Nota explicativa a la carta del Papa a los católicos chinos
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 30 junio 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la «Nota explicativa» que ha distribuido este sábado la Oficina de Información de la Santa Sede al publicar la carta de Benedicto XVI a los obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles laicos de la Iglesia católica en la República Popular China. La carta puede leerse en italiano, francés, inglés y chino en la página web de la Santa Sede (www.vatican.va).
NOTA EXPLICATIVA
Con la "Carta a los Obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a
los fieles laicos de la Iglesia católica en la República Popular China", que
lleva fecha del domingo de Pentecostés, el Papa Benedicto XVI desea manifestar
su amor y su cercanía a los católicos que están en China. Lo hace sin duda como
Sucesor de Pedro y Pastor de la Iglesia universal.
Del texto resultan dos consideraciones fundamentales: por una parte, un afecto
profundo a toda la comunidad católica en China y, por otra, una fidelidad
apasionada a los grandes valores de la tradición católica en el campo
eclesiológico; por consiguiente una pasión por la caridad y también por la
verdad. El Papa recuerda las grandes líneas eclesiológicas del Concilio Vaticano
II y de la tradición católica, pero, al mismo tiempo, considera aspectos
particulares de la vida de la Iglesia en China, encuadrándolos en una visión
teológica amplia.
A - La Iglesia en China en los últimos 50 años
La comunidad católica en China ha vivido intensamente estos últimos 50 años
afrontando un camino difícil y doloroso, que no sólo la ha marcado profundamente
sino que también la ha llevado a asumir rasgos peculiares que todavía la
caracterizan hoy en día.
La comunidad católica sufrió una primera persecución en los años cincuenta con
la expulsión de los Obispos y misioneros extranjeros, la encarcelación de casi
todos los eclesiásticos chinos y de los responsables de los diversos movimientos
laicales, el cierre de las iglesias y el aislamiento de los fieles. Al final de
los años cincuenta se crearon organismos estatales como la Oficina para los
Asuntos Religiosos y la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos, con el
fin de guiar y "controlar" todas las actividades religiosas. En 1958 tuvieron
lugar las dos primeras ordenaciones episcopales sin el mandato papal, dando
inicio a una larga serie de gestos que hieren profundamente la comunión
eclesial.
En el decenio 1966-1976, la Revolución Cultural, que tuvo lugar en todo el País
afectó violentamente a la comunidad católica, alcanzando también a aquellos
Obispos, sacerdotes y fieles laicos que se habían mostrado más disponibles hacia
las nuevas orientaciones impuestas por las Autoridades gubernamentales.
En los años ochenta, con las aperturas promovidas por Deng Xiaoping, comenzó un
periodo de tolerancia religiosa con algunas posibilidades de movimiento y de
diálogo, que permitieron la reapertura de iglesias, de seminarios y de casas
religiosas y un nuevo inicio de la vida comunitaria. Las informaciones que
provenían de las comunidades eclesiales chinas confirmaban que, una vez más, la
sangre de los mártires había sido semilla de nuevos cristianos: la fe había
permanecido viva en las comunidades, la mayoría de los católicos había dado un
testimonio ferviente de fidelidad a Cristo y a la Iglesia, las familias habían
sido en su interior el fulcro de la transmisión de la fe. Sin embargo, en el
nuevo clima no faltaron reacciones diferenciadas en el seno de la comunidad
católica.
A este respecto, el Papa recuerda que algunos Pastores "no queriendo someterse a
un control indebido ejercido sobre la vida de la Iglesia, y deseosos de mantener
su plena fidelidad al Sucesor de Pedro y a la doctrina católica, se han visto
obligados a recibir la consagración clandestinamente" para asegurar un servicio
pastoral a las propias comunidades (n. 8). En efecto, "la clandestinidad"-
precisa el Santo Padre – "no está contemplada en la normalidad de la vida de la
Iglesia, y la historia enseña que Pastores y fieles han recurrido a ella sólo
con el doloroso deseo de mantener íntegra la propia fe y de no aceptar
injerencias de organismos estatales en lo que atañe a la intimidad de la vida de
la Iglesia" (Ibíd.).
Otros, preocupados sobre todo por el bien de los fieles y con vistas al futuro
"han consentido en recibir la ordenación episcopal sin el mandato pontificio,
pero después han solicitado que se les acoja en la comunión con el Sucesor de
Pedro y con los otros Hermanos en el episcopado" (Ibíd.). El Papa, teniendo en
cuenta la complejidad de la situación y deseoso de favorecer el restablecimiento
de una plena comunión, ha concedido a muchos de ellos "el pleno y legítimo
ejercicio de la jurisdicción episcopal".
Analizando atentamente la situación de la Iglesia en China, Benedicto XVI es
consciente de que la comunidad sufre en su interior una situación de fuertes
contrastes en los que están implicados fieles y Pastores, pero pone de relieve
que esa situación dolorosa no ha sido provocada por posiciones doctrinales, sino
que es fruto del "papel significativo que han desempeñado organismos que han
sido impuestos como responsables principales de la vida de la comunidad
católica" (n. 7). Se trata de organismos cuyas finalidades declaradas, y en
concreto la de llevar a efecto los principios de independencia, autogobierno y
autogestión de la Iglesia, no son conciliables con la doctrina católica. Esta
interferencia ha dado lugar a situaciones verdaderamente preocupantes. Es más,
los Obispos y los sacerdotes se han visto muy controlados y coartados en el
ejercicio de su oficio pastoral.
En los años noventa, desde varias partes y siempre más frecuentemente, Obispos y
sacerdotes se han dirigido a la Congregación para la Evangelización de los
Pueblos y a la Secretaría de Estado para poder recibir de la Santa Sede
indicaciones precisas sobre la conducta a seguir en algunos problemas de la vida
eclesial en China. Muchos preguntaban qué actitud adoptar ante el Gobierno y los
organismos estatales puestos al frente de la vida de la Iglesia. Otras
peticiones se referían a problemas estrictamente sacramentales como la
posibilidad de concelebrar con Obispos que habían sido ordenados sin el mandato
pontificio o de recibir los sacramentos de sacerdotes ordenados por esos
Obispos. Por último, algunos sectores de la comunidad católica se encontraban
desorientados ante la legitimación de numerosos Obispos que habían sido
consagrados ilícitamente.
Además, la ley sobre el registro de lugares de culto y la exigencia estatal del
certificado de pertenencia a la Asociación Patriótica han suscitado nuevas
tensiones y ulteriores interrogantes.
Durante aquellos años, el Papa Juan Pablo II se ha dirigido varias veces con
mensajes y llamamientos a la Iglesia en China invitando a todos los católicos a
la unidad y a la reconciliación. Las intervenciones del Santo Padre han sido
bien acogidas, creando una pasión por la unidad, pero las tensiones con las
Autoridades y dentro de la comunidad católica, por desgracia, no han disminuido.
Por su parte, la Santa Sede ha dado indicaciones sobre varios problemas, pero el
pasar del tiempo y el surgir de nuevas situaciones cada vez más complicadas
exigían volver a considerar toda la materia con el fin de ofrecer una respuesta
lo más precisa posible a las peticiones y dar a conocer orientaciones seguras
para la actividad pastoral en los años venideros.
B - Iter histórico de la Carta pontificia
Las diversas problemáticas que parecen caracterizar más de cerca la vida de la
Iglesia en China durante estos últimos años, fueron analizadas amplia y
atentamente por una Comisión restringida, establecida con este fin y compuesta
por algunos expertos y por aquellos que en la Curia Romana siguen la situación
de la comunidad católica en China. Cuando el Papa Benedicto XVI decidió convocar
para los días 19 y 20 de enero de 2007 una reunión en la que participarían
también varios eclesiásticos chinos, la mencionada Comisión se encargó de
preparar un documento con el fin de favorecer la discusión sobre los diversos
puntos, recoger indicaciones prácticas de los participantes y presentar algunas
posibles orientaciones teológico-pastorales para la comunidad católica en China.
Su Santidad, que participó benévolamente en la última sesión de la reunión,
decidió, entre otras cosas, dirigir una carta suya a los Obispos, a los
presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles laicos.
C - Contenidos de la Carta
"Sin pretender tratar todos los detalles de problemas complejos bien conocidos
por vosotros", escribe Benedicto XVI a los católicos chinos, "quisiera con esta
Carta ofrecer algunas orientaciones sobre la vida de la Iglesia y la obra de
evangelización en China, para ayudaros a descubrir lo que el Señor y Maestro,
Jesucristo, [...] quiere de vosotros" (n. 2). El Papa retoma algunos principios
fundamentales de la eclesiología católica para iluminar los problemas más
importantes, consciente de que la luz de esos principios podrá ayudar a afrontar
las diversas cuestiones y los aspectos más concretos de la vida de la comunidad
católica.
Manifestando viva alegría por la fidelidad que los católicos en China han
mostrado en estos últimos cincuenta años, Benedicto XVI vuelve a afirmar el
valor inestimable de sus sufrimientos y de la persecución sufrida a causa del
Evangelio y dirige a todos un llamamiento a la unidad y a la reconciliación.
Consciente de que la plena reconciliación "no podrá realizarse de un día para
otro", recuerda que este camino "está apoyado por el ejemplo y la oración de
muchos ‘testigos de la fe’ que han sufrido y han perdonado, ofreciendo su vida
por el futuro de la Iglesia católica en China" (n. 6)
En este contexto, resuenan todavía con validez las palabras de Jesús "Duc in
altum" (Lc 5,4). Es una expresión que "nos invita a recordar con gratitud el
pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro". En
efecto, en China, como en el resto del mundo "la Iglesia está llamada a ser
testigo de Cristo, a mirar hacia adelante con esperanza y a tomar conciencia –
en el anuncio del Evangelio – de los nuevos desafíos que el Pueblo chino tiene
que afrontar" (n. 3). "También en vuestro País", recuerda el Papa, "el anuncio
de Cristo crucificado y resucitado, será posible en la medida en que con
fidelidad al Evangelio, en comunión con el Sucesor del Apóstol Pedro y con la
Iglesia universal, sepáis poner en práctica los signos del amor y de la unidad"
(Ibíd.).
Al afrontar algunos problemas más urgentes que resultan de las peticiones que
Obispos y sacerdotes dirigen a la Santa Sede, Benedicto XVI ofrece indicaciones
sobre el reconocimiento de eclesiásticos de la comunidad clandestina por parte
de las Autoridades gubernamentales (cfr. n. 7) y subraya muy claramente el tema
del Episcopado chino (cfr. n. 8), refiriéndose en particular a lo que concierne
al nombramiento de Obispos. Tienen un significado particular también las
orientaciones pastorales que el Santo Padre da a la comunidad, subrayando en
primer lugar la figura y la misión del Obispo en la comunidad diocesana: "nada
sin el Obispo". Ofrece además indicaciones para la concelebración eucarística e
invita a crear los organismos diocesanos previstos por las normas canónicas, sin
omitir algunas indicaciones sobre la formación de los presbíteros y la vida de
la familia.
Por lo que se refiere a las relaciones de la comunidad católica con el Estado,
Benedicto XVI, con tono sereno y respetuoso, recuerda la doctrina católica,
reiterada también por el Concilio Vaticano II. Además, manifiesta el deseo
sincero de que se avance en el diálogo entre la Santa Sede y el Gobierno chino
para poder llegar a un acuerdo sobre el nombramiento de Obispos, al pleno
ejercicio de la fe de los católicos mediante el respeto de una auténtica
libertad religiosa, y a la normalización de las relaciones entre la Santa Sede y
el Gobierno de Pekín.
Por último, el Papa revoca todas las facultades y las directrices de carácter
pastoral, pasadas y recientes, que han sido concedidas por la Santa Sede a la
Iglesia en China. Las nuevas circunstancias de la situación general de la
Iglesia en China y las mayores posibilidades de comunicación permiten ahora a
los católicos seguir las normas canónicas generales y, si es necesario, recurrir
a la Sede Apostólica. En cualquier caso, los principios doctrinales que
inspiraban las mencionadas facultades y directrices tienen ahora una nueva
aplicación en la directrices contenidas en la presente Carta (cfr. n. 18).
D - Tono y perspectivas de la Carta
Benedicto XVI, con inspiración espiritual y con un lenguaje eminentemente
pastoral, se dirige a toda la Iglesia que está en China. Su intención no es
crear situaciones de áspera confrontación con personas o grupos particulares:
él, aunque se pronuncia sobre algunas situaciones críticas, lo hace con mucha
comprensión por los aspectos contingentes y a las personas implicadas, si bien
recordando con extrema claridad los principios teológicos. El Papa desea invitar
a la Iglesia a una fidelidad más profunda a Jesucristo y recuerda a todos los
católicos chinos la misión de ser evangelizadores en el contexto concreto actual
de su País. El Santo Padre mira con respeto y profunda simpatía la historia
antigua y reciente del gran Pueblo chino y se muestra, una vez más, dispuesto al
diálogo con las Autoridades chinas, consciente de que la normalización de la
vida de la Iglesia en China presupone un diálogo franco, abierto y constructivo
con las Autoridades. Benedicto XVI, al igual que su predecesor, Juan Pablo II,
está firmemente convencido que esta normalización ofrecerá una contribución sin
par a la paz del mundo, creando así una tesela insustituible en el gran mosaico
de la convivencia pacífica entre los pueblos.
[Traducción del original italiano distribuida por la Oficina de Información
de la Santa Sede]