
de Pedro; los Arianos lo expresaron cuando escribieron al Papa Julius lamentando
la interferencia- Roma – decían – era “la metrópolis de la fe desde el
principio”. En los siglos sexto, séptimo y octavo, la lección había sido
completamente aprendida y Oriente proclamó las prerrogativas papales y apeló a
ellas con un fervor cuya experiencia ha enseñado ser apropiada. En una reseña
como esta, no se pueden tomar en consideración todos los elementos. Es obvio que
la teología oriental tuvo una gran y variada influencia sobre la Cristiandad
Latina. Pero la verdad esencial es que Occidente pensó mas claramente que
Oriente, al tiempo que preservó con mayor fidelidad una tradición mas explícita
en relación a los dogmas cardinales y que Occidente impuso sus doctrinas y
definiciones sobre Oriente y repetidamente, si fue necesario reafirmó y se les
reimpusieron.
F. Disciplina, Liturgia, Ascetas.
De acuerdo a la tradición, la multiplicación de obispados, de modo que cada
ciudad tuviera su propio obispado, comenzó en la provincia de Asia bajo la
dirección de San Juan. El desarrollo no fue parejo. Debió haber habido una sede
en Egispo a fines del siglo segundo, aunque había una gran cantidad en todas las
provincias del Asia Menor y una gran cantidad en Fenicia y Palestina. Agrupados
bajo sedes metropolitanas comenzó en aquel siglo en Oriente, y en el siglo
tercero, esta organización fue reconocida como materia supuesta. Sobre las
metropolitanas, estaban los patriarcas. Este método de agrupación fue divulgado
en Occidente. Al principio Africa tenía las sedes más numerosas; en la mitad del
siglo tercero había alrededor de cien, y pronto aumentaron a más de cuatro veces
ese número. Pero cada provincia de Africa no tenía una sede metropolitana; solo
una presidencia fue de acuerdo al obispo mayor, excepto en Proconsularis, donde
Cártago era la metrópolis de la provincia y su obispo era el primero en todo
Africa. Sus derechos son indefinidos, aunque su influencia fue grande. Aunque
Roma estaba cerca, y el papa ciertamente tenía mucho más poder que el actual,
como también mayor derecho reconocido que el primado; vemos esto en los tiempos
de Tertuliano, y se mantiene cierto a pesar de la resistencia de Cipriano. Los
otros paises, Italia, España, Galia, fueron gradualmente organizados de acuerdo
al modelo Griego y fue adoptada la metrópolis Griega, el patriarcado. Los
Concilios fueron realizados al principio en Occidente. Pero los canones
disciplinarios fueron decretados primero en Oriente. Los Concilios más grandes
de San Cipriano, no pasaron ningún cánon y este santo consideró que cada obispo
era responsable sólo ante Dios por el gobierno de su diócesis; en otras
palabras, no conoció ley canónica. La fundación de la ley canónica está en los
canones de los concilios de Oriente, los cuales abren la colección Occidental. A
pesar de esto, no necesitamos suponer que Oriente fuese más regular, o mejor
gobernado que Occidente, donde los papas guadaban orden y justicia. Pero Oriente
tenía comunidades más grandes, y se desarrollaron más completamente, y por lo
tanto, surgió más temprano la necesidad de comprometerse con reglas definitivas
por escrito.
El gusto florido de Oriente, pronto decoró la liturgia con bellas carnosidades.
Muchas de tales excelentes prácticas llegaron hasta Occidente; los ritos Latinos
prestaron oraciones y canciones, antífonas, cantos antifonales, el uso del
allelluya, de la doxología, etc. Si Oriente adoptó el día de Navidad Latina,
Occidente no solo importó la Epifanía Griega, sino fiesta tras fiesta en los
siglos cuarto, quinto, sexto y séptimo. Occidente se unió en la devoción a los
mártires orientales. El honor y amor especial a Nuestra Señora es al principio
característico de Oriente (excepto Antioquía) y luego conquistó Occidente. El
precintar los cuerpos de los santos como reliquias con propósitos devocionales,
se divulgó por todo Occidente desde Oriente; solo Roma se mantuvo fuera hasta el
tiempo de San Gregorio el Grande, contra lo que pudo pensarse como una
irreverencia en lugar de un honor a los santos. Si los tres primeros siglos
están llenos de peregrinaciones a Roma desde Oriente, aun desde el siglo cuarto
hacia delante, Occidente de unió a Oriente en hacer de Jerusalem el objetivo
principal de tales viajes píos; y estos viajeros trajeron consigo muchos
conocimientos desde Oriente a las más alejadas partes de Occidente.
El Monasticismo comenzó en Agripto con Pablo y Antonio, y se diseminó desde
Egipto hasta Siria; San Atanasio trajo el conocimiento de el hacia Occidente y
el monaquismo Occidental de Jerónimo y Agustín, de Honoratus y Martín, de
Benedicto y Columba siempre miró hacia Oriente, a Antonio y Pacomius e Hilarion
y sobretodo a Basilio, por sus modelos mas perfectos. La edifición de la
literatura en la forma de las vidas de los santos comenzó con Atanasio y fue
imitada por Jerónimo. Pero los escritores Latinos, Rufinus y Casiano, dieron
cuenta del monaquismo Oriental y Palladius y los escritores griegos posteriores
fueron tempranamente traducidos al Latin. Pronto, sin duda habían vidas de
santos Latinos de las cuales aquella de San Martín fue la mas famosa aunque el
año 600 casi había llegado cuando San Gregorio el Grande sintió aún que era
necesario protestar que se podían encontrar tan buenas en Italia como en Egipto
y Siria, y publicó sus diálogos para probar su punto, entregando así una
edificante historia de su propio pais para poner de lado las viejas historias de
los monjes. Aquí estaría fuera de lugar entrar en los detalles de estos temas.
Se ha dicho suficiente para mostrar que Occidente prestó, con simplicidad de
mente abierta y humildad, del viejo Oriente, todo tipo de formas prácticas y
utiles en asuntos eclesiales y en la vida Cristiana. La recíproca influencia en
asuntos prácticos de Occidente sobre Oriente era naturalmente, muy poca.
G. Materiales Históricos.
Los principales historiadores antiguos del período patrístico fueron mencionados
con anterioridad. No siempre pueden ser completamente creibles. Los
continuadores de Eusebio, esto es, Rufinus, Sócrates, Sozomen, Theodoret, no
pueden ser comparados con el mismo Eusebio, porque este industrioso prelado
afortunadamente nos ha legado en vez, una colección de invaluables materiales,
más que una historia. Su “vida” o mejor “Panegírico de Constantito” es menos
afortunado por su contenido que por sus omisiones políticas. Eusebio encontró
sus materiales en la biblioteca de Pamfilo en Cesarea y aún más en aquella
dejada por el Obispo Alejandro en Jerusalem. Cita colecciones de documentos mas
antiguos, las cartas de Dionisio de Corintio, Dionisio de Alejandría, Serapión
de Antioquia, algunas de las epístolas enviadas al Papa Victor por concilios
todo lo largo de la Iglesia, además de utilizar a más antiguos escritores de
historias o memorias tales como Papias, Hegesippus, Apollonius, un anónimo
oponente de los Montanistas, el “Pequeño Laberinto” de Hipólito (¿), etc. Los
principales agregados que podemos hacer a estos preciosos remanentes son,
primero, San Ireneo sobre las herejías; luego, las obras de Tertuliano, llenas
de valiosa información sobre las controversias de su propio tiempo y lugar y las
costumbres de la Iglesia Occidental, y otra información menos valiosa sobre
materias más tempranas – menos valiosas, porque Tertuliano es singularmente
descuidado y deficiente en su sentido histórico. Luego, poseemos la
correspondencia de San Cipriano, comprendiendo cartas de concilios Africanos, de
San Cornelio y otros, además aquellas del santo mismo. A toda esta información
fragmentaria podemos agregar mucho de San Epifanio, algo de San Jerónimo y
también de Photius y cronógrafos Bizantinos. Toda la evidencia Ante-Niceana ha
sido catalogada con una gran industria por Harnack con la ayuda de Preuschen y
otros en un libro de 1021 páginas, el primer volumen de su invaluable “Historia
de la Literatura Cristiana Antigua” A mediados del siglo cuarto, el libro de San
Epifanio sobre herejías es erudito pero confuso; es bastante molesto pensar cuan
util pudo haber sido que su pío autor hubiese citado sus autoridades por su
nombre, como lo hizo Eusebio. Como es, podemos con dificultad, si del todo,
descubrir ya sea que sus fuentes son confiables o no. Las vidas de hombres
ilustrados de San Jerónimo, son descuidadamente unidas, principalmente desde
Eusebio, pero con información adicional de gran valor donde podemos confiar en
su precisión. Gennadius de Marsella continuó su obra con gran beneficio para
nosotros. Los catalogadores occidentales de herejías, tales como Philastrius,
Praedestinatus, y San Agustin, son menos útiles.
Las colecciones de documentos son de la más importante materia de todas. En la
controversia Ariana, las colecciones publicadas por San Atanasio en sus obras
apologetas son autoridades de primera línea. De aquellas, unidas por San Hilario
solo sobrevivieron fragmentos. Otro dossier por el Homoiousian Sabinus, Obispo
de Heraclea, fue conocido por Sócrates y podemos seguir su uso por el. Una
colección de documentos conectados con los orígenes del donatismo fue hecho el
principio del siglo cuarto, y fue anexado por San Optatus a su gran obra.
Desafortunadamente, sólo se preservó una parte de ella; pero mucha de la materia
perdida es citada por Optatus y Agustín. Un pupilo de San Agustín, Marius
Mercator, sucede que estaba en Constantinopla durante la controversia
Nestoriana, y formó una interesante colección de pièces justificatives. Reunió
un set a cartas correspondientes en relación a controversia Pelagiana. Ireneo,
Obispo de Tiro, amasó documentos en conexión con el Nestorianismo, como un
informe en su propia defensa. Estos han sido preservados para nosotros como
respuesta de un oponente, quien ha agregado un gran número. Otro tipo de
colección es aquella de cartas. Las de San Isidoro y San Agustín son
inmensamente numerosas, pero contienen poco de historia. Hay mucha mas materia
histórica en aquellas (por ejemplo) de San Ambrosio y Jerónimo, Basilio y
Crisóstomo. Son numerosas aquellas de los papas y de valor de primera línea; y
las grandes colecciones de ellas tambièn contienen cartas dirigidas a los papas.
La correspondencia de Leo y de Mormisdas es muy completa. Además de estas
colecciones de cartas papales y de decretos, tenemos colecciones separadas de
las cuales dos son importantes, la Colectio Avellana y aquella de Esteban de
Larisa.
Los Concilios entregan otra fuente importante de historia. Aquellos de Nicea,
Sarina, Constantinopla, no nos dejaron Actas, solo algunas cartas y cánones. De
los últimos concilios ecuménicos no tenemos solo las Actas detalladas, sino
tambien un nùmero de cartas conectadas con ellas. Muchos concilios mas pequeños
se han preservados en colecciones posteriores; aquellas hechas por Ferrandus de
Cártago y Dionisio el Pequeño merecen atención especial. En muchos casos, las
Actas de un concilio son preservadas por otro en el cual son leídas. Por ejemplo
en el año 418, un Concilio en Cártago recitó todos los cánones de los concilios
plenarios a Africanos anteriores en presencia del pegado papal; El Concilio de
Chalcedón incorporó todas las Actras de la primera sesión del Concilio Robber de
Éfeso, y las Actas de esa sesión contenían las Actas de dos sínodos de
Constantinopla. Las últimas sesiones del Concilio Robber (preservadas solo en
Siriaco) contienen un número de documentos en relación a consultas y juicios de
prelados. Mucha información de varios tipos han sido derivadas de años
anteriores de fuentes Sirías y Cóptas, e incluso de Arabico, Armenio, Persa,
Etiopía y Slavonia. No es necesario hablar aquí de los escritos patrísticos como
fuentes de nuestro conocimiento de la organiuzación de la Iglesia, geografía
eclesiástica, liturgias, ley canónica y procedimientos, arquieología, etc. Sin
embargo, las fuentes son, mas o menos las mismas para todos estos aspectos como
historia propia.
IV. Estudio Patrístico
A. Editores de los Padres.
Las historias mas antiguas de la literatura patrística están contenidas en la
obra de Eusebio y de Jerome "De viris illustribus". Le siguieron Gennadius,
quien continuó a Eusebio, por San Isidoro de Sevilla y por San Ildefonso de
Toledo. En la Edad Media el más conocido es Sigebert del monasterio de Gembloux
(m. 1112), y Trithemius, Abbot de Sponheim y de Würzburg (d. 1516). Entre éstos
apareció un monje anónimo de Melk (Mellicensis, c. 1135) y Honorio de Autun
(1122-5). Editores antiguos no son escasos; por ejemplo muchas obras anónimas,
como el Seudo – Clementino y las Constitutiones Apostólicas habían sido
remodeladas mas de una vez; las traducciones de Orígen (Jerónimo, Rufinus y
personas desconocidas) recortaron, alteraron, agregaron; San Jerónimo publicó
una edición expuragada de Victoninus “Sobre el Apocalipsis”. Pánfilo hizo una
lista de los escritos de Orígen y Possidius hizo lo mismo sobre aquellos de
Agustín. Las grandes ediciones de los Padres, comenzaron cuando la imprenta se
hizo común. Uno de los editores mas antiguos fue Faber Stapulensis (Lefèvre
d'Estaples), cuya edición de Dionisio el Areopagita fue publicado el año 1498.
El Belga Pamèle (1536-87) publicó mucho. El controversial Feuardent, un
Franciscano (1539-1610) hizo algunas buenas ediciones. El siglo dieciséis
produjo obras de historia gigantezcas. El Protestante “Centuriators” de
Magdeburg describió trece siglos en tanto volúmenes como fueron necesarios
(1559-74). El Cardenal Baronius (1538-1607) replicó con su famoso “Annales
Acclesiastici” alcanzando el año 1198 (12 vols. 1588-1607). Margguerin de la
Bigne, un doctor de la Sorbona (1546-89) publicó su “Biblioteca veterum Patrum”
(9 vols. 1577-9) para asistir en la refutación de “Centuriators”.
Los grandes editores Jesuítas eran casi del siglo diecisiete; Gretserus
(1562-1625), Fronto Ducaeus (Fronton du Duc, 1558-1624), Andreas Schott
(1552-1629), eran editores diligentes de los Padres Griegos. El celebrado
Sirmond (1559-1651) continuó publicando a los Padres Griegos y concilios y mucho
más desde la edad de 51 hasta los 92. Denis Petau (Petavius, 1583-1652) editó a
los Padres Griegos, escribió una cronología y produjo un incomparable libro de
teología histórica. "De theologicis dogmatibus" (1044). A estos, debemos agregar
el asceta Halloiz (1572-1656) el inescrupuloso Chifflet (1592-1682) y Jean
Garnier, el historiador de los Pelagianos (m. 1681). La obras mas grande de la
Sociedad de Jesús, es la publicación del “Acta Sanctorum” la cual ha llegado
hasta principios de Noviembre en 64 volúmenes. Fue planificada por Rosweyde
(1570-1629) como una gran colección de vida de santos; pero el fundador de la
obra como nosotros la tenemos, es el famoso John van Bolland (1596-1665). Se
unió en 1643 por Henschenius y Papebrochius (1628-1714) y por ende, la Sociedad
de los Bollandistas comenzó y continuó a pesar de la supresión de los Jesuitas,
hasta la Revolución Francesa de 1794. Fue felizmente revivida en 1836 (Ver
BOLLANDISTAS). Otros editores Catòlicos fueron Gerhard Voss (d. 1609),
Albaspinaeus (De l'Aubespine, Obispo de Orléans, 1579-1630), Rigault
(1577-1654), y Cotelier, doctor de la Sorbonne doctor Cotelier (1629-86). El
Domínico Combéfis (1605-79) editó a los Padres Griegos, agregando dos volúmenes
a la colección de la Bigne y hizo colecciones de sermones patrísticos. El laico
Velasius (de Valois, 1603-70) fue de gran eminencia.
Entre los Protestantes, debemos mencionar al controversial Clericus (Le Clerc,
1657-1736);
Obispo Fell de Oxford (1625-86), el editor de Cipriano, con quien debe ser
clasificado el Obispo Pearson y Dodwell; Grabe (1666-1711), un Prusiano
establecido en Inglaterra; el VçCalvinista Basnage (1653-1723). El famoso
Gallican Etienne Baluze (1630-1718), fué un editor muy trabajador. El
Franciscano Provenzal, Pagi, publicó un invaluable comentario sobre Baronius en
1689-1705. Pero el logro histórico mas grande fue aquel de un sacerdote secular,
Louis Le Nain de Tillemont, cuya "Histoire des Empereurs" (6 vols., 1690) y "Mémoires
pour servir à l'histoire ecclésiastique des six premiers siècles" (16 vols.,
1693) nunca han sido superadas o igualadas. Otros historiadores son el Cardenal
H. Noris (1631-1704); Natalis Alexander (1639-1725) un domínico; Fleury (en
Francés, 1690-1719). A Estos debemos agregar el Arzobispo Protestante Usher de
Dublin (1580-1656), y muchos canonistas, tales como Van Espen, Du Pin, La Marca,
y Christianus Lupus. El Orador Tomasen escribió sobre antiguedades Cristianas
(1619-95); el inglés Bingham compuso una gran obra sobre el mismo tema
(1708-22). Holstein (1596-1661), un convertido del Protestantismo, fué un
bibliotecario del Vaticano y publicó colecciones de documentos. El Orador J.
Morin (1597-1659) publicó una famosa obra sobre la historia de las órdenes
Sagradas y uno confuso sobre la penitencia. El más importante de los teólogos
patrísticos entre los Protestantes ingleses, es el Obispo Bull, quien escribió
una respuesta a los puntos de vista de Petavius sobre el desarrollo del dogma
titulado “Defensio fidei Nicaenae” (1685). El Girego Leo Allatius (1586-1669)
custodio de la Biblioteca Vaticana, fue casi un segundo Bessarion. Escribió
sobre el dogma y sobre las obras eclesiásticas de los Griegos. Un siglo después,
el Maronita J.S. Assemani (1687-1768) publicó entre otras obras, una “Biblioteca
Orientalis” y una edición de Efrem Syrus. Su sobrino editó una inmensa colección
de liturgias. El más importante lituriologista del siglo XVII es el Bendito
Cardenal Tomáis, un Theatino (1649-1713, beatificado en 1803), el tipo de un
santamente sabio.
Los grandes Benedictinos, forman un grupo por sí mismos, porque (aparte de Dom
Calmet, un erudito biblico y Dom Ceillier, quien perteneció a la Congregación de
San Vannes) todos eran de la congregación de San Maur, los hombres doctos de los
cuales fueron dibujados en la Abadía de Saint Germain-des-Prés en Paris. Dom Luc
d'Achéry (1605-85) es el fundaador ("Spicilegium", 13 vols.) ; Dom Mabillon
(1632-1707) es el nombre más grande, pero estaba principalmente ocupado con la
temprana Edad Media. Bernard de Montfaucon (1655-1741) tuvo casi la misma fama (Atanasius,
Hexapla de Origen, Chrysostomo, Antiquities, Palaeografía). Dom Coustant
(1654-1721) fue el principal colaborador, al parecer, en la gran edición de San
Agustín (1679-1700; también cartas de los Papas, Hilario). Dom Garet (Cassiodoro,
1679), Du Friche (San Ambrosio, 1686-90), Martianay (San Jerónimo, 1693-1706,
menos exitoso), Delarue (Origen, 1733-59), Maran (con Toutée, Cirilo de
Jerusalem, 1720; solo, los Apologetas, 1742; Gregorio Nazianceno, incompleto),
Massuet (Irenaeus, 1710), Sta.-Marta (Gregorio el Grande, 1705), Julien Garnier
(San Basilio, 1721-2), Ruinart (Acta Martyrum sincera, 1689, Victor Vitensis,
1694, y Gregorio de Tours y Fredegar, 1699), son nombres muy bien conocidos. Las
obras de Martène (1654-1739) sobre ritos monásticos y eclasiales (1690 y 1700-2)
y su colección de anecdotas (1700, 1717, and 1724-33) son muy voluminosas; fue
asistido por Durand. Las grandes obras históricas de los Benedictinos de San
Maur no necesitan ser mencionadas aquí, pero la edición de Dom Sabatier de la
Antigua Biblia Latina, y la nueva edición de los glosarios de Du Cange deben ser
notados. Para ver los grandes editores de colecciones de concilios, ver bajo los
nombres mencionados en la bibliografía del artículo CONCILIOS.
En el siglo XVIII debe ser considerado el Arzobispo Potter (1674-1747, Clemente
de Alejandría). En Roma Arévalo (Isidoro de Sevilla, 1797-1803); Gallandi, un
Orador Veneciano (Bibliotheca veterum Patrum, 1765-81). Los sabios Veroneses
forman un notable grupo. Del historiador Maffei (para nuestro propósito su "anecdota
de Cassiodorus" debe ser considerada, 1702), Vallarsi (San Jeronimo, 1734-42,
una gran obra, y Rufinus, 1745), los hermanos Ballerini (San Zeno, 1739; San
Leo, 1753-7, una producción bastante notable) sin dejar de mencionar a Bianchini,
quien publicó codigos de los Evangelios del Latín Antiguo, y el Domínico Mansi,
Arzobispo de Lucca, quien re-editó a Baronius, Fabricius, Thomassinus, Baluze,
etc., así como también la "Collectio Amplissima" de concilios. Un sumario
general, nos muestra a los Jesuítas tomando el liderazgo, c. 1590-1650, y los
trabajos Benedictinos por los años 1680-1750. Los franceses siempre estuvieron
en primer lugar. Hay algunos pocos nombres de eminencia en la Inglaterra
Protestante; unos pocos en Alemania; Italia toma el liderazgo en la segunda
mitad del siglo XVIII. Las grandes historias literarias de Bellarmino, Fabricius,
Du Pin, Cave, Oudin, Schram, Lumper, Ziegelbauer, y Schoenemann podrán ser
encontradas mas adelante en la bibliografía. La primera mitad del siglo XIX fue
singularmente infructuoso de estudios patrísticos; sin embargo, hubieron señales
del comienzo de una nueva era en la cual Alemania toma la cabeza. La segunda
mitad del siglo XIX fue excepcional y poco a poco prolífico. Es imposible
enumerar los principales editores y críticos. Nueva materia fue vertida por el
Cardenal Mai (1782-1854) y el Cardenal Pitra (1812- 89), ambos prefectos de la
Biblioteca Vaticana. Parece que no se encontraron mas obras inéditas, pero se
hacen frecuentes descubrimientos aislados hasta ahora; las bibliotecas
orientales, tales como aquellas del monte Athos y Patmos, Constantinopla, y
Jerusalem, y el monte Sinai, han arrojado tesoros desconocidos mientras que los
Sirios, Coptos, Armenios, etc, nos han provisto de muchas perdidas supuestamente
irrecuperables. Las arenas de Egipto nos han dado algo, pero no mucho a la
patrología.
La mayor dádiva en la forma de editar han sido las dos grandes patrologías de
Abbé Migne (1800-75). Este hombre enérgico puso las obras de todos los Padres
Latinos y Griegos dentro de una accesible obra "Patrologia Latina" (222 vols.,
incluidos 4 vols. De índices) y la "Patrologia Graeca" (161 vols).
Los Atelieres Católicos que encontró que produjeron talla en madera, cuadros,
organos, etc, aunque la impresión era un trabajo especial. Los talleres fueron
destruídos por un incendio desastroso en 1868, y recomenzar el trabajo fue
imposible por la guerra Franco-Germana. La "Monumenta Germaniae", comenzó por el
bibliotecario Berlinés Pertz, fue continuado con vigor bajo el mas celebrado
docto del siglo, Theodor Mommsen. Pequeñas colecciones de obras patrísticas son
catalogadas más abajo. Una nueva edición de Padres Latinos fue comenzada en los
sesenta por la Academia de Viena. Los volúmenes publicados hasta hoy han sido
uniformemente obras confiables las cuales no llaman a ningún entusiasmo
particular. Al rango presente de progreso se necesitaran algunos siglos para una
gran obra. La Academia de Berlín ha comenzado una tarea mas modesta, la
re-edición de los escritores Griegos Ante-Niceanos y la energía de Adolf Harnack
asegura una rápida publicación y real éxito. El mismo infatigable estudiante,
con von Gebhardt, edita una serie de "Texte und Untersuchungen", el cual tiene
por una parte de su objeto ser un órgano de los editores Berlineses de los
Padres. Las series contienen muchos estudios valiosos, con mucho que pudo ser
difícilmente publicado en otros países.
Las series Cambridge de “Textos y Estudios” son más nuevas y proceden mas
lentamente, pero mantienen un nivel bastante alto. Debemos mencionar también el
“Studdi e Testi” Italiano, en el cual Mercati y Pio Franchi de' Cavalieri
colaboran. En Inglaterra, a pesar del leve renacimiento del interés por estudios
patrísticos causado por un Movimiento de Oxford, la cantidad de obras no ha sido
grande. De eruditos, tal vez Newman es realmente el primero en las cuestiones
teológicas. Como críticos, la Escuela Cambridge, Westcott, Hort, y sobretodo
Lightfoot, son segundo a ninguno. Pero la cantidad editada ha sido muy pequeña,
y el excelente "Diccionario de Biografía Cristiana" es la única gran obra
publicada. Hasta 1898 no había absolutamente ningún órgano de estudios
patrísticos, y al "Journal of Theological Studies" fundado en ese año, le ha
sido difícil sobrevivir financieramente sin la ayuda de la Prensa Universitaria
de Oxford. Aunque ha habido un aumento en el interés por estas materias en los
últimos años, ambos, entre los Protestantes y Católicos, en Inglaterra y en los
Estados Unidos. Últimamente, Francia está llevando, una vez más, la delantera y
está muy cerca del nivel de Alemania incluso en resultados. En los últimos
cincuenta años, la arqueología ha agregado mucho a los estudios patrísticos; en
esta esfera, el nombre mas grande es aquel de De Rossi.
B. El Estudio de los Padres.
Las ayudas para su estudio, tales como las Patrologías, información léxica,
historias literarias, son mencionadas a continuación.
COLLECCIONES:-- Las principales colecciones de los Padres son las siguientes: DE
LA BIGNE, Bibliotheca SS. PP. (5 vols. fol., Paris, 1575, y App., 1579; 4ª ed.,
10 vols., 1624, con Auctarium, 2 vols., 1624, y Suppl., 1639, 5ª y 6ª ed., 17
vols. fol., 1644 y 1654); esta gran obra es un suplemento de mas de 200 escritos
a las ediciones hasta entonces publicadas de los Padres; edición aumentada por
UNIV. DE COLONIA (Colonia, 1618, 14 vols., y App., 1622); la edición de Colonia
aumentada en 100 escritos, en 27 folio vols. (Lyons, 1677). COMBEFIS, Graeco-Latinae
Patrum Bibliothecae novum Auctarium (2 vols., Paris, 1648), y Auctarium
novissimum (2 vols., y 3 vols. fol., 1723), mayoritariamente de escritos
poeteriores al período patrístico, como es también el caso con BALUZE,
Miscellanea (7 vols. 8vo, Paris, 1678-1715); re-ed. por MANSI (4 vols. fol.,
Lucca, 1761-4); SIRMOND, Opera varia nunc primum collecta (5 vols. fol., Paris,
1696, y Venecia, 1728); MURATORI, Anecdota del Libro Ambrosiano. en Milán (4
vols. 4to, Milan, 1697-8; Padua, 1713); IDEM, Anecdota graeca (Padua, 1709);
GRABE, Spicilegium de los Padres de los siglos primero y segundo (Oxford,
1698-9, 1700, y ampliada, 1714); GALLANDI, Bibl. vet. PP., una edición ampliada
de Lyons ed. De la Bigne (14 vols. fol., Venecia, 1765-88, y index puhl. en
Bolonia, 1863) – casi todos los contenidos son reimpresos en MIGNE; OBERTHÜR,
SS. Patrum opera polemica de veriate religionis christ. c. Gent. et Jud. (21
vols. 8vo, Würzburg, 1777-94); IDEM, Opera omnia SS. Patrum Latinorum (13 vols.,
Würzburg, 1789-91); ROUTH, Reliquiae sacrae, siglos Segundo y tercero (4 vols.,
Oxford, 1814-18; en 5 vols., 1846-8); IDEM, Scriptorum eccl. opuscula praeipua
(2 vols., Oxford, 1832, 3er vol., 1858); MAT, Scriptorum veterum nova collectio
(material no publicada del MSS Vaticano, 10 vols. 4to, 1825-38); IDEM,
Spicileqium Romanum (10 vols. Svo, Rome, 1839-44); IDEM, Nova Patrum Bibtiotheca
(7 vols. 4to, Rome, 1844-54; vol. 8 completado por COZZA-LUZI, 1871, vol. 9 por
COZZA-LUZI, 1888, App. ad opera ed. ab A. Maio, Rome, 1871, App. altera, 1871).
Algunos escritos eclesiásticos en MAI's Classici auctores (10 vols., Roma,
1828-38); CAILLAU, Collectio selecta SS. Ecclesia Patrum (133 vols. em. 8vo,
Paris, 1829-42); GERSDORF, Bibl. Patrum eccl. lat. selecta (13 vols., Leipzig,
1838-47); la Oxford Bibliotheca Patrum logró 10 vols. (Oxford, 1838-55); PITRA,
Spicilegium Solesmense (4 vols. 4to, Paris, 1852-8). El número de estas varias
colecciones hacen difícil obtener un set completo de escritos patrísticos.
MIIGNE nos provee de lo necesario al coleccionar casi todos los anteriores
(excepto el fin de las ultimas obras mencionadas tardíos volúmenes de Mais) en
sus ediciones completas: Patrologiae cursus completus, Series latine (de
Inocente III, A.D. 1300, 221 vols. 4to, incluyendo cuatro vols. de índices,
1844-55), Series graeco-latine (del Concilio de Florencia D.C. 1438-9, 161 vols.
4to, 1857-66, y otro raro vol. de adiciones, 1866); la Series graece fueron
también publicadas solo en Latín en 81 volúmenes; no hay índice en las Series
gracia; una lista alfabética de contenidos por SCHOLAREOS (Atenas, 1879, muy
útil); otras publicaciones no incluídas en Migne, por PITRA, son Juris
ecclesiastici Graecarum hist. et monum. (2 vols., Roma, 1864-8); Analecta sacra
(6 vols., numerados I, II, III, IV, VI, VIII, Paris, 1876-84); Analecta sacra et
classica (Paris, 1888); Analecta novissima, medieval (2 vols., 1885-8); la nueva
edición de los Padres Latinos es llamada Corpus scriptorum ecclesiasticorum
latinorum, editum consilio et impensis Academiae litterarum Caesarea
Vindobonensis (Vienna, 1866, 8vo, en proceso); y de los Padres Griegos: Die
griechischen christlichen Schriftsteller der ersten drei Jahrhunderten,
herausgegeben von der Kirchenvätter-Kommission den Königl. preussiechen Akad.
den Wise. (Berlin, 1897, gran 8vo, en proceso). De la Monumenta Germaniae
historica, una porción, la Auctores antiquissimi (Berlin, 1877-98), contiene
obras del siglo sexto los cuales se conectan con la patrología. Pequeñas
colecciones modernas son HURTER, SS Patrum opuscula selecta, con algunas buenas
notas (Innebruck, 1ªs series, 48 vols., 1868-85, 2da series, 6 vols.. 1884-92)
estos pequeños libros han sido justamente populares; KRÜGER, Semmlung
ausgewählter kirchen- und dogmengeschichtlicher Quellenechriften (Freiburg,
1891-); RAUSCHEN, Florilegium patristicum, de los siglos primero y segundo (3
fasc., Bonn, 1904-5); Cambridge patristic texts (I, The Five Theol. Orat. of
Greg. Naz., ed. MASON, 1899; II, The Catech. Or. of Greg. Nyssen., ed. SRAWLEY,
1903; Dionysius Alex., ed. FELTRE, 1904, in progress); VIZZINI, Bibl. SS. PP.
Theologiae tironibus et universo clero accomodata (Rome, 1901- in progress);
LIETZMANN, Kleine Texte, für theol. Vorlesungen und Uebungen (25 números han
aparecido de aproximadamente 16 cada uno, Bonn, 1902- en proceso); una edición
inglesa del mismo (Cambridge, 1903-); Textes et documents pour l'étude
historique du chrietienisme, ed. HEMMER AND LEJAY (texts, French tr., y notas,
Paris, en proceso – unas series admirables).
INITIA:-- De escritores Griegos y Latinos hasta Eusebio, el índice a HARNACK,
Gesch. der altchr. Litt., I; sobre los escritores Latinos de los primeros seis
siglos, AUMERS, Initia libronum PP. lat. (Vienna, 1865); y hasta el 1200,
VATASSO, Initia PP. aliorumque scriptorum sect, lat. (2 vols., Prensa Vaticana,
1906-8).
HISTORIAS LITERARIAS. El primero es BELARMINO, De Scriptoribus ecclesiasticis
(Roma 1613, a menudo reimpreso; con agregados por LABBE, Paris, 1660, y por
OUDEN, Paris, 1686); DE PIN, Bibliothèque universelle des auteurs eccles. (61
vols. 8vo, o 19 vols. 4to, Paris, 1686, etc.); severamente criticado por el
Benedictino PETITDIDIER y por el Orador SIMON (Critique de la Bibl. des auteurs
eccl. publ. pen ill. E. Dupin, Paris, 1730), y la obra de Du Pin fue puesta en
el Indice en 1757; FABACCEUS, Bibliotheca Graece, sive edititia Scriptorum
veterum Graecorum (Hamburgo, 1705-28, 14 vols.; nueva ed. por HARLES, Hamburgo,
1790-1809, 12 vols., no abarca 11 vol de la edición original; índice a esta
edición., Leipzig, 1838) – esta gran obra es en realidad una vasta colección de
materiales; Fabricius era un Protestante (m. 1736); hizo una colección más
pequeña de la historia literarias Latina, Bibl. Latina, sive non. scr. vett,
latt. (1697, 1708, 1712, etc., ed. por ERNESTI, 3 vols., Leipzig, 1773-4), y una
continuación de la Edad Media (1734-6, 5 vols.); la obra completa fue reditada
por MANSI (6 vols., Padua, 1754, y Florencia, 1858-9); LE NOURRY, Apparatus ad
Biblioth. Max. vett. Patr. (2 vols. fol., Paris, 1703-15), que trata de los
Padres Griegos del siglo Segundo con apologistas Latinos; CEILLIER, Hist.
générale des auteurs sacrés et ecclés. (desde Moses a 1248, 23 vols., Paris,
1729-63; Table gén. des Met., by RONDET, Paris, 1782; nueva ed. 16 vols., Paris,
1858-69); SCHRAM, Analysis Operum SS. PP. et Scriptorum eccles. (Viena, 1780-96,
18 vols., una obra valiosa); LUMPER, Hist. Theologico-critica de vitâ scriptis
atque doctrina SS. PP. at scr. eccl. trium primorum saec. (Viena, 1783-99, 13
vols.; una Buena compilación); la CAVE anglicana publicó una excelente obra,
Scriptorum eccl. historia literaria (Londres, 1688; mejor edición, Oxford,
1740-3); OUDIN, a Premonstratensian, who became a Protestant, Commentarius de
Scriptoribus eccl. (fundado en Bellarmino, 3 vols. fol., Leipzig, 1722). Sobre
las ediciones de los Padres Latinos, SCHOENEMANN, Bibliotheca historico-litteraria
Patrum Latinorum a Tert, ad Greg. M. at Isid. Hisp. (2 vols., Leipzig, 1792-4).
PATROLOGIAS (libros más pequeños):-- GERHARD, Patrologia (Jena, 1653); HÜLSEMANN,
Patrologia (Leipzig, 1670); OLEARIUS, Abacus Patrologicus (Jena, 1673); estos
son libros protestantes antiguos. Son obras católicas alemanas: GOLDWITZER,
Bibliographie der Kirchenväter und Kirchenlehrer (Landshut, 1828); IDEM,
Patrologie verbunden mi Patristik (Nuremberg, 1833-4); la mas antiguo
distinction en Alemania entre patrologóia, el conocimiento de los Padres y sus
usos, y patrística, la ciencia de la teología de los Padres es, hoy en día de
algún modo anticuada.; BUSSE, Grundriss der chr. Lit. (Münster, 1828-9); MÖHLER,
Patrologie, una importante obra póstuma de este gran hombre, sobre los tres
primeros siglos (Ratisbon, 1840); PERMANEDER, Bibliotheca patristica (2 vols.,
Landshut, 1841-4); FESSLER, Institutiones Patrologiae (Innsbruck, 1851), nueva
edicación por JUNGMANN es la mas valiosa (Innsbruck, 1890-6); ALZOG, Grundriss
der Patrologie (Freiburg im Br., 1866 y 1888); la misma en Francés por BELET
(Paris, 1867); NIRSCHL, Handbuch der Patrologie und Patristik (Mainz, 1881-5);
RESBÁNYAY, Compendium Patrologiae et Patristicae (Funfkirchen in Hungary, 1894);
CARVAJAL, Institutiones Patrologiae (Oviedo, 1906); BARDENHEWER, Patrologie (Freiburg
Br., 1894; nueva edición. 1901) – este es, por lejos el manual más importante;
el autor es un profesor de la facultad de Teología Católica en la Univ. De
Munich; una traducción francesa por GODET AND VERSCHAFFEL, Les Pères de l'Église
(3 vols., Paris, 1899); traducción italiana por A. MERCATI (Roma, 1903); y una
traducción inglesa con la bibliografía traída hasta hoy en día por SHAHAN (Freiburg
im Br. y St. Louis, 1908); son obras mas pequeñas, insuficientes para
estudiantes avanzados, pero excelentes para propósitos ordinarios: SCHMID,
Grundlinien der Patrologie (1879; 4th ed., Freiburg im Br., 1895); traducción
inglesa revisada por SCHOBEL (Freiburg, 1900); SWETE de Cambridge, Estudio
Patristico (Londres, 1902).
HISTORIAS DE LOS PADRES:-- No es necesario aquí catalogar todas las historias
generales de la Iglesia, grandes y pequeñas, desde Baronius; sera suficiente
nombrar algunas de aquellas que versen especialmente de los Padres y con la
literatura eclesiástica. La primera y mas importante es la incomparable obra de
TILLEMONT, Mémoires pour servir à l'histoire eccl. des six premiers siècles
(Paris, 1693-1712, 16 vols., y otras ediciones); MARÉCHAL, Concordance des SS.
Pères de l'Eglise, Grecs at Latins, una armonía de su teología (2 vols., Paris,
1739); BÄHR, Die christlich-römische Litteratur (4to vol. de Gesch. der
römischen Litt., Karlsruhe, 1837; una nueva edición de la primera parte, 1872);
SCHANZ, Gesch. der röm. Litt., Part III (Munich, 1896), 117-324; EBERT, Gech.
der christlich-lateinischen Litt. (Leipzig, 1874; 2da ed., 1889); Anciennes
littératunes chrétiennes (en Bibliothèque de l'enseignement de l'hist. eccl.,
Paris): I; BATIFFOL, La littérature grecque, un esquema muy útil (4ta ed.,
1908), II; DUVAL, La littérature syriaque (3rd ed., 1908); LECLERCQ, L'Afrique
chrétienne (en la misma Bibl. de l'ens. da l'h. eccl., 2da ed., Paris, 1904);
IDEM, L'Espagne chrétienne (2da ed., 1906); BATIFFOL, L'église naissante et le
Catholicisme, una fina cuenta apologética del desarrollo de la Iglesia desde el
testimonio de los Padres de las primeras tres centurias (Paris, 1909); de las
historias generales, la más importante es de Ducesesrese, Hist. ancienne eta
tEglisa (2 han aparecido 2 vol. Paris, 1906-7); finalmente, la que tiene el
primer lugar dentro de las historias de los Padres por un trabajo a completarse
en seis volúmenes, de BARDENHEWER, Geschichte der altkirchlichen Litteratur (I,
to D.C. 200, Freiburg im Br., 1902; II, al 300, D.C., 1903). Los siguientes son
Protestantes: NEWMAN, The Church of the Fathers (Londres, 1840, etc.); DONALDSON,
Historia crística de la lit. cristiana…desde el Concilio de Nicea: I; Los Padres
Apostólicos, II y III; Los Apologistas (Londres, 1864-6 – no simpatético);
BRICHY, La era de los Padres (2 vols., Londres, 1903); ZÖCKLER, Gesch. der
theologischen Litt. (Patristik) (Nördlingen, 1889); CRUTTWELL, A Literary
History of Early Christianity . . . Nicene Period (2 vols., Londres, 1893);
KRÜGER, Gesch. der altchristlichen Litt, in den ersten 3 Jahrh. (Freiburg im Br.
and Leipzig, 1895-7); tr. GILLET (New York, 1897) – esta es la raíz de la
historia protestante alemana. Los siguientes consisten en materiales: A. HARNACK,
Gechichte der altchr. Litt, bis Eusebius, I, Die Ueberlieferung (Leipzig, 1893;
este volúmen numera todas las obras conocidas de cada escritor y todas las
ferencias antiguas a ellas, y notas de MSS); II, 1 (1897), y II, 2 (1904), Die
Chronologie, duscutida la fecha de cada escrito; el último período Griego es
considerado por KRUMBACHER, Geschichte der byzantinischen Litt. 527-1453 (2da ed.
Con asistencia de EHRHARD, Munich, 1897). Las siguientes series coleccionadas de
estudios, deben ser agregadas: Textd und Untersuschungen zur Geschichte der
altchristlichen Litt., ed. VON GEBHARDT AND A. HARNAcK (1ra series, 15 vols.,
Leipzig, 1883-97, 2das series, Neue Folge, 14 vols., 1897-1907, en proceso) –
hoy, los editores son HARNACK AND SCHMIDT; ROBINSON, Texts and Studies (Cambridge,
1891 – en proceso); EHRHARD AND MÜLLER, Strassburger theologische Studien (12
vols., Freiburg im Br., 1894 – en proceso); EHRHARD AND KIRSCH, Forschungen zur
christl. Litt. und Dogmengeschichte (7 vols., Paderborn, en proceso); La Pensée
chrétienne (Paris, en proceso); Studii e Testi (Prnesa Vaticana, en proceso). De
historias de desarrollo del dogma, HARNACK, Dogmengeschichte (3 vols., 3ra ed.,
1894-7, nueva ed. en la prensa; Trad. Francesa., Paris, 1898; Trad. inglesa., 7
vols., Edinburgh, 1894-9), una obra aguda y visionaria; LOOFS, Leitfaden zum
Studium der D. G. (Halle, 1889; 3ra ed., 1893); SEEBERG, Lehrb. der D. G. (2
vols., Erlangen, 1895), Protestante conservador; IDEM, Grundriss der D. G.
(1900; 2da ed., 1905), obra mas pequeña: SCHWANE, Dogmengeschichte, Católico
(2da ed., 1892, etc.; Trad. Francesa tr., Paris, 1903-4); BETHUNE-BAKER,
Introducción a la Historia Antigua de la Doctrina (Londres, 1903); TIXERONT,
Histoire des Dogmas: I, La théologie anti-nicéenne (Paris, 1905 -- excelente); y
otras.
FILOLOGICAS:-- Sobre el período primitivo Griego común ver a MOULTON, Grammar of
N. T. Greek: I, Prolegomena (3ra ed., Edinburgo, 1909), y referencias; sobre la
literature Griega de D.C. 1-250, ver a SCHMIDT, Den Atticismus von Dion. Hal.
bis auf den zweiten Philostratus (4 vols., Stuttgart, 1887-9); THUMB, Die
griechieche Sprache im Zeitalter des Hellenismus (Strasburg, 1901). Además del
Thesaurus de STEPHANUS (última ed., 8 vols., fol., Paris, 1831-65) y lexicos de
los clásicos Griegos Bíblicos, diccionarios especiales de los últimos Griegos
son DU CANGE, Glossarium ad scriptores mediae et infimae graecitatis (2 vols.,
Lyons, 1688, y nueva edición., Breslan, 1890-1); SOPHOCLES, Greek Lexicon of the
Roman and Byzantine Periods, 146-1100 (3ra ed., Nueva York, 1888); palabras
escasas en Stefanus y en Sofocles son coleccionadas por KUMANUDES (S. A.
Koumanoudes), Sunagôgê lexeôn athêsauristôn en tois heggênikois lexikois
(Atenas, 1883); notas generales de la Grecia Bizantina en KNUMBACHER, op. cit.
On patristic Latin, KOFFMANE, Gesch. des Kinchenlateins: I, Entstehung . . . bis
auf Augustinus-Hieronymus (Breslau, 1879-81); NORDEN, Die antika Kunstprosa (Leipzig,
1898), II; hay una gran cantidad de estudios del lenguaje de Padres particulares
[e.g. HOPPE sobre Tertuliano (1897); WATSON (1896) y BAYARD (1902) sobre
Cipriano; GOELTZER sobre Jerónimo (1884); REGNER sobre Agustín (1886), etc.], e
indices latinitatis a los volúmenes del Corpus de Viena PP. latt.; TRAUBE,
Quellen and Untensuchungen zur lat. Phil. des Mittelalters, I (Munich, 1906);
mucho sera encontrado en Archiv für lat. Lexicographie, ed. WÖLFFLIN (Munich,
comenzando en 1884).
TRADUCCIONES:-- Biblioteca de los Padres de la Santa Iglesia Católica, traducida
por miembros de la Iglesia inglesa. (por PUSEY, NEWMAN, etc.), (45 vols.,
Oxford, 1832-). ROBERTS AND DONALDSON, The Ante-Nicene Christian Library (24
vols., Edinburgo, 1866-72; nueva edición por COXE, Buffalo, 1884-6, con la
excelente sinopsis bibliográfica como suplemento de RICHARDSON., 1887); SCHAFF Y
WAGE, A Select Library of Nicene and post-Nicene Fathers of the Chr. Ch., con
buenas notas (14 vols., Buffalo y New York, 1886-90, y 2da series, 1900, en
proceso).
ENCICLOPEDIAS Y DICCIONARIOS:-- SUICER, Thesaurus ecclesiasticus, a patribus
graecis ordine alphabetico exhibens quaecumqua phrases, ritus, dogmata, haereses
et hujusmodi alia spectant (2 vols., Amsterdam, 1682; nuevamente en 1728; y
Utrecht, 1746); HOFFMANNS, Bibliographisches Lexicon der gesammten Litt. der
Griechen (3 vols., 2da ed., Leipzig, 1838-45); los artículos de los primeros
Padres y herejías en la Enciclopedia Británica (8va ed.) son muchas de ellas,
por Harnack y ameritan su lectura; WETZER AND WELTE, Kirchenlex., ed.
HERGENRÖTHER, y luego por KAULEN y otros, 12 vols., un vol. De índice (Freiburg
im Br., 1882-1903); HERZOG, Realencylopädie für prot. Theol. und Kirche, 3ra ed.
por HAUCK (21 vols., 1896-1908); VACANT AND MANGENOT, Dicc.. de Teol. cat.
(Paris, en proceso); CABROL, Dict. d'archéologie chr. et de liturgie (Paris, en
proceso); BAUDRILLART, Dict. d'hist. at de géogr. ecclésiastiques (Paris, en
proceso); SMITH AND WACE, A Dictionary of Christian Biography, muy complete y
valioso (4 vols., Londres, 1877-87).
LIBROS GENERALES DE REFERENCIA:-- ITTIG, De Bibliothecis et Catenis Patrum,
entrega los contenidos de las colecciones mas antiguas de los Padres, que fueron
enumeradas anteriormente (Leipzig, 1707); IDEM, Schediasma de auctoribus qui de
scriptoribus ecclesiasticis egerunt (Leipzig, 1711); DOWLING, Notitia scriptorum
SS. PP. . . . quae in collectionibus Anecdotorum post annum MDCC in lucem editis
continentur (una continuación de ITTIG's De Bibl. et Cat., Oxford, 1839); una
admirable obra moderna es EHRHARD, Die alt christliche Litt, und ihre
Erforschung seit 1880: I, Allgemeine Uebersicht, 1880-4 (Freiburg im Br., 1894);
II, Ante-Nicene lit., 1884-1900 (1900); las bibliografías en las obras de
HARNACK y de BARDENHEWER (ver más arriba) son excelentes; del período ante
Niceano, RICHARDSON, Bibliographical Synopsis (un vol. extra Ante-Niceano.
Padres, Buffalo, 1887); de todo el período. CHEVALIER, Répertoire des sources
historiques du moyen-âge: Bio-bibliographie, entrega nombres de personas (2da ed.,
Paris, 1905-07); Topo-bibliographie entrega nombres de lugares y temas (2da ed.,
Paris, 1894-1903); el progreso de cada año es registrado en la obra de HOLTZMANN
y KRÜGER's Theologischer Jahresbericht de 1881; KROLL AND GURLITT, Jahresbericht
für kleseische Alterthumewissenschaft (ambos Protestantes); BIHLMEYER,
Hagiagraphischer Jahresbericht de 1904-6 (Kempten y Munich, 1908). Una
bibliografías muy completa aparece cuatrimestralmente en la Revue d'hist. eccl.
(Lovaina, desde 1900), con índice al final de año; en esta publicación, se
encontrarán los nombres de todas las Reviews que versan de materias patrísticas.
JOHN CHAPMAN
Transcrito por Kevin Cawley
Traducido por Carolina Eyzaguirre Arroyo.