Miércoles de Ceniza
EnciCato
El Miércoles después del Domingo quincuagésimo, que es el primer día del ayuno
cuaresmal. El nombre dies cinerum (día de cenizas) que muestra el Misal Romano
aparece en las tempranas copias del Sacramentario Gregoriano y probablemente
data de por lo menos el siglo ocho. En este día todos los fieles de acuerdo a la
costumbre antigua están exhortados a acercarse al altar antes del comienzo de la
misa, y allí el sacerdote, sumergiendo su dedo pulgar en cenizas previamente
bendecidas, marcará en la frente —o en el caso de los clérigos encima del lugar
de la tonsura— de cada uno la cruz, diciendo las palabras: "Recuerda hombre que
del polvo venimos y al polvo retornaremos." Las cenizas usadas en esta ceremonia
están hechas quemando los restos de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos
del año anterior. En la bendición de las cenizas se usan cuatro plegarias, todas
antiguas. Las cenizas son rociadas con agua bendita y ahumadas con incienso. El
propio celebrante, sea obispo o cardenal, recibe, ya sea parado o sentado, las
cenizas de algún otro sacerdote, generalmente del de mayor dignidad de los
presentes. En los primeros años una procesión penitencial frecuentemente seguía
el rito de la distribución de las cenizas, pero esto no está actualmente
prescrito.
No cabe duda que la costumbre de distribuir las cenizas a todos los fieles
surgió de una imitación devota de la práctica observada en el caso de los
penitentes públicos. Pero esta práctica devota, la recepción de un sacramental
que está lleno de simbolismo de penitencia (cf. El cor contritum quasi cinis del
"Dies Irae") data incluso de antes de lo que fue supuesto previamente. Es
mencionado como indicación general para clérigos y fieles en el Sínodo de
Beneventum, 1901 (Mansi, XX, 739), pero cerca de cien años antes que esto el
homilista Anglo-Sajón Ælfric asume que se aplica a toda clase de hombre.
"Leemos", el dice, en ambos libros en la Antigua Ley y en la Nueva que los
hombres que se arrepintieron de sus pecados derramaron sobre ellos mismos
cenizas y vistieron sus cuerpos con percal. Ahora déjanos hacer este poco al
comienzo de nuestra Cuaresma que rociemos cenizas sobre nuestras cabezas como
símbolo de que debemos arrepentirnos de nuestros pecados durante el ayuno
cuaresmal.
Y luego fortalece esta recomendación por el terrible ejemplo de un hombre que se
negó a ir a misa por las cenizas el Miércoles de Ceniza y quien a los pocos días
murió accidentalmente en una cacería de jabalí (Ælfric, Vidas de Santos, ed.
Skeat, I, 262-266). Es posible que la noción de penitencia que fue sugerida por
el rito del Miércoles de Ceniza fuera reforzada por la exclusión figurativa de
los sagrados misterios simbolizado por el velo cuaresmal colgado frente al
santuario. Pero en esta y la práctica del comienzo del ayuno el Miércoles de
Ceniza ver CUARESMA.
HERBERT THURSTON
Transcrito por Joseph P. Thomas
Traducido por Armando Llaza Corrales