Hospitalarios de San Juan de Jerusalén
(Caballeros de Malta)
EnciCato
La más importante de las órdenes militares, tanto por su extensión física como
por su duración. Se dice que existió desde antes de las Cruzadas, y aún no se ha
extinguido. En su larga vida ha cambiado de nombre en varias ocasiones;
conocidos como Hospitalarios de Jerusalén hasta 1309, fueron llamados Caballeros
de Rodas de 1309 a 1522, y Caballeros de Malta desde 1530 a la fecha.
El origen de esta orden es un tema en que los eruditos no se ponen de acuerdo;
ha dado origen a leyendas ficticias y a peligrosas conjeturas. Sin lugar a
dudas, el fundador fue un tal Gerald o Gerard, cuyo lugar de nacimiento y
apellido se han investigado en vano. Por otra parte, su título de fundador está
autentificado por un documento contemporáneo, la Bula de Pascal II, fechado en
1113 y dirigido a "Geraudo institutori ac praeposito Hirosolimitani Xenodochii".
Ciertamente, este no fue el primer establecimiento de su clase en Jerusalén. Aún
antes de las Cruzadas, los mesones eran indispensables para albergar a los
peregrinos que acudían en tropel a los Lugares Santos y, al principio, los
hospitia o xenodochia no eran otra cosa. Pertenecían a diferentes naciones; se
habla de un hospicio fráncico en la época de Carlomagno; se dice también que el
hospicio húngaro data de la época del Rey San Esteban (año 1000). Sin embargo,
el más famoso fue un hospicio italiano creado aproximadamente en el año 1050 por
los mercaderes de Amalfi, quienes en esa época tenían relaciones comerciales con
Tierra Santa. Se ha tratado de conectar el origen de los Hospitalarios de San
Juan con esa fundación, pero es obvio que los Hospitalarios tenían a San Juan
Bautista por patrono, mientras que el hospicio italiano estaba dedicado a San
Juan de Alejandría. Además, los primeros adoptaron la Regla de San Agustín,
mientras el segundo ejerció la Regla Benedictina. Como la mayoría de las casas
similares de ese tiempo, el hospicio de Amalfi dependía de un monasterio; en
cambio, el de Gerard fue autónomo desde el principio. Antes de las Cruzadas, el
hospital italiano decayó, sostenido únicamente por limosnas recolectadas en
Italia; pero Gerard se benefició con la presencia de los cruzados y la gratitud
de éstos hacia su hospitalidad, que le valieron la adquisición de territorios e
ingresos no sólo en el nuevo reino de Jerusalén, sino en Europa –Sicilia, Italia
y Provenza. En las donaciones que quedaron registradas no se menciona a los
enfermos, sólo a los pobres y a los extranjeros. Desde este punto de vista, el
hospicio de Gerard no difería de otros, y su epitafio define su trabajo:
Pauperibus servus, pius hospitibus . . . . Undique collegit pasceret unde sous.
Gracias a los recursos acumulados por Gerard, su sucesor Raymond de Provenza
(1120-60) erigió edificios más espaciosos cerca de la iglesia del Santo Sepulcro
y, de ahí en adelante, el hospicio se convirtió en un hospital atendido por una
comunidad de gente de hospital, en el sentido moderno de la palabra.
Por lo tanto, para ser exactos, los Hospitalarios de Jerusalén nacieron con
Raymond de Provenza, autor de la regla (que establece sólo su conducta como
religiosos y enfermeros, sin mencionar lo de caballeros). Dicha regla establece,
principalmente, que el hospital mantendrá permanentemente, y a su propia cuenta,
a cinco médicos y tres cirujanos. Los hermanos debían realizar las funciones de
enfermeros. Aproximadamente en 1150, un peregrino calculó el número de enfermos
que recibían cuidados en 2000, una cifra evidentemente exagerada, a menos que
incluyera a las personas hospedadas durante todo el año. Raymond continuó
recibiendo donaciones, lo que le permitió complementar su fundación con una
segunda innovación. Para acompañar, y defender cuando fuera necesario, a los
peregrinos que llegaban y partían, sufragó el costo de una escolta armada, que
con el tiempo se convirtió en un verdadero ejército formado por caballeros
reclutados entre los cruzados de Europa, quienes servían como caballería pesada
(ver HIDALGUÍA), y turcoples reclutados entre los nativos de sangre mixta,
quienes hacían las funciones de caballería ligera armados a la usanza turca. Con
esta innovación se originaron los grados militares más antiguos de la orden: el
de mariscal, para comandar a los caballeros, y el de copler para dirigir a los
turcoples. Posteriormente, los grandes maestres mismos participaron en batallas.
Gosbert (hacia 1177), quinto sucesor de Raymond, se distinguió como hombre de
armas, y Roger de Moulins pereció gloriosamente en el campo de batalla (1187).
De esta forma, la Orden de San Juan se convirtió imperceptiblemente en una orden
militar, sin perder su carácter hospitalario. Los estatutos de Roger de Moulins
(1187) tratan exclusivamente sobre el servicio a los enfermos; la primera
mención acerca del servicio militar aparece en los estatutos del noveno gran
maestre, Alfonso de Portugal (aprox. 1200). En estos se hace una marcada
distinción entre los caballeros seculares, externos a la orden, quienes servían
sólo por un tiempo, y los caballeros declarados, unidos a la orden mediante un
voto perpetuo, y poseedores de los mismos privilegios espirituales que los otros
religiosos. De ahí en adelante, la orden nombraba dos clases de miembros: los
hermanos militares y los hermanos enfermeros. Los hermanos capellanes, a quienes
se les confiaba el divino servicio, formaban una tercera clase.
La Orden de San Juan se convirtió en una orden mixta, en tanto que la Orden de
los Templarios era puramente militar al principio, y en este punto puede
reclamar prioridad, a pesar de las aseveraciones contrarias de los
hospitalarios. Los Templarios seguían otra regla monástica y vestían un hábito
diferente: el hábito blanco de los cistercienses (cuya regla obedecían) con una
cruz roja, mientras que los hospitalarios usaban el manto negro con una cruz
blanca. Cuando iban a la guerra, los hermanos caballeros vestían sobre su
armadura un sobretodo rojo con una cruz blanca. Estos dos grupos que se emularon
desde el principio pronto se convirtieron en rivales, y dicha antipatía tuvo
mucho que ver con el rápido declive del Reino de Jerusalén. Desde otros puntos
de vista, ambas órdenes tenían el mismo rango en la iglesia y en el estado; eran
reconocidas como órdenes regulares y el Papa les concedía grandes privilegios,
absoluta independencia de cualquier autoridad espiritual y temporal (salvo la de
Roma), exención de diezmos, con derecho a tener sus propias capillas, clero y
cementerios. A ambas se les asignó la defensa militar de Tierra Santa, y las más
formidables fortalezas del país, cuyas espléndidas ruinas aún existen, fueron
ocupadas por alguna de las dos (Rey, "Monument de l'architecture militaire des
Croisés", París, 1865). En el campo de batalla compartían los puestos más
peligrosos, tomando por turnos la vanguardia y la retaguardia.
La historia de los Hospitalarios de Jerusalén está relacionada con la del Reino
Latino del mismo nombre, con el que compartía la prosperidad y la adversidad.
Cuando el reino se encontraba en su esplendor, los Hospitalarios poseían no
menos de siete fortalezas, algunas situadas en la costa, otras en las montañas;
entre ellas, Margat y Krals, en el territorio de Trípoli, son las más famosas.
Disfrutaban de los ingresos provenientes de más de ciento cuarenta estados (casalia)
de Tierra Santa. En cuanto a sus posesiones europeas, un escritor del siglo XIII
les acreditó cerca de 19,000 casas o fincas. Fue necesario organizar una
administración financiera para asegurar el cobro regular de los ingresos
provenientes de estas posesiones tan dispersas. Esta fue la tarea de Hugo de
Ravel, décimo séptimo Gran Maestre de Tierra Santa (hacia 1270). Las tierras
unidas a una sola casa fueron puestas bajo el control de un caballero de la
orden, quien al principio fue llamado preceptor pero luego tomo el título de
comandante. Este oficial estaba encargado de recolectar las rentas, una
proporción de las cuales servía para sostener a su comunidad, formada por un
capellán y algunos hermanos; la otra parte estaba destinada a las casas de
Tierra Santa. Esta última consistía en un impuesto anual e invariable llamado "Responsions".
Gracias a estos recursos traídos de Europa, la orden pudo sobrevivir a la caída
del Reino de Jerusalén, que implicó la pérdida de todas sus posesiones en Asia.
Tras la captura de Jerusalén por parte de Saladino (1187), la Orden Hospitalaria
pudo conservar solamente las posesiones que tenía en el Principado de Trípoli,
las cuales perdió un siglo más tarde por la caída de Acre (1291). Sus miembros
fueron obligados a buscar refugio, bajo las órdenes de su gran maestre, Jean de
Villiers, en el Reino de Chipre, donde ya tenían algunas posesiones. El Rey
Amaury les asignó como lugar de residencia el pueblo costero de Limasol. Al
convertirse en isleños, los Hospitalarios se vieron obligados a modificar sus
artes de guerra. Equiparon flotas para pelear contra los musulmanes en el mar y
para proteger a los peregrinos, quienes no cesaban de visitar los Lugares
Santos. Pero fue principalmente la conquista de la isla de Rodas, por el Gran
Maestre Foulques de Villaret, lo que produjo una completa transformación de la
orden.
Los Caballeros de Rodas (1309-1522)
Los Caballeros de Rodas, sucesores de los Hospitalarios de San Juan, se
distinguían de estos últimos de muchas maneras. En primer lugar, el gran maestre
de la orden fue de ahí en adelante soberano temporal de la isla, la cual
constituía un verdadero principado eclesiástico bajo la soberanía de los
Emperadores del Este. En segundo lugar, aunque la primera preocupación de
Villaret fue construir un nuevo hospital, el cuidado de los enfermos tomó un
lugar secundario, ya que los miembros de la orden tenían poco tiempo para
dedicarse a atender enfermos, salvo a los miembros de la comunidad. De ahí que
el nombre de caballeros prevaleciera sobre el de hospitalarios. Esta
característica se acentuó con la fusión de los Hospitalarios con los pocos
Templarios restantes después de la supresión de estos últimos (1312). Al mismo
tiempo, esta fusión incrementó la riqueza de la orden, a la cual el Papa asignó
las propiedades de los Templarios en todos los países excepto en Aragón y
Portugal. En Francia, donde Felipe el Bueno se había apropiado de dichos bienes,
la orden logró la restitución sólo mediante grandes indemnizaciones al rey. A
partir de esta época, la organización de la orden tomó su forma definitiva: un
cuerpo dividido en lenguas, prioratos y encomiendas. Las lenguas, o naciones,
eran ocho y tenían su propio administrador; a cada una se le reservaba uno de
los ocho grados supremos –a Provenza, el de gran comendador; a Auvernia, el de
mariscal; a Francia, gran hospitalario; a Italia, almirante; a Aragón,
abanderado; a Castilla, gran canciller; a Alemania, gran administrador; a
Inglaterra, turcopolier. (Acerca de estos grados, vea ORDENES MILITARES). El
gran maestre podía ser elegido de cualquier lengua; ejercía una autoridad
suprema, pero bajo el control del gran cabildo y con ayuda de varios consejeros.
Cada lengua estaba dividida en prioratos, y la cabeza de cada uno de ellos tenía
derecho a recibir nuevos caballeros y visitar las encomiendas. Los prioratos
eran veinticuatro, y las encomiendas, o subdivisiones de los prioratos, 656.
Estos puestos eran asignados por antigüedad; después de tres campañas, conocidas
como "caravanas", se tenía derecho a una encomienda.
Un cambio importantísimo en el carácter de la orden fue la transformación de los
caballeros en corsarios. La piratería practicada por los musulmanes fue el
flagelo del mediterráneo, especialmente del comercio cristiano. Los Caballeros
de Rodas, por su parte, armaron cruceros no solamente para perseguir a los
piratas, sino para tomar represalias contra los comerciantes turcos. Cada vez
con mayor audacia hicieron incursiones en las costas y saquearon los puertos más
ricos del oriente, tales como Esmirna (1341) y Alejandría (1365). Sin embargo,
en esta época surgió una nueva fuerza musulmana --los Turcos Otomanos de Iconio--
que tomó la ofensiva contra los cristianos. Tras apoderarse de Constantinopla,
Mehmet II dirigió su atención a la tarea de destruir esta guarida de piratas que
hacía de Rodas el terror del mundo musulmán. De ahí en adelante la orden, tirada
a la ofensiva, vivió en constante alerta. Una vez, bajo las órdenes de su gran
maestre Pierre d' Aubusson, repelió a todas las fuerzas de Mehmet II (hacia
1480). En 1522, Solimán II regresó al ataque con una flota de 400 barcos y un
ejército de 140,000 hombres. Los caballeros sufrieron esta furiosa embestida con
su habitual valor durante un período de seis meses bajo las órdenes de su gran
maestre Villiers de L' Isle Adam, y no se rindieron hasta que sus provisiones se
agotaron por completo. Les fue perdonada la vida, y se les permitió replegarse.
En homenaje a su heroísmo, Solimán II les prestó sus barcos para regresar a
Europa. Se dispersaron a sus encomiendas y suplicaron a Carlos V que les
concediera la isla de Malta, la cual dependía de su reino de Sicilia, y esta
soberanía les fue concedida en 1530, bajo el poder de los Reyes España.
Los Caballeros de Malta (1530-1798)
Los Caballeros de Malta reasumieron inmediatamente la forma de vida que habían
practicado durante dos siglos en Rodas. Con una flota que no contaba con más de
siete galeras, resistieron a los piratas de Berbería que infestaron la cuenca
occidental del mediterráneo. Formaron un valioso contingente durante las grandes
expediciones de Carlos V contra Túnez y Argel y en la memorable victoria de
Lepanto. También se les permitió equipar una galera, corriendo ellos con los
gastos, para cazar a las galeras turcas. Estas empresas atrajeron nuevos ataques
de los otomanos. Lamentando su generosidad, Solimán II reunió por segunda vez a
todas las fuerzas de su imperio para sacar a los corsarios cristianos de su
refugio. El sitio de Malta, tan famoso como el de Rodas, duró aproximadamente
cuatro meses (1565). Cuando Malta fue entregada por un ejército de relevo
proveniente de España, los turcos ya habían tomado posesión de una parte de la
isla, destruido casi la totalidad de la vieja ciudad, matado a la mitad de los
caballeros y a casi 8000 soldados. Se dice que al retirarse, los turcos dejaron
30,000 muertos. Se tuvo que construir una nueva ciudad –la actual ciudad de La
Valeta, nombrada en memoria del gran maestre que resistió el sitio. Sin embargo,
Malta no se deshizo de su adversario más peligroso hasta la batalla de Lepanto
(1571), cuando la flota otomana sufrió un fatal golpe final.
A partir de ese momento, la historia de Malta se reduce a una serie de
encuentros marítimos con los corsarios de Berbería, cuyos intereses eran
puramente locales. En la lucha participaron principalmente los caballeros
jóvenes, quienes tenían prisa por completar sus tres "caravanas" para merecer
alguna encomienda vacante. Era una existencia llena de peligros de todo tipo:
ataques repentinos, aventuras, éxitos y derrotas. La vida y la libertad estaban
en constante riesgo, y esta última podía recuperarse solamente mediante enormes
rescates. Sin embargo, cuando llegaba el éxito la empresa se volvía lucrativa;
no solamente compensaba los gastos sino también enriquecía al capitán. El mejor
resultado era la entrega de cientos de esclavos cristianos, encadenados como
remeros en las galeras turcas. Como represalia, los turcos derrotados eran
reducidos a esclavos y vendidos a las galeras cristianas que necesitaban
remeros. Así, Malta siguió siendo un mercado de esclavos hasta bien entrado el
siglo XVIII. Se necesitaban mil esclavos sólo para equipar las galeras de la
orden, las cuales eran un infierno para los desafortunados. Se entiende
fácilmente que el hábito de vivir en medio de estas escenas de violencia y
brutalidad ejerciera una mala influencia en la moralidad de los caballeros de la
orden. La disciplina se relajó y el cargo de gran maestre se volvió un honor
cada vez más arriesgado, pues las rebeliones eran frecuentes. En 1581 el gran
maestre Jean de la Cassière fue hecho prisionero por sus propios caballeros,
cuya principal queja era la expulsión de algunas mujeres impúdicas. El voto de
obediencia era un poco más respetado que el de castidad. Una vez en posesión de
alguna encomienda situada en el continente, los caballeros se independizaban de
la autoridad del gran maestre y su relación con la orden era de lo más remota.
En lo que concierne al voto de pobreza, los caballeros eran reclutados solamente
de entre la nobleza, y las pruebas de su ascendencia eran examinadas con más
rigor que su disposición religiosa. Naturalmente, la riqueza de la orden era el
único motivo de estas vocaciones. Su declive empezó con la confiscación de sus
posesiones. Un efecto del protestantismo fue el enrarecimiento de un gran grupo
de encomiendas asignadas a la nobleza protestante, como en el caso de Bailiwick
de Sonenburgo en Prusia. En otros países protestantes, la orden fue simplemente
suprimida. En los países católicos, los soberanos mismos asumían cada vez más el
derecho a disponer de las encomiendas ubicadas dentro de su jurisdicción.
Finalmente Malta, el centro de la orden comandada por su gran maestre, el Conde
von Hompesch, tuvo que rendirse al general Bonaparte cuando éste realizó su
expedición Egipto (12 de junio, 1798).
Estado Actual de la Orden
La revolución francesa extendió la secularización de las propiedades de la orden
desde los países protestantes hasta el mayor número de países católicos. Por
otro lado, el Zar Paulo de Rusia les asignó bastantes propiedades en sus
dominios (1797), y a cambio fue elegido gran maestre, pero su elección no fue
reconocida por el Papa. Desde ese momento el Papa ha nombrado al gran maestre de
la administración. De 1805 a 1879 no hubo gran maestre, pero León XIII
restableció el cargo, otorgándolo a un austríaco: Geschi di Sancta Croce. En
1910, cuando Galeazzo von Thun Hohenstein desempeñaba el cargo, los requisitos
de admisión a la orden eran: nobleza, fe católica, mayoría de edad, integridad
de carácter y la posición social correspondiente. Existían sólo cuatro
prioratos: uno en Bohemia y tres en Italia. Aún entonces existían encomiendas y
varías clases de caballeros con diferentes insignias, pero con la misma cruz de
Malta de ocho puntas (ver ADORNOS PONTIFICIOS).
El Convento de Santa María del Priorato, en el Monte Aventino de Roma, el cual
domina el Tíber y tiene desde sus jardines una de las vistas más encantadoras de
la ciudad, pertenece a la Orden de los Caballeros de Malta. Las paredes del
convento están adornadas con retratos de los caballeros, y en los archivos
abundan los registros de la orden. Son interesantes las tumbas de los caballeros
en el convento. La orden fue convocada a asistir a la Convención de Ginebra
(1864), en igualdad de dignidad que las grandes potencias.
En Prusia, la encomienda protestante Baliwick de Sonenburgo desapareció en 1810,
después de la secularización de sus propiedades. Sin embargo, Federico Guillermo
IV creó una nueva fraternidad llamada "Evangelical Johannittes" (1852), bajo las
órdenes de un maestro (Herrenmeister) siempre elegido de entre la familia real y
con un gran número de cargos adicionales. Para ser admitido en la orden un
aspirante debía cumplir un gran número de condiciones: nobleza por varias
generaciones, posición social correspondiente, una cuota de admisión de 900
marcos, prueba de por lo menos cuatro años de caballero de honor, con lo cual se
confiere el título de Caballero de Justicia. La primera obligación de los
miembros era recolectar las contribuciones para el sostenimiento de los
hospitales. Así, esta rama protestante de la orden regresó al ideal de su
fundador en la época de la Primera Cruzada. Además, en tiempos de guerra, y
desde 1870, la orden ha estado dedicada al servicio de ambulancias en el campo
de batalla.
NOTA DEL TRADUCTOR: La sección "Estado Actual de la Orden", es en realidad
solamente hasta 1910.
HELDWALD, Bibliographie méthodique de l'Order de St-Jean de Jérusalem (Roma,
1885); PAOLI, Codice diplomatico del S. Ordine di S. Giovanni (Lucca, 1733);
BOSIO, Istoria della S. Religione di S. Giovanni Jerosolym, (Roma, 1594-1602),
continuada por TOZZO (Verona, 1705), también tr. Fr. de BAUDOIN (París, 1643);
VERTOT, Histoire des chevaliers hospitaliers de St-Jean (París 1727); DE SALLES,
Annales de l'Ordre de Malte (Viena, 1889); PAOLI, Dell' origine ed institio dell'
Ordine Jerosolym (Roma, 1781); DELAVILLE-LEROUX, Cartulaire général des
hospitaliers de Jérusalem (1100-1310) (París, 1894-97); IDEM, Les hospitaliers
de en terre-sainte et à Chypre (1100-1310) (París 1904); PRUTZ, Die Anfnge der
Hopsitaliter auf Rhodos (1310-1355) (Munich, 1908); CAOURSIN, Descriptio
obsidionis Rhodiæ; 1480 (Ulm, 1496); DELABRE, Rhodes of the Knights (Oxford,
1909) PRUTZ, Malteser Urkunden und Regesten (Munich, 1884); DE LA GRAVIèrE, Les
chevaliers de Malte (1537-1566) (París, 1887); LANE-POOLE, The Barbary Corsairs
(Londres, 1890).
CH. MOELLER
Transcrito por el Priorato de Santo Tomás Becket de la Soberana Orden de San
Juan de Jerusalén.
Traducido por Leonardo Molina