El año 1947 en el Wadi Qumrán,
junto al Mar Muerto, aparecieron en diversas cuevas, once en total, unas jarras
de barro que contenían un buen número de documentos escritos en hebreo, arameo y
griego. Se sabe que fueron escritos entre el s. II a.C. y el año 70 d.C., en que
tuvo lugar la destrucción de Jerusalén.
Se han recompuesto unos 800 escritos de entre varios miles de fragmentos, puesto
que son muy pocos los documentos que han llegado completos. Hay fragmentos de
todos los libros del Antiguo Testamento, excepto de Ester, de muchos libros
judíos no canónicos ya conocidos e incluso de otros hasta entonces desconocidos,
y han aparecido un buen número de escritos propios del grupo sectario de esenios
que se habían retirado al desierto.
Los documentosmás importantes sin duda son los textos de la Biblia. Hasta el
descubrimiento de los textos de Qumrán, los manuscritos en hebreo más antiguos
que poseíamos eran de los siglos IX-X d.C. por lo que cabía sospechar que en
ellos se habrían mutilado, añadido o modificado palabras o frases incómodas de
los originales. Con los nuevos descubrimientos se ha comprobado que los textos
encontrados coinciden con los medievales, aunque son casi mil años anteriores, y
que las pocas variantes que presentan coinciden en gran parte con algunas ya
atestiguadas por la versión griega llamada de los Setenta o por el Pentateuco
samaritano. Otros muchos documentos han contribuido a demostrar que había un
modo de interpretar la Escritura (y las normas legales) diferente al habitual
entre saduceos o fariseos.
Entre los textos de Qumrán no hay ningún texto del Nuevo Testamento ni ningún
escrito cristiano. En algún momento se ha discutido si algunas palabras escritas
en griego sobre dos pequeños fragmentos de papiro encontrados allí pertenecían
al Nuevo Testamento, pero no lo parece. Fuera de eso, no había en esas cuevas
ningún otro posible documento cristiano.
Tampoco parece que hubiera influencias de los textos judíos que han aparecido
allí en el Nuevo Testamento. Hoy los especialistas están de acuerdo en que en el
ámbito doctrinal Qumrán no influyó nada en los orígenes del cristianismo, pues
el grupo del Mar Muerto era sectario, minoritario y apartado de la sociedad,
mientras que Jesús y los primeros cristianos vivieron inmersos en la sociedad
judía de su tiempo y dialogaron con ellos. Únicamente los documentos han servido
para aclarar algunos términos o expresiones habituales en aquella época y que
hoy resultaban difíciles de entender y comprender mejor el ambiente judío tan
plural en que nació el cristianismo.
En la primera mitad de los noventa se propalaron dos formidables mitos que hoy
están plenamente diluidos. Uno, que los manuscritos contenían doctrinas que
contradecían o al judaísmo o al cristianismo y que, en consecuencia, el Gran
Rabinato y el Vaticano se habían puesto de acuerdo para impedir su publicación.
Ahora están publicados todos los documentos y es evidente que las dificultades
de publicación no eran de orden religioso, sino de orden científico. El segundo
es de mayor calado, porque se presentó con visos científicos: Una profesora de
Sydney, Barbara Thiering y otro de la State University de California, Robert
Eisenman, publicaron varios libros en los que comparando los documentos
qumránicos con el Nuevo Testamento llegaron a la conclusión de que ambos están
escritos en clave, que no dicen lo que dicen, sino que hay que descubrir su
significado secreto. Sugieren que el Maestro de Justicia, fundador del grupo de
Qumrán, habría sido Juan el Bautista y su oponente Jesús (según B. Thiering), o
que el Maestro de Justicia habría sido Santiago y su oponente Pablo. Se basaban
en que hay personajes mencionados con términos cuyo significado se nos escapa,
tales como Maestro de Justicia, Sacerdote impío, el Mentiroso, el León furioso,
los buscadores de interpretaciones fáciles, los hijos de la luz y los hijos de
las tinieblas, la casa de la abominación, etc. Actualmente ningún especialista
admite tales afirmaciones. Si no conocemos el alcance de esta terminología no es
porque contenga doctrinas esotéricas. Es evidente que los contemporáneos de los
qumranitas estaban familiarizados con estas expresiones y que los documentos del
Mar Muerto, si bien contienen doctrinas y normas diferentes de las mantenidas
por el judaísmo oficial, no tienen ninguna clave secreta ni esconden teorías
inconfesables.