Ejercicios Espirituales de San Ignacio
EnciCato
Un corto trabajo compuesto por San Ignacio de Loyola y escrito originalmente en
Español.
El Texto
El Manuscrito autógrafo de estos “Ejercicios Espirituales” infortunadamente ha
sido perdido. Lo que en el presente es llamado el “autógrafo” es solamente una
copia en cuarto, hecha por un secretario pero conteniendo correcciones en la
escritura del autor. Es ahora reproducido por fototipo (Roma, 1908). Durante la
vida de San Ignacio fueron hechas dos traducciones al Latín.
Por tanto quedan:
· la antigua traducción en Latín, antiqua versio latina, una versión literal
probablemente hecha por el santo;
· una traducción libre del Padre Frusius, más elegante y más de acuerdo con el
estilo de la época, y generalmente llamada “Vulgata”.
La antiqua versio está fechada por el copista “Roma, 9 de Julio de 1541”; la
versión vulgata es posterior a 1541, pero anterior a 1548, cuando las dos
versiones fueron presentadas juntas a Pablo III para su aprobación. El papa
designó tres examinadores, quienes alabaron calurosamente ambas versiones. La
Vulgata, más cuidadosamente ejecutada desde el punto de vista literario, fue la
única escogida para su impresión, y fue publicada en Roma el 11 de Setiembre de
1548, bajo el simple título: “Exercitia spiritualia”. Esta edición princeps fue
también reproducida por fototipo (París, 1910). Además de estas dos traducciones
al Latín existen otras dos. Una es el texto aún no publicado dejado por Bl.
Peter Faber a los Cartujos de Colonia antes de 1546; se ubica en un lugar
intermedio entre la versión literal y la Vulgata. La segunda es una nueva
traducción literal del Padre Roothaan, vigésimo primer general de la Compañía de
Jesús, quien, teniendo en cuenta las diferencias entre la Vulgata y el
manuscrito Español quiso re-traducir los “Ejercicios” al Latín, tan exactamente
como fuera posible, haciendo uso al mismo tiempo de la versio antiqua. Su
intención no era suplantar a la Vulgata, por lo que publicó el trabajo de
Frusius junto con el suyo en columnas paralelas (1835).
El texto autógrafo Español no fue impreso hasta mucho después de la Vulgata, por
Bernard de Angelis, secretario de la Compañía de Jesús (Roma, 1615); ha sido
re-publicada a menudo. Las más destacables versiones Inglesas son:
· “Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Con Aprobación de los Superiores.
En San Omers; Impreso por Nicolás Joseph Le Febre.” Esta traducción no lleva
fecha pero puede ser rastreada hasta 1736; el impresor fue un hermano laico de
la Compañía.
· “Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Traducido de la en Latín
Autorizada con extractos de la versión literal y notas del Rev.Padre Rothaan
[sic] por Carlos Seager, M.A.,al cual se ha introducido un Prefacio por el
Honorable Rev. Nicholas Wiseman, D.D., obispo de Melipotamus”. (Londres, Dolman,
1847); la cual fue re-publicada por Murphy en Baltimore, alrededor de 1850.
· “El Texto de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, traducido del
original en Español”, por el Padre John Morris, S.J., publicado por Burns y
Gates (Londres, 1880)
El lector de los “Ejercicios” no necesita buscar elegancia de estilo. “San
Ignacio”, dice F.Astrain, “escribe en un Castellano tosco, incorrecto y
dificultoso, el que solamente a veces capta la atención por la enérgica
precisión y la brevedad con la cual son expresados ciertos pensamientos.” Hay
desbordes del alma en diferentes coloquios, pero su interés conmovedor no reside
en sus palabras; reside totalmente en la aguda situación, creada por el autor,
del pecador frente al crucifijo, del caballero frente al rey, etc.
Composición de los ejercicios
El libro está compuesto de documentos o ejercicios espirituales, reducidos al
orden más adecuado para mover las mentes de los fieles a la piedad, como fue
destacado en el Sumario de aprobación. Encontramos en este trabajo documentos
(instrucciones, admoniciones, advertencias), ejercicios (oraciones,
meditaciones, exámenes de conciencia y otras prácticas), y el método de acuerdo
con el cual los mismos están ordenados. Las fuentes del libro son las Sagradas
Escrituras y las experiencias de vida espiritual. Ignacio fue sin duda
preparado, poco a poco, por la Divina Providencia para escribir su libro. Desde
1521 los pensamientos que preceden su conversión, el progreso de su
arrepentimiento, las piadosas prácticas que abraza en Monserrat y en Manresa
ayudaron a darle una sabiduría de ascetismo. Su libro es un trabajo vivido por
él mismo y más tarde vivido por otros bajo su mirada. Pero un libro tan vívido,
no se compone de un solo golpe; requiere ser retocado, corregido, y hacerle
agregados muy frecuentemente. Estas mejoras, que ni Polanco ni Bartoli esconden,
son reveladas por un simple examen del texto Español, en el que junto con el
Castellano se encuentran expresiones Latinas o Italianas junto a términos
Escolásticos que el autor no puede haber usado, al menos hasta el comienzo de
sus estudios tardíos.
Ignacio mismo admitió esto al Padre Luis Gonzales: “Yo no compuse los Ejercicios
todo de una sola vez. Cuando cualquier cosa resultante de mi propia experiencia
me parecía que podía ser de utilidad a otros, tomaba nota de ello”. El padre
Nadal, amigo y contemporáneo de Ignacio, escribe de la redacción final:”Después
de haber completado sus estudios, el autor unió su primer intento de los
Ejercicios, hizo muchas adiciones, puso todo en orden, y presentó su trabajo
para el examen y juicio de la Sede Apostólica”
Parece probable que los “Ejercicios” fueran completados mientras San Ignacio
estaba asistiendo a conferencias en la Universidad de París. La copia de Bv.
Pedro Faber, escrita indudablemente cerca del tiempo en que hizo los Ejercicios
bajo la dirección de Ignacio (1533), contiene todas las partes esenciales. Más
aún, ciertas partes del libro llevan su fecha. Tales son: las “Reglas para la
distribución de las almas”, planeados para beneficiar a los clérigos, maestros,
o laureados de la universidad, en la cual aparece una citación del Concilio de
Cartago, lo que lleva a suponer que el escritor había estudiado teología; las
“Reglas para pensar con la Iglesia”, que parece haber sido sugerido por las
medidas tomadas por una asamblea de teólogos en Valladolid en 1527 contra los
Erasmistas de España, o por la Facultad de París en 1535, 1542, contra los
Protestantes. El acabado final de los “Ejercicios” puede datar de 1541, cuando
fue hecha una buena copia de la versio antiqua, que San Ignacio llama “Todos
exercicios breviter en latin”. Puede preguntarse hasta qué punto el trabajo de
composición se desarrolló durante la residencia del santo en Manresa. Este
punto, adonde Ignacio arribó en Marzo de 1522, debe ser siempre considerado como
la cuna de los “Ejercicios”. La sustancia del trabajo data de Manresa. Ignacio
encontró allí el precioso metal que por largo tiempo forjó y pulió. “Un
trabajo,” como Fr. Astrain correctamente dice”que contribuye en toda su
extensión a comprender la idea fundamental establecida por el autor, no es
evidentemente una invención hecha por partes, o compuesto por pasajes escritos
en variados momentos o bajo diversas circunstancias.” Los “Ejercicios” llevan
claramente la marca de Manresa. La mente de Ignacio, durante su retiro allí,
estuvo repleta de memorias militares y de pensamientos sobre el futuro; de allí
la doble característica de su libro, la nota caballeresca y la marcha hacia la
elección del estado de vida. Las ideas del caballero son aquellas del servicio
debido al soberano, de la vergüenza inherente a la traición de un vasallo
(primera semana), y en el reino, aquellas de la cruzada formada contra los
infieles y de la confrontación de los Dos Estándares (segunda semana). Pero
durante su convalecencia en el castillo, la lectura de las vidas de los santos
le dio un giro místico a sus ideas caballerescas; las grandes proezas a ser
imitadas desde entonces, no son más las de Rolando, sino las de Domingo o
Francisco.
Para ayudarlo en su esbozo de la perfección evangélica, Ignacio recibió una
ayuda especial, a la que Polanco y Ribadeneira llaman la unción del Espíritu
Santo. Sin esta gracia, la composición de los “Ejercicios” queda como un
misterio. ¿Como podría un rudo e ignorante soldado concebir y desarrollar un
trabajo tan original, tan útil para la salvación y perfección de las almas, un
libro que lo asombra a uno por la originalidad de su método y la poderosa
eficacia de su virtud? No debemos, sin embargo, considerar esta Divina ayuda
como una revelación completa. Lo que San Ignacio conocía de los caminos
espirituales, lo había aprendido principalmente de su experiencia personal y por
la gracia de Dios, Quien lo trataba “como el maestro trata al niño”. Esto no
significa que no tuviera el consejo de un confesor que lo guiara, ya que era
dirigido por John Chanones en Monserrat; tampoco significa que no hubiera leído
nada, ya que sabemos que tenía libros a mano. Debemos por tanto considerar la
revelación de los “Ejercicios” no como una manifestación completamente
sobrenatural de todas las verdades contenida en el trabajo, sino como un tipo de
inspiración, o ayuda Divina especial, que previno cualquier error esencial, y
sugirió muchos pensamientos útiles para la salvación del autor, y de los
lectores de todos los tiempos. Esta inspiración es de lo más admisible ya que
Ignacio fue favorecido con gran luz en cosas Divinas. Ribadeneira, escribiendo
desde Madrid, el 18 de Abril de 1607, a Fr.Girón, rector de Salamanca, insiste
en los maravillosos frutos de los “Ejercicios”, frutos previstos y deseados por
Dios. Tal resultado no podría ser el efecto de la meramente humana lectura y
estudio, y agrega: “Esta ha sido la opinión general de todos los viejos padres
de nuestra Compañía todos los cuales han vivido y conversado con nuestro bendito
padre”.
Otra tradición se refiere al papel ocupado por la Bienaventurada Virgen en la
composición de los “Ejercicios” en Manresa. No está basada en ningún testimonio
escrito por los contemporáneos de San Ignacio, aunque se hizo universal en el
siglo diceisiete. Posiblemente está basada sobre un temprano testimonio oral, y
sobre la revelación hecha en 1600 a la Venerable Marina de Escobar y relatado en
la “Vida del Padre Balthasar Alvarez”. Esta tradición ha sido a menudo
simbolizada por pintores, quienes representan a Ignacio escribiendo al dictado
de la Bienaventurada Virgen.
Aunque Ignacio había sido educado como los caballeros comunes de su tiempo, le
gustaba la caligrafía y aún más la lectura; su convalecencia en Loyola le
permitió gratificarse con esta doble inclinación. Sabemos que escribió allí, en
tinta de distintos colores, un libro en cuarto de 300 folios en el cual parece
haber recopilado extractos de los dos únicos libros que se podían encontrar en
el castillo y que eran “La Flor de los Santos” en español, y “La Vida de
Jesucristo” por Ludolph de Sajonia o el Cartujo, publicado en Español en Alcalá,
1502 a 1503. “La Flor de los Santos” aparentemente no dejó rastros en los
“Ejercicios”, excepto un consejo de leer algo similar después de la segunda
semana. La influencia de Ludoph es más notable en expresiones, principios
ascéticos, y detalles metódicos. La parte de los “Ejercicios” que trata sobre la
vida de Cristo, se debe especialmente a él.
Una vez recobrada su salud y determinado a dejar la vida de ermitaño, Ignacio
dejó Loyola por Montserrat y Manresa. Pasó la mayor parte del año 1522 en esta
última ciudad, distante tres leguas de Montserrat, bajo la dirección de su
confesor, Don John Chanones. De acuerdo con un testigo en el proceso de
canonización, Ignacio fue a ver a Chanones cada Sábado. El pudo además haberse
reunido con él u otro Benedictino en el priorato de Manresa, dependiente de
Montserrat. Es posible que haya recibido de ellos una copia de la “Imitación de
Cristo” en Español, ya que ciertamente tenía ese libro en Manresa; le deben
haber dado también el “Ejercitatorio de la vida espiritual”, de Don Barcia de
Cisneros, publicado en Montserrat en 1500. Ribadeneira, en su cara a Fr. Girón,
piensa que es muy probable que San Ignacio estuviera familiarizado con este
trabajo castellano, que se hubiera valido de él para su oración y meditación,
que Chanones le hubiera explicado diferentes partes, y que el título
“Ejercicios” le fue sugerido por el “Ejercitatorio”. Los Benedictinos hacía uso
de este libro para la conversión o instrucción de los peregrinos de Monserrat;
de hecho, la tradición del monasterio relata que Chanones comunicó el mismo a su
penitente. Los “Ejercicios” tomaron expresamente muy poco de la “Imitación de
Cristo”. Sin embargo es de notar una concordancia de su doctrina y la de los
“Ejercicios”, y una invitación a leerlo.
¿Fue el “Ejercitatorio” seguido mas de cerca? Para tratar de resolver esta
pregunta no es suficiente extraer conclusiones del parecido de los títulos, o
establecer un paralelo con unos pocos detalles, es necesario sobre todo comparar
los planes y métodos de los dos trabajos. Mientras que los “Ejercicios”
consideran la palabra “semana” en su sentido metafórico y da libertad para
agregar u omitir días, el “Ejercitatorio” presenta una triple serie de siete
meditaciones, una y no varios para cada día de la semana real. La serie completa
de veintiuna meditaciones es agotada en justo tres semanas, las que responden a
las tres vidas: la purgativa, la iluminativa y la unitiva. El autor persigue
solamente elevar gradualmente al “Exercitator” a la vida contemplativa, mientras
San Ignacio conduce al ejercitante a determinar por sí mismo la elección del
estado de vida entre aquellas que más complacen a Dios. El “Ejercitatorio” no
menciona nada de los basamentos, ni del reino, de examen particular, de
elección, de discernimiento de espíritus, ni de la reglas para regular
rectamente la comido y para pensar con la Iglesia Ortodoxa, ni de los tres
métodos de orar. Solamente unos pocos consejos de Cisneros han sido adoptados
por San Ignacio en las notas 2, 4, 13, 18, 19, 20, y las adiciones 2, 4. Algunas
de las ideas de Cisneros pueden encontrarse en las meditaciones de la primera
semana. Las otras semanas de San Ignacio son totalmente diferentes. Las
similitudes se reducen, en verdad, a un muy pequeño número.
Pero el trabajo de Cisneros es en si mismo solamente una compilación. Cisneros
admite haber reproducido pasajes de Cassian, Bernard, Bonaventure, Gerson etc.;
además, él no da los nombres de los contemporáneos a los que copió. Entre otros
libros Cisneros leyó y copió el "De spiritualibus ascensionibus" de Gerard
Zerbolt de Zutphen (1367-98) y el "Rosetum exercitiorum spiritualium" de John
Mombaer, o Mauburnus (muerto en 1502), quien a su vez se lo debía a Gerard. Casi
todo lo que en Cisneros pertenece al método de ejercicios espirituales es
extractado de “Rosetum”. Las diferentes formas de ejercitarse a uno mismo en la
contemplación de la vida y pasión de Jesucristo están tomadas del "De
spiritualibus ascensionibus". Todos los préstamos tomados por Cisneros fueron
revelados por Fr. Watrigant (ver bibliografía). Zutphen y Mombaer, como Thomas à
Kempis, pertenecían a la Compañía de los Hermanos de la Vida Común, fundada
hacia fines del siglo catorce por Gerard de Groote y Florence Radewyns. Esta
compañía provoco un renacimiento de la vida espiritual a través de la
publicación de numerosos tratados ascéticos, varios de los cuales aparecieron
bajo el título de “Ejercicios Espirituales”. Los Hermanos de la Vida Común, o
los Devoti, se consagraban también a la reforma del clero de los monasterios. La
Congregación Benedictina de Valladolid, de la cual dependía Montserrat, había
estado bajo la influencia de Lewis Barbo, el que estaba conectado con los
hermanos. Podemos por tanto concluir que Ignacio podría haberse beneficiado por
los resultados de los trabajos de Zutphen y Mauburnus mientras leía Cisneros o
escuchaba las explicaciones de Chanone en Manresa. Más tarde, cuando entendió
Latín, durante sus estudios en las Universidades de Alacalá y París, o mientras
viajaba en Flandes, el podría haberse familiarizado con los trabajos de los
Devoti. Puede detectarse una mayor analogía entre Zutphen e Ignacio, dos mentes
prácticas, que entre Loyola y Cisneros.
Originalidad del trabajo
Podemos por tanto considerar como definitivamente resuelta la cuestión del
supuesto plagio por parte de San Ignacio en detrimento de Cisneros. Esta
cuestión fue levantada por Don Constantine Cajetan, o mejor por alguien que
adoptó su nombre, en un tratado publicado en Venecia en 1641: "De reigiosa S.
Ignatii . . . per patres Benedictinos institutione . . . ". El Jesuita John Rho
le contestó en sus “Achates” (Lyons, 1644). Ambos, el ataque y la réplica fueron
incluidos en el Index, sin duda debido a su excesiva acritud. Además la asamblea
general de la Congregación de Monte Cassino que se reunió en Ravena en 1614, se
disoció del agresor por un decreto. La disputa se renovó posteriormente en
diversas ocasiones, principalmente por parte de heterodoxos, pero siempre sin
éxito. Los Benedictinos y los Jesuitas acordaron en admitir que, si San Ignacio
debe algo a Montserrat, ha retenido su completa originalidad. Cualquier cosa
pueda ser dicha sobre los trabajos que leyó y qué tomo prestado, su libro es
verdaderamente suyo. Un escritor nunca es culpado por haber previamente
investigado y estudiado, si su propio trabajo esta impregnado con su
personalidad y trata la materia con un nuevo punto de vista. Esto ha sido
llevado a cabo exitosamente por San Ignacio, y con el más grande mérito, ya que
no podía cambiar nada de las verdades tradicionales del Cristianismo o pretender
inventar oraciones mentales.
La originalidad de Ignacio aparece a primera vista en la selección y
coordinación de su material. Para seleccionar algunas de las grandes verdades de
la religión, para conducirlas profundamente al corazón, hasta que el hombre
completamente impresionado caiga a los pies del Señor, llorando como otro Saúl
"¿Domine, quid me vis facere?", tal es el genio, el carácter ascético, de San
Ignacio. Pero para alcanzar este resultado fue necesario relacionar en series
lógicas y animadas por un movimiento progresivo a las verdades seleccionadas. El
orden metódico y la deducción irresistible de los “Ejercicios” los distingue de
un gran número de trabajos espirituales. La originalidad de San Ignacio se
despliega sobre todo, en el cuidado con en que combina las materias de
meditación con los principios ascéticos, y el minucioso consejo que guía y
modera, cuando es necesario la aplicación de los “Ejercicios”. Encontramos en
las anotaciones al comienzo, en las notas esparcidas aquí y allá, en las reglas
para el discernimiento de los espíritus, un real sistema de entrenamiento
espiritual, que hace una provisión adecuada para los distintos estado del alma
del ejercitante, y advierte al mismo, o mejor dicho al director, qué es lo más
adecuado, de acuerdo con las circunstancias del caso. Nada es dejado al azar.
Uno ve cómo adaptar el progreso general del retiro a diferentes personas de
acuerdo con su ocupación, el grado de su fervor, y las ventajas que ellos
derivan de los “Ejercicios”. Este arte de proporcionar instrucción espiritual a
los poderes del alma y a la Divina gracia era enteramente nueva, al menos bajo
la precisa y metódica forma dado a él por San Ignacio.
Doctrina del Libro
Las dos palabras que forma el título general del libro de San Ignacio indican de
inmediato la acción y trabajo del alma, y la lucha interior. El aún más
explícito título que encontramos inmediatamente después de las anotaciones no le
dejan a uno ninguna duda: “Ejercicios Espirituales para conquistarse a uno mismo
y regular su propia vida, y para evitar llegar una determinación a través de una
desmesurado afecto”. Aquí es ofrecido un método, que con la gracia de Dios, le
enseña y ayuda a uno a vencerse, es decir a vencer nuestras pasiones rebeldes, y
obteniendo el control sobre cada acto conciente, a adquirir la paz interior; un
método de autoconquista y autogobierno. Se puede obtener mejor una idea general
de los “Ejercicios” del resumen de Diertins: Después de comenzar por el fin con
el que Dios creó al hombre y todas las otras cosas, el libro, siempre
considerando esta verdad como la base principal, nos lleva en poco tiempo por el
camino conocido como el camino purgativo para reconocer la fealdad de los pecado
que nos han causado nuestro alejamiento vergonzoso de ese fin, y a purificar
nuestras almas del pecado. Poniendo ante nosotros el ejemplo de Cristo, nuestro
Rey y Líder, el autor nos invita entonces, en lo que es definido como la vida
iluminativa, a evitar los estándares del diablo y a seguir los de este buen y
sabio Jefe, y a imitar Sus virtudes; en verdad el casi nos fuerza a hacerlo por
la meditación de las tres clases, o grados, de hombres (el primero de cuales es
reticente a seguir a Cristo, el segundo temeroso de hacerlo pero con
limitaciones, y el último inclinado a seguirlo a Él de inmediato completamente y
siempre). Estas resoluciones son reforzadas más y más en la tercera semana, ante
la vista de Jesucristo caminando ante nosotros con Su cruz. Finalmente, en el
camino unitivo, que comprende la cuarta semana, enciende en nuestros corazones
un deseo de la gloria de Jesús ascendido, y por su purísimo amor. Se adjuntan a
esto, anotaciones, adiciones, preludios, coloquios, exámenes, modos de elección,
reglas para regular correctamente nuestras comidas, para discernir los
espíritus, para los escrúpulos, para pensar con la Iglesia Ortodoxa, etc. Todo,
si es aplicado en el orden prescripto, posee la increíble fuerza de llevarnos a
la sólida virtud y a la salvación eterna. Las cuatro semanas pueden ser
resumidas aún más brevemente en las siguientes sentencias:
1. deformata reformare;
2. reformata conformare;
3. conformata confirmare;
4. confirmata transformare;
lo que es decir:
1. reformar lo que ha sido deformado por el pecado;
2. hacer lo que así fue reformado conforme al Divino modelo, Jesús;
3. fortalecer lo así ajustado;
4. transformar por medio del amor las resoluciones ya fortalecidas.
Este método de progreso espiritual ya había sido trazado por San Pablo (Hebr.,
xii, 1-2). No puede repetirse lo suficiente que, si San Ignacio desplegó su
originalidad en unir y coordinar el material de su libro, el no creó el material
por sí mismo. Lo obtuvo del siempre abierto tesoro de la Iglesia Católica, de
las Escrituras y de la Tradición, de la Biblia y de los Padres. El Evangelio es
la médula de los “Ejercicios”. La espiritualidad de San Ignacio está en
constante armonía con las enseñanzas de Cristo y Sus Apóstoles. ¿Qué es el "homo
vincat seipsum" sino un eco del "abneget semstipsum"? Y de dónde proviene la
idea de Loyola de darnos una teoría de soldados, un libro de guerra que contiene
todo el plan de una campaña de la lucha del hombre consigo mismo, si no es de
las palabras del Salvador, que son una declaración de guerra: “No piensen que Yo
vine a traer la paz sobre la tierra: Yo no vine a traer la paz, sino la espada”
(Mt., x, 34). La espiritualidad de los “Ejercicios” pertenece, por lo tanto, a
un tipo activo y militar. Debemos además destacar, que este trabajo no es un
mero libro para leer o un mero manual de devoción; nos da en el más alto sentido
de la palabra, un método psicológico y pedagógico. El Sr. Orbi Shipley, un
converso del Protestantismo al Catolicismo, lo juzgó correctamente cuando dijo
en el prefacio de su edición (Londres, 1870): “Este tratado no es tanto un
manual como un método, un método del cual no aparece a primera vista su valor,
su extraordinario poder. Una de sus grandes maravillas consiste en el hecho que
ha hecho tanto a través de tan simples medios...No hay meras composiciones
teóricas, sino que han sido enmarcadas sobre el más preciso estudio de la mente
humana; ellos entran en sus diversas emociones, encuentran sus innumerables
dificultades, y sondean en sus mismísimas profundidades sus diversas vertientes
y pensamientos y acción”.
Para obtener el resultado deseado, San Ignacio usa sólo unas pocas palabras,
pero estas son seleccionadas de modo de producir una profunda impresión en la
mente y, si son seriamente meditadas por el ejercitante y fomentadas en su alma,
pronto devendrán en poderosos pensamientos y se convertirán en una fuente de
gran iluminación espiritual y consecuentemente de sinceras enérgicas
resoluciones. Sin embargo, aunque el método de San Ignacio deja a los
ejercitantes pensar por sí mismos, el autor no pretende que ellos deban usarlo
sin guía. Él pone el “Libro de los Ejercicios” en las manos de un director, y le
confía a el con su aplicación al ejercitante. El le enseña como guiar un alma en
la elección del estado de vida y en la tarea de auto reforma. Las anotaciones,
que proveen la clave de los “Ejercicios”, están pensadas más especialmente para
el director. La mayor parte de ellas – la segunda, sexta, séptima, octava,
novena, décima, duodécima, decimotercera, decimocuarta, decimoquinta,
decimoséptima, decimoctava, un total de doce sobre veinte – están escritas para
“el que da los Exercicios”. La decimoquinta le aconseja proceder con gran
discreción, de modo de no interferir entre el Creador y la criatura, y a
abstenerse, especialmente en caso de un retiro de elección, de cualquier
sugerencia relativa a la determinación que debe tomarse, aún cuando fuera,
hablando estrictamente, para lo mejor. Este consejo muestra cuán falsamente
algunas críticas de los Ejercicios los representan como llevando indebida
influencia para conducir la voluntad, con el objetivo de esclavizarla o
paralizarla. De esto también se muestra el absurdo de la tesis de Muller en "Les
origines de la Compagnie de Jésus" (París, 1898), en la cual se esfuerza por
probar el origen Mahometano de los Ejercicios y de la Compañía de Jesús. De este
modo, por lo tanto, el director, de conformidad con los deseos del autor,
respeta la libertad del alma, una libertad ya regulada por la autoridad de la
Iglesia, de la cual él es el representante. Además él considera la capacidad del
alma; los Ejercicios contienen en sí mismos materias útiles para todos, pero
tomadas en conjunto pueden no ser adecuadas a todos. La anotación decimoctava
les prohíbe darlos indiscriminadamente, sin considerar quién es el ejercitante.
Finalmente, resumiendo, toda la espiritualidad de San Ignacio, reposa en la
instrucción Católica tradicional, en un método favorable a la actividad
personal, y en la importancia de una dirección prudente.
Los comentaristas que han intentado explicar y penetrar la doctrina de los
“Ejercicios” son teóricos que consideran ya sea todo el libro o ciertas partes
del mismo, y muestran el orden y la conexión del libro, y cuando es necesario,
justifican el pensamiento. Varios de ellos, no satisfechos con simplemente
discutir el método, se ocupan también de la práctica. Aquellos cuyos nombres
damos aquí pertenecen a la Compañía de Jesús, pero no escribieron solamente para
la orden: siglo dieciseis — Achille Gagliardi; siglo diecisiete— Francisco
Suarez, Antoine Le Gaudier, Luis de la Palma, Giovanni Bucellani, Tobias Lohner,
Ignatius Diertins; siglo dieciocho— Claude Judde, Jean-Joseph Petitdidier,
Baltasar de Moncada, Peter Ferrusola; siglo diecinueve— Johann Philipp Roothaan,
Pierre Jennesseaux, Antoine Denis, Marin de Boylesve, Jaime Nonell, James Clare.
Franz de Hummelauer, Jaime Gutiérrez.
Crítica desfavorable y favorable
Referimos al lector a la narración de Diertins sobre la “persecución” a la cual
fueron sujetos los “Ejercicios” duran la vida de San Ignacio. El cuenta no menos
de doce. El primer ataque puede ser atribuido a la sorpresa sentida por los
eclesiásticos al ver a un laico tratando materias espirituales, antes de haber
hecho sus estudios teológicos; las otras surgieron de alguna dificultad de
interpretación o de juicios erróneos referidos al significado del texto. Nadal y
Suarez respondieron a estos malevolentes o celosos censores, y fueron
justificados con la aprobación de la Santa Sede. Los ataques del presente son
generalmente no-científicos, inspirados por la pasión, y hechos sin ningún
examen preliminar de la cuestión. Cuando la mente del adversario concibe una
caricatura de los “Ejercicios”, ya sea porque no los ha leído, o porque antes de
leerlos ha sido influenciado por las afirmaciones erróneas de otros críticos
hostiles, el ataque aparece legítimo; en realidad se hallará que se refiere a
algo que no está en los “Ejercicios”. Además los ataques por su oposición mutua
se destruyen unos a otros. Los “Ejercicios” no pueden tener al mismo tiempo, un
carácter maquiavélico y anodino, o estar embelesado en las nubes y empero
arrastrarse sobre el suelo. Hace mucho tiempo fueron, y hoy en día lo son,
acusados de ser una astuta maquinaria destinada a impresionar y conmover la
imaginación y finalmente producir éxtasis a través de alucinación. Michelet y
Quinet en sus dos famosas conferencias reavivaron esta calumnia, que fue
contestada por Fr.Cahour en su panfleto "Des jésuites par un jésuite". Para este
cargo de charlatanería será suficiente una réplica, la contestación hecha por un
joven religioso, Rodrigo de Menezès, cuando fue preguntado si él no había sido
favorecido con alguna clase de visión: “Si, fui testigo de una visión muy
conmovedora; el estado de mi alma, lo nada de este mundo y el infortunio de
perder a Dios para siempre”.
Esta visión, si puede mover al pecador a la conversión, no es uno apropiado para
causar a una mente equilibrada una desviación. Y sin embargo, W. James menciona
el punto culminante de los “Ejercicios” como, “un medio alucinado monoideismo”
("L'Expérience reigieuse", Paris, 1906, p. 345). Ciertas críticas han reprochado
a los “Ejercicios” por favorecer la inspiración privada, en el sentido
Protestante, y de abrir un camino al iluminismo. Esta crítica fue enfatizada al
principio por Thomas de Pedroche, O.P. y surgió de una interpretación errónea de
la decimoquinta anotación, en la cual San Ignacio aconseja al director no
sustituir sus propias consideraciones por aquellas que Dios puede tener sobre el
ejercitante. No es cuestión de dejarle una libertad exagerada que pudiera
empujarlo más allá de los límites establecidos por la Iglesia. Vemos por tanto
que algunos encuentran en el método de Ignacio iluminismo, alucinación y
fantasmagoría; otros no ven en él nada deslumbrante, sino bastante tontería e
insipidez. “Hay gente,” dijo el Abad Guetée, “que considera este libro una obra
maestra, y otros no la encuentran más que muy ordinaria” ("Histoire des Jésuites",
París, 1858, I, 12). Esta acusación aparece nuevamente bajo una forma diferente:
los “Ejercicios” no ofrecen más que un método insuficiente, “una cultura
Japonesa de falsos bonsais” (Huysmans, "En Route", Paris, 1896, p. 398).
Finalmente, algunos Católicos ven en él sólo un libro para principiantes, un
retiro para el tiempo de conversión, y un medio adecuado para guiar los pasos de
uno en el camino de perfección. Un clérigo Protestante, el Rev. Sr. Carter
observa, por el contrario, que el método es bastante amplio y libre, desde que
“una de las primeras reglas establecidas por San Ignacio para el director del
retiro es, que él debe adaptar los Ejercicios a la edad, capacidad, y fortaleza
de la persona pronta a hacerlos” ("Retreats with notes of addresses", Londres,
1893, p. xxv).
Los elogios prodigados a los “Ejercicios” exceden largamente las críticas
adversas. Como son considerados una escuela de santidad, es interesante saber
que pensaron los santos de ellos. La práctica de los Santos Felipe Rómulo Neri,
Carlos Borromeo, Francisco de Sales y Alfonso Liguori es un testimonio más
elocuente en favor de los “Ejercicios” que cualquier cosa que ellos hayan
escrito; y será suficiente recordar las palabras de San Leonardo de Port-Maurice:
“Durante esos santos días debimos ejercitarnos en el Divino arte de asegurar el
grandemente importante asunto de nuestra salvación. Como Dios ha inspirado al
glorioso fundador de la ilustre Compañía de Jesús con este precioso arte,
tenemos que seguir el método establecido por él en su admirable libro de los
Ejercicios.” Desde la aprobación concedida por Pablo III en 1548, los
“Ejercicios” han sido a menudo favorecidos por los soberanos pontífices; los
elogios que les han otorgado se hallan mezclados con recomendaciones de los
retiros, el uso de de los cuales, de acuerdo con San Francisco de Sales, fue
reavivado por San Ignacio. Debemos mencionar solamente a Alejandro VII, Clemente
XII, Benedicto XIV, Clemente XIII, y Pío IX. Todos sus elogios han sido
resumidos por León XIII en su Instrucción del 8 de Febrero de 1900: “La
importancia del libro de San Ignacio con relación al eterno bienestar de las
almas ha sido probada por una experiencia de tres siglos y por la evidencia de
aquellos hombres destacados, que, durante este lapso de tiempo, se han
distinguido en los ascéticos caminos de la vida o en la práctica de la
santidad.”
Mgr Camus, Obispo de Belley, llama al libro de los “Ejercicios”, un “Dorado
libro de puro oro, más precioso que el oro o el topacio” ("Direction à l'Oraison
mentale", Lyons, 1623, c. xix, p. 157); Mgr Freppel “Un libro que yo podría
llamar el trabajo de un hombre de genio, si no fuera el de un santo, un
maravilloso libro, que, con la “Imitación de Cristo”, es quizás, de todos los
libros escritos por el hombre el que gana más almas para Dios ("Discours-Panégyriques",
Paris, 1882, II, 36, 37); y el Cardenal Wiseman: “Hay muchos libros de los que
han enseñado al hombre a esperar mucho; pero que, leidos, le dejan poco
beneficio. Hay unos pocos y mas preciosos, que, a primera vista, y por exiguo
conocimiento, parecen contener poco; pero cuanto más se los estudia, cuanto más
instrucción, más sólidos beneficios producen; que son como un terreno que parece
desnudo y no adornado, pero que contiene bajo sus superficie ricos tesoros que
deben ser excavados y extraídos desde gran profundidad. No conozco un libro que
tan justamente pertenezca a esta segunda clase como este pequeño trabajo aquí
presentado al público” (Prefacio a la ed. Fr. de los “Ejercicios” por Seager.
Londres, 1847,p. xi). Janssen dice “Este pequeño libro, considerado por los
propios Protestantes como una obra maestra sicológica de primera clase, ha sido
para la nación Germana, y para la historia de su fe y civilización, uno de los
más importantes escritos de los tiempos modernos... Ha obrado tan extraordinaria
influencia sobre las almas, que ningún otro trabajo ascético puede comparársele
("L'Allemagne et la Réforme", Fr. ed., IV, 402).
Los no católicos también lo elogian. “Los Ejercicios Espirituales”, de acuerdo
con Macaulay, “es un manual de conversión, que propone un plan de disciplina
interior, por medio de la cual, en ni más ni menos que cuatro semanas, se
realiza paso a paso la metamorfosis de un pecador en un fiel siervo a Cristo” ("Edinburgh
Review", Noviembre, 1842, p. 29). Más recientemente, el Canónigo Carlos
Bodington, elogiando a los misioneros Jesuitas, tan pródigos de su sudor y
sangre, realmente “dignos de calurosa admiración y respeto”, agregó:
“Probablemente el noble y devoto aspecto de las vidas de estos hombres
destacados ha sido grandemente sostenido por el uso del método de loe ejercicios
espirituales que les dejara su fundador” ("Books of Devotion", Londres, 1903, p.
130). Finalmente, poco tiempo atrás Karl Holl (ver bibliografía), un Alemán,
declaró que los “Ejercicios” eran una obra maestra de pedagogía, la que en lugar
de aniquilar la personalidad sirve para elevar el espíritu. El Positivista P.
Lafitte, en las conferencias dictadas en el Collège de Francia, declara: “Estos
Ejercicios son para mi mente una real obra maestra de sabiduría política y moral
y ameritan un cuidadoso estudio...El destino de estos Ejercicio es organizar la
vida moral del individuo de tal manera que a través de un prolongado, solitario
y personal trabajo, él mismo realiza el más perfecto balance de la mente” ("Revue
occidentale", 1 May, 1894, p. 309).
Monumenta historica, S. J. (Madrid, 1894); SOMMERVOGEL, Bibl. de la Compagnie de
Jésus (Brussels, 1890); Acta SS., VII, July; STÖGER, Die aszetische Literatur
über die geistlichen Uebungen (Ratisbon, 1850); DIERTINS, Hist. exercitiorum
spiritualium (Rome. 1732); WATRIGANT, La genèse des exercices de saint Ignace (Amiens,
1897); DEBUCHY, Introduction à l'étude des exercices spirituels (Enghien, 1906);
BARTOLI-MICHEL, Hist. de s. Ignace de Loyola (Bruges, 1893); ASTRAIN, Hist. de
la compañía de Jesús en la asistencia de España (Madrid, 1902); JOLY, Saint
Ignace de Loyola (Paris, 1899); BESSE, Une question d'histoire littéraire au X
VIe siècle in Revue des quest. hist. (January, 1897); SUAREZ, De religione, IV,
tr. X, IX, v; CLARE, The Science of Spiritual Life according to the Spiritual
Exercises (New York, 1896); JANSSEN, L'Allemagne et la réforme, IV (Paris,
1895); HOLL, Die geistlichen Übungen des Ignatius von Loyola (Tübingen, 1905).
PAUL DEBUCHY
Transcripto por Douglas J. Potter
Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús
Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi