MIÉRCOLES DE LA SEMANA 29ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- Rm 6, 12-18
1-1. CUERPO/TEMPLO:
Pablo exhorta con acentos encendidos: Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal obedeciendo a sus concupiscencias. El Apóstol es un entusiasta del cuerpo humano, llegándolo a considerar como el templo del Esp. Santo (1 Co 6.19), miembro de Cristo (1 Co 6. 15), símbolo de la Iglesia (1 Co 12. 12). Y, aunque caduco, mortal, algo que se marchita, está destinado a la incorrupción, a la inmortalidad (1 Co 15. 12/49).
Cuerpo que ha de estar sin pecado, santificado hasta constituir una ofrenda sagrada digna del Altísimo (Rm 12. 1). Y lo más material que hay en el hombre, su cuerpo, viene a ser algo lleno de valor espiritual. Por eso Pablo llegará a decir que ya comamos, ya bebamos, todo hay que hacerlo en Dios (1 Co 10. 31).
La vida entera queda así convertida en una liturgia, en un culto grato a Dios.
COMENTARIOS BIBLICOS-5.Pág. 298
1-2.
Hermanos, es preciso que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus apetencias. Ni pongáis vuestros miembros al servicio del pecado. Habiendo sido, por gracia, justificado por Cristo, el creyente es un hombre nuevo que tiene que poner todo su ser al servicio de esta «justicia» que Dios ha concedido gratuitamente. San Pablo dice esta equivalencia: «pasad a ser ahora lo que ya sois en lo sucesivo». El pecado es una monstruosidad porque contradice el ser profundo del cristiano. San Pablo no dice: «haced obras buenas para ser justos» -ésta sería la doctrina farisaica judía-... dice: «sois justos, vivid pues esta justicia».
Así, lo que rige la vida del Cristiano, no es un moralismo abstracto, sino el dinamismo interior de la Fe misma.
«No obedezcáis a las apetencias de la carne». «No os sometáis a los deseos del cuerpo»: Tales podrían ser las traducciones literales de la primera frase. Lo que san Pablo llama aquí «los deseos del cuerpo» tendría que traducirse en lenguaje moderno por el término «egoísmo», que es lo contrario del amor desinteresado. «No dejéis que reine en vosotros el egoísmo... no busquéis la satisfacción de vuestros deseos egoístas»... porque habéis sido hechos amor, por Aquel que es amor.
-Al contrario, poneos al servicio de Dios... y ofreced a Dios vuestros miembros para el combate de la justicia.
En resumen, he ahí lo esencial de la nueva condición del cristiano. El Cristiano tiene, en adelante, la posibilidad y el deber de «ofrecerse a sí mismo» a Dios: el culto nuevo, la moral nueva son, en adelante, lo mismo. «Os exhorto, hermanos, a que ofrezcáis vuestra existencia como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios: éste será vuestro culto espiritual» -dirá san Pablo más adelante en la misma Epístola a los Romanos 12, 1-. ¡Que mi vida de cada día te glorifique, Señor! Te ofrezco todo lo que voy a hacer.
«He ahí mi cuerpo entregado por vosotros». Cristo se ofreció. Cada misa es el memorial y la renovación de ello para que nos ofrezcamos también nosotros con El, por El y en El. ¡Ofreced vuestras vidas! mi trabajo... mis responsabilidades...
-Porque el pecado no dominará ya sobre vosotros: en efecto no estáis sujetos a la ley. Estáis sujetos a la gracia... RL/CONCEPCIONES
San Pablo vuelve a presentar aquí una oposición que nos repite a menudo. Hay dos concepciones de la religión:
- aquella en que el hombre cree que llega a ser justo observando una Ley...
- aquella en que el hombre cree que llega a ser justo, primero y esencialmente en virtud de una «actividad de Dios» en él, que el hombre ha de acoger en él por la Fe, pero que Dios mismo opera en lo íntimo de su ser.
-Pues ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ningún modo!... Pues después de haber sido liberados del pecado, os hacéis esclavos al servicio de la justicia.
LEY/GRACIA: Esto es verdad: ¡el cristiano no tiene ya Ley que se le imponga desde el exterior! Es «libre». Pero es ahora «dócil a la actividad íntima del Espíritu que trabaja su ser desde el interior». Así, la condición humana se expresa en un dilema: o bien nos hacemos esclavos del pecado o bien nos hacemos, libremente, esclavos de Dios.
Toda la vida cristiana consiste en esta elección. Someterse a Dios es la única verdadera libertad. El que ama se ajusta espontáneamente a la voluntad de aquel a quien ama.
«Líbranos del pecado, Señor.»
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 348 s.
1-3. /Rm/06/12-23
Continúa la paradoja entre una realidad que ya existe (la vida nueva, infundida por el bautismo), pero que al mismo tiempo hemos de ir forjando con nuestra entrega y nuestra obediencia de cada día.
La fuerza del pecado podría quedar anulada por la fuerza superior de Cristo en nosotros. Pero no ha muerto del todo: si nosotros la dejamos, volverá a reinar y a esclavizarnos como -según los primeros capítulos- esclavizó a los paganos y a los judíos antes de Cristo.
Porque uno puede entregarse a otro como esclavo; pero, si lo hace, dejará de ser dueño de sus actos. El árbol del pecado irá produciendo frutos, de los que el mismo hombre se avergonzará, hasta que madure ese fruto definitivo que es la Muerte, con mayúscula.
El cristiano, en cambio, presta sus propios brazos como armas para el bien: el guerrero que maneja estas armas es invencible. Lo librará de la fuerza del pecado y lo conducirá con mano fuerte por el camino del bien. El cristiano se sentirá llevado por otro, aquel a quien él se ha entregado; pero poco a poco irá sintiendo el gusto de los frutos que produce su entrega: la «justicia» (el bien) la "santidad" (la proximidad a Dios) y, con esperanza cierta, la vida eterna. El hombre comprenderá que ésta es la única razón por la que vale la pena vivir en este mundo.
Este pasaje no habla explícitamente de la fe ni del bautismo, sino de la entrega a Dios y de la obediencia «a la doctrina básica que os transmitieron» (v 17). Se entiende que la eficacia sacramental del bautismo debe ir acompañada de una buena catequesis que, a la luz de la palabra de Dios y bajo la guía del Espíritu Santo, ayude a formar la nueva mentalidad de los hijos de Dios.
J.
SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 491 s.
2.- Ef 3, 2-12
2-1.
-El misterio de Cristo... es que los gentiles son coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa.
Proyecto de amor universal sin fronteras.
Apertura infinita. Unidad total de todos los hombres.
Cristo es verdaderamente el momento decisivo de la historia toda de la humanidad.
-Es el proyecto eterno que Dios ha realizado en Cristo.
¿Soy de veras consciente de que "esto" es el proyecto de Dios? ¿Es mi corazón lo suficientemente grande? ¿Estoy debidamente abierto a estas perspectivas? o bien, quizá y por mi propia cuenta personal ¿me he acomodado a cierta religioncilla, buena para mí, para mi salvación individual?
¿Participo en la aventura misionera de la Iglesia que quiere ser fiel a ese «proyecto de Dios» de asociar a los paganos a la misma esperanza?
¿Estoy comprometido en la evangelización del mundo? ¿Suelo orar por «los que no conocen a Dios»?
-Gracias al anuncio del Evangelio del cual he venido a ser ministro.
A diferencia de los «misterios» paganos que eran a menudo unos ritos sagrados, reservados sólo a los «iniciados»... el misterio de Cristo está hecho para ser revelado, anunciado a todos. Su secreto, Dios quiere dar a conocer su secreto.
Dios quiere que participen en su proyecto cuantos más mejor.
Hay que contemplar detenidamente ese «proyecto»... en el corazón de Dios, en el querer de Dios.
Y luego hay que contemplar el mundo desde este punto de vista: discerniendo los deseos de unidad y de solidaridad, los sueños de comunión y de armonía, las aspiraciones a la paz y al amor... y discernir también los graves riesgos de roturas, que hay en el aumento de la discriminación y del desprecio, las soledades y los "egoísmos", los exclusivismos violentos y los sectarismos...
-A mí, el último de todos los fieles me fue concedida la gracia de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo y esclarecer cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas.
Desde siempre, desde la creación inicial, Dios tenía en su mente: el proyecto de una humanidad reunida por fin en el amor.
Y hasta el "último de los fieles" ha de representar su papel en ese vasto proyecto. Desde donde humildemente me encuentro puedo hacer avanzar algo ese plan.
¿Cuál es mi tarea en esa obra esencial en la que se construye el futuro de la humanidad? ¿Trabajo yo en este sentido? o ¿en el sentido opuesto? ¿Excluyo algo? ¿Mantengo privilegios? o bien ¿procuro amar siempre como Dios ama? ¡Dios ama a los que yo no amo!
Es una formidable invitación a amarlos en adelante.
-Gracias a la Iglesia, las mismas fuerzas invisibles conocerán los múltiples aspectos de la sabiduría de Dios. Y Cristo, mediante la fe en El, nos da valor para llegarnos confiadamente a Dios.
¡"Llegarnos confiadamente a Dios"!
No alcanzamos a darnos cuenta de la inverosímil revolución que todo esto representa en la historia de las relaciones entre Dios y la humanidad.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 348 s.
3.- Lc 12, 39-48
3-1.
Jesús exhorta a la vigilancia, especialmente a los pastores de la Iglesia, a los responsables de la comunidad (v.41). Ellos tienen el encargo especial de velar por el rebaño (1 P 5. 1-4). La tentación típica del ministerio, al tardar el Señor, es la de olvidarse de que sólo se es administrador, actuar como si fuera el dueño, a su capricho, en su propio provecho. La tentación de explotar al rebaño, de apacentarse a sí mismos.
La fidelidad al Señor, que es el amo, y a la comunidad, a cuyo servicio ha sido destinado, define la actitud radical de todo administrador (cf. 1 Co 4. 2). No debe olvidar que ha de rendir cuentas. Sólo si se ha mostrado fiel será el siervo asociado al reinado de Cristo. El siervo infiel, en cambio, no tiene parte en su Reino. No cabe excusa. El administrador ha recibido encargos de mayor responsabilidad. Pero ha recibido también dones correspondientes.
COMENTARIOS BIBLICOS-5 V/Pág. 544
3-2.
Esta parábola nos muestra que el tiempo de la espera se precisa para Lc como tiempo de servicio, porque el reino se refleja ya de forma decisiva en nuestra vida. Es muy posible que el mayordomo a quien se ha puesto al frente de la casa sea un símbolo de los dirigentes de la Iglesia. A todos se confía un tipo de servicio en el tiempo de la espera. La riqueza del reino se traduce para todos a manera de amor que dirige hacia los otros. Aquél que ha recibido el gran tesoro que le hace rico para Dios empieza a ser inmediatamente (tiene que ser inmediatamente) fuente de amor para los hombres.
COMENTARIOS
A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1344
3-3.
El Señor de una casa está ausente, lejos. Durante el tiempo de su ausencia encarga a un capataz que cuide de atender con justicia y puntualidad a la servidumbre. Para este cargo se requiere fidelidad y sensatez: fidelidad porque el capataz sólo es administrador, no señor, por lo cual debe obrar conforme la voluntad del señor; sensatez, porque no debe perder de vista que el señor puede venir de repente y pedirle cuentas. Si este capataz obra con conciencia, es felicitado, pues el señor quiere encomendarle la administración de todos sus bienes. Si, en cambio, obra sin conciencia e indebidamente, maltrata a la servidumbre y explota su posición de manera egoísta para llevar una vida sibarítica, le espera duro castigo. (...).
La tentación puede consistir para el administrador en que se diga: "El Señor está tardando", todavía no viene. Los instintos egoístas y los impulsos del capricho le seducen llevándolo a la infidelidad. Lucas parece haber dado a esta observación sobre la tardanza del Señor una importancia mayor de la que tenía en la redacción originaria de la parábola.
Es posible que en la época en que vivía Lucas más de una autoridad en la Iglesia dejara que desear tocante a la fidelidad, a la vigilancia y a la sensatez, diciéndose: el Señor está tardando. La venida del Señor en un plazo próximo no se había cumplido. Entonces se pensaba: A lo mejor ni siquiera viene. El hecho de que Jesús ha de venir es cierto. Cuándo ha de venir, es cosa que se ignora. Con la venida de Jesús está asociado el juicio, en el que cada cual ha de rendir cuentas de su administración. (...).
"¿Nos dices esta parábola a nosotros o a todos?" Así había preguntado Pedro, porque pensaba que los apóstoles tenían la promesa segura y que no estaban en peligro. Habían oído lo que había dicho el Maestro sobre el pequeño rebaño, al que Dios se había complacido en dar el Reino. También el apóstol debe dar buena cuenta de sí con fidelidad y sensatez, si quiere tener participación en el reino. También para él existe la posibilidad de castigo. La sentencia depende de la medida y gravedad de la culpa, del conocimiento de la obligación, y de la responsabilidad. Los apóstoles han sido dotados de mayor conocimiento que los otros, por lo cual también se les exige más y también es mayor su castigo si se hacen culpables. El que "no habiendo conocido la voluntad del Señor" hace algo que merece azotes, recibirá menos golpes. No estaba iniciado en los planes y designios del Señor, y por ello no será tan severa la sentencia de castigo. Pero será también alcanzado por el castigo, aunque menos, pues al fin y al cabo conocía cosas que hubiera debido hacer, pero no las ha hecho. Todo hombre es considerado punible, pues nadie ha obrado completamente conforme a su saber y a su conciencia. La medida de la exigencia de Dios a los hombres se regula conforme a la medida de los dones que se han otorgado a cada uno. Todo lo que recibe el hombre es un capital que se le confía para que trabaje con él.
EL NT Y SU
MENSAJE
EL EVANGELIO SEGUN SAN LUCAS/03-1
HERDER BARCELONA 1970.Pág.
362
3-4. VENIDA-J-VIGILANCIA:
-Si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón... Estad también vosotros preparados: pues cuando menos lo penséis llegará el Hijo del hombre.
Para el creyente, la historia no es un perpetuo volver a empezar; sigue una progresión que jalonan unas "visitas" de Dios, unas "intervenciones" de Dios, en días, horas y momentos privilegiados: el Señor ha venido, continúa viniendo, vendrá... para juzgar el mundo y salvarlo.
Es verdad que los primeros cristianos esperaron, casi físicamente, la última venida -la Parusía- de Jesús... la deseaban con ardor y rogaban para adelantar esa venida: "Ven Señor Jesús" (1 Corintios 16, 22; Apocalipsis 22, 17-20).
Las nuevas plegarias eucarísticas, desde el Concilio, nos han retornado esa bella y esencial plegaria: "Esperamos tu venida gloriosa... esperamos tu retorno... Ven, Señor Jesús".
Pero, ¿puede decirse que esas plegarias han entrado efectivamente en nuestras vidas?
Por otra parte, no debemos estar solamente a la espera de la última venida de Jesús, la de nuestra propia muerte, la del fin del mundo. Porque, nunca se repetirá bastante, que las "venidas" de Jesús son múltiples, y nada ostentosas... incluso ¡podemos no verlas! podemos ¡rehusarlas! "Vino a su casa y los suyos no lo recibieron" (Juan 1, 11 ) y Jesús lloró sobre Jerusalén "porque la ciudad no reconoció el tiempo en que fue "visitada" (Lucas 19, 44). El Apocalipsis presenta a Jesús preparado a intervenir en la vida de las Iglesias de Asia si no se convierten (Apoc. 2, 3). Y cada discípulo es invitado a recibir la "visita íntima y personal" de Jesús: "He ahí que estoy a la puerta y llamo: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y tomaremos la "cena" juntos" (Apocalipsis 3, 20) "Llegará cuando menos lo penséis..." Oh Señor, ayúdame a pensarlo. Despierta mi corazón para esos encuentros contigo.
-Pedro le dijo entonces: "Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos en general?" El Señor responde: "¿Dónde está ese administrador fiel y sensato a quien el Amo va a encargar de repartir a los sirvientes la ración de trigo a sus horas? Dichoso el tal empleado si el Amo al llegar lo encuentra en su trabajo.
Después de invitar a cada cristiano a la vigilancia, Jesús, contestando a Pedro, hará una aplicación particular de la parábola o los "responsables de comunidades" que deben ser "fieles y sensatos". Sí, el servidor de los sirvientes es solamente un administrador, no es el amo... llegará el día en que tendrá que rendir cuentas. Su papel esencial es " dar a cada uno el alimento a sus horas" Así pues, toda la Iglesia tiene que estar en actitud de "vigilancia"... cada cristiano, pero también y ante todo cada responsable. El Reino de Dios ya está inaugurado.
Referirse a ese Reino -que ciertamente no estará "acabado" más que al Fin- no supone para la Iglesia un proyectarse en un futuro de ensueño, sino aceptar el presente como esperanza, y contribuir a que ese presente acepte y reciba el Reino que ya está aquí.
-"Dichoso el servidor si su amo al llegar le encuentra en su trabajo".
Ayúdame, Señor, a estar en mi trabajo cada día y a captar tu presencia.
-Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le pedirá.
La pregunta de Pedro podía quizá significar que, en su interior, se sentía muy seguro del Reino, y que no tenía nada que temer ya que había sido elegido responsable... La respuesta de Jesús va enteramente en sentido contrario: cuando mayor sea la responsabilidad, tanto más serán también las cuentas a rendir. Notemos, empero, la sutileza del pensamiento: el juicio dependerá del grado de culpabilidad... se puede ser inconsciente del daño causado y eso disminuye nuestra responsabilidad, dice Jesús. Ayúdanos, Señor.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 240 s.
3-5.
1. (Año I) Romanos 6,12-18
a) Esta carta de Pablo -como, en general, los varios libros que vamos leyendo- no la leemos entera. No hay tiempo para ir escuchando todos sus capítulos. Por eso, cuando algo ya se ha leído en otro tiempo del año, nos lo saltamos en esta lectura continuada. Como aquí, en el capítulo 6 de Romanos, en el que se encuentra, inmediatamente antes de lo que hoy leemos, la famosa página bautismal: por el Bautismo hemos sido incorporados a Cristo, hemos vivido sacramentalmente su muerte y su resurrección. Es una lectura que se proclama en la Vigilia Pascual.
Ahora bien, para Pablo, el haber sido bautizados en Cristo, tiene como consecuencia una triple liberación: del pecado, de la muerte y de la ley. Hoy nos describe por qué hemos de liberarnos del pecado. Compara al pecado a un dueño tiránico que nos domina. Antes de convertirnos a Cristo, éramos esclavos del pecado, "poníamos a su servicio nuestros miembros como instrumentos del mal". Ahora al revés, debemos sentirnos libres de ese dueño y servir sólo a Dios, "ofreciéndole nuestros miembros como instrumentos del bien".
b) Uno se queda pensando, al leer estas palabras, que eso sería el ideal: que nos sintiéramos libres interiormente, que no fuéramos esclavos del mal, porque al incorporarnos a Cristo desde el Bautismo, ya no somos "súbditos de los deseos del cuerpo", que "el pecado no sigue dominando en nuestro cuerpo mortal", sino que vivimos como quien "de la muerte ha vuelto a la vida".
Pero también experimentamos, y dramáticamente, que eso lo vamos consiguiendo poco a poco. El amor que nos tiene Dios es grande y la fuerza que nos transmite Cristo es muy eficaz, pero de alguna manera seguimos sintiendo en nosotros la atracción del mal.
El Bautismo no es más que el nacimiento. Luego, toda la vida del cristiano es un proceso trabajoso de crecimiento en esa gracia recibida. Ya tenemos vida en nosotros, ya somos miembros de Cristo, pero el pecado no ha desaparecido de nuestro horizonte y hemos de luchar día a dÍa para vivir conforme a eso que somos.
No tenemos que volver atrás ni dejarnos esclavizar por el pecado. El salmo nos da la motivación para que sigamos confiando, a pesar de todo: "si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, nos habrían tragado vivos... nos habrían arrollado las aguas... nuestro auxilio es el nombre del Señor". A pesar de que cada día nos acechan mil tentaciones, ojalá podamos decir: "hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador".
1. (Año II) Efesios 3,2-12
a) Pablo no puede ocultar el orgullo que siente por haber recibido la misión de anunciar el misterio de Cristo a los paganos.
Ésa es "la gracia de Dios que se le ha dado", anunciar "que también los paganos son coherederos, miembros del mismo cuerpo y participes de la promesa en Jesucristo".
Hasta entonces podía parecer que los únicos herederos de la promesa de Dios eran los judíos. Ahora Pablo tiene la alegría de "anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo" y proclamar que todos los que creen en Jesús, vengan del judaísmo o del paganismo, "tenemos libre y confiado acceso a Dios por la fe en Cristo".
b) Al igual que Pablo, todos nosotros deberíamos sentirnos satisfechos, no sólo por la suerte de creer nosotros mismos, sino de poder comunicar, a todos los que nos quieran oír, la Buena Noticia de que todos somos "coherederos", que no hay privilegiados ante Dios.
Que sea uno de la raza y de la edad y de la cultura que sea, si cree en Jesús, es coheredero, o sea, está llamado a compartir con los creyentes y los santos de todos los tiempos la vida que Dios nos tiene preparada.
Por eso el salmo que hace eco a la lectura es eufórico: "dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, gritad jubilosos". Lo podemos decir cantando, pero todavía mejor con nuestra vida y con nuestra cara de convicción y de alegría.
2. Lucas 12,39-48
a) A la comparación de ayer -los criados deben estar preparados para la vuelta de su señor- añade Jesús otra: debemos estar dispuestos a la venida del Señor como solemos estar alerta para que no entre un ladrón en casa. La comparación no está, claro está, en lo del ladrón, sino en lo de "a qué hora viene el ladrón".
Pedro quiere saber si esta llamada a la vigilancia se refiere a todos, o a ellos, los apóstoles. Jesús le toma la palabra y les dice otra parábola, en la que los protagonistas son los administradores, los responsables de los otros criados. La lección se condensa en la afirmación final: "al que mucho se le confió, más se le exigirá".
b) Todos tenemos el peligro de la pereza en nuestra vida de fe. O del amodorramiento, acuciados como por tantas preocupaciones.
Hoy nos recuerdan que debemos estar vigilantes. Las comparaciones del ladrón que puede venir en cualquier momento, o el amo que puede presentarse improvisamente, nos invitan a que tengamos siempre las cosas preparadas. No a que vivamos con angustia, pero sí con una cierta tensión, con sentido de responsabilidad, sin descuidar ni la defensa de la casa ni el arreglo y el buen orden en las cosas que dependen de nosotros.
Si se nos ha confiado alguna clase de responsabilidad, todavía más: no podemos caer en la fácil tentación de aprovecharnos de nuestra situación para ejercer esos modos tiránicos que Jesús describe tan vivamente.
La "venida del Hijo del Hombre" puede significar, también aquí, tanto el día del juicio final como la muerte de cada uno, como también esas pequeñas pero irrepetibles ocasiones diarias en que Dios nos manifiesta su cercanía, y que sólo aprovechamos si estamos "despiertos", si no nos hemos quedado dormidos en las cosas de aquí abajo. El Señor no sólo nos "visita" en la hora de la muerte, sino cada día, a lo largo del camino, si sabemos verle.
En el Apocalipsis, el ángel les dice a los cristianos que vivan atentos, porque podrían desperdiciar el momento de la visita del Señor: "mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3,20). Sería una lástima que no le abriéramos al Señor y nos perdiéramos la cena con él.
"Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal, ni seáis súbditos de los deseos del cuerpo" (1ª lectura I)
"Anunciar a todos la riqueza insondable que es Cristo" (1ª lectura II)
"Estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre" (evangelio)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 200-203
3-6.
Ef 3, 2-12: Todas las naciones están llamadas a participar de la salvación
Lc 12, 39-48: Para quién son las exigencias
Muchos cristianos piensan que las exigencias del evangelio únicamente van dirigidas a sacerdotes, religiosas, religiosos, pastores y, en fin, a todos aquellos que se dedican al servicio de la Iglesia. Sin embargo, el evangelio nos advierte que las exigencias son iguales para todos los seguidores de Jesús.
La pregunta que Pedro le dirige a Jesús al terminar el ciclo de las enseñanzas dirigidas a los discípulos, pone en evidencia esta preocupación: «Este ejemplo, ¿lo dijiste para nosotros nada más o para todos?». Jesús no le contesta con un simple sí o no, sino que le ofrece toda una veta de reflexión a partir de una comparación que está centrada en el tema del trabajo continuo: "Feliz el servidor al que el Señor encuentre bien ocupado". Y la ocupación no consiste en aprovecharse del descuido del patrón para molestar a los demás empleados o para apropiarse de los bienes que pertenecen a todos. El trabajo consiste en realizar la misión que el Señor nos ha encomendado: anunciar la buena Nueva a los pobres, liberar a los cautivos dar vista a los ciegos (Lc, 4, 16).
A los cristianos se nos ha confiado mucho: una misión que consiste en crear comunidades de vida donde los seres humanos se realicen a plenitud. Como se nos ha confiado mucho, el Señor también nos exige mucho: el cristianismo no se puede hacer el de la vista gorda ni hacerse partidario del cinismo imperante. Debe denunciar todo lo que se opone al proyecto salvífico y luchar para crear las condiciones en que la vida humana se viva a plenitud.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-7. CLARETIANOS 2002
El evangelio de hoy termina con un dicho de Jesús que solemos aplicar a aquellos que, según nuestro humano criterio, han recibido muchos dones en la vida. Puede que a veces lo apliquemos hasta con una dosis de ironía o envidia. El dicho es: "Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá". Creo que estas palabras de Jesús se pueden aplicar perfectamente a la comunidad de la iglesia. En el fragmento de la carta a los efesios que leemos hoy se alude a la iglesia como la mediación a través de la cual hemos llegado al conocimiento de la multiforme sabiduría de Dios. Más concretamente: a través de la iglesia es posible "anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo; e iluminar la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios". La iglesia aparece como una mediación histórica de la gracia de Dios para que todos los hombres participen, a través de su anuncio, de la riqueza insondable que es Cristo.
¿No os parece que se nos ha dado mucho? Se nos ha dado la gracia de conocer a Cristo, de formar parte de la comunidad eclesial, de gozar de la Palabra y de los sacramentos? ¿No debería surgir de tanto don un impulso más fuerte para compartir con otros la riqueza que es Cristo? ¿No os parece que hemos ido apagando inadvertidamente la pasión por compartir la fe? No se trata de invadir la intimidad de nadie o de imponer una manera de vivir. Se trata de compartir un regalo.
Yo creo que las dificultades para compartir la fe no surgen tanto de la sociedad secularizada, como decimos cansinamente, sino de nuestra falta de alegría. ¿Cómo se va a entender la fe como un regalo si no va acompañada de una existencia feliz y esperanzada en medio de las pruebas de la vida?
Pidamos humildemente al Señor esa alegría honda y
duradera que prueba su paso entre nosotros. Y valoremos el don de pertenecer a
la iglesia. Los grandes creyentes, al final de sus vidas, han dado gracias por
haber pertenecido a la iglesia, a pesar de todos los sinsabores y pruebas que en
muchas ocasiones han tenido que padecer de manos de la misma comunidad.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
3-8. 2001
COMENTARIO 1
BUENOS Y MALOS ADMINISTRADORES
Los administradores de la comunidad, cualquiera que sea su procedencia, deben
ponerse al servicio de los demás y prestar ayuda para que en la comunidad no
falte nada (12,42). Jesús declara «dichoso» al «administrador fiel y sensato» a
quien «el Señor -término característico del Resucitado-, cuando llegue, lo
encuentre cumpliendo con su encargo». El que haga esto, como lo hace Jesús,
llega al mismo nivel que su Señor (cf v. 37). «Os aseguro que le confiará la
administración de todos sus bienes» (12,44). El primer encargo que le ha
con-fiado ha sido el servicio de la mesa y de la despensa: la distribu-ción
equitativa de los bienes de los pobres; si cumple bien ese primer encargo, le
confiará la administración de los bienes espi-rituales de la comunidad. Mediante
la parábola de los «adminis-tradores» Lucas anticipa y prepara el tema de la
administración de los bienes de toda índole de la comunidad creyente que
desarrollará en el libro de los Hechos.
Por el contrario, si el administrador actúa con autoritarismo y con aires de
grandeza y de poder, como hacen los que ejercen autoridad sobre los demás (cf.
22,25-26), «el Señor cortará con él y le asignará la suerte de los infieles»
(12,45-46). Es de notar la dureza del lenguaje de Jesús con el grupo de
discípulos proceden-tes del judaísmo. A la falta de libertad interna que aún
padecen por no haber renunciado a la ideología autoritaria judía, corres-ponde
un lenguaje propio de esclavos: «El siervo ese que, conociendo el deseo de su
señor, no prepara las cosas o no las hace como su señor desea, recibirá muchos
palos» (12,47), muchos más que los infieles que «desconocen su designio, pero
hacen algo que merece palos» (12,48a). La razón es obvia: «Al que mucho se le ha
dado, mucho se le exigirá; al que mucho se le ha confiado, más se le pedirá»
(12,48b). La responsabilidad va pareja con los dones recibidos.
COMENTARIO 2
La expectativa ante la venida del Señor, inesperada y repentina, debe crear en
nosotros una fuerte conciencia de responsabilidad en las tareas que se nos han
encomendado.
La conciencia de ser administradores y no dueños de lo que se nos ha encomendado
debe llevarnos a concebir nuestra libertad en términos de responsabilidad (Saint
Exupery, Tierra de hombres, citado por Gaudium et Spes). Todas nuestras tareas,
por tanto, conciernen a la administración de los bienes que el Señor nos ha
confiado. Y según esto, se manifiesta la autenticidad o inautenticidad de
nuestra respuesta a Dios.
El desempeño, conforme al querer divino, de nuestras tareas exige que se haga
manifiesta en nuestra actuación una relación con los demás servidores regida por
la justicia. Se nos ha encomendado la distribución de la ración del trigo y una
atención especial sobre los más desvalidos del entorno. La injusticia con ellos
significa una falta grave contra el dueño de la casa y nace de una conciencia de
la que se eliminado la ardiente expectativa de la vuelta del Señor.
La falta de responsabilidad es, en el fondo, una falta de fe cuya consecuencia
lógica consiste en ser separado del medio de la comunidad creyente y pasar a
formar parte de los incrédulos.
De los dones de Dios brotan las exigencias divinas a quienes los han recibido. A
mayor don corresponde una mayor exigencia. Y las gracias y funciones concedidas
por Dios a cada miembro de la comunidad eclesial no pueden ser concebidos como
un honor del que ha sido beneficiado con ellos sino un deber a cumplir en favor
de los restantes miembros de la Iglesia.
1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre.
Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de
Latinoamérica)
3-9. 2002
Al administrador de la casa, en castellano se le
llama "mayordomo". Es el que se cuida de todos los detalles, el que hace que la
casa funcione, que los que la habitan se sientan a gusto. Es una función de
servicio. Él coordina, organiza, está atento a las necesidades de todos los
moradores de la casa.
La parábola de hoy nos recuerda dos cosas: primero, que nosotros no somos los
dueños. Segundo, que hemos sido puestos en la casa como administradores de lo
que no es nuestro. Somos "mayordomos" de este mundo y de la Creación.
Es nuestra responsabilidad cuidar de este mundo, de esta familia, hacer que el
alimento llegue a todos y que todos se sientan confortables y a gusto. Hoy, más
que nunca, nos hace falta diligencia y atención para cumplir con nuestra
responsabilidad. Hoy, más que nunca, nos hace falta cuidar de la casa de todos
que es el mundo, porque tenemos el poder suficiente para destruirla. Los
desastres ecológicos ya no son un problema sólo de los países ricos. Ahora somos
conscientes de que a todos nos afecta el destrozar lo que es nuestro habitat. En
este servicio, los cristianos tenemos una especial responsabilidad. "Mayordomos"
de la creación al servicio de nuestros hermanos los hombres y mujeres. Éste
debería ser un título que los cristianos, todos, debiéramos llevar con gozo y
orgullo.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-10.
Miércoles 22 de octubre de 2003
Rom 6, 12-18: Ofrézcanse a Dios como personas resucitadas
Salmo responsorial: 123 1-8
Lc 12, 39-48:Estén preparados
Pedro comienza en el evangelio de hoy preguntando si la parábola propuesta por
Jesús en el evangelio de ayer, en la que invitaba al servicio dentro de la
comunidad como camino de felicidad y realización de la utopía del Reino, es
válida sólo para los discípulos judíos o también para los paganos, para el resto
del mundo, diríamos hoy. Y Jesús le responde de modo indirecto diciendo que
dentro de la comunidad somos administradores de los bienes que hemos recibido de
Dios, no dueños ni propietarios.
Jesús alaba la figura del administrador “fiel y sensato”, o sea, de aquel que
tiene conciencia de una doble servidumbre: a su amo y a los siervos de su amo,
con la finalidad de que nada falte a las personas encomendadas a su
administración. El administrador no es el dueño, ni puede tener una postura
despótica o autoritaria (“pegar a los mozos y a las muchachas”) ni debe vivir
centrado en sí mismo, de modo hedonista y egocéntrico, centrado en lo material
(“comer, beber”) hasta perder el control de sí mismo (“y emborracharse”). Esto
es lo más opuesto que hay a la actitud de vigilancia y servicio que Jesús
recomienda a sus discípulos.
Pedro que tal vez esperaba privilegios, recibe de su maestro una única
respuesta: en la comunidad no hay otro privilegio que el servicio.
Quien sirve así se sitúa al mismo nivel de su señor, como se nos decía ayer:
“¡Dichosos esos siervos si el señor al llegar los encuentra despiertos! Os
aseguro que él se pondrá el delantal, los hará recostarse y les irá sirviendo
uno a uno” (Lc 12, 37).
Y si el Señor sirve a quienes en teoría son sus siervos, esto quiere decir que
dentro de la comunidad no hay ya señores ni siervos, sino amigos y hermanos,
igualados por el afán de servicio por amor que acaba con toda clase de
autoritarismo, violencia, dominación y poder, palabras que habría que desterrar
para siempre del léxico cristiano y eclesiástico.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-11. ACI DIGITAL 2003
42. Véase Mat. 24, 45 - 51; 25, 21; I Cor. 4, 2; I
Pedro 4, 10.
44. Lo colocará al frente de toda su hacienda. Comp. con el v. 37. Allí habla en
plural y se dirige a todos. Aquí habla en singular como en Mat. 24, 47 y se
dirige a Pedro, a quien había prometido las llaves del Reino (Mat. 16, 19).
45. "Abusa de su autoridad tanto más fácilmente cuanto que el amo tarda en
venir, demora que él supone ha de prolongarse indefinidamente y que interpreta
como una señal de que no volverá nunca (cf. II Pedr. 3, 3 - 5)" Pirot.
46. "Sería inútil, dice Buzy, tratar de suavizar el castigo, entendiéndolo por
ejemplo de una manera metafórica. Se trata aquí de una pena capital". Es de
notar cómo este pasaje, que muestra la tremenda responsabilidad de los que
tienen cura de almas (v. 48) prueba al mismo tiempo, contra la opinión de
ciertos disidentes, que el plan de Cristo comporta la existencia de pastores
hasta que El vuelva. Cf. Hech. 20, 17 y 18; I Tim. 4, 14; Prefacio de Apóstoles.
48. Al mayordomo (v. 41 ss.) encarece El especialmente esa continua espera de su
venida (v. 35 ss.). Este recuerdo le librará de abusar como si él fuese el amo
(v. 45 ss.). Cf. 11, 45 s.; I Pedr. 5, 1 - 4.
3-12. DOMINICOS 2003
Hay muchas formas de vivir personalmente y en sociedad, y hay muchos marcos de referencia entre cuyos límites uno puede colocarse de grado o por fuerza.
Muchos de los israelitas hicieron su historia en el marco de guerras de dominio o de defensa contra sus adversarios. Y su ley era ‘vencer al otro y sujetarlo’, si no aniquilarlo.
Muchos israelitas y otros ciudadanos del mundo encontramos en la ‘fuerza de la ley’, impuesta como mal menor para poseer un mínimo de seguridad, un instrumento ineludible, y es obvio que la humanidad no puede prescindir de marcos ‘legales’ para sobrevivir, pues las actitudes pecaminosas, destructoras, rasgan las entrañas de la humanidad, como vemos cada día, y la degradan.
Pero el hallazgo, promulgación y cumplimiento de la ‘ley’, que salva los mínimos de justicia interpersonal y de relación entre personas y estados, por sí misma no hace ‘santos’. El buen cumplidor de la ley tiene que revestir la ‘ley’ con traje de caridad, amor, gracia.
La ley necesita un perfeccionamiento para constituirse no sólo en ‘ley de mínima justicia’ sino de desbordante generosidad, solicitud, caridad. Así es la ley de Cristo: ley de amor y vida, de respeto y apoyo, de generosidad para con los otros.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro. Tú nos diste con la naturaleza la ley de la vida, que es dura, pero hermosa. Tú nos diste el discernimiento para establecer cauces de convivencia controlada según justicia. Tú nos diste, además, la ley de la gracia promulgada en la encarnación, vida y entrega de tu Hijo, Jesús. Muévenos con tu poder a ser fieles a lo que profesamos por naturaleza y por fe. Amén.
“Hermanos: Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal... Ofreceos a Dios como hombres que de la muerte han vuelto a la vida, y poned a su servicio vuestros miembros, como instrumentos del bien... ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ningún modo!... Gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados, y, liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia”
En el contexto de este precioso párrafo, subrayemos el interrogante que puede servir de ‘prueba’ a la calidad de nuestro espíritu, en la novedad de nuestra vida en Cristo, en la gracia: ‘¿Pecaremos porque estamos bajo la gracia, no bajo la ley?’ Quien abusa del amor tiene muy poco futuro ante Dios.
“Dijo Jesús a sus discípulos: comprended que, si supiera el dueño de la casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados... Pedro le preguntó: Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos? El Señor respondió:... Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose bien. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. En cambio, si se porta mal... Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; y al que mucho se le confió, más se le exigirá”.
A Pedro le cuesta entender que Jesús les amoneste en forma tan clara. No sólo a los otros sino a nosotros mismos es a quienes debemos amonestar, agitando de continuo la conciencia, para ser fieles, pues hemos recibido mucho.
Dada la debilidad que por naturaleza nos corresponde, siempre vivimos y viviremos en tensión.
Si, por una parte, la carne nos tira hacia abajo, hacia la vida de pasiones y sentimientos que pueden resultar torcidos, por otra, la conciencia y el espíritu nos incitan a levantar el vuelo para trabajar en perspectivas más halagadoras, conforme a la imagen de Dios que llevamos en la memoria, libertad y pensamiento.
Quien cede a una de las partes, y mata la naturaleza pecadora, se destruye a sí mismo, se desequilibra y arruina; y quien mata al espíritu, bondad, lealtad, espontaneidad en el bien, queda rebajado a ‘esclavo del pecado’ o de la ‘ley’.
En cambio, quien mantiene las riendas o dominio, y modera ambas, equilibrándolas, sin fusionarlas, sabe estar en la vida con dignidad.
Santo es quien todo lo hace bajo el impulso de la gracia, del espíritu, en la carne.
En el texto evangélico se da continuidad a la lección de ayer sobre la “vigilancia” para no dejarse sorprender, aunque el Señor llegue ”por sorpresa”.
¿Cuál es la actitud que adopta un hombre honrado ante la fidelidad de uno o muchos de sus servidores? La actitud de acrecentar su “confianza”. Quien demuestra honradez es digno y merecedor de la confianza de los demás. Y, una vez que se la conceden, el acrecentamiento de esa renovada confianza debe implicar más finura todavía en la “fidelidad”. ¡Qué alegría es vivir en plenitud humana gustando de las delicias de la gracia, del amor, de la libertad, de la caridad, hechas ley de amor-vida.
Ese es el lenguaje de la santidad en las almas grandes que pueblan el cielo y los altares de la Iglesia de Dios.
3-13. 2003
LECTURAS: ROM 6, 12-18; SAL 123; LC 12, 39-48
Rom. 6, 12-18. ¿A quién serviremos: a Cristo o al pecado? La obediencia a Cristo
nos lleva a la Vida. La obediencia al pecado nos lleva a la muerte. No podemos
servir, al mismo tiempo, a Dios y al Demonio. No podemos decir que permanecemos
en la gracia y que, al mismo tiempo, vivimos pecando. Si por el Bautismo hemos
sido unidos a Cristo en su muerte, que clavó en la cruz el cuerpo marcado por el
pecado, no podemos, resucitados con Él y haciendo, así, nuestra la Justificación
que nos ofrece, continuar siendo esclavos de aquello que ya ha sido destruido.
No podemos negar la realidad del pecado que continúa en el mundo. Quienes viven
pecando no conocen ni tienen con ellos a Dios. Nosotros, en cambio, que tenemos
a Dios por Padre, nos hemos de comportar a la altura de nuestro ser de hijos de
Dios, llevando una vida intachable y justa a los ojos del Señor.
Sal. 123. Dios ha vuelto su mirada compasiva hacia
nosotros al enviarnos como Salvador a su Hijos Jesús. A pesar de las grandes
pruebas a que hemos sido sometidos, el Señor jamás nos ha abandonado. Él sabe de
nuestra inclinación al mal y cómo, muchas veces, hemos abandonado el Camino de
la salvación. Sin embargo Él jamás dejará que nuestro enemigo nos destruya y nos
lleve a la muerte eterna. Por eso, confiemos en el Señor y, si hoy hemos
escuchado su voz, escuchémoslo y no endurezcamos ante Él nuestro corazón.
Lc. 12, 39-48. El Señor ha confiado a su Iglesia la distribución de la Gracia y
la proclamación de su Evangelio a todos los hombres. Aprendamos a meditar en el
Evangelio a los pies de Jesús como fieles discípulos suyos. Hagámoslo nuestro y
vivámoslo con gran amor. A partir de esa experiencia personal del Señor podremos
anunciarlo a los demás. Permitámosle al Señor hacer su morada en nuestros
corazones, entonces su Vida será realidad en nosotros y podremos trabajar para
que esa Gracia llegue a todos los hombres. No queramos sólo proclamar el
Evangelio desde el estudio, tal vez muy erudito, de la Palabra de Dios, sino
desde nuestra propia vida. Seamos así testigos de la Gracia y no sólo
predicadores de inventos humanos. Si el Señor no está con y en nosotros tal vez
digamos discursos muy bien elaborados, pero en el momento en que se nos pida dar
cuenta con nuestra vida de lo que anunciamos seremos considerados como los
hipócritas que dicen una cosa y hacen otra. No podemos, por tanto, ser
auténticos portadores de Cristo sólo con los labios, mientras con nuestras obras
nos dediquemos a hacer el mal.
Dios quiere poner en nuestras manos su Vida y su Palabra. Por obra de su
Espíritu en nosotros, Él quiere transformar nuestra vida de tal forma que,
revestidos de su propio Hijo, seamos un Sacramento de unidad en nuestro mundo y
su historia. Quienes conocemos a Cristo y conocemos su obra de salvación y la
forma como logró esa salvación a favor nuestro, sabemos el compromiso que
adquirimos cuando decimos sí a Dios para entrar en Comunión de Vida con su
propio Hijo. A partir de ese momento hacemos nuestra tanto la vida como la
Misión del Enviado del Padre. No podemos, por tanto, decir que entramos en
comunión de vida con el Señor sólo por costumbre, sino que lo hacemos con la
conciencia plena de saber que estamos aceptando continuar entre nosotros su Obra
de Salvación a favor de la gente de nuestro tiempo, aun cuando en ese empeño
tengamos que entregar nuestra propia vida. Al participar de la Eucaristía
estamos aceptamos hacernos uno con Cristo; y decidimos vivir como los siervos
fieles que, guiados por el Espíritu del Señor, vivirán entregados al servicio
del Evangelio de la Gracia, sin dejar de esforzarse por hacerlo llegar aún a los
ambientes más hostiles al mismo para darle un nuevo rumbo a la historia.
Quien anuncia la Buena Nueva de Dios lo ha de hacer con la fidelidad nacida del
conocimiento amoroso de Aquel que lo ha enviado. No puede, por tanto, vivir como
un siervo descuidado, que ante aquello que se le ha confiado, tal vez procure
que otros vivan fieles al Señor, pero él mismo no lo vive. Quien se embriaga y
golpea a su prójimo, por más que ore y anuncie el Evangelio, no puede
considerarse realmente siervo de Dios puesto al frente de la Iglesia para
alimentarla a su tiempo con la Palabra, con la Eucaristía y con el Servicio de
caridad; más bien sería un malvado que querría vivir a costa del Evangelio.
Vivir vigilantes para el momento en que el Señor llegue significa estar atentos
a su Palabra, velar por los intereses de quienes nos han sido confiados y estar
dispuestos a dar nuestra vida por el bien de ellos. La Iglesia de Cristo no ha
sido enviada para aprovecharse de los demás, sino para servirles con amor. Y
esta Misión no es responsabilidad únicamente de los Pastores del Pueblo de Dios,
sino de toda la Iglesia que, unida a su Señor, Cristo Jesús, ha sido enviada
como un testimonio vivo del amor del Padre en favor de la humanidad de todos los
tiempos y lugares.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que, por intercesión de la Santísima Virgen
María, Madre de Dios y Madre nuestra, nos conceda amarlo a Él y amar a nuestro
prójimo, no sólo con los labios, sino con la misma vida. Que el Señor nos
conceda ser sus fieles servidores a favor de su Evangelio para anunciarlo a
todos los hombres, colaborando para que así llegue a todos la Salvación que Dios
nos ha ofrecido por medio de Cristo Jesús, su Hijo. Amén.
En esta Eucaristía elevemos, de un modo especial, nuestra Acción de Gracias al
Padre Dios por los XXV años de la solemne inauguración del supremo Pontificado
de nuestro Santo Padre Juan Pablo II. Que el Señor lo fortalezca y llene de su
amor para que, con gran alegría y generosa entrega, continúe realizando el
Ministerio Pastoral que Dios le ha confiado. Amén.
www.homiliacatolica.com
3-14. CLARETIANOS 2003
Queridos amigos y amigas:
Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos en general? Hago mía la
pregunta de Pedro. La hago mía y también me gustaría que la hicieras tuya, tú
que estás leyendo. Lo que me estás diciendo, Señor, ¿va conmigo? ¿me afecta? ¿es
algo por el qué tengo que preocuparme? ¿me hablas a mi? A veces dan ganas de
hacerse el tonto cuando la palabra de Dios es exigente, preferiríamos hacer como
que está hablando para el del al lado. La Palabra de estos días me está
indicando un camino de disponibilidad al servicio hacia los demás, de vigilia,
de preocupación por las cosas del Cielo, de responsabilidad según los dones que
hayamos recibido (Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se
le confió, más se le pedirá). La pregunta de Pedro hace pensar a un niño al que
su mamá le acaba de decir que tiene que hacer algo y no tiene muchas ganas de
hacerlo: “¿lo tengo que hacer yo o mi hermana?”, parece preguntarse.
No nos hagamos los despistados, aunque la Palabra
sea exigente: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Carlo Gallucci (ciudadredonda@ciudadredonda.org)
3-15.Reflexión
Cuando Lucía de Fátima, vio a la Virgen Santísima por primera vez, le preguntó
quién era y qué quería de ella. Respondió de inmediato a la primera pregunta,
pero la segunda -dijo- la dejaría para más tarde. Después de esto, durante seis
sucesivas apariciones, enseñó a los niños el infierno, les dio los famosos tres
secretos, anunció el final de la primera guerra mundial, pidió la consagración
del mundo a su corazón, predijo la llegada del comunismo... pero no había venido
a nada de eso. Lo que le importaba a la Virgen era la salvación de las almas,
por eso en su última aparición reveló que había venido para pedirles oraciones y
sacrificios con esta intención.
Uno de los aspectos más chocantes del cristianismo es su concepción de la vida
como una misión. En el cristianismo no rige eso del «come y bebe que la vida es
breve» ni el «vivir a tope» entendido como aprovechar cada instante para
conseguir más placer y más bienestar. Cristo nos presenta la vida como una
misión: «estar al frente de la servidumbre para darle a tiempo su ración» de la
cual tendremos que dar cuenta. La vida es una misión. Venimos a la tierra para
algo, y ese algo es tan importante que de él depende la felicidad eterna de
otras personas. Ese «dar de comer a la servidumbre» es el testimonio que Cristo
quiere que durante el tiempo que tiene dispuesto concederme en la tierra. El
famoso psiquiatra vienés Víctor Frankl, cuando habla de los casos que se le
presentan de enfermos con depresión que ya no encuentran ninguna razón para
vivir, que no esperan nada de la vida ni del mundo, se percata de que quizás
puede faltar una pregunta esencial y es preguntarse acerca de qué espera el
mundo de mí. Porque, aunque tengamos razones para abandonar no tenemos razón,
pues la vida espera algo de nosotros y tenemos una misión en este mundo. Una
misión que lleva nuestro nombre y nadie más puede hacer. Si no la hacemos
nosotros nadie lo va a hacer. Hemos de descubrir cuál es nuestro camino y cuál
es nuestra misión. La salvación del mundo y de las almas tienen muchos matices,
la gracia es única pero las formas de alcanzarla son múltiples, por eso nuestra
existencia no es casual, ni insignificante.
Tenemos que salvar el mundo, sí, pero ¿cómo?, cada uno de una forma diferente
que ha de descubrir con la oración y la lucha.
3-16. servicio bíblico latinoamericano 2004
Ef 3, 2-12 El misterio de Cristo ha sido revelado
ahora: que también los gentiles son coherederos de la promesa
Salmo responsorial: Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 Sacaréis aguas con gozo de las fuentes
del Salvador.
Lc 12, 39-48: Cuando menos lo piensen, llegará el Hijo del hombre.
Pedro, con su deseo de poder piensa que las palabras de Jesús no van dirigidas a
los discípulos, sino a la gente en general. Este programa del maestro parece que
no le resulta demasiado atractivo. Y Jesús vuelve a insistir en lo mismo. El
único camino de hacer una humanidad nueva, de ser administradores fieles y
sensatos de la herencia de un mundo, que es de todos, es adoptar la actitud de
servidores, que hace libres a las personas y que evita en los otros toda clase
de sumisión, denominación o dependencia. Quien no adopta una actitud de
servicio, sino que en su relación con los demás tiene una práctica de maltrato
(pegarle a los mozos y a las muchachas), de ensimismamiento y egocentrismo
hedonista (a comer, beber) hasta perder el sentido (y emborracharse), no es
cristiano; se parece, más bien, a un pagano (se le asigna la suerte de los
infieles). Dentro de la comunidad cada uno es responsable de los dones recibidos
y tendrá que responder de ellos (al que mucho se le ha dado, mucho se le
exigirá; al que mucho se le ha confiado, más se le pedirá).
Y entre los dones recibidos se encuentra el amor que Dios infunde en el corazón de cada uno de nosotros y que debe expresarse en altruismo y amor hacia los demás, en una actitud de servicio que dignifica a los otros, abriéndolos también al camino del servicio y del amor. De este modo cada miembro de la comunidad deberá ponerse al servicio de los otros para que no falte nada en ella. Quien hace esto, se hace como su Señor, servidor, para que nazca un mundo nuevo sin señores y siervos, sino sólo hermanos que se prestan servicio mutuo. Utopía cristiana que cada uno de nosotros tiene que encargarse de hacer realidad.
3-17.
Comentario: Rev. D. Josep Lluís Socías i Bruguera
(Badalona-Barcelona, España)
«Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del
hombre»
Hoy, con la lectura de este fragmento del Evangelio, podemos ver que cada
persona es un administrador: cuando nacemos, se nos da a todos una herencia en
los genes y unas capacidades para que nos realicemos en la vida. Descubrimos que
estas potencialidades y la vida misma son un don de Dios, puesto que nosotros no
hemos hecho nada para conseguirlas. Son un regalo personal, único e
intransferible, y es lo que nos confiere nuestra personalidad. Son los
“talentos” de los que nos habla el mismo Jesús (cf. Mt 25,15), las cualidades
que debemos hacer crecer a lo largo de nuestra existencia.
«En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Lc 20,40), acaba
diciendo Jesús en el primer párrafo. Nuestra esperanza está en la venida del
Señor Jesús al final de los tiempos; pero ahora y aquí, también Jesús se hace
presente en nuestra vida, en la sencillez y la complejidad de cada momento. Es
hoy cuando, con la fuerza del Señor, podemos vivir su Reino. San Agustín nos lo
recuerda con las palabras del Salmo 32,12: «Dichosa la nación cuyo Dios es el
Señor», para que podamos ser conscientes de ello, formando parte de esta nación.
«También vosotros estad preparados» (Lc 12,40), esta exhortación representa una
llamada a la fidelidad, la cual nunca está subordinada al egoísmo. Tenemos la
responsabilidad de saber “dar respuesta” a los bienes que hemos recibido junto
con nuestra vida. «Conociendo la voluntad de su señor» (Lc 12,47), es lo que
llamamos nuestra “conciencia”, y es lo que nos hace dignamente responsables de
nuestros actos. La respuesta generosa por nuestra parte hacia la humanidad,
hacia cada uno de los seres vivos, es algo justo y lleno de amor.
3-18. Miércoles, 20 de octubre del 2004
El misterio de Cristo ahora ha sido revelado:
también los paganos participan de una misma herencia
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 3, 2-12
Hermanos:
Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada
en beneficio de ustedes. Fue por medio de una revelación como se me dio a
conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al
leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que
no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado
por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.
Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma
herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en
Cristo Jesús, por medio del Evangelio. De este Evangelio, yo fui constituido
ministro por el don de la gracia que recibí de Dios, en virtud de la eficacia de
su poder.
Yo, el menor de todos los santos, he recibido la gracia de anunciar a los
paganos la insondable riqueza de Cristo, y manifestar a todos la dispensación
del misterio que estaba oculto desde siempre en Dios, el creador de todas las
cosas, para que los Principados y las Potestades celestiales conozcan la
infinita variedad de la sabiduría de Dios por medio de la Iglesia.
Éste es el designio que Dios concibió desde toda la eternidad en Cristo Jesús,
nuestro Señor, por quien nos atrevemos a acercamos a Dios con toda confianza,
mediante la fe en Él.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Is 12, 2-6
R. Sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación.
Éste es el Dios de mi salvación:
yo tengo confianza y no temo,
porque el Señor es mi fuerza y mi protección;
Él fue mi salvación. R.
Den gracias al Señor,
invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre. R.
Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! R.
EVANGELIO
Al que se le dio mucho se le pedirá mucho
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 39-48
Jesús dijo a sus discípulos: «Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a
qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora
menos pensada».
Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para
todos?»
El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor
pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el
momento oportuno? ¡Feliz aquél a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en
este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: "Mi señor tardará en llegar", y se dedica a
golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a
emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y
le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas
preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto recibirá un castigo
severo. Pero aquél que, sin saberlo, se hizo también culpable será castigado
menos severamente.
Al que se le dio mucho se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho se le
reclamará mucho más».
Palabra del Señor.
Reflexión:
Ef. 3, 2-12. Jesucristo es el Evangelio viviente del Padre. Por nuestra fe y
nuestra unión a Él la humanidad entera se convierte en coheredera de la misma
promesa en Jesucristo. La Iglesia no sólo es la portadora de este Mensaje de
Salvación, sino que, por voluntad de su Señor, es la que distribuye la Gracia de
Dios en favor de todas las gentes. Sin embargo no podemos proclamar el Nombre
del Señor sólo desde nuestras imaginaciones, o desde nuestros estudios, por muy
eruditos que estos sean, pues la salvación sólo es fruto del Espíritu de Dios,
que habita en nosotros; Él es el único que puede hacer que la Palabra de Dios se
encarne en nosotros y que su salvación no sea estéril en nuestra vida. El Señor,
pues, nos quiere no como simples predicadores, sino como testigos de su Reino en
el mundo. Por eso pidámosle al Señor que nos fortalezca y nos llene de su Luz
para que vayamos y demos testimonio de lo que hayamos experimentado de su Amor y
de su Vida en nosotros. Y puesto que también a nosotros, los más insignificantes
de todos los fieles, Dios nos ha elegido para dar testimonio de la Verdad,
cumplamos amorosa y fielmente este designio de salvación de Dios sobre nosotros.
Is. 12, 2-6. Dios ha sido grande para con nosotros. Pues a nosotros, que antes
estábamos lejos, ahora nos ha hecho cercanos a Él. Él nos ha injertado a Jesús,
su Hijo, por medio de la fe y del Bautismo. Ahora ya no somos extraños ni
advenedizos, sino hijos de Dios. Por eso démosle gracias e invoquemos su Nombre,
pues Él nos amará siempre y jamás dejará que seamos vencidos por el pecado y la
muerte, si en verdad confiamos en Él y le somos fieles. Sabiéndonos amados por
Dios; habiendo recibido la gran prueba de su amor al ser perdonados gracias a la
muerte de su Hijo, contemos a los pueblos sus hazañas, pues Él se levantó
victorioso sobre nuestro pecado y nuestra muerte librándonos de todo aquello que
nos condenaba en su presencia. ¿Acaso alguien nos ha amado más que Él? En verdad
que Dios ha sido grande con nosotros. Bendito sea su Nombre por siempre entre
nosotros.
Lc. 12, 39-48. El Señor llegará a la hora más inesperada. Por eso debemos
siempre estar preparados, dispuestos a ser recibidos por Él en las moradas
eternas. Y esto no es algo que competa a los que Dios ha puesto al frente de su
Iglesia, sino a toda la Iglesia. Vivir vigilantes en la presencia de Dios no
puede concretarse a orar y a llevar personalmente una vida digna. Es necesario
que todos los bienes que Dios nos ha comunicado y confiado los pongamos al
servicio de los demás, para que todos puedan comenzar a disfrutar, ya desde
ahora, de ellos. El mundo entero, a través de la historia, debe experimentar el
amor salvador de Cristo por medio de su Iglesia. A nosotros corresponde
continuar en la historia esa obra de amor y de salvación que Dios ofrece a
todos. Por eso aprendamos a orar como discípulos, escuchando al Señor y
pidiéndole que nos conceda su gracia para trabajar decididamente por su Reino.
Dios nos ha confiado mucho y nos exigirá mucho más, pues su Espíritu Santo va
guiando nuestra vida y nuestras obras; no apaguemos al Espíritu Santo que habita
en nosotros.
Todos somos convocados en Cristo para hacernos uno con Él y participar, con Él,
de la herencia que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre. El Hijo de
Dios jamás dejó de ser el Siervo del Padre que se abajó como Servidor nuestro,
entregando su vida para que fuera nuestro el perdón, la reconciliación y la Vida
eterna. Él no entró en el descanso eterno sino después de haber cumplido fiel y
amorosamente con la Misión que recibió del Padre. Y Él ahora nos convoca no sólo
para hacernos participar de su Vida, de su Gracia, de su Amor y de su Paz. Él
quiere que entremos en comunión de Vida y de Misión con Él; pues su Iglesia ha
de continuar la obra del Siervo de Dios y Siervo del hombre, escuchando al Padre
Dios y viviendo conforme a su voluntad; abriendo los ojos ante el hombre pecador
e injustamente tratado para conducirlo a la participación y al gozo de una vida
digna de hijo de Dios, a la que tiene derecho ya desde esta vida. Por eso la
participación en la Eucaristía es todo un compromiso de amor que se debe
traducir en obras en favor del bien de nuestro prójimo. Sólo así podremos decir
que estamos cumpliendo con la misión de repartir los bienes de la gracia a su
debido tiempo a todas las gentes.
En otra parte del Evangelio se nos habla de las doncellas que pedían aceite a
sus compañeras, pues sus lámparas se les estaban apagando. Pero se les negó ese
favor pues nadie puede descargar la responsabilidad de la propia vivencia de la
fe y del amor en las obras de los demás. Cada uno de nosotros es responsable de
que el Evangelio se extienda a más y más gentes. No es sólo la cabeza la que ha
de trabajar en este aspecto, sino el cuerpo completo. Y nadie puede bajar los
brazos, nadie puede quedarse inmóvil en este aspecto, pues Cristo ha fundado su
Iglesia como la Servidora a favor del Evangelio. Quien se gloríe de pertenecer a
la Iglesia de Cristo no puede conformarse con orar y disfrutar de los dones de
Dios; es necesario que cada uno vaya colaborando a la difusión del Evangelio,
dando testimonio del mismo tanto con las palabras, como con las obras, las
actitudes y la vida misma. Adentrémonos en nosotros mismos y reconozcamos la
forma en que estemos viviendo nuestra fe. Veamos si sólo buscamos nuestra
salvación de un modo personal y personalista, o si en verdad vivimos como
Iglesia convertida en fermento de santidad en el mundo.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra madre, una manifestación más abundante de su Espíritu Santo en
nosotros, de tal manera que, siendo dóciles a Él, podamos continuar construyendo
el Reino de Dios, ya desde ahora, entre nosotros. Amén.
Homiliacatolica.com
3-19. Fiel y prudente a la Voluntad de Dios
Fuente:
Autor: Misal Meditaciones
Reflexión
Cuando Lucía de Fátima, vio a la Virgen Santísima por primera vez, le preguntó
quién era y qué quería de ella. Respondió de inmediato a la primera pregunta,
pero la segunda -dijo- la dejaría para más tarde. Después de esto, durante seis
sucesivas apariciones, enseñó a los niños el infierno, les dio los famosos tres
secretos, anunció el final de la primera guerra mundial, pidió la consagración
del mundo a su corazón, predijo la llegada del comunismo... pero no había venido
a nada de eso. Lo que le importaba a la Virgen era la salvación de las almas,
por eso en su última aparición reveló que había venido para pedirles oraciones y
sacrificios con esta intención.
Uno de los aspectos más chocantes del cristianismo es su concepción de la vida
como una misión. En el cristianismo no rige eso del «come y bebe que la vida es
breve» ni el «vivir a tope» entendido como aprovechar cada instante para
conseguir más placer y más bienestar. Cristo nos presenta la vida como una
misión: «estar al frente de la servidumbre para darle a tiempo su ración» de la
cual tendremos que dar cuenta. La vida es una misión. Venimos a la tierra para
algo, y ese algo es tan importante que de él depende la felicidad eterna de
otras personas. Ese «dar de comer a la servidumbre» es el testimonio que Cristo
quiere que durante el tiempo que tiene dispuesto concederme en la tierra. El
famoso psiquiatra vienés Víctor Frankl, cuando habla de los casos que se le
presentan de enfermos con depresión que ya no encuentran ninguna razón para
vivir, que no esperan nada de la vida ni del mundo, se percata de que quizás
puede faltar una pregunta esencial y es preguntarse acerca de qué espera el
mundo de mí. Porque, aunque tengamos razones para abandonar no tenemos razón,
pues la vida espera algo de nosotros y tenemos una misión en este mundo. Una
misión que lleva nuestro nombre y nadie más puede hacer. Si no la hacemos
nosotros nadie lo va a hacer. Hemos de descubrir cuál es nuestro camino y cuál
es nuestra misión. La salvación del mundo y de las almas tienen muchos matices,
la gracia es única pero las formas de alcanzarla son múltiples, por eso nuestra
existencia no es casual, ni insignificante.
Tenemos que salvar el mundo, sí, pero ¿cómo?, cada uno de una forma diferente
que ha de descubrir con la oración y la lucha.
3-20.
Reflexión
Dios ha puesto en nuestras manos muchos bienes materiales, humanos,
espirituales. Nos ha dado la gracia, la vida; nos ha encomendado el cuidado de
nuestros amigos y hermanos para que los ayudemos a llegar a la santidad; ha
puesto a algunos de nosotros como administradores de bienes y nos ha encargado
la promoción de nuestros subordinados. Todos, cada uno según sus carismas y el
llamado propio, hemos sido constituidos en administradores de los bienes del
Señor, por ello valdría la pena hoy revisar ¿cómo hemos administrado nuestros
bines materiales? Para quien está casado ¿cómo ha dirigido su casa, la esposa(o)
y a los hijos? Para quien tiene responsabilidades con subordinados ¿cómo los ha
tratado y ayudado en su promoción integral? No se te olvide lo que hoy dice el
Señor que “a quien mucho se le confió, mucho se le exigirá”.
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
3-21. 20 de Octubre 2004
165. Muchos le pedirán
Miércoles de la Vigésima Novena del Tiempo Ordinario
I. Dios nos llamará para rendir cuentas de la herencia que dejó en nuestras
manos y nos pedirá a cada uno de nosotros según nuestras circunstancias
personales y las gracias que recibimos: puede venir en la segunda vigilia o en
la tercera..., a cualquier hora. Todos tenemos que cumplir una misión en la
tierra, y de ella hemos de responder al final de la vida. Seremos juzgados según
los frutos, abundantes o escasos, que hayamos dado. A todo el que se le ha dado
mucho, mucho se le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán
(Lucas 12, 39-48). ¿Cuánto nos ha encomendado a nosotros? ¿Cuántos dependen de
mi correspondencia personal a las gracias que recibo?
II. La responsabilidad en una persona que vive en medio del mundo ha de
referirse, en buena parte, a su trabajo profesional, con el que da gloria a
Dios, sirve a la sociedad, consigue los medios necesarios para el sostenimiento
de la propia familia y realiza su apostolado personal. El sentido de
responsabilidad llevará al cristiano a labrarse un prestigio profesional sólido,
y a cumplir y a excederse en su tarea. “Cuando tu voluntad flaquee ante el
trabajo habitual, recuerda una vez más aquella consideración: “el estudio, el
trabajo, es parte esencial de mi camino. El descrédito profesional –consecuencia
de la pereza- anularía o haría imposible mi labor de cristiano. Necesito –así lo
quiere Dios- el ascendiente del prestigio profesional, para atraer y ayudar a
los demás” “No lo dudes: si abandonas tu tarea, ¡te apartas –y apartas a otros-
de los planes divinos” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Surco)
III. Pensemos en las incontables gracias que hemos recibido a lo largo de la
vida, larga o corta, aquellas que conocimos palpablemente, y esa infinidad de
dones que nos son desconocidos. Todos aquellos bienes que habíamos de repartir a
manos llenas: alegría, cordialidad, ayudas pequeñas pero constantes... Meditemos
hoy si nuestra vida es una verdadera respuesta a lo que Dios espera de nosotros.
El Señor ha llegado ya y está todos los días entre nosotros. Es a Él a quien en
cada jornada dirigimos nuestra mirada para comportarnos como hijos delante de su
Padre, como el amigo delante del Amigo. Y cuando al final de nuestra vida demos
cuenta de la administración que hicimos de nuestros bienes, se llenará nuestro
corazón de alegría al ver esa fila interminable de personas que, con la gracia o
nuestro empeño se acercaron a Él. A Nuestra Señora le pedimos que nos ayude a
cumplir todo lo que su Hijo nos ha encomendado.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones
Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
3-22. 29ª Semana. Miércoles
«Sabed esto: si el dueño de la casa conociera a qué hora va a llegar el ladrón,
no permitiría que se horadase su casa. Vosotros, pues, estad preparados, porque
a la hora que menos pensáis viene el Hijo del Hombre».
Y le preguntó Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
El Señor respondió: «¿Quién piensas que es el administrador fiel y prudente a
quien el amo pondrá al frente de su casa, para dar a tiempo la ración adecuada?
Dichoso aquel siervo, al que encuentre obrando así su amo cuando vuelva. En
verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel siervo
dijera en sus adentros: "Mi amo tarda en venir", y se pusiera a golpear a los
criados y criadas, a comer, a beber y a emborracharse, llegará el amo de aquel
siervo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará duramente y le
dará el pago de los que no son fieles. El siervo que conociendo la voluntad de
su amo, no fue previsor ni actuó conforme a la voluntad de aquél, será muy
azotado; en cambio, el que sin saberlo hizo algo digno de castigo será poco
azotado. A todo el que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que le
encomendaron mucho, mucho le pedirán». (Lc 12, 39-48)
I. Jesús, a la pregunta de Pedro -¿dices esta parábola por nosotros o por
todos?- respondes que se refiere a todos, pero no de la misma manera: a todo el
que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá. Los apóstoles recibieron mucho,
conviviendo personalmente contigo, recibiendo la doctrina personalmente de tus
labios, aprendiendo a rezar y a querer a los demás a través de tu ejemplo. Por
eso se les pidió mucho, y acabaron entregando su vida por Ti, muriendo mártires.
Ninguno hay que pueda decir con verdad: No he recibido ningún talento, por lo
tanto no estoy obligado a dar cuenta y razón de él. Pues uno recibe la
inteligencia, y por este talento queda obligado a la predicación. Otro recibe
bienes terrenales, y éste debe distribuir su talento de esos bienes. Otro no
recibió ni la inteligencia ni bienes terrenos, pero aprendió el arte que
profesa; a éste se le reputa como talento recibido su mismo arte. Luego el que
tiene inteligencia procure no callar; el que tiene riquezas trate de no cansarse
en las obras de misericordia; el que posee un arte o profesión trate muy
principalmente de que su uso y utilidad redunde en provecho del prójimo [116].
Jesús, a mí que, por ser cristiano, también me has dado mucho, ¿qué es lo que me
vas a pedir? Me vas a pedir que sea un administrador fiel y prudente. Me vas a
pedir que utilice con responsabilidad los dones que me has dado: que sea
ejemplar en mi trabajo profesional; que sea un apoyo para los que viven conmigo;
que aproveche bien el tiempo; que sea leal y sincero. En una palabra, que sea
fiel a mi vocación cristiana.
II. La lealtad exige hambre de formación, porque -movido por un amor sincero- no
deseas correr el riesgo de difundir o defender, por ignorancia, criterios y
posturas que están muy lejos de concordar con la verdad [117].
Jesús, hablas de dos siervos que no hacen la voluntad de su amo: el que conocía
esa voluntad, y el que sin saberlo hizo algo digno de castigo. El primer siervo
recibe muchos azotes, y el segundo pocos. Entiendo el primer caso, pero ¿por qué
castigas al que no sabía? Precisamente porque no sabía cuál era la voluntad de
su amo, y tenía el deber de enterarse.
Jesús, por ser cristiano, hijo de Dios, tengo la responsabilidad de conocer bien
tu doctrina. Si no la conozco es por que no quiero, y esa actitud indica falta
de amor a Ti, que has venido al mundo para revelarme el camino de la vida
eterna. La lealtad exige hambre de formación. ¿Cómo es mi deseo de conocer a
fondo tu doctrina? ¿Pongo los medios a mi alcance, dedicando el tiempo
necesario, para formarme bien?
Jesús, quiero ser un administrador fiel y prudente de esos dones inmerecidos que
me has dado, empezando por el don de la vida y el de la fe. Quiero utilizar mis
talentos en una vida útil, en una vida de servicio y de amor, de trabajo, de
alegría y de penas que no son penas, porque te las puedo ofrecer. Dichoso aquel
siervo al que encuentre obrando así su amo cuando vuelva.
[116] San Gregorio Magno, Homilía 9 sobre los Evangelios.
[117] Surco, 346.
Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA
3-23.DOMINICOS 2004
Todos somos miembros de Cristo
Judíos y gentiles, todos estamos llamados a la salvación por la fe.
También a los gentiles les ofrece el Espíritu luz de salvación por Cristo.
Todos los creyentes somos misioneros de la verdad, que es Cristo.
Seamos transmisores de la verdad, de la gracia, de la fe, del amor.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Carta de san Pablo a los efesios 3, 2-12:
“Hermanos: Habéis oído hablar de la gracia de Dios que se me ha dado a favor
vuestro, al dárseme a conocer por revelación el misterio, del cual os he
escrito... Leedlo y así veréis cómo entiendo yo el misterio de Cristo, que no
había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado
ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que los gentiles son
coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo,
por el evangelio, del cual yo soy ministro por la gracia que Dios me dio con su
fuerza y su poder.
A mí, el más insignificante de todo el pueblo santo, se me ha dado esta gracia:
anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, e iluminar la
realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios,
creador de todo...”
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 39-48:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: comprended que, si supiera el
dueño de la casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo
mismo, vosotros, estad preparados, porque a la hora menos pensada viene el Hijo
del hombre.
Pedro le preguntó: Señor, ¿has dicho eso por nosotros o por todos? El Señor
respondió: ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto
al frente de su servidumbre..? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo
encuentre portándose bien. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus
bienes. En cambio, si se porta mal...
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá, y al que mucho se le confió, más se
le exigirᔓ.
Reflexión para este día
Compartamos la felicidad de Pablo por ser apóstol de los gentiles.
San Pablo nos quiere contagiar –por medio de sus cartas- el celo misionero. Nos
hace saborear la dulzura del Espíritu que ha llenado su corazón y su mente con
la revelación de que los gentiles están llamados a Cristo. Y nos conforta con el
gozo de haber sido elegido y enviado a la gentilidad.
El fragmento de la carta que utilizamos hoy en la liturgia tiene que movernos a
ser de verdad misioneros. Pero, además, en ese fragmento san Pablo nos invita a
que sepamos leer y releer su teología cristológica, pues nos puntualiza que está
revelándonos “cómo comprende él el misterio de Cristo”. Cristo es todo para san
Pablo. Está totalmente ganado para el Señor. Piensa y vive en Cristo.
Haríamos bien nosotros en no dar demasiada importancia a detalles espectaculares
que ocupan espacio desmedido en la piedad popular, centrando más, a cambio,
nuestra espiritualidad en Cristo y su mensaje. Vivamos alerta, pues a todos y
cada uno de nosotros se nos ha dado mucho y se nos ha confiado mucho: en la fe,
en la iglesia, en la caridad, en la compasión y solidaridad... Y como se nos ha
dado mucho, mucho se nos exigirá a la hora de presentarnos ante el Padre. No
seamos tacaños y demos generosamente lo mejor de nosotros mismos en cualquier
circunstancia.
3-24.
San Efrén (hacia 306-373) diácono
en Siria, doctor de la Iglesia
Comentario sobre el evangelio, o Diatessaron 18,15; SC 121, pag 325ss
“A la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre.” (Lc 12,40)
Para evitar cualquier pregunta indiscreta sobre el momento de su venida,
Jesús declara: “En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles
del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.” (Mt 24,36) y en otro lugar: “No os
toca vosotros conocer los tiempo o momentos que el Padre ha fijado con su
poder.” (Hch 1,7) Nos lo ha escondido para que estemos en vela y que cada uno
de nosotros pueda pensar que esta acontecimiento se realizará durante su vida.
Si nos hubiera revelado el momento de su venida, su vuelta sería en vano: las
naciones y los pueblos en los que se verificará, no lo desearían. El ha dicho
que volvería, pero no ha precisado el momento. Así, todos los pueblos y
generaciones y todos los siglos tienen sed de él.
Es cierto que ha dado a conocer los signos de su venida, pero no se ve su
término. En el constante cambio en que vivimos, estos signos ya han tenido
lugar y al mismo tiempo perduran. Su última venida es, efectivamente, parecida
a la primera. Los justos y los profetas deseaban la primera venida; pensaban
verlo en sus días. Así mismo, hoy cada uno de los fieles en Cristo desea
acogerlo en su propio tiempo, tanto más que Jesús no ha dicho claramente el
día de su aparición. Así, nadie puede creer que Jesús está sometido a la ley
del tiempo, a una hora concreta, él que domina los números y los tiempos.
3-25. CLARETIANOS 2004
“Dejar abierta más que nunca
la Puerta Viva que es Cristo”
(Juan Pablo II)
Queridos amigos y amigas:
Hoy la Palabra de Dios suscita en mí algunos interrogante que comparto con
todos. El primero:
¿Cómo comprendo yo el misterio de Cristo?
Darle respuesta es nuclear para nuestra vida de fe y para la misión que, a cada
uno, desde su puesto, se le confía. Pablo lo tenía clarísimo. Sabía bien quién
era y quiénes eran los destinatarios de su misión.
¿Cómo adquiere esta conciencia? Él mismo nos lo
dice: por la experiencia transformante de la gracia de Dios; desde la
experiencia de su pobreza –el más insignificante de los santos- se abre a la
fuerza de Dios que se manifiesta en la debilidad y no para provecho propio sino
a favor de los hermanos. En tan pocos versículos hace continua referencia a la
gracia que se le ha dado gratuitamente para bien de los demás.
Continuamos preguntándonos para dejar que la Palabra responda en toda su
profundidad y sea para nosotros una luz que interpele y “remueva” nuestra vida
como evangelizadores.
¿Cómo comprende Pablo el misterio de Cristo? Por revelación del Espíritu Santo
¿Quién es realmente Pablo? O mejor dicho, ¿cuál es su nueva identidad en Cristo Jesús? Ministro del Evangelio por la gracia que Dios le dio con su fuerza y su poder.
¿Quiénes son los destinatarios de su misión? Los gentiles, coherederos y miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa de Jesucristo.
¿Cuál es su misión? Anunciarles la insondable riqueza que es Cristo
¿Cuál es el camino para conocer el designio eterno de Dios, realizado en Cristo Jesús? La Iglesia con sus santos apóstoles y profetas a quienes el Espíritu revela y manifiesta todos estos misterios, escondidos desde el principio.
¿Qué alcanzamos en la revelación del misterio de Cristo Jesús? El libre y confiado acceso a Dios, por la fe en Él.
Creo que la Palabra nos ofrece unas pistas demasiado importantes para pasar de largo. Os invito, hermanos, a que hagamos oración, dejando que el Espíritu nos revele la verdad de nuestra respuesta a la llamada que Dios nos hace en Cristo Jesús. En Él Dios nos ha bendecido verdaderamente y ha hecho brillar su rostro sobre nosotros (Sal 67). Cristo nos revela el auténtico rostro del hombre y de la mujer y manifiesta plenamente el hombre al propio hombre (NMI 23) En la Eucaristía, alimento que sostiene y transforma interiormente, somos –en palabras de San León Magno- convertidos en aquello que comemos; somos asimilados por Cristo, somos transformados en hombres nuevos, unidos íntimamente a Él, que es la cabeza del Cuerpo Místico.
En estos momentos, me viene a la mente la invitación que su Santidad Juan Pablo II nos hacía a “dejar abierta más que nunca la Puerta viva que es Cristo” (NMI 59)
Y con el salmista podremos, realmente, cantar: ¡Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes del SALVADOR!
Ante tanta gracia recibida se nos pide una respuesta generosa porque, como nos dice hoy el Evangelio, al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió más se le exigirá.
Que seamos como aquel siervo que sabiendo lo que
su amo quiere está dispuesto a todo para ponerlo por obra… y no por miedo
precisamente a los azotes –la justicia de Dios no es la nuestra, ¡menos mal!-
sino porque el Amor así nos lo pide.
Unámonos en la hermosa oración colecta que esta semana repetimos en la
Eucaristía:
Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos
a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón.
Vuestra hermana en la fe,
Carolina Sánchez (carolinasasami@yahoo.es)