Es la colección de doce códices
de papiro con tapas de cuero que fueron casualmente descubiertos en 1945 en el
alto Egipto, junto a la antigua aldea de Quenoboskion, a unos diez kilómetros de
la moderna ciudad de Nag Hammadi. Actualmente se conservan en el Museo Copto de
El Cairo, y se suelen designar con las siglas NHC (Nag Hammadi Codices). A la
misma colección se suelen asignar otros tres códices conocidos desde el siglo
XVIII que se encuentran en Londres (Codex Askewianus, normalmente conocido como
Pistis Sophia), Oxford (Codex Brucianus) y Berlín (Códex Berolinensis). Estos
tres códices, aunque son más tardíos proceden de la misma zona.
Los NHC fueron confeccionados hacia el año 330 y enterrados a finales del s. IV
o principios del V. Esos códices contienen unas cincuenta obras escritas en
copto —la lengua egipcia hablada por los cristianos de Egipto y escrita con
caracteres griegos—, que son traducciones del griego, a veces no muy fiables.
Casi todas las obras son de carácter herético y reflejan distintas tendencias
gnósticas que, en general, ya eran conocidas porque las combatieron los Padres
de la Iglesia, especialmente San Ireneo, San Hipólito de Roma y San Epifanio. La
principal aportación de esos códices es que ahora tenemos acceso directamente a
las obras de los propios gnósticos y se puede comprobar que, efectivamente, los
Santos Padres conocían bien aquello a lo que se enfrentaban.
Desde el punto de vista literario, en NHC están representados los géneros más
diversos: tratados teológicos y filosóficos, apocalipsis, evangelios, oraciones,
hechos de apóstoles, cartas, etc. A veces los títulos no están en el original,
sino que han sido puestos por los editores atendiendo al contenido. Respecto a
las obras que llevan como título “evangelio” hay que observar que se parecen muy
poco a los evangelios canónicos, ya que no presentan una narración de la vida
del Señor, sino las revelaciones secretas que presuntamente Jesús hizo a sus
discípulos. Así por ej. el evangelio de Tomás, trae ciento catorce dichos de
Jesús, uno detrás de otro, sin más contexto narrativo que algunas preguntas que
a veces le hacen los discípulos; y el “Evangelio de María (Magdalena)” narra la
revelación que Cristo glorioso le hace a ella sobre la ascensión del alma.
Desde el punto de vista de las doctrinas contenidas, los códices contienen en
general obras gnósticas cristianas; aunque en algunas, como el “Apócrifo de
Juan” -una de las más importantes ya que se encuentra en cuatro códices-, los
rasgos cristianos parecen secundarios respecto al mito gnóstico que constituye
su núcleo. En este mito se interpretan al revés los primeros capítulos del
Génesis presentando al Dios creador o Demiurgo como un dios inferior y perverso
que ha creado la materia. Pero en los códices hay también obras gnósticas no
cristianas que recogen una gnosis greco-pagana desarrollada en torno a figura de
Hermes Trismegisto, considerado el gran revelador del conocimiento (“Discurso
del ocho y el nueve”). Este tipo de gnosis ya se conocía en parte con
anterioridad a los descubrimientos. Incluso en NHC VI se recoge un fragmento de
“La República” de Platón.