REFLEXIONES
1. VIO Y CREYÓ
Pedro y el otro discípulo, con un testimonio muy personal, confiesan que hasta entonces no habían entendido el sentido de la muerte y de la resurrección del Señor. Ahora, al encontrar la tumba vacía tal como las mujeres les han anunciado, es cuando llegan a la fe; es decir, cuando no lo ven es cuando creen. El Señor ha realizado el "paso" de Muerte a Vida. Ellos también realizan el "paso" por la fe. Ya no se quedan bloqueados en el escándalo del Viernes Santo sino que descubren como Dios les abre un horizonte de vida insospechado, y la vida que habían compartido con Jesús ahora toma un nuevo sentido: nosotros somos testigos de todo lo que hizo... dice Pedro en la primera lectura. Han quedado verdaderamente transformados por la Pascua del Señor. También ellos han realizado el "paso" a la fe y pasan a ser hombres nuevos.
Ahora se tornan "misioneros" de esta Buena Nueva: ¡El Señor ha resucitado! El libro de los Hechos de los Apóstoles que ocupará la primera lectura de todo este tiempo pascual es el libro de la misión, del anuncio de la resurrección, de la vida nueva de los hombres nuevos que forman la Iglesia. Es el libro de los testigos. También hoy debemos seguir escribiendo páginas de este libro con la acción evangelizadora y misionera de la Iglesia que encuentra su fuente en la Resurrección del Señor que celebramos y que da sentido a nuestra vida.
YA QUE HABÉIS RESUCITADO CON CRISTO
Aspirad a los bienes de arriba, dice la segunda lectura. La invitación, que debemos transmitir con alegría a nuestras comunidades, es plenamente actual. Creer en la resurrección de Cristo nos lleva a creer que ya ahora vivimos esta nueva vida, resucitada, gracias al Bautismo que hemos recibido. Por él nos ha llegado la fuerza de la resurrección, nos han llegado los bienes de arriba. La Pascua nos invita a renovar nuestro Bautismo. Valdría la pena hacerlo hoy así en el momento de la profesión de fe. Así también nosotros habremos llegado a entender la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
LA EUCARISTÍA SIEMPRE ES PASCUAL
Sobre todo la de hoy, que coincide con la Pascua anual y nos permite "revivir" el momento de la resurrección del Señor. Así podemos celebrar la Pascua (1Corintios 5,8, la otra posible segunda lectura de hoy) porque es de ella que sacamos la levadura que hará fermentar toda la pasta de nuestra vida y de nuestro mundo.
JOAN
TORRA
MISA DOMINICAL 1999, 6, 7-8
"El primer día de la semana" fue María Magdalena al sepulcro. Todos los evangelios nos presentan la resurrección el "primer día de la semana". En la tarde del "primer día de la semana" los discípulos de Emaús reconocen a Jesucristo resucitado en la "fracción del pan". Y el "primer día de la semana" se reúne la comunidad cristiana para escuchar la palabra del Resucitado y hacer la fracción del pan, la Eucaristía. De ahí la importancia de la celebración de la Eucaristía del domingo. No es una ley, no es un mandamiento. Es una necesidad para el cristiano. Tenemos necesidad de encontrarnos, reunirnos, somos la comunidad de Cristo Resucitado. Y tenemos necesidad de escuchar su Palabra, su "Buena Noticia gozosa". Esa Palabra que se hace Pan, "carne para la vida del mundo". Y esa Palabra es luz y alimento para que a lo largo de la semana intentemos hacer las obras que el Padre quiere, en favor de nuestros hermanos los hombres. Obras concretas, como Jesús hizo.
GERARDO
SOLER
MISA DOMINICAL 1988, 8
La vida no es un derecho, la vida es un don. Y el don, la gracia o lo gratuito, no es consecuencia de ningún derecho, sino del amor. Por eso, lo que contraría al amor, se opone a la vida. El odio pone fin a la vida y siembra la muerte. El egoísmo asfixia la vida, la interrumpe y desertiza la tierra fecunda y fecundada.
La vida nace del amor, ésa es su raíz, que no el derecho. Tampoco la muerte es un derecho, aunque habrá que reconocer el derecho a morir para descalificar tantas ansias de matar. También la muerte es un don. Pero, entiéndase bien, es un don, porque es una nueva vida, no porque sea fin de la vida. Aunque en el acotado campo de nuestra experiencia la muerte aparezca como fin de esta vida -no de la vida, sino de ésta- o, mejor dicho, de esta forma de vivir. Lo que supone un alivio para la inmensa mayoría de la humanidad, mortificada hasta el extremo por las pretensiones de los científicos, de los técnicos, de los políticos... o sea, de los poderosos.
Debería bastarnos el testimonio perenne de la naturaleza no humana, que muere cada invierno y resucita cada pascua florida, para entender que la vida no termina, se transforma. (...).
La fe cristiana es fe en la vida, porque es fe en Jesús que vive. Ciertamente pasó por la experiencia de la muerte, para desvelarnos su misterio y la esperanza, pero resucitó y vive para siempre. Así lo han atestiguado los que lo vieron vivo antes y después del tránsito de la muerte. Y así lo ha guardado celosamente y lo ha transmitido durante siglos la Iglesia. Así lo confesamos y proclamamos los cristianos: creemos en la resurrección, creemos en la vida sin fin. No sólo en la vida que esperamos como un don póstumo, sino en el don de la vida que ya poseemos y disfrutamos y reclamamos para nosotros y para todos los hombres.
Por eso creer en la resurrección es apostar por la vida frente a la muerte y a los sistemas que recurren a la muerte como solución o justificación de cualesquiera intereses. Y en esta apuesta nos hemos comprometido con la vida, como don, para hacerla posible, para favorecerla en todos y en todo, para defenderla en todos los niveles, para colmarla de sentido, para humanizarla, sin domesticarla ni degradarla, hasta descubrir en ella y por ella al verdadero dador del multiforme y siempre sorprendente don de la vida.
LUIS
GUILLERMO BETES
DABAR 1991, 21
4. PASCUA RESURRECCIÓN MUERTE.
Pascua es el día que hizo el Señor, el día grande, la solemnidad de las solemnidades, el día rey, el día primero, día sin noche, tiempo sin tiempo, edad definitiva, primavera de primaveras...., pasión inusitada.
"La Resurrección es la verdad fundamental del cristianismo y el motivo y garantía de nuestra esperanza". (...).
La muerte no es toda la realidad, sólo una parte -y no la más importante- que remite al todo: Jesús resucitado. (...).
Si el Señor no ha resucitado, que retornen a casa los misioneros, que se cierren las iglesias, que cese la caridad, dejemos la catequesis, que se hundan los conventos, que quemen el martirologio, que lloren los santos, camino de los museos, pues son meras tallas de arte..., que nadie luche, que nadie se esfuerce, porque "inane, inútil y estéril es nuestra fe" (1 Cor 15, 14 ss).
Pero nuestra fe es roca viva, hormigón cada día más fuerte y compacto, y esta matinal, fresca, nueva y limpia Pascua volverá a llenar los caminos de los hombres de Teresas de Jesús o de Calcuta, de Franciscos-Javier en Goa o Pacos sindicalistas, aprenderán el nombre de Dios los niños de labios de sus madres, mientras los amamantan, y amanecerá el sol del pan y la justicia en Latinoamerica, aunque sigan los martirios de Romeros y Ellacurías. Sí, sí, porque es Pascua y "mi fuerza y mi poder es el Señor", que vive.
BENJAMIN
CEBOLLA HERNANDO
DABAR 1990, 24
5. MU/RECUERDO:
"Seguiré desapareciendo mucho tiempo después de haberme dormido, porque mi nombre se apagará de nuevo cada vez que uno de los que me conocieron, admiraron, amaron, odiaron, exhale su último suspiro. Pero aun si de generación en generación algunos fieles transmitieran mi nombre, si mi memoria nunca se apagara y si recibiera esta seguridad, no encontraría en ello ni alivio ni consuelo, porque esta inmortalidad en la memoria de los hombres sólo puede parecer irrisoria a quien espera la inmortalidad verdadera".
FRANCOIS MAURIAC
6.
/SAL/117/POEMA:
Este es el día en que actuó el Señor,
que sea un día de gozo y de alegría.
Este es el día en que, vencida la muerte,
Cristo sale vivo y victorioso del sepulcro.
Este es el día que lava las culpas y devuelve la inocencia,
el día que destierra los temores y hace renacer la esperanza,
el día que pone fin al odio y fomenta la concordia,
el día en que actuó el Señor,
que sea un día de gozo y de alegría,
Hoy, Señor, cantamos tu victoria,
celebramos tu misericordia y tu ternura,
admiramos tu poder y tu grandeza,
proclamamos tu bondad y tu providencia.
Que sea para nosotros el gran día,
que saltemos de gozo y de alegría,
que no se aparte nunca de nuestra memoria
y que sea el comienzo de una vida
de esperanza, de amor y de justicia.
7.
"Creer en la resurrección... es el acto de participar en la creación ilimitada... Tener fe, si es que yo alcanzo a descifrar la imagen cristiana, es percibir en su identidad la resurrección y la crucifixión. Sostener la paradoja de la presencia de Dios en un Jesús crucificado, es decir, en el fondo de la desgracia y de la impotencia, un Jesús abandonado de Dios. Tener tal fe es adquirir la libertad de hombre sobre toda ilusión, la del poder y la del tener. Dios no es ya el emperador de los romanos, ni aquel tipo de hombre estimado por los griegos como ejemplar de belleza y de fuerza..., sino más bien la certeza de que es posible creer un futuro cualitativamente nuevo, pero tan sólo si se identifica con aquellos que en el mundo son los más despojados y los más aplastados... Tal amor y la esperanza en la resurrección se identifican. Porque no hay amor más que cuando un ser es para nosotros irreemplazable, y nosotros estamos prestos a dar por él nuestra propia vida... Cuando de verdad estamos dispuestos a tal donación y entrega por el último de los hombres, es entonces cuando Dios está con nosotros; he aquí el poder de transformar el mundo".
R.
Garaudy
La
alternativa, 134-135
8. PAS/CONFESAR-POR:
RECONCILIARSE PARA LA PASCUA
Sigue teniendo sentido lo de "confesar par Pascua". El camino cuaresmal de purificación y conversión tiene para los cristianos una expresión sacramental muy válida en la Reconciliación penitencial.
Antes, en la liturgia romana, se celebraba una Eucaristía para los penitentes en la mañana del Jueves Santo, último día de Cuaresma. Ahora organizamos una celebración comunitaria de la Penitencia con confesión y absolución personal este mismo día del Jueves por la mañana, o bien otro día anterior muy cercano. En la liturgia hispánica el gran acto penitencial se celebra el Viernes Santo, ya dentro de la Pascua, con la impresionante ceremonia de la "indulgencia" o "perdón" en la que el pueblo clama centenares de veces pidiendo perdón a Dios.
Es bueno entrar en la Pascua -el paso con Cristo a la Nueva Vida- celebrando con humildad y expresividad el sacramento de la Penitencia, el sacramento de la muerte a lo viejo y al pecado, el sacramento de la reconciliación con Dios y con la comunidad. La Pascua debe ser novedad total en nuestras vidas. Todo lo viejo, sobre todo el pecado, tiene que dejar paso a la Vida que nos quiere comunicar el Resucitado.
EQUIPO-MD
MISA DOMINICAL 1998, 5, 1
9.
Para orar con la liturgia
Señor
Dios, que en este día
nos
has abierto las puertas de la vida
por
medio de tu Hijo, vencedor de la muerte,
concédenos
a los que celebramos la solemnidad
de
la resurrección de Jesucristo,
ser
renovados por tu Espíritu
para
resucitar en el reino de la luz y de la paz.
Oración colecta
10.Bienaventurado Guerric d’Igny (hacia 1080) abad
cisterciense
Sermón 1 para el día de la resurrección; PL 185ª, 143-144
“¿Por qué buscáis entre los muertos el que está vivo?” (Lc 24,5)
Para mí, hermanos, “la vida es Cristo y morir significa una ganancia” (Flp 1,21)
Me voy, pues, a Galilea, a la montaña que Jesús nos ha indicado (Mt 28,10.16).
Lo veré y lo adoraré para no morir ya más, porque todo aquel que ve al Hijo del
Hombre y cree en él tiene la vida eterna, “aunque haya muerto, vivirá.” (Jn
11,25)
Hoy, hermanos, ¿cuál es el testimonio de la alegría que colma vuestro corazón
por el amor de Cristo? Si alguna vez habéis experimentado el amor a Jesús, vivo
o muerto, resucitado: hoy cuando los mensajeros proclaman su resurrección en la
Iglesia, vuestro corazón exulta y exclama: “me han traído esta buena noticia:
Jesús, mi Dios, vive. Al escuchar estas palabras, mi corazón que estaba hundido
en la pena y en el desánimo, languideciendo de tibieza y cobardía, ha recobrado
ánimo.” Hoy, la suave música de este gozoso mensaje reanima a los pecadores que
estaban hundidos en la muerte. Sin este mensaje no habría más salida que
desesperar y enterrar en e l olvido a aquellos que Jesús, saliendo de los
infiernos, habría dejado en el abismo.
Comprobarás que tu espíritu ha recobrado la vida en Cristo, si dices: “Si Jesús
vive, esto me basta. Si él vive, yo vivo en él, mi vida depende de él. El es mi
vida, él es mi todo. ¿qué me puede faltar si Jesús vive? Mejor aun: que todo lo
demás me falte, no me importa, si sé que Jesús vive.”
11. Benedicto XVI, Pacua del 2009
Queridos hermanos y hermanas:
En estos días pascuales oiremos resonar a menudo las palabras de Jesús: "He
resucitado y estoy siempre contigo". La Iglesia, haciéndose eco de este anuncio,
proclama con júbilo: "Era verdad, ha resucitado el Señor, aleluya. A él la
gloria y el poder por toda la eternidad". Toda la Iglesia en fiesta manifiesta
sus sentimientos cantando: "Este es el día en que actuó el Señor". En efecto,
al resucitar de entre los muertos, Jesús inauguró su día eterno y también abrió
la puerta de nuestra alegría. "No he de morir -dice-, viviré". El Hijo del
hombre crucificado, piedra desechada por los arquitectos, es ahora el sólido
cimiento del nuevo edificio espiritual, que es la Iglesia, su Cuerpo místico. El
pueblo de Dios, cuya Cabeza invisible es Cristo, está destinado a crecer a lo
largo de los siglos, hasta el pleno cumplimiento del plan de la salvación.
Entonces toda la humanidad se incorporará a él y toda realidad existente
participará en su victoria definitiva. Entonces -escribe san Pablo-, él será "la
plenitud de todas las cosas" (Ef 1, 23) y "Dios será todo en todos" (1 Co 15,
28).
Por tanto, la comunidad cristiana se alegra porque la resurrección del
Señor nos garantiza que el plan divino de la salvación se cumplirá con
seguridad, no obstante toda la oscuridad de la historia.
Precisamente por eso su Pascua es en verdad nuestra esperanza. Y nosotros,
resucitados con Cristo mediante el Bautismo, debemos seguirlo ahora fielmente
con una vida santa, caminando hacia la Pascua eterna, sostenidos por la certeza
de que las dificultades, las luchas, las pruebas y los sufrimientos de nuestra
existencia, incluida la muerte, ya no podrán separarnos de él y de su amor. Su
resurrección ha creado un puente entre el mundo y la vida eterna, por el que
todo hombre y toda mujer pueden pasar para llegar a la verdadera meta de nuestra
peregrinación terrena.
"He resucitado y estoy siempre contigo". Esta afirmación
de Jesús se realiza sobre todo en la Eucaristía; en toda celebración eucarística
la Iglesia, y cada uno de sus miembros, experimentan su presencia viva y se
benefician de toda la riqueza de su amor. En el sacramento de la Eucaristía está
presente el Señor resucitado y, lleno de misericordia, nos purifica de nuestras
culpas; nos alimenta espiritualmente y nos infunde vigor para afrontar las duras
pruebas de la existencia y para luchar contra el pecado y el mal. Él es el apoyo
seguro de nuestra peregrinación hacia la morada eterna del cielo.
La Virgen
María, que vivió junto a su divino Hijo cada fase de su misión en la tierra, nos
ayude a acoger con fe el don de la Pascua y nos convierta en testigos felices,
fieles y gozosos del Señor resucitado.