María, la que más conoce y mejor puede
enseñar
Padre Mariano de Blas L.C
Tercer Misterio de la Luz. El anuncio del Reino de Dios invitando a la
conversión
Conversión: cambio, nueva vida, hombres y mujeres nuevas. El Reino de Dios está
cerca. El reino del Diablo se acabó. De ahí el cerrar la puerta al pasado y
abrirla a la nueva vida. Arrepentirse del pecado: dejar la enemistad con Dios,
dar la espalda al pecado en todas sus formas. La nueva religión exige un
rompimiento fuerte con la vida anterior, la vida que era la muerte en el pecado
y en la desvergüenza. El que no nace de nuevo no puede ser cristiano, como
afirmaba Jesús a Nicodemo. El hombre debe arrancarse el corazón de piedra y
cambiarlo por un corazón cristiano, es decir, semejante al de Jesús y al de
María. Muchos cristianos aman el barniz, la fachada, las formas externas. Son la
nueva generación de los fariseos. Hay que cambiar por dentro, con el dolor y la
alegría que supone ser un hombre y una mujer nueva. Todos necesitamos renovarnos
y convertirnos: la rutina y el cansancio nos muerden a todos; caen polvo y
telarañas sobre los más sagrados ideales; todas las cosas más bellas y sagradas,
si no se renuevan, acaban por morir.
El amor muere en muchos matrimonios, la vida consagrada se marchita si no se
renueva con el agua de la oración. Una buena parte de la existencia consiste en
renovar, refrescar, en echar nueva leña a la hoguera. Subir, siempre subir,
querer ser otro, distinto, mejor; mejor en lo humano, mejor en lo intelectual y
en lo espiritual. Cuando uno se para, se enferma; cuando uno se para
definitivamente, ha comenzado a morir. Con Cristo hay que volver a empezar.
Todo comienza, todo vuelve a empezar, si queremos; todo como recién estrenado.
Lo viejo, lo sucio y desordenado no van con la nueva vida. Y creed en el
Evangelio, la Buena Nueva: Creer en Jesús y en el mensaje de salvación que trae.
Este mensaje es muy actual: convertios y creed en el Evangelio. Pero hay
diferentes maneras de reaccionar frente al mismo: desde la aceptación amorosa
hasta el rechazo absoluto, pasando por la aceptación a medias. Nos asusta el
compromiso, porque nos falta el amor. ¡Cuánto nos cuestan las virtudes: la
obediencia, la caridad, la humildad, el vencer los halagos de la pereza, porque
no tenemos amor, porque andamos bajos de entusiasmo, porque no pensamos sino en
cosas duras, difíciles! La vida, tu vida podría ser una aventura apasionante. A
veces, la has tomado como un castigo, la has imaginado terrible y dura, y te has
clavado las espinas. Pero podría convertirse en otra cosa, mil veces más bella,
atractiva y fascinante, si convirtieras las punzantes espinas en rosas. Con un
poquito de amor y de entusiasmo: Ésa es la receta, el elíxir divino que
transforma lo duro y amargo en dulce y suave.
Reacción de María: apertura total a una renovación de su misma espiritualidad:
El Antiguo Testamento lo verterá en el molde del Nuevo, en el molde de su Hijo y
de su doctrina. El Espíritu Santo le inspiraba, le hacía comprender como a nadie
la doctrina cristiana. María es la primera cristiana, la que mejor ha entendido
y ha imitado a Jesús, la verdadera Mujer Nueva. De tal manera que podría decir
con más fuerza que San Pablo: “Para Mí el vivir, el respirar el amar es Jesús”.
Por eso, la que más conoce es la que mejor puede enseñar. Pero María es una
maestra y madre, que por tanto enseña a sus discípulos con gran sabiduría, y a
sus hijos con inmenso amor la doctrina cristiana.
La vida, que en principio es igual para todos, es tan diferente para cada uno.
Porque hay vidas verdaderas, en las que vivir es amar, es realizar tareas
transcendentes y ser feliz. Pero hay otras que se parecen tan poco a la vida y
tanto a la muerte.
Tu vida depende de ti.
Oración:
Oh Jesús, que viniste a inaugurar en el mundo una nueva forma de vivir,
convierte nuestra pobre agua en dulce vino; transforma nuestro barro roto en un
cantarillo nuevo hecho a tu gusto. Ayúdanos a reconocernos grandes pecadores
para que no tengamos reparo en ponernos en la fila de los que necesitan ser
perdonados y que aceptemos tu invitación al arrepentimiento y a la conversión
total de nuestro corazón.
Ojalá que esta conversión nos sirva para desempolvar el rosario completo. Y no
es solo volver a tener un rosario en las manos, sino dar a la devoción a María
el puesto privilegiado que el Papa le ha querido dar, por inspiración divina. El
mismo Juan Pablo II, como pocos, nos demuestra que esta devoción y amor es algo
maravilloso y, además, muy eficaz. Al recuperar el rosario, se recupera a la
Madre de Dios , y recuperar a su Madre, se recupera a Dios, que también anda
medio perdido, y no creo que por no ser esencial.